Cristóbal Ruben Caputa es constructor, amante de pesca y artesano de las cosas que le gusta crear. Tiene una vida rica en historias que cuenta con la sencillez de aquellas personas que han tomado de cada vivencia la experiencia para nutrir su biografía personal.
Tiene 73 años. Nació en Pergamino y creció en el barrio Villa Progreso. Para quienes lo conocen es "el negro". Tiene buenos amigos y fruto de su actividad laboral y del bien obrar en cada dimensión de su vida ha sabido ganarse de los demás la confianza. Se siente orgulloso de eso que recibe como recompensa. Honra su palabra y siempre está ahí, para su gente.
La entrevista en la que traza su Perfil se concreta en la tranquilidad de una mañana de verano. Está dispuesto a la conversación y es amable. Todo lo que dice tiene la simpleza de lo cotidiano. Relata que de chico vivió en calle Bolivia e Hipólito Yrigoyen: "Era un lugar hermoso, un barrio de camioneros. Allí vivían entre otros, Cifuentes, Tribouley, Signoli, gente muy conocida y apreciada". Señala que sus padres fueron Angel Caputa y Teresa Palmieri. "El era albañil y ella ama de casa". También menciona que tiene dos hermanas: Mirta Susana y Silvia.
Al hablar de su infancia cuenta que hasta quinto grado fue a la escuela N° 41 y luego terminó "en la escuela nueva que se había construido en calle Zeballos- hoy Escuela N° 62". Conserva lindos recuerdos de su niñez. "La vida era muy simple en mi época, se jugaba en la calle, con los amigos del barrio". "De chico jugué al fútbol en el Club Provincial, pero no era muy bueno, así que con el tiempo pasé a ser banderillero titular cuando estaba José Castañares como técnico y en el equipo jugaban jugadores de alta categoría", refiere.
"Cuando tenía 16 años jugando a las bochas conocí a mi esposa. Sus hermanos, 'Los tango' Ferreyra jugaban muy bien al fútbol y con mi suegro los acompañábamos. Fue así que comencé a vincularme con el deporte desde otro lugar. En una ocasión, uno de mis cuñados le preguntó al 'colorado' Sierra que era el técnico del club en el que jugaba si no tenía un lugar para mí que iba todos los días a acompañarlos a las prácticas. Fue así que aprendí el oficio de masajista. Dos grandes como Delorenzini y Burgueño me enseñaron, aprendí rápido, me gustaba, y empecé a masajear a la primera división del Club Argentino, y tuve el privilegio de que en 1976 el equipo saliera campeón después de muchos años".
"También fui masajista de básquet y de la selección de Pergamino. Conservo hermosos recuerdos de esas experiencias, con la selección viajé a varios lugares como Mar del Plata y Tandil", abunda en un relato que acerca inolvidables anécdotas. "Incluso me quisieron llevar como masajista al Club Vélez Sarsfield, pero yo ya me había casado y tenía mi vida en Pergamino", comenta.
Su compañera
Teniendo 22 años contrajo matrimonio con Catalina Olimpa Ferreyra. "Ella fue una extraordinaria jugadora de bochas, así nos conocimos. Tuvo la suerte de ganar muchos torneos, el último organizado por el Círculo de Periodistas Deportivos, y después una lesión la obligó a dejar la actividad".
"De su mano yo también me hice bochófilo. Empecé en el Club Federal, también jugué en Defensores de Belgrano y más tarde en el Club Centenario, el barrio en el que vivo", cuenta. Y prosigue: "En Centenario, con mi esposa conformamos la subcomisión de bochas, organizábamos grandes torneos de los que participaban jugadores de muchos lugares. Siempre nos acompañamos mucho y compartimos el amor por el deporte", resalta, agradecido.
Su gran construcción
Con convicción asegura que su familia ha sido su principal construcción. Cuando en retrospectiva observa el camino recorrido, su esposa y sus hijas ocupan un lugar vital. "Mi señora era de Laborde, provincia de Córdoba. Cuando nos casamos nos fuimos a vivir a una casita que había construido mi padre en la zona del Club de Viajantes. Ahí nació nuestra primera hija: Lourdes Mariel (49), que está casada con Gabriel Nemi. Después nos vinimos a vivir al barrio Centenario, y allí nació Natalia Soledad (43), casada con Mauricio Eleonori".
"Mi mujer trabajó siempre en la confección y luego fue ama de llaves en casa de una conocida familia de Pergamino. Los dos trabajamos mucho para criar a nuestras hijas y brindarles lo mejor", afirma. Hoy disfrutan de la cosecha de esa siembra. "Somos abuelos de Bianca (11) y de Lucía (5)".
"Digamos que estoy rodeado de mujeres, mi esposa, las hijas, las nietas y las dos perras 'la Pitu' y 'Lola', igualmente llegaron los yernos para compensar", bromea y agradece a la vida por esa construcción virtuosa. "Lo que más nos reconforta con mi esposa es que seamos todos unidos. Que podamos disfrutar de la vida con ellos".
