Perfiles pergaminenses

Julio Acevedo: el arte de construir obras y la vida sobre pilares sólidos


Julio Acevedo y una conversación con LA OPINION en la que recreó su historia de vida

Crédito: LA OPINION

Julio Acevedo y una conversación con LA OPINION en la que recreó su historia de vida.

Comenzó a trabajar siendo muy joven y fue creador de una empresa que lleva su nombre. En el oficio siguió los pasos de su padre y se preocupó además por estudiar y obtener la teoría que nutrió su práctica. Es papá de un hijo y un hombre agradecido que disfruta de los placeres de lo cotidiano, sabiendo que lo esencial está en las pequeñas cosas.

Julio Ernesto Acevedo es un hombre de costumbres simples. Se define a sí mismo como alguien que no tiene complicaciones para vivir y eso que expresa se manifiesta en su modo de recibir la entrevista que fluye en la serenidad de una conversación amena y distendida. Tiene 71 años y creció en el barrio Acevedo, en el seno de una familia conformada por su mamá María, su papá Julio Alberto y su hermana Nora Graciela, ya fallecidos.

Cuenta que su papá fue contratista de obra y su mamá una ama de casa que durante muchos años además tenía un negocio del rubro maxi kiosco. "Vivíamos enfrente de la escuela N°8 y allí mismo mi mamá tenía el comercio que atendía. La conocía todo el barrio", menciona acercando a la charla recuerdos entrañables. Enseguida expresa: "Tuve una infancia hermosa".

Se emociona cuando recrea las vivencias de esa niñez y confiesa que hablar de eso le toca "un punto sensible". Seguramente es el del corazón, ese lugar en el que se guardan los recuerdos esenciales, esos que constituyen a las personas. "Crecí en un hogar en el que nunca existieron los conflictos. Con mi hermana jamás vimos a mis padres discutir. Cuando uno mira cómo son las cosas ahora, descubre que mucho de aquello se ha perdido. Siempre agradezco haber crecido en una casa en la que reinaba la armonía. La felicidad que había en mi hogar era indescriptible".

Cuando es convocado a hablar de los juegos y entretenimientos de entonces, aparece el recuerdo de la Escuela N° 8 y de la calle. "Jugábamos todo el día sin mayores complicaciones. Eramos indios, pero vivíamos de manera muy sana". Refiere que al egresar de la primaria su mamá lo mandó al Colegio Comercial para que obtuviera su título de perito mercantil. "Pero no era lo mío y sinceramente fui un año a 'calentar el banco'". 

"Al finalizar el ciclo lectivo mi papá me dio la ropa para que comenzara a trabajar con él en la obra. Y así fue que no solo me inserté en el mercado laboral, sino que descubrí mi vocación. Abracé el oficio de constructor y además de aprenderlo en la práctica, me formé para ejercerlo", señala. Y cuenta que apenas se abrió en el Colegio Industrial el curso de construcciones, teniendo 16 años lo inició. Tiempo después egresó con el título de constructor nacional. "Al principio no me daba cuenta que esa era mi vocación, pero sentía una inquietud de prepárame, quería saber cómo trabajar en una obra desde la teoría y la práctica", describe.

La construcción fue su trabajo desde entonces y con el paso de los años creó la empresa que lleva su nombre. En un momento llegó a tener hasta 40 años y se dedicó a las grandes obras. "Fui responsable inscripto hasta que me jubilé. Y hoy, aunque sigo trabajando, ya lo hago a otro ritmo y a otra escala", menciona y refiere que siempre se esforzó por cumplir con todos los requisitos que exigían las contrataciones de importantes empresas, algunas, incluso multinacionales.

Reconoce que siempre le fue bien y jamás tuvo un problema ni con la gente que trabajó con él ni con quien contrató sus servicios. "Hice muchas obras grandes, en calle Merced, por ejemplo, pude terminar el edificio que pertenece a Fangio, una construcción que estaba empezada. Lo tomé como un desafío y lo pude concluir. Además de esas, hubo muchas otras obras que recuerdo, el salón de fiestas de Empleados de Comercio, varios fideicomisos, y departamentos. Realmente no puedo quejarme, nunca me interesó ganar dinero por ganarlo, pero viví bien con el esfuerzo de mi trabajo y honré la confianza que cada cliente depositó en mí".

Fue un trabajador incansable y se jubiló cuando sintió que había llegado el momento. "Podría haberme jubilado a los 65 años y continué un poco más, cuando fue el momento", refiere y precisa que hoy, aunque sigue haciendo algunas cosas, quién tomó la posta fue su hijo.

