Perfiles pergaminenses

Daniel Susán: la biografía de un hombre que hizo historia en el mundo de la música y el deporte


Daniel Susn recibió a LA OPINION en su estudio para hablar de música deporte en una lección de vida

Crédito: LA OPINION

Daniel Susán recibió a LA OPINION en su estudio para hablar de música, deporte en una lección de vida.

Fue el disc-jockey más elegido en su tiempo. Incursionó en el tenis y fruto de su espíritu competitivo forjó una identidad que lo transformó en exponente no solo en el juego sino de la enseñanza de este deporte al que considera "una escuela de vida". Con 66 años, su testimonio es valioso y rescata el recorrido de alguien que estuvo en la cima, cayó estrepitosamente y supo reconstruirse sin abandonar jamás su convicción de "dar lo mejor".

Hay historias de vida que se escriben silenciosamente y otras que cobran trascendencia pública, tal vez porque lo que constituye esas biografías, de algún modo, forma parte de la vida de todos. Quién no recuerda los lentos de las tertulias del Club Sirio Libanés, o la música que sonaba en la noche de Pergamino y de inmediato evoca el nombre de Daniel Susán. O quién no encuentra su impronta en la historia del tenis, por la pasión con la que abrazó ese deporte desde el mismo día en que, vestido con indumentaria de fútbol, ingresó a una cancha del Club de Tenis de Pergamino y ya no se separó jamás de ese amor.

Hoy, en la intimidad de su casa y de su estudio, rodeado de colecciones de música y objetos afectivamente valiosos de su historia como DJ y profesor de tenis, Daniel Susán recibe a LA OPINION para trazar su Perfil Pergaminense. Lo hace con la serenidad que le ha dado el paso del tiempo, lejos de las luces de la noche y el halo de éxito que acompañó su trayectoria. Su relato es valioso, rico en anécdotas que tienen que ver un poco con la juventud de generaciones que hoy ya crecieron, y de otras que han llegado luego, y lo siguen teniendo como un exponente indiscutido. 

En el comienzo habla de sus padres, Antonio Armando Susán y Erminda Gómez. De sus abuelos inmigrantes. También de su hermano, Marcelo, y de las rutinas de esa familia de trabajadores incansables. 

Tiene un fuerte apego a sus raíces, tomó de ellas la sustancia para nutrirse. Reconoce que ha sentido y siente un profundo amor por su madre: "Ella me cuidó como un diamante. Cada vez que me detengo frente a su tumba, no encuentro las palabras para agradecerle, por tanto", sostiene y recuerda que fue su mamá quien tempranamente lo llevó por el sendero del arte. De su papá tomó el amor por la música y la buena cocina.

Vive en la misma casa en la que creció. Su estudio está instalado al lado de ese lugar, cerca de su historia de siempre. El patio promete transformarse en un espacio para eventos, y ese es su proyecto cercano. Cuenta que fue a la Escuela N° 22 y terminó la primaria en la Escuela N°1. Luego fue al Colegio Comercial. Y aunque ingresó a la facultad para estudiar Ingeniería Civil, descubrió que "ese no era su camino". Le hubiera gustado ser arquitecto, pero su construcción, finalmente, fue otra. 

Un artesano de la música

Comenzó a ser "Disc- jockey" y se transformó rápidamente en el mejor de su tiempo. Innovador y creativo, reconoce que puso empeño y trabajo para construir su impronta profesional.  

"Crecí escuchando los discos que mi padre escuchaba", resalta y menciona que conserva más de diez mil discos de pasta. "Mucha gente me cataloga como la persona más importante de la música de la ciudad, o como el mejor disc- jockey. Yo sinceramente no siento que haya sido ni mejor ni peor que otros, intenté dar lo mejor de mí e invertí mucho. Cuando salía un material en Inglaterra o Estados Unidos, lo tenía en Pergamino".

"Recuerdo que cuando 'Discovery' recibía discos que llegaban de Buenos Aires, me los prestaba, los traía al estudio, los escuchaba y sacaba de allí lo que podía funcionar. Así descubrí a Gustavo Ceratti, y luego, pasó lo que pasó con Soda Stereo", relata.

