Perfiles pergaminenses

Miguel Zaleski: un dirigente gremial que forjó su liderazgo desde la transparencia


 Miguel Zaleski mantuvo una clida charla con LA OPINION

Crédito: LA OPINION

Miguel Zaleski mantuvo una cálida charla con LA OPINION.

Durante 33 años fue empleado de Obras Sanitarias y desde allí desplegó su actividad sindical. Aprendió de grandes referentes y fue respetuoso de ese legado. Asumió con compromiso la tarea que le encomendaron los trabajadores y los representó con honradez. En lo personal, nacido en el seno de una familia humilde, sobrellevó dolorosas pérdidas y supo construir un buen destino.

Miguel Zaleski nació en el norte de Chaco, pero vivió toda su vida en Pergamino, donde su familia se estableció cuando él tenía apenas un año. Aquí escribió su historia. Trabajó desde niño y durante muchos años se desempeñó como dirigente sindical en representación de los empleados de la Dirección de Obras Sanitarias. 

Traza su "Perfil Pergaminense" en una charla colmada de emoción en la que recorre momentos difíciles y también circunstancias dichosas. De cada vivencia recrea las enseñanzas y las rescata. Eso constituye su identidad. Perdió a su mamá cuando tenía 12 años y junto a su padre y hermanos, sorteó esa adversidad forjándose una personalidad aguerrida que siempre lo impulsó a ir hacia adelante sin olvidar su raíz.

Nació el 22 de junio de 1966. Hijo de Julio Antonio Zaleski y Olga Juárez. Fueron 10 hermanos de una familia ensamblada que se constituyó en el afecto. "Seis de mis hermanos fueron del primer matrimonio de mi madre, aunque crecieron con mi papá; por parte de mi padre, tengo una hermana que vive en Quilmes y a la que conocí hace unos años; y los demás nacimos en el seno del matrimonio de mis padres", describe, lamentando el fallecimiento de Ana, Orlando y Oscar. "Vivos quedamos Hugo, Marcelo, Elba, Vicente, Olga, Miriam y yo", agrega.

Creció en una familia de trabajo. La humildad le enseñó desde chico a entender el valor del esfuerzo. "Mi papá fue albañil; mi mamá ama de casa, empleada doméstica y trabajó también en el peladero de Pinzón hasta que enfermó de cáncer", refiere.

Sus lugares de crianza fueron los barrios Belgrano y Vicente López de nuestra ciudad y la localidad de Pinzón, donde se habían radicado hasta que la enfermedad de su mamá les exigió regresar a Pergamino, donde podían brindarle una mejor calidad de vida. "En el pueblo estábamos pagando una casa por mes, pero tuvimos que regresar porque mamá no estaba bien. Viajaba en el Chevallier para recibir la bomba de cobalto en el Hospital Roffo, que era el único tratamiento en aquel tiempo", recuerda.

Cuando menciona a su mamá el relato se adentra en uno de los capítulos quizás más dolorosos de su historia, porque ella falleció tempranamente, a los 42 años, cuando Miguel era aún un niño que, sin embargo, optó por salir a trabajar en la esperanza de que "llevar un peso más a casa, pudiera servir para que mamá se salvara".

El había ido primero a la Escuela N° 17 y después a la Escuela de Pinzón. "Cuando terminé la primaria salí a trabajar porque quería ayudarla", expresa y confiesa que "fue una historia triste, pero a la vez llena de enseñanzas".

La última imagen que tiene de su madre es internada entre los biombos del viejo Hospital San José. Ella que siempre había tenido contextura física grande, estaba muy delgada y con su pañuelo en la cabeza se parecía a la Madre Teresa (de Calcuta). También por la bondad infinita que reflejaba su rostro cansado. Miguel reconoce que le partía el alma verla en ese estado y que salir a trabajar era "el cable a tierra".

Por entonces había conseguido que lo contrataran para realizar el montaje de silos y norias en distintos campos. "A los 13 años salí a probar la vida", afirma.

La muerte de su madre representó un dolor difícil de sobrellevar, no solo para él: "Ella era la capitana de la familia, a mi padre lo afectó mucho porque él se guiaba por lo que ella decía. El también se fue temprano, a los 56 años".

Su camino laboral

Miguel también trabajó en Tamequ. "La primera secadora que se instaló la armé yo, recuerdo que el dueño de la empresa, Raúl Quaglia, fue a ver cómo trabajábamos y por mi manera de desempeñarme me incentivó para que con mis hermanos Vicente y Hugo pudiéramos independizarnos. Pensamos esa posibilidad, pero finalmente tuve la suerte de ingresar a Obras Sanitarias, gracias a mi suegro y unos tíos que trabajaban allí".

Esa oportunidad le abrió las puertas de un nuevo destino. Se transformó en sanitarista, una identidad que lleva en el alma. "Trabajé en todas las áreas de Obras Sanitarias. Estuve en herrería, en obras externas. Durante un tiempo pedí irme a la Planta Depuradora y siempre intenté capacitarme mucho", describe.

Asegura que no fue solo la experiencia laboral la que le dio las competencias necesarias sino las enseñanzas que había tomado de sus tíos y de su suegro. "Obras Sanitarias era una escuela, te capacitaban y te enseñaban con mucha dedicación. Se recibía una enseñanza técnica muy valiosa", resalta, consciente de que la tarea que lleva adelante un sanitarista compromete la salud y la higiene de una comunidad. Fue empleado de la dirección de Obras Sanitarias durante 33 años. Hoy está jubilado.

La tarea sindical

A la par de su labor, desde los inicios participó activamente de la conformación local del Sindicato de Obras Sanitarias de Buenos Aires (Sosba). También de la filial local de la Asociación Mutual de Obras Sanitarias de Buenos Aires (Amosba). "Primero creamos el gremio y después se armó la mutual, siempre con cabecera en La Plata", afirma.

Al principio acompañaba en su condición de trabajador. Siempre le había gustado la militancia sindical y por su forma de actuar y de expresar sus opiniones, le propusieron ser delegado de sector, más tarde subdelegado y finalmente delegado titular. "Siempre sentí mucho respeto por la gente de carrera de la que aprendí y a quienes les correspondía ocupar los espacios de representación, y los acompañé hasta que llegó mi momento de asumir esa responsabilidad", señala. Y menciona: "Era subdelegado de José Nereo Medina, cuando él se enfermó me hice cargo de algunas cuestiones y ocupé su lugar cuando falleció, tomando sus enseñanzas".

"Siempre me gustó ir paso a paso y aplicar lo que me decía mi viejo: 'Sea respetuoso y hágase respetar, que todo llega en la vida'", refiere y señala: "Me enorgullezco de haber compartido la tarea dirigencial y haber aprendido de personas que nunca fueron cuestionadas en su transparencia".

Conocedor de la historia de Obras Sanitarias en el país, su relato hace una cronología de lo que representó el pasaje a la provincia y a los municipios y recrea las luchas que hubo que dar para ganar reconocimiento y legitimidad.

"Veníamos bregando por lograr un convenio colectivo para insertarnos dentro del Municipio. Se consiguió en la gestión de Jorge Young, con todos los dirigentes provinciales apoyándonos", recuerda este hombre que fue testigo y protagonista del ordenamiento sindical que posibilitó el respeto del oficio de los agentes sanitaristas. "Luchábamos por el reconocimiento del oficio de cada trabajador".

Contar con la casa para el gremio, en Guido 533, fue otro de los objetivos cumplidos. "Ese logro nos permitió darle mayor visibilidad a nuestra entidad", menciona.

Fruto de las bases que había sentado el gremio, luego se conformó la asociación mutual, en el seno de la cual se gestionó la construcción del barrio Amosba. Fue un proyecto en el que Miguel Zaleski trabajó personal e intensamente. Se logró la aprobación ante el Instituto de la Vivienda y fue cobrando vida el anhelo de contar con un complejo de 50 viviendas para empleados de Obras Sanitarias y familiares directos. "Fue como tocar el cielo con las manos", recuerda emcionado.

Un dirigente

Ya retirado, Miguel encuentra en las reuniones de la CGT y del Partido Justicialista ámbitos de participación que lo convocan. Por sus conocimientos y experiencias es consultado de manera permanente por los políticos de diferentes fuerzas. "Soy de los más viejos", afirma y asegura que siempre que su opinión pueda resultar útil, la brinda de manera desinteresada.

Aunque tiene una identidad política definida en el seno del peronismo, nunca jugó esa carta en las mesas de discusión sindical. "Soy peronista, pero me gustó la representación de los trabajadores. No fui parte de un gremio que cortara calles ni quemara gomas, siempre que nos sentamos a dialogar por las paritarias o por el derecho del trabajador de obras sanitarias, lo hicimos en el marco del respeto". 

El deporte

Otro capítulo de la vida de Miguel Zaleski se escribió de la mano del deporte. Siempre fue arquero. Se inició en Sports, después fue a Compañía. También jugó en el Club Juan Anchorena de Urquiza; y en Salto como arquero suplente. Parte de su carrera la hizo en Alfonzo, donde tuvo la fortuna de salir campeón en 1996; y su último año fue en Juventud, club del que es hincha. Hoy ya no practica, aunque lo tienta la idea de sumarse a algún torneo "más 50" como una actividad que le permita reencontrarse con "viejos compañeros de juego".

Tanto en el fútbol como en la vida cosechó innumerable cantidad de amigos y con ellos comparte varias peñas. Le gusta el tono de las buenas charlas, esas que suele mantener en cualquier mesa de café. 

Su núcleo afectivo

Se casó con Nancy Escalera, auxiliar de educación en la Escuela N°50. Se habían conocido en el barrio. Recuerda que fue a su cumpleaños de 15 y destaca que surgió entre ellos una relación muy linda que ya lleva 38 años. "Estuvimos tres de novios, nos casamos, ella estaba embarazada así que nos mudamos a la casa de sus padres y despacio construimos nuestro hogar en la parte de atrás del terreno de mis suegros, con un crédito del Banco Hipotecario".

Tienen tres hijos: Evangelina (35) que es técnica radióloga, pero no ejerce, y trabaja en una empresa; y los mellizos Maximiliano (30) que trabaja en Rizobacter y está de novio con Luciana; y Luciano (30) que es profesor de Historia y Geografía en el Colegio San Agustín y en Colegio Nuestra Señora del Huerto, y está de novio con Gabriela. "Somos muy unidos, mi familia ha sido un gran pilar y es mi gran refugio", afirma, agradecido.

Su presente transcurre sin sobresaltos. Lo ocupa el bienestar de los suyos y se prepara para seguir nutriéndose de las experiencias que le proponga el futuro. Compatibiliza su tiempo de jubilado con el asesoramiento que brinda en distintos proyectos como consultor. "Mi trabajo como sanitarista me abrió muchas puertas", resalta.

Consciente del valor de la experiencia y con la templanza de quienes han transitado el camino paso a paso, en lo personal se siente realizado. 

Sobre el final de la charla vuelve sobre sus raíces, conmovido. Aprendió de sus mayores los valores que aplicó en su vida e inculcó a sus hijos. Eso lo reconforta. También habla de la ciudad a la que define como su tierra y para la que solo tiene buenos deseos. Conoce las potencialidades, los talentos, el valor de la solidaridad como condición del crecimiento y de la hermandad como instrumento para construir el porvenir. "Amo Pergamino; honro la memoria de los viejos que construyeron esta ciudad cada día más linda. Y deseo que dejemos los egoísmos de lado y tiremos de la misma cuerda para alcanzar todo lo que nos merecemos", concluye, con esa mirada empática y colectiva que solo suelen desarrollar los buenos dirigentes.


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