Perfiles pergaminenses

Walter Forcadell: los valores de un hombre puestos al servicio del buen obrar


Walter Forcadell recibió en la intimidad de su hogar a LA OPINION

Crédito: LA OPINION

Walter Forcadell recibió en la intimidad de su hogar a LA OPINION.

En cada actividad que desarrolló brindó lo mejor de sí. Ejerció su oficio de mecánico, fue ferroviario, se dedicó al mantenimiento de parques y jardines y trabajó durante casi dos décadas en las Salas Velatorias de la Cooperativa Eléctrica, una tarea que le supuso aprendizajes que se llevó para la vida. Hoy, recientemente jubilado, tiene el anhelo de disfrutar de su familia, definida como "el gran pilar".

Walter Forcadell es un hombre correcto, de buenos valores y férreas convicciones. El buen obrar es el sustrato que desde siempre ha sostenido sus acciones. Hace algunos días la llegada de la jubilación le abrió las puertas de una nueva etapa de vida. Durante varias décadas fue empleado de las Salas Velatorias, entes había sido ferroviario y desde siempre, mecánico, además de encargado de mantenimiento de parques y jardines. Cuenta con una larga trayectoria de vida laboral y de capacitación, por cuanto para tomar cada desafío o emprender nuevas experiencias se valió de la formación como pasaporte. Siempre le interesó progresar y cada esfuerzo fue pensando en el bienestar de su familia. "Aprender oficios y saberes nuevos me sirvió para enriquecerme como ser humano", afirma en el comienzo de la entrevista en la que cuenta que nació en Pergamino y creció en el barrio Acevedo, en la entonces calle Entre Ríos, hoy Ramón Raimundo, entre Laprida y Güemes. "Tuve una hermosa infancia", sostiene y habla de sus padres Adolfo Forcadell, hijo de inmigrantes españoles que tiene 92 años; y María Norma Rossi, una ama de casa y trabajadora incansable. "Mi mamá ya no está entre nosotros y es una mujer recordada por toda la familia. Y mi padre es jubilado del Ferrocarril Mitre, donde trabajó durante 43 años".

Es el más chico de dos hermanos. Fue a la Escuela N° 4, conocida en ese tiempo como Escuela Experimental. Luego hizo el secundario en la Escuela de Educación Técnica N°1, donde egresó con el título de técnico mecánico. "Siempre me habían gustado los fierros y cuando fue el momento de elegir una escuela secundaria, opté por el Industrial donde iba a poder formarme en un oficio. Esa educación me dio muy buenas herramientas para mi desarrollo laboral", remarca.

"La escuela te daba conocimientos para la vida", agrega definiéndose como parte de una generación que tuvo la posibilidad de hacerse de la mano de la buena educación. "Soy profesor de dibujo y pintura del Conservatorio Iberoamericano y tengo cursos de electromecánica, alarmas, taxidermia y varios otros".

En el año 1979 se enroló en las filas del servicio militar con un año de prórroga y cuando salió de baja se reincorporó al que era su trabajo como oficial tornero, en Tanques Fangio. "En esos años soldaba y hasta llegué a estar un tiempo haciendo las letras y logotipos que llevaban los tanques de las distintas distribuidoras", cuenta. Y prosigue: "Era el apogeo de las industrias y talleres metalúrgicos".

Refiere que a lo largo de la vida pasó por distintos trabajos, siempre pensando en progresar tanto económica como laboralmente. "También tuve un taller propio de Electromecánica de automóviles".

En otro plano comenta que de chico jugó al fútbol en el Club Douglas Haig. El puntapié inicial fue en la sexta división y luego en la quinta y en la cuarta. "Jugando en quinta durante dos temporadas salimos campeones y uno invicto", recuerda. Y señala que luego sus compromisos laborales le impidieron continuar. "También de chico jugué al básquet en Comunicaciones", agrega.

El Ferrocarril

Proveniente de familia ferroviaria, un interesante capítulo de su vida laboral se escribió de la mano del ferrocarril. Ingresó al Mitre, durante unos meses se desempeñó en el departamento de reparación de vagones, y luego ingresó a la carrera de conducción para maquinista. "Estudié y me capacité de las distintas locomotoras y durante diez años trabajé con la corrida de trenes de carga y pasajeros".

Esa tarea lo llevó a Buenos Aires, ya que salía a los distintos destinos según los itinerarios diagramados y retornaba en cada viaje a la estación Retiro. "Esa fue mi rutina durante varios años desde el día en que me fui a nombrar con la categoría de conductor de máquinas diésel eléctricas".

Luego, regresó a Pergamino y siguió trabajando en el ferrocarril que ya casi se privatizaba para pasar a ser Nuevo Central Argentino. A principios de 1992 se fue con un retiro voluntario. Se trató de una elección que tomó de manera personal, entendiendo que había una etapa que estaba cumplida. Fue en la antesala de un nuevo tiempo del ferrocarril, que había sido como su segunda casa, atendiendo a que Walter viene de "cuna de ferroviarios" y siempre sintió un profundo amor y respeto por la tarea que han realizado a lo largo de la historia tantos trabajadores.

"Varios años después de haberme retirado, por mis conocimientos y experiencias me convocaron de distintas líneas ferroviarias para que volviera a trabajar, pero las condiciones no eran lo suficientemente estables como para mudar a mi familia", acota. Y reconoce que sintió esos ofrecimientos como "una señal de que había hecho las cosas bien".

