Perfiles pergaminenses

Vicente Arquilez, un hombre que con sencillez y humildad se ganó el cariño del pueblo y la ciudad


Vicente Marcelino Arquilez en su lugar de trabajo

Crédito: LA OPINION

Vicente Marcelino Arquilez en su lugar de trabajo.

A sus 88 años continúa trabajando. Desde hace cuatro décadas vive en Fontezuela donde tiene su almacén y panadería, a pocos metros de la ruta Nº 8. Sus pasiones son la escritura, los deportes y el campo. Sin embargo, lo más importante para él son la familia y los amigos. Este Perfil rescata a un personaje querible que con su testimonio detiene el tiempo y regala relatos interesantes.

Hay historias que se cuentan en la sencillez que les aporta la vida de un pueblo. La de Vicente Marciel Arquilez, de 88 años, es una de ellas. La charla ocurre en el almacén y panadería que tiene en Fontezuela, al costado de la ruta nacional N° 8, en ese espacio en el que transcurren sus rutinas cotidianas, siempre en contacto con los vecinos y con la gente que hace de ese lugar la parada casi obligada de cualquier viaje. Siempre dispuesto a prestar ayuda, encuentra en la labor diaria que comparte con su familia, una distracción y un motor. Sentado al frente de la máquina registradora, conserva imborrables momentos de los muchos años que pasaron desde que con su familia se instaló en el pueblo. Antes había vivido en Pergamino, en el corazón del barrio Acevedo donde también tuvo el almacén y donde aprendió el oficio de atender a sus vecinos con predisposición y vocación de servicio. 

Hijo de Enrique Arquilez y Francisca Cotoraz, tiene tres hermanos: Enrique, Ester y Juana (Nene). Su esposa es Adela Mabel Rimatori, de 79 años y sus hijos son: Marciel (60), Nancy (59), Gabriel (52), Fabricio (50) y Javier (46). Su familia es su pilar fundamental y sus nietos y bisnietos, su devoción. "Tengo siete nietos: Ezequiel, Mariana, Melisa, Fernando, Facundo, Máximo y Rosario; y tres bisnietos: Josefina, Tomás y Juan Martín; son lo más lindo de la vida", expresa este hombre inquieto que hace de la actividad el motor que lo mantiene jovial. Confiesa que no puede quedarse quieto, aunque reconoce que con el transcurso del tiempo se ha vuelto "más remolón".

Nació en Villa San José, el paraje del Partido de Pergamino ubicado en el límite con Arroyo Dulce. Su mamá era argentina y su papá un inmigrante llegado de España. Sus raíces inmigrantes marcaron su historia y forjaron sus valores vinculados al trabajo y al esfuerzo. "Mi padre anduvo un tiempo de gallinero 'marcachifle' y después empezó a comprar cerdos que mandaba a plaza; y mi madre fue ama de casa", cuenta en un relato plagado de historias.

Guarda lindos recuerdos de su infancia transcurrida en el campo. "Fui a la Escuela Nacional N° 144 de Arroyo Dulce; después durante un tiempo nos mudamos a un campo cerca de Fontezuela y seguí particular, pero como no nos tomaban exámenes, al final volví al grado en el que había dejado", menciona.

"Era una niñez muy sana en ese tiempo. También me gustaba jugar al fútbol y lo hice durante mucho tiempo. Ya más de grande hice ciclismo, corrí varias carreras y tengo una doble Arroyo Dulce-Salto y cuatro triunfos con la bicicleta".

Señala que en 1957 su papá vendió el campo y se establecieron en Pergamino. Siempre vivió en el barrio Acevedo y allí forjó una identidad comprometida con el hacer de su comunidad. "Fui conserje del Club Defensores de Belgrano, donde estuve doce años y fui presidente de esa entidad en dos períodos de dos años.