Su universo afectivo

En lo personal, Julio está divorciado y en pareja desde hace dos años con Susana Ozafrán. Es papá de Julio Gabriel, (32). El brillo de la mirada cambia cuando lo menciona: "Lo adoptamos cuando tenía 4 días y fue la experiencia más transformadora de la vida".

"Hacía dos o tres años que estábamos anotados para adoptar y un día nos llamaron de los tribunales y llegó Gabriel, había nacido un lunes y el viernes ya lo teníamos con nosotros. Es algo que no se puede describir con palabras. Yo al principio era reacio a la idea, tenía un amigo que había adoptado a dos nenas y me decía, 'Julio, animate'. Me animé, pasaron los años y hoy no concibo la vida sin mi hijo", continúa, conmovido. 

La paternidad ha sido y es sin dudas su mejor construcción. "Es un buen chico y lo quiere todo el mundo. Está en pareja con Gisela, además de trabajar en lo nuestro, tiene sus propios emprendimientos. Regentea Point y es parte de Gaia, además de DJ. Es buena gente. Todos los días nos junamos a tomar un café y charlamos de todo, eso no tiene precio".

La vida le ha permitido forjar vínculos valiosos. Después de haber vivido solo tras su separación, estableció una relación con Susana y hace algunos meses están conviviendo. "Ella fue la dueña de la fotocopiadora de calle Castelli e Italia, está separada y tiene sus hijos. Coincidimos y nos llevamos muy bien y en armonía, nos ayudamos y acompañamos en todo", refiere y confiesa: "Nunca pensé encontrar una persona así para compartir la vida, nos gusta hacer cosas juntos". Cuando no está trabajando, Julio se mantiene activo andando en bicicleta. "Tanto a mí como a Susana nos gusta salir a pedalear, así que volví a andar en bicicleta después de un problema de salud que tuve y disfrutamos mucho de eso".

Julio había recorrido un camino en el ciclismo. "Mi historia con ese deporte comenzó a escribirse a mis 29 años. Empecé a pedalear para bajar de peso y me entusiasmé. Me fui involucrando y competí desde 1983 hasta 2006", menciona y reconoce que aunque cosechó varios logros importantes, los premios nunca fueron su motor: "Yo siempre lo tomé como un entretenimiento, obvio que me gustaba ganar, me preparaba y competía con gente que lo hacía fuerte, pero si salía primero o llegaba último, no me hacía problema".

El ciclismo le permitió conocer a muchas personas y hacer amigos. "Hay un entorno social asociado al deporte", señala y comenta que cuando dejó de competir con un amigo crearon el GEA Construcciones, el equipo que representaba a Pergamino en grandes competencias, incluso en la Doble Bragado cuando disputaba alguna de sus etapas en la ciudad.

Una prueba difícil

"Hoy salgo a pedalear solo en forma recreativa y estoy un poco limitado para esta actividad", acota y cuenta que tuvo un problema serio de salud después haber recibido la tercera dosis de la vacuna contra la Covid-19. "Estuve internado grave. De no tomar un solo medicamento para nada, hoy vivo tomando varias pastillas. A raíz de un efecto indeseado de la vacuna, se me agrandó el corazón, con todo lo que ello implica. Me atendió el jefe de cardiología de la Fundación Favaloro y me comentó que en ese centro recibían varios casos como el mío. Eso modificó el ritmo de mi vida, pero no me condiciona para hacer las cosas que me gustan. Solo tomo algunos recaudos y me cuido, pero fue difícil, no la pasé nada bien".

La moto, otro amor

Otro de sus placeres es viajar en moto. "He andado mucho, tengo un grupo de amigos con el que comparto esta actividad. Somos como quince, cuando podemos coincidir viajamos todos juntos y cuando por alguna razón, alguno no puede hacerlo, no pasa nada, nos esperamos al regreso para compartir las experiencias en un asado".

Una buena vida

Asegura que ha tenido y tiene una buena vida. El trabajo ha marcado su destino y le ha permitido forjar el presente del que disfruta plenamente. No tiene asignaturas pendientes y su único anhelo es ver feliz a su hijo. "Me gratifica ver que es un chico extraordinario, dispuesto a ayudar y al que quiere todo el mundo. Por lo demás, solo agradezco. Con el paso del tiempo aprendí que el dinero va y viene, que lo esencial está en obrar bien, en tener proyectos y en la medida de lo posible cumplirlos. Creo que los he cumplido. Tengo mi vida hecha, la comparto con una compañera increíble, no puedo pedir más", concluye, agradecido.


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