Una nueva actividad

Ya retirado del ferrocarril se abrió paso a una nueva actividad laboral en el mantenimiento de parques. Trabajaba en casas particulares y también en bancos, escuelas, jardines de infantes y distintos organismos. "Para hacer bien esa tarea tuve que aprender y capacitarme, estudiando de abonos, plaguicidas, acaricidas, fertilizantes y comportamientos del universo de las plantas que no conocía".

"Fue un trabajo hermoso que ejercí durante 29 años, llegué a tener hasta 34 clientes efectivos y sostener con ese ingreso a mi familia", refiere, agradecido. "Me encantaba arreglar los parques y jardines, y fundamentalmente me gustaba mucho el trato con los clientes, a lo largo de los años forjé con ellos una afinidad y una confianza que solo me generan sentimientos de gratitud". "Reconozco que me costó dejar, pero la pandemia me obligó", plantea.

Las Salas Velatorias

En paralelo a su actividad en los parques, en 2006 ingresó a trabajar en las Salas Velatorias de la Cooperativa Eléctrica. Con esa experiencia inauguró no solo la posibilidad de ejercicio de nuevas responsabilidades, sino la oportunidad de brindar un servicio profundamente conectado con lo humano. "Me marcó un gran desafío, es una actividad tan sensible como necesaria para todos", refiere y menciona que es una tarea en la que día a día se convive con el dolor de las personas por la pérdida de seres queridos y se tiene a la muerte ahí delante de los ojos mostrando todo el tiempo la finitud.

"Uno haciendo su trabajo está en los momentos más difíciles y dolorosos de las familias, convive con la angustia, la despedida y contención y a veces, hasta con la ira de alguno de los deudos", relata y destaca que en esas circunstancias se debe ser sumamente respetuoso.

"Es un trabajo que me cambió la vida, me volvió más sensible, y al mismo tiempo me enseñó a construir una coraza porque hay situaciones muy diversas las que se viven en el espacio de las salas", confiesa.

Durante 18 años estuvo al servicio de la tarea en las Salas, trabajando con la contención y el cariño de todos sus compañeros y compañeras. "No todo el mundo entiende nuestra tarea, ni todos están preparados para realizarla. Se cruzan emociones, sentimientos, vivencias personales, y entre compañeros estamos ahí para solidarizarnos y ser sumamente empáticos con la gente".

"Fui auxiliar, delegado, coordinador y hoy jubilado. Hice un grupo elogiable de compañeros y compañeras, mi mayor gratitud es hacia ellos y hacia los directivos de la Cooperativa e integrantes del Consejo Directivo que depositaron en mi toda la confianza".

"También me siento sumamente agradecido con el encargado de las Salas Velatorias, Juan Ignacio Brulet por su calidad humana y con mis compañeros y compañeras con los que codo a codo tratamos de solucionar los problemas de la gente", añade recordando su último día, ese en el que fue sorprendido por un festejo que guardará en su memoria para siempre. "Se reunieron todos, reunieron a seres queridos, me entregaron un presente y me hicieron sentir orgulloso, honrado y agradecido", destaca.

Reconoce que dejar de trabajar no fue una decisión fácil de tomar. Había trabajado en el ferrocarril y eso le daba la posibilidad de jubilarse a más temprana edad, tenía los aportes y todo estaba dispuesto para que pudiera hacerlo. El trámite no demoró mucho y a principios de este mes llegó el retiro y con él esa entrañable despedida.

Walter sabe que terminó el tiempo de rotar en turnos de trabajo, de distraer momentos a la familia y de estar pendiente de las obligaciones. También sabe que no puede estar sin hacer nada y por eso fantasea con la idea de algún nuevo proyecto o con retomar algo de aquello que durante muchos años le causó tantas satisfacciones, como estar en contacto con la tierra y las plantas como un modo de contrarrestar lo que en su otra actividad le mostraba a diario el sufrimiento de las personas ante cada despedida.

Su gran pilar

Para el final de la entrevista reserva las reflexiones que hacen referencia a su vida privada. Su universo afectivo está conformado por su familia, esa que formó junto a Sandra Marisa Jalil, con quien se casó en el año 1987. "Ya hace casi 37 años que estamos casados y habíamos estado durante cinco años de novios. Fruto de ese gran amor nacieron dos hijos: Maira Daiana, licenciada en Genética, casada con Lucas Soria; y Jonathan David, empleado de seguridad de un barrio privado y novio de Brisa", relata y la mirada se ilumina cuando habla de ellos, y de su nieto de 5 años, Alejo Nahuel.

"Mi familia fue siempre el sostén infalible de mi vida y mi historia de trabajo, mi esposa siempre ha estado a mi lado, transitando este largo camino con esfuerzo, sacrificio y alentándome y acompañándome en todo momento, en las buenas y también en las malas", abunda.

Cuando ensaya una mirada sobre el futuro, se imagina junto a su gente, disfrutando de aquello que no pudo durante los años de trabajo. "Solo ansío disfrutar de mi esposa, mi gran compañera de vida, los hijos, mi nieto, mi papá. Durante muchos años no pude dedicarles el tiempo necesario y por eso lo único que le pido a Dios es que me de vida y salud para disfrutarlos. Lo demás ya está encaminado y la misión, cumplida", concluye y se detiene en ese anhelo y en las vivencias que lo han traído hasta acá, a este presente en el que la vida lo encuentra cosechando la siembra, sin perder jamás la humildad y ese don de gente que lo define ante los suyos como "un gran tipo", de corazón siempre dispuesto a brindarse a los demás sin pedir a cambio.


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