"Cuando puedo sigo yendo a Defensores y viví con emoción la profunda transformación que ha tenido el barrio a partir de la construcción del Viaducto y del Parque España. Era un anhelo de un gran amigo que fue Luis Sued. Hay mucha gente que ha hecho cosas para el bien de Pergamino. Cuando estuve en la comisión del Club pude terminar proyectos que Luis había iniciado, hoy está Carlos Sued", añade.

En Fontezuela

En 1981 con su familia decidió establecerse en Fontezuela. El trabajaba en Cargill y eso le había permitido conocer esa localidad y cultivar algunos vínculos valiosos. "Cuando llegamos alquilamos y después, con mucho sacrificio pudimos comprar nuestra casa", resalta, orgulloso de esa decisión que les permitió afincarse en un terruño que sienten como propio.

Desde hace cuatro décadas tiene el almacén en el pueblo. Ya viviendo en Pergamino era conocedor de ese rubro porque durante 20 años habían tenido uno en calle Laprida. "Yo también había sido repartidor, hice un poco de todo", destaca. Y cuenta que en Cargill trabajó primero en vigilancia y después en la cocina. "Cuando en la planta comenzaron a sacar gente, yo tenía la edad y pude jubilarme", acota.

Cuenta que cuando decidieron establecerse en Fontezuela lo hicieron de la mano de sus compromisos laborales y de la vocación de vivir en un lugar tranquilo y evitar los viajes cotidianos que hacía de Pergamino al pueblo para trabajar en Cargill. "Nos hicimos cargo del negocio con mucho entusiasmo. Fuentes, que fue quien hizo la panadería, me impulsó a que la alquiláramos porque la gente pan tenía que comer todos los días. Le hicimos caso y con mucho sacrificio trabajamos para sostener este negocio que forma parte de la vida misma del pueblo.

"Le pusimos 'San Vicente', al almacén porque este santo murió de hambre por brindar a otros el único trozo de pan que tenía. Me identifico con ese pensamiento y como había varios Vicente en la familia, resultó el nombre propicio para este lugar", comenta.

"El pueblo siempre me trató muy bien. Nosotros enseguida nos adaptamos a la gente con respeto y ellos hicieron lo mismo".

A pesar de que muchas costumbres han cambiado, hay algo en la vida de las pequeñas comunidades que permanece. El ritmo es distinto, más distendido y con menos urgencias. Vicente disfruta de esa tranquilidad. "Uno aquí en el almacén es un poco curandero, doctor, consejero, mecánico y amigo de todos". Esa apreciación define su vida cotidiana y su sentir.

Se siente dichoso de que la vida lo haya puesto en un lugar del que disfruta plenamente. "En lo que puedo, siempre estoy predispuesto a tender una mano y ayudar al que lo necesita. La cercanía del almacén con la ruta hace que para muchos sea el paso obligado para comprar algo o para pedir auxilio en alguna situación de emergencia, tengo muchas anécdotas", refiere y señala que conserva recuerdos de gente a la que ha prestado auxilio y se lo han retribuido con algún presente o con palabras genuinas de agradecimiento.

"En la ruta pasa lo lindo y lo feo. Gracias a Dios a nosotros nunca nos han pasado cosas malas; pero ha venido gente a la que se le queda el auto. Siempre recuerdo el caso de un chico al que se le cortó la correa yendo a ver un partido de Douglas Haig con Huracán. Fue en Viña y llegó hasta acá. Me fui a Pergamino y le traje el repuesto, y lo ayudamos a reparar el vehículo. Estaba muy agradecido.

"También he perdido herramientas ayudando a gente, pero bueno, son cosas que pasan, y a pesar de eso, siempre vale la pena tender una mano", expresa.

Juntos a la par

Detrás de las decisiones que ha tomado a lo largo de su vida, siempre estuvo la presencia incondicional de su esposa, una mujer a la que conoció en un baile, casi por casualidad. Seguramente el destino quiso que se cruzaran y torció el camino que esa noche Vicente tenía trazado con sus amigos: "Ibamos a un baile a Acevedo y en el camino se nos pinchó una goma de una chata vieja en la que viajábamos. No teníamos auxilio, así que no pudimos seguir viaje. Estábamos cerca de J. A. de la Peña, caminamos hasta Pergamino, escuchamos una música que venía de otro baile, ahí fuimos y allí estaba ella. Esa noche de 1959 nos conocimos, luego nos pusimos de novios y dos años después en 1961 nos casamos".