Un dirigente
Durante muchos años, Ruben fue parte de la comisión directiva del Club Centenario. Era uno de los referentes de la subcomisión de bochas cuando el entonces presidente de la comisión Ramón Larlus lo convocó para que fuera parte de ese espacio de gestión. Lo aceptó y tomó la tarea con mucha dedicación y responsabilidad. "Durante 23 años fui tesorero de la comisión directiva del Club. Y con Ramón que también se dedicaba a la construcción hicimos muchas cosas ad honorem en beneficio de la entidad que fue como mi segunda casa".
"Era una comisión muy activa. Larlus nos incentivaba a estar todos juntos trabajando por una causa común. Aprendí mucho a su lado. En 2012 entregué la tesorería porque me tuve que someter a una cirugía de columna que me obligó a dejar algunas actividades. Hoy hay otra comisión cuyos integrantes me vinieron a buscar, pero desistí de seguir participando porque entendí que ya se había cumplido una etapa para mí", refiere este hombre que también fue presidente del Foro de Seguridad.
Otras pasiones
A la par de su actividad laboral y dirigencial, Ruben siempre se hizo lugar para desplegar otras pasiones. Una de ella fue la canaricultura: "Asesorado por Sergio Vergini, tuve la suerte de salir campeón argentino en San Pedro. Crie canarios durante mucho tiempo, pero es una actividad muy demandante y ya no me dedico", señala.
"Cuando fue momento de elegir, abracé otra de mis pasiones, que es la pesca", comenta. Y agrega: "Amo pescar y comencé a hacerlo desde los 13 años. Me apasiona. Cuando podemos nos vamos a Ramallo, San Pedro o Arroyo Seco".
En este punto, refiere que tiene un grupo de gente querida con la que comparte estas jornadas de pesca. "Durante muchos años anduve en lanchas ajenas y por suerte hace un tiempo pude tener mi propia lancha", expresa. Y describe esas salidas que comparte con Mariano y Nelson Leta, 'Nacho' Neli, 'Cacho' Biló, David Hardach, Nelson Giachello y Mauricio Eleonori. "Para nosotros es una terapia. Pescando descargamos todo. Siempre digo que todo aquel que tenga un problema, vaya a pescar, allí se pasa todo".
Un gran trabajador
La claridad con la que describe sus placeres, la emoción con la que traza las líneas del camino recorrido y el modo que tiene de pararse frente al disfrute de las pequeñas cosas, es tal vez el fruto de haber trabajado incansablemente y de seguir trabajando en el presente, aunque a otro ritmo. "Hay tiempos para todo", asegura. Y cuenta que su historia laboral se fue escribiendo de la mano del oficio que tomó de su padre.
"Cuando terminé la primaria, como no seguí estudiando, empecé a trabajar en una fábrica de masetas y más tarde en una empresa de venta de neumáticos. Luego me tocó el servicio militar en Esquel y al regresar, ingresé a INTA donde trabajé durante tres años", enumera. Y continúa: "Mi padre sufrió un infarto que condicionó su posibilidad de seguir trabajando, de manera que me enseñó el oficio, y así me convertí en constructor, primero con sus clientes y más tarde con los míos".
"En la actualidad sigo trabajando, con mi socio Ignacio Noguera, hasta hace poco nos dedicábamos a la construcción de casas, pero hoy solo hacemos refacciones", añade. Cuando no está trabajando, disfruta de rutinas sencillas. "Antes iba al Bar Mitre, allí hice grandes amigos como José Luis Picarelli, Carlos Trincavelli, Carlos Bichara y otros integrantes de una barra hermosa. Hoy, todas las mañanas concurro al bar Shell, que está cerca del Puente La Virginia, allí junto a Carlos Trincavelli somos los primeros en llegar. Leo el diario y converso con productores agropecuarios y la gente del campo que pasa por su café cada mañana".
Disfruta plenamente de esos rituales cotidianos, como disfruta de la vida. "Nunca estoy aburrido. En mi tiempo libre me gusta hacer artesanías en hierro. Siempre le agradezco a Dios que me haya dado el don de poder crear cosas con mis manos. Soy inquieto y curioso, miro tutoriales en Internet y me las ingenio para hacer distintos elementos como cuchillos, maceteros y pequeños muebles", comenta sobre el final de una charla que deja el balance positivo de la vida vivida honradamente.
"Pergamino es un lugar en el que me gusta vivir. Me gusta el modo de ser de la gente", afirma. Y asegura que en su inventario ya no quedan cuestiones pendientes. Lo único que anhela es el bienestar de los suyos. "Pendientes ya no hay, con mi esposa solo queremos disfrutar de las hijas, los yernos y las nietas y seguir haciendo cosas".
Se define como una persona agradecida que ha tenido y tiene una buena vida. La principal recompensa por el empeño puesto en cada cometido ha sido ser calificado por los demás como un hombre de confianza. "No hay mayor orgullo que ese, saber que un cliente te deja las llaves de su casa para que trabajes tranquilo. Que la gente te quiera. Yo me siento muy querido y trato de retribuir ese cariño brindándome a los demás, estando ahí, cuando me necesitan", concluye.