Perfiles pergaminenses

Carlos Gómez, el portero del Club Sirio Libanés con corazón santiagueño


Carlos Gómez abrió las puertas de su casa para trazar su “Perfil”

Crédito: LA OPINION

Carlos Gómez, abrió las puertas de su casa para trazar su “Perfil”.

Nació en Loreto, creció en el campo y llegó a Pergamino como trabajador golondrina. Más tarde se radicó en la ciudad con su familia y aquí echó raíces sin perder nunca el amor entrañable por su tierra. Encuentra en su trabajo ese espacio de pertenencia que lo hace sentir "pergaminense" y se muestra agradecido.

Carlos Peregrino Gómez tiene 61 años. Nació en Loreto, provincia de Santiago del Estero y creció en Santa Rosa, en el campo. Vive en Pergamino desde 1990, aunque conoce la ciudad desde antes porque durante varios años llegaba a este lugar para trabajar en la planta de la empresa Cargill, emplazada en la localidad de Fontezuela. "La mitad de mi vida fue en mi provincia y la otra mitad, aquí", dice en el comienzo de una entrevista que acepta con humildad. Tiene un tono de voz que transmite serenidad, muy propia de la tierra que lo vio nacer. Y sin grandilocuencias cuenta su historia, en una charla que guarda el valor incalculable de recuerdos que tienen que ver con la identidad y con raíces que jamás se pierden. 

Su testimonio es el de aquellos que, aun habiéndolo elegido, sintieron el peso del desarraigo, porque eso significó alejarse físicamente de afectos y lugares entrañables. También es "el botón de muestra" de cómo la pertenencia a otro lugar también se va construyendo en el hacer si se toma el camino del buen obrar para forjarse en porvenir.

Confiesa que se siente "santiagueño" y lo señala con orgullo. El mismo que siente por no haber perdido esa tonada característica al hablar. "Es una bendición no haberla perdido", resalta.

Cuenta que siempre fue un trabajador golondrina, como tantos que llegan a trabajar a esta zona de la mano de la producción agropecuaria. Recuerda su paso por Cargill, comenta que sus tareas eran en la planta de Fontezuela. "Llegaba a Pergamino, permanecía aquí durante algunos meses, a veces eran seis y otras veces, ocho y luego regresaba a Santiago del Estero", menciona.

Hasta el año 1990 venía solo y, conformada ya su familia, en ese momento decidieron mudarse y establecerse como familia en la ciudad. "Pensamos mucho la decisión y la tomamos, buscando nuestro bienestar", precisa y comenta que siguió trabajando un tiempo más en la planta de Cargill hasta que ingresó de manera efectiva en Agrícola Nóbili.

Asegura que siempre le había gustado Pergamino, esa dimensión de ciudad que crece pero conserva la idiosincrasia de los lugares tranquilos. Recuerda que siendo un trabajador golondrina esperaba los fines de semana para tomar el colectivo y llegar desde Fontezuela hasta el centro para pasear por la ciudad. "En la semana trabajábamos mucho y solo nos movíamos en Fontezuela pero los fines de semana veníamos a Pergamino en el colectivo. Siempre me gustó esta ciudad", señala.

Como tantos otros que han llegado a esta geografía sin abandonar sus raíces, insiste en que su lugar es Santiago del Estero, que su sentido de pertenencia está allí, donde nació y donde escribió buena parte de su historia. Sin embargo, reconoce que con el paso de los años y con su familia afincada aquí, han echado raíces.

La familia, su pilar 

Apegado a sus afectos, comenta que con Reina, su mujer, conformó una familia ensamblada. Se conocieron en Santiago del Estero. "Ella era enfermera en una posta sanitaria del campo en el que yo vivía", menciona y refiere que "el destino nos reunió en ese lugar". La vida hizo todo lo demás. Ella era mamá de dos hijas y juntos tuvieron otra. "Son tres mujeres: Natalia, Roxana y Nadia. Conformamos una hermosa familia", afirma y algo se ilumina en la mirada cuando recrea el camino recorrido. "Natalia está en pareja con 'Beto'; Roxana, con Jorge y Nadia está casada con 'Maxi'. También somos abuelos de Victorio, Joaquín, Guadalupe, Josefina y Alfonsina", agrega.

Cuenta que su esposa trabaja en el Hospital San José y que él, en su tiempo libre, disfruta de atender a sus nietos y ocuparse de las cuestiones de la casa. Por la tarde trabaja.

Viven en el barrio Amaetón, en una casa que pudieron comprar al poco tiempo de haberse mudado a Pergamino. Antes habían alquilado.

Reconoce que su familia es su refugio y su tiempo libre es con ellos. También tiene vínculos de amistad que valora, aunque reconoce que por la dinámica de su trabajo y los horarios que cumple no tiene demasiada vida social. "Cuando no estoy trabajando, disfruto de estar en casa. Soy un agradecido a Dios que me permitió conformar una linda familia".

El Club Sirio

Desde hace 20 años su lugar de trabajo es la sede social del Club Sirio Libanés. Allí es portero, una tarea que disfruta plenamente y que asegura lo hace sentir "pergaminense" por lo que la entidad representa para la ciudad y por el contacto que ha establecido a lo largo de los años con tantas personas que pasan por allí.

"Cuando la empresa agrícola en la que yo trabajaba cerró, me quedé sin trabajo y al poco tiempo surgió la posibilidad de ingresar al Club Sirio. Recuerdo que me enteré que buscaban personal a través de un aviso publicado en el Diario, presenté mi currículum y pasé por varias entrevistas de selección hasta que tuve la suerte de quedar. Desde ese día soy el portero de la sede social del Club Sirio Libanés, el mejor club de la ciudad", dice con orgullo.

Trabaja de lunes a viernes de 13:00 a 21:00 y los sábados de 13:00 a 16:00. "Mi tarea es el control de ingreso y egreso de las personas que asisten al club para realizar cualquier actividad deportiva o social", describe. Jamás se aburre y conoce a cada una de las personas que ve prácticamente a diario. "Si llega alguien que no acude habitualmente, me doy cuenta enseguida. Es como una gran familia el club".

"El club es mi vida. Hace 20 años que trabajo ahí, un lugar en el que me siento querido y respetado. Desde mi lugar intento aportar diariamente lo mejor para hacer que el club sea cada vez más grande", sostiene.

La referencia a su tierra

En varios momentos de la entrevista vuelve sobre el recuerdo de su tierra y la emoción que expresa conmueve. Allí quedó y está parte de su vida. La voz se le entrecorta cuando menciona a Roberta y Marcos, sus padres, ya fallecidos. "Ella era ama de casa y él se dedicaba a la cría de animales. Nosotros fuimos nueve hermanos: Paulino (ya fallecido), Juan, Marcos, Dante, Lila, Lola, Ramón, Nancy y yo. Tuvimos una linda infancia y somos muy unidos", señala y cuenta que cinco de sus hermanos están en Buenos Aires; dos en Santiago del Estero y él en Pergamino.

Vuelve a Santiago del Estero dos veces al año: "Siempre que la situación económica lo permite, viajamos y allí nos reencontramos con mucha gente querida. Vamos a casa de mis hermanas, una vive en la ciudad y la otra en Laprida. También visitamos amigos".

Al mencionarlo, acerca las vivencias compartidas con la familia Albarracín. "Es gente a la que queremos mucho, es una familia con la que tenemos mucha relación y nos albergan cada vez que vamos", refiere

Cuando recuerda su tierra, una parte de él vuelve a ser aquel niño que fue a la Escuela Rural N° 36 en Santa Rosa. Ese que tenía muchos amigos y jugaba incansablemente. "Realmente la vida me ha tratado bien, tuve una linda infancia. Mis padres estaban bien, se dedicaban a la cría de ganado y tenían un negocio. Nunca nos faltó nada. Después cada uno fue buscando su propio destino y hoy a pesar de que con mis hermanos vivimos en distintos lugares, siempre estamos en contacto y nos vemos. Lo mismo sucede con mis sobrinos", destaca resaltando la importancia de esa tarea consciente de mantener viva esa matriz de identidad que lo conecta con lo esencial.

"Uno es por la familia", expresa. Y prosigue: "Somos muy familieros, y queremos que nuestros hijos tomen ese legado, que no se pierda nunca el lazo familiar".

Una ciudad que lo abrazó

Remarca que, desde el primer día, Pergamino lo recibió muy bien. Aquí encontró las condiciones apropiadas para establecerse y crecer. "Mi trabajo en el club me permitió conocer a mucha gente, me reconocen en la calle y saben quién soy. En cualquier parte tengo a alguien que me saluda. Eso me lo ha dado el hecho de ser parte del Club Sirio", remarca.

"Fui una persona con suerte. Pergamino siempre me trató muy bien. Pude tener el techo propio y trabajar. Llegué en el momento justo y me crucé con las personas indicadas. Soy verdaderamente feliz", expresa, agradecido. Y ese sentimiento de gratitud lo acompaña y lo define.

En el horizonte del futuro, su proyecto es jubilarse y mudarse a algún pueblo de campaña. Confiesa que le gusta la vida tranquila y las rutinas sencillas. Seguramente esa geografía en la que anhela vivir se asemeja en parte al lugar en el que creció, ese territorio en el que aprendió aquello que lo constituye: la honestidad, el sentido de pertenencia y los valores de la familia.

"No anhelo mucho más, solo estar rodeado de mis afectos, en un lugar tranquilo", afirma este santiagueño respetuoso de sus raíces, y agradecido que encuentra en su lugar de trabajo, ese espacio de pertenencia en el que ha empezado a sentirse también un poco pergaminense.


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