Su testimonio es muestra de cómo es ir con alguien "a la par" y en la charla lo señala abiertamente cuando refiere que fue su señora la que sostuvo el negocio y la que "se merece todo lo que tenemos". 

"Tuvimos una vida de mucho sacrificio, ella crió a nuestros hijos y trabajó mucho, siempre estuvo a mi lado para todo", resalta.

Un inquieto

Amante del deporte es hincha de Independiente y fue uno de los impulsores de la creación de la peña más viaja del país. "Las primeras reuniones se hacían en Defensores", comenta.

Además del fútbol le gusta el automovilismo y cuenta en su haber con la posibilidad de haber visto varias carreras de Fórmula 1 y de Turismo Carretera. "Todo el deporte me gusta mucho".

Comprometido con la vida de su comunidad, trabajó mucho por su pueblo y colabora en todas las iniciativas que puede. Fue uno de los promotores de la creación del Centro de Jubilados de Fontezuela y siempre está atento a las necesidades. Con el fútbol de su localidad colaboró mucho también y disfruta de sentirse parte de esa geografía en la que eligió establecerse y en la que hoy tiene echadas sus raíces.

Dueño de una facilidad innata para contar, encuentra en la escritura un instrumento para expresar sus sentimientos y relatar vivencias. Le gusta mucho escribir y lo hace con frecuencia. Confiesa que son muchas las cosas que lo inspiran y la temática de sus escritos tiene que ver con las raíces, con el campo, con su amor por la naturaleza y el apego a las cosas sencillas.

Aprovecha el ámbito de la charla para compartir algunos de sus versos y confiesa que su anhelo es poder verlos publicados en un libro algún día. "He hablado con mis nietos de ese deseo, tendríamos que ordenar un poco el material y ver si podemos concretar ese sueño", menciona, entusiasmado con esa posibilidad.

"Tito" como lo llaman, tiene una nutrida producción literaria y ha escrito también una obra de teatro para los jubilados del pueblo, que aún no pudo ser puesta en escena. No descarta que eso pueda suceder algún día. El título es: "Las tres hijas del viejo Mena: Blanca, Flor, Filomena"

Todo lo que ha creado tiene la impronta de su esencia pueblerina, de su ser familiero. Dueño del principal tesoro que pueden tener las personas, tiene muchos amigos. "Algunos han partido ya, pero en la memoria y en la riqueza de los muchos momentos compartidos siguen vivos en mi corazón", reflexiona.

Generoso con los suyos, amigo, cerca ya de sus 90 años, celebra la vida y siempre encuentra razones para honrarla. "Desde mis 50 años festejo los cumpleaños. Los 80 fueron con una fiesta en la Escuela del pueblo; los 85 en el Centro de Jubilados y los 90, ya veremos cómo se festejan, siempre hay motivos para celebrar y agradecer".

Conectado con su presente y con los suyos, y con una lucidez admirable, sobre el final de la charla destaca que su principal construcción ha sido su familia. Lo gratifica saber que sus seres queridos están bien, y muy unidos. De hecho, el almacén es un espacio de familia. "Somos trabajadores, luchadores, emprendedores y solidarios", resalta en atributos que no solo lo definen, sino que marcan el camino que han tomado los que vienen detrás de Vicente para seguir escribiendo una historia rica en lo simple.

"Soy un agradecido a la vida y también agradezco mucho este reportaje, porque uno de mis sueños era que alguna vez me hicieran una nota para contar mi historia de vida", dice en el final y sonríe. Lo hace sin grandilocuencia, con la humildad y la sencillez de quienes han vivido la vida trabajando y forjando en el esfuerzo el porvenir del que hoy disfrutan, anclados en lo esencial.


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