Perfiles pergaminenses

Nilda Di Giacomo: la sencillez de quien en el aula y en la vida supo brindarse con generosidad


Nilda Di Giacomo de Petrucelli en la intimidad de la charla compartida con LA OPINION

Crédito: LA OPINION

Nilda Di Giacomo de Petrucelli, en la intimidad de la charla compartida con LA OPINION.

Ejerció la docencia durante 38 años como profesora de Lengua y Literatura. A la par de su trabajo, se dedicó a la crianza de sus hijos y siempre encontró el equilibrio justo para llevar adelante ambas tareas ofreciendo lo mas valioso que alguien puede darle a los demás: un tiempo nutritivo y de calidad.

Hay historias que se escriben en la simplicidad de lo cotidiano y se nutren de valores que se transmiten de generación en generación, dejando una huella. Es el caso del testimonio de vida que Nilda Di Giacomo, una hermosa mujer de 78 años que rinde culto a la sencillez y posee la templanza que las personas atesoran con el paso del tiempo. Traza su Perfil en la intimidad de su hogar, acompañada por su esposo, Daniel Petrucelli, y lo que cuenta habla de sus raíces, de su modo de concebir la vida, de lo que significó para ella la docencia y de lo que representan sus afectos.

Nació en Pergamino el 20 de julio de 1946 y creció en el centro de la ciudad, enfrente de la casa en la que hoy vive. "Soy la más antigua del barrio", refiere en el comienzo de la charla y recrea vivencias de un tiempo en el que las infancias transcurrían en la vereda o en la casa de los vecinos. "Todos éramos como familia".

Hija de inmigrantes italianos, siente un profundo respeto por sus raíces y lo señala en varios momentos de la conversación. Se emociona cuando recuerda a sus padres: "Ellos eran italianos, mi mamá se llamaba Rosa Albina Di Santo y mi padre, Miguel Di Giacomo. Ella había llegado de Italia a los 5 años, y él de más grande. Se conocieron acá y como tantísimos inmigrantes, con sus familias llegaron a este país para nutrirlo de trabajo".

"Gracias a esa inmigración tan rica, este país floreció", reflexiona y señala que "procedentes de distintas nacionalidades, esos inmigrantes que se fueron perseguidos por las guerras, los problemas económicos y un sinfín de dificultades, llegaron aquí para trabajar y lo hicieron sin descanso". De este modo, llevando esa consideración a los suyos, recuerda a sus abuelos, habla del destierro, las despedidas y acerca sus propias vivencias de niña: "Siempre vi a mis padres trabajar. Mi papá tenía un taller dedicado a la compostura de calzado. Era muy conocido en Pergamino, muy pocos sabían su apellido, porque para todos era 'Miguelito'. Y mi mamá, que era ama de casa, siempre trabajó a su lado".

Con nostalgia, también menciona a su hermana Nelly, fallecida hace dos años. "Tenía 81 y siempre habíamos estado juntas. De hecho, ella vivía al lado de casa y también era docente, amó su profesión. Hablábamos mucho, y aún la extraño. Su partida fue un dolor inmenso". Suspira, y prosigue: "Yo había sido melliza de un hermano varón que murió a los once días de nacer, y por esa razón yo no llegué a conocerlo".

Un tiempo hermoso

Señala que tuvo una hermosa infancia, muy sencilla, como era la vida entonces. "Fui a la Escuela N°1 y después al Colegio Normal".

"Cuando yo era chica podíamos jugar en la calle, cuando alguien cumplía años, ahí íbamos todos. Los festejos se hacían en las casas, lo mismo que las comuniones. Todo era muy sano y, por el hecho de haber vivido toda la vida en el mismo lugar, conservo vecinos con los que comparto hermosos recuerdos".

"Solo hay una amiga, María del Carmen Zarzuelo, que vivía a mitad de cuadra de mi casa, a la que no volví a ver. Se fue a vivir a Rosario y no supe más de ella", refiere, añorando poder saber de ella algún día.

La docencia

Descubrió su vocación docente cursando sus estudios secundarios en la Escuela Normal Mixta de Pergamino. "En mi época era bastante común que las mujeres estudiaran el magisterio. Yo descubrí que me gustaba la docencia estudiando", admite y comenta que, al terminar el secundario, siguió sus estudios terciarios en el mismo colegio, donde se había abierto el Profesorado de Lengua, Literatura e Historia. Al respecto acota que, aunque estudió mucha historia, siempre dio clases de lengua.

Su primer trabajo fue una suplencia en el Instituto Comercial El Socorro. "Después trabajé en el Instituto Comercial Rancagua, viajaba a diario, fue una experiencia hermosa, pero dificultosa, porque en ese tiempo las calles no estaban pavimentadas y los días de lluvia un tractor nos ayudaba a que el colectivo pudiera llegar hasta la escuela", relata.

"Estando embarazada de mi hija renuncié a esas horas, prioricé a mi familia y lo hice con mucho gusto", afirma. Y continúa: "Después tomé horas en el Normal y en el Comercial nocturno, donde pude titularizar. Tiempo después pedí el pase al Colegio Industrial donde desarrollé prácticamente toda mi carrera docente. Trabajé como profesora de Lengua y Literatura allí hasta que me jubilé a mis 60 años. Siempre fui profesora de primero, segundo y tercer año".