Siempre un paso adelante, su servicio era el más elegido. Había parejas que reprogramaban la fecha de un casamiento solo para que él pudiera pasar música en la fiesta. "Recorrí más de 200 pueblos. Llegamos a tener catorce o quince eventos por mes".

Asegura que siempre trabajó de manera independiente y fue "un rebelde". Eso definió su identidad. "Fuimos los precursores de las tertulias del Club Sirio Libanés. Allí se gestaron muchas parejas porque instalé los lentos. Con mi música bailaban lento", comenta. Y refiere: "Hasta hoy camino por la calle y me saluda gente que yo no conozco. Era una especie de ícono. En esa época ser DJ te transformaba en 'un peso pesado'".

Lejos de cualquier vanidad, se considera "un artesano de la música" y en ese arte no escatimó recursos. "Nunca fui medido con la inversión. Siempre hubo un lirismo muy marcado en mí. Hoy, con todas las cosas que hice, debería estar en otra posición, sin embargo, vivo con lo puesto", recalca.

En la historia grande del tenis

Practicó deporte desde chico. Jugaba al básquet y al fútbol en Club Argentino. También en Compañía y en Carabelas. Promediando la década del 70, a través de un amigo, Daniel Zanavre, descubrió el tenis. "Me invitó a jugar, fui con mis botines sacachispas y mi equipo de Independiente. La indumentaria no era la adecuada, pero jugué igual. Era malísimo, pero competitivo. Me fui donde estaba la elite del tenis de Pergamino, en el Club Gimnasia y Esgrima, y comencé a tomar clases con 'Pichón' Mazoco". Así llegué a mi primer torneo, era tan malo que el profesor me pedía por favor que no dijera que él me estaba enseñando", relata.

"Esa primera competencia ocurrió un sábado. Al día siguiente me fui a Rosario, al Jockey Club, a hablar con Armando Marquardt, que tenía alumnos de Copa Davis. Lo traje a Pergamino, era un personaje histórico de la escuela de Don Felipe Locicero, gestor de Guillermo Vilas, con quien también tuve una gran relación, fruto de la cual pudimos realizar clínicas tanto en Pergamino como en la zona".

Se vinculó con los mejores y ganó experiencia. Compitió, participó de innumerable cantidad de congresos, simposios y clínicas de tenis. Atrás quedó ese chico que no sabía "agarrar la raqueta". Y con el paso del tiempo, la constancia le dio la llave para construirse como jugador y profesor de tenis.

Concibe ese deporte como "una escuela de vida". De hecho, así se llama su programa de formación. El inventario de logros y aprendizajes, es infinito. Lo mismo que las enseñanzas que ha dejado y deja en todos aquellos que toman sus clases. Hoy las dicta en el campo de deportes de la Cooperativa Eléctrica. Antes lo hizo en otras instituciones, como el Club de Viajantes, el Club de Tenis, el Club Alianza, el Club 12 de Octubre, el Club Gimnasia y Esgrima, y Los Lagartos, espacio del que fue propietario durante varios años. 

En cada lugar -de una enumeración seguramente incompleta-, siempre mantuvo la consigna de inculcar una filosofía de vida. También en el exterior tuvo una extensa trayectoria.

Resulta difícil acotar en el espacio de un artículo, el camino recorrido. Daniel sabe que la síntesis es arbitraria y menciona, solo algo. Menciona su estadía en Mar del Plata, en el Club Náutico, junto a Felipe Locicero: "Tenía setenta y pico de años y era vegano. Me enseñó muchísimo, tanto como otros". 

"Siempre tuve maestros de elite y estuve con los mejores del mundo", destaca. Y nombra, entre otros, a Fernando D'Angelo, Nick Bollettieri, James E.Loehr, Marcelo Gómez y Mario Bravo, Frantisek Slezak y Timothy Gallwey.

También cuenta que durante doce años trabajó para la Asociación Argentina de Tenis y fue parte de otros espacios representativos del deporte. "Tengo filmados todos los congresos", refiere y habla con orgullo de sus alumnos, muchos de los cuales se destacan en importantes circuitos.

El Café del Inglés

En paralelo a su actividad en la música y el deporte, instaló el Café del Inglés, en la peatonal San Nicolás. "Fue algo revolucionario. Estaba en una planta alta, la cafetería y la gastronomía eran únicas. Todo era de calidad, el mármol de carrara, los vitreaux, las luces individuales en cada mesa. Fue distinto a todo lo que había en la ciudad, pero funcionó un tiempo, luego la movida pasó a la avenida y ya nadie quería ir a un bar íntimo en un primer piso de la Peatonal".

Reconoce que cerrarlo le dejó un sabor amargo, porque eso coincidió con un tiempo muy particular de su vida. 

Años difíciles

"Hubo momentos en los que no tuve orden y perdí muchas cosas. Habíamos comprado Los Lagartos, tenía el bar. Había cambiado la noche de Pergamino, la gente dejó de jugar al tenis. Instalamos canchas de paddle y vino la inundación, perdimos todo. Fueron años difíciles. En esa época conocí a un personaje que se dispuso a ayudarme, pero finalmente se quedó con el Club, también con terrenos de la Ciudad Deportiva y hasta perdí la casa", relata. Y aclara: "No puedo echarle la culpa a nadie, uno en un momento de debilidad confía y no toma las medidas necesarias. Yo era el capitán del barco y perdí casi todo", expresa. Sin abundar en detalles, solo comenta que producto de ese desorden financiero, afrontó causas judiciales y vivió grandes sinsabores.

Estar bajo tierra

Daniel confiesa que en algún momento sintió que estaba "bajo tierra": "Era el número uno y caí en forma estrepitosa, al punto de no tener veinte centavos para cargar combustible", reconoce. Y desde esa perspectiva, hoy entiende que el éxito "hay que tomarlo con pinzas porque es algo muy volátil".

Igualmente resalta que "estar en la cima y luego bajo tierra" le dieron "una resiliencia increíble" y asegura que jamás perdió su capacidad de lucha. "Aprendí a valorarme mucho en los momentos adversos, porque es en ellos que uno se da cuenta de quién es en verdad".

Altos costos

Admite que tuvo que pagar costos, no solo económicos. "Siempre fui una persona independiente y eso me costó caro", refiere. Y la charla se introduce en lo personal, cuando cuenta que se casó con Patricia Cordone y tuvo dos hijas: María Belén (27) y María Emilia (23). "Nos separamos cuando las chicas eran chicas y al principio fue muy dificultoso. Con el paso del tiempo construimos otro vínculo. Hoy tengo una hermosa relación con mis hijas. Mi exesposa, María Belén y mi nieto viven en Italia, y yo me estoy preparando para viajar para hacer allí una experiencia de tenis", comenta.

En orden, con la vida

En el presente Daniel vive con sus perros, a los que considera también hijos. Al hacer un recorrido por su historia, se siente en un buen momento. "He dejado la competición y solo trato de ser yo en mi mejor versión y seguir evolucionando como persona. Quiero irme de este mundo, evolucionado", sostiene este hombre que siempre se está reinventando.

"Salvé algunas propiedades, un negocio, y estoy en la reconstrucción de esta casa. Hasta el año pasado trabajé para Siderar en la organización de eventos, y continúo con mis clases de tenis", agrega. Y al momento de ensayar una definición de sí, simplemente afirma: "Diría que soy un lírico, una persona que siempre trató de capacitarse y estar a la altura".

"Por lo demás, siempre fui respetado, salvo en momentos en que mucha gente opinó sin honrar la verdad. Pero el tiempo puso todo en su lugar, y hoy tengo las puertas abiertas de cualquier parte, porque todo el mundo sabe quién soy". Cuando hace esa afirmación en el decir resuena algo que tiene que ver con la identidad, con un modo de pararse frente a la vida fiel a sus convicciones. Tal vez es esa la condición que define a Daniel Susán, el disc-jockey, el emprendedor, el profesor de tenis y fundamentalmente el hombre que jamás se traicionó a sí mismo.


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