Perfiles pergaminenses

Carlos Tittaferrante: un largo camino recorrido en la medicina y un inventario colmado de gratitud


Tittaferrante en su consultorio mantuvo un clido dilogo con LA OPINION

Crédito: LA OPINION

Tittaferrante, en su consultorio, mantuvo un cálido diálogo con LA OPINION.

Es un conocido médico cirujano de la ciudad que está a pocos meses de jubilarse. La decisión lo alejará del consultorio y del quirófano y le permitirá inaugurar nuevas rutinas