Vínculos valiosos

Nilda es de las personas que saben construir vínculos valiosos. Su rico universo afectivo confirma ese atributo y de cada lugar en el que estuvo se trajo para la vida afecto. De su paso por el Colegio Normal en carácter de alumna se llevó algo más que el título de maestra: allí construyó amistades que aún conserva. "Los integrantes de la promoción 1963 conformamos un grupo y nos reunimos con frecuencia. Hace más de sesenta años que egresamos del Colegio y nos seguimos viendo", cuenta, gratificada. Y prosigue: "Aunque no todos vivimos en Pergamino, nos encontramos. Dos son de Rosario, otras de Buenos Aires, de Cañada de Gómez, El Socorro, Manuel Ocampo, Salto, San Luis y hay una compañera que vive en Israel. Es hermoso mantener un vínculo así a lo largo de los años. Nos comunicamos mucho y compartimos lo que nos pasa".

Del ejercicio de la docencia también le quedaron vivencias inolvidables y anécdotas infinitas. "Aunque nunca tuve muchas horas, tuve muchos cursos y muchos alumnos. Hasta el día de hoy cada vez que me cruzo con alguno de ellos, lo que recibo es afecto. El año pasado se cumplieron los 100 años del Colegio Industrial, con mi esposo, que también fue docente, fuimos al festejo y se me acercó un exalumno que me recitó una poesía que yo hace muchísimos años le había enseñado. Sentí una emoción enorme".

Esa huella que su paso por las aulas ha dejado en sus alumnos es la mejor recompensa que Nilda ha recibido de la docencia. Lo expresa con profunda gratitud y reconoce que no siempre se es consciente de eso que el docente deja en sus alumnos.

Asevera que tuvo la fortuna de ser parte de una generación de docentes que pudo ejercer en un tiempo en el que la escuela era un lugar en el que imperaba el respeto, los buenos valores y la responsabilidad. "La escuela era completamente distinta a como es hoy. Yo lamento a veces todo lo que sucede hoy con la educación", asevera. En el mismo sentido, admite que le duele ver cómo en la sociedad algunos valores han cambiado y cómo eso también repercute en la escuela. También rescata el valor de la tarea docente, tan tristemente desprestigiada en el presente.

Su familia, su prioridad

Desde hace 55 años Nilda comparte la vida con Arturo Daniel Petrucelli. "Nos conocimos en la casa de una amiga en común, nos pusimos de novios a los 20 años y nos casamos tres años después", señala y mira a su compañero que escucha atentamente el relato. "Tenemos dos hijos: Sergio, casado con Vanina; y Cecilia, casada con Pedro. Y somos abuelos de cuatro nietos: Flor (19), Ignacio (16) Santiago (13) y Franco (13). La vida nos ha regalado una familia maravillosa", expresa y la mirada se le ilumina, como sucede siempre que el nudo de la conversación toca lo esencial.

"Con mi esposo estamos envejeciendo juntos. Tenemos la misma edad. El cumple los años el 9 de septiembre y desde mi cumpleaños que el 20 de julio hasta el de él cuento los días para no ser la mayor", bromea y asegura que la clave de poder permanecer en un vínculo sano durante tantos años es "quererse".

"Creo que el quererse y el tener paciencia son ingredientes fundamentales para alimentar cualquier relación. Nosotros siempre hemos sido muy compañeros. Nos acompañamos en la crianza de nuestros hijos, y siendo ambos docentes, durante muchos años de a ratos nuestra casa se transformaba en un aula cuando nos dividíamos el espacio de la mesa para preparar nuestras clases o corregir".

Su familia ha sido y es su prioridad y los suyos constituyen un universo privado y personal que sostiene todo lo demás. "Tengo buenos hijos y nietos hermosos. Siempre podemos hablar de temas importantes, y me hacen muy feliz".

En su vida la profesión y el cuidado de su familia convivieron en perfecta armonía. "Siempre ejercí con mucha dedicación, pero priorizando el cuidado de mis hijos, fue un equilibrio justo y quizás por eso siento que pude hacer ambas cosas bien".

"Siempre consideré que era importante estar con mis hijos a la hora del almuerzo y jamás estuve ausente en ese momento. Preparaba la comida la noche anterior, trabajaba y regresaba para estar con ellos. Y hoy que son grandes sigo acompañándolos, porque, aunque los hijos crezcan, siempre necesitan de padres presentes", afirma.

Una mujer agradecida

"Conservo recuerdos imborrables de la docencia, agradezco todo lo que viví. En lo personal mi esposo, mis hijos y mis nietos son mi mundo", afirma, y vuelve sobre el recuerdo de su hermana que también formaba parte de ese núcleo afectivo imprescindible. "Agradezco haberla tenido y agradezco tener a mi familia", recalca.

La gratitud la acompaña a cada paso. Sabe que volvería a transitar el mismo camino si tuviera la posibilidad de vivir de nuevo. Sin cambiar un punto y coma, vive plenamente, sin asignaturas pendientes. "Solo me hubiera gustado saber tocar piano, lo demás que me propuse, lo conseguí", asevera y sonríe con el rostro iluminado. "No me puedo quejar, me gusta mi vida", afirma y reconoce que nunca fue salidora, "ni de joven". 

"Siempre me gustó estar en casa, cada uno es feliz a su manera. Hay quienes piensan que ser feliz es salir, y olvidan que uno puede salir y ser un desdichado", reflexiona. 

Su presente transcurre en esa sencillez de lo cotidiano, abrazada por su gente, confiada en una fe que la lleva a experimentar la profunda convicción de que Dios guía sus pasos.

Confía en eso y se deja llevar, consciente de lo valioso que a su edad resulta el tiempo. Lo nutre de aquellas cosas que le provocan bienestar y se define como una mujer rica en afectos. Esa apreciación quizás sea la que, simplemente, la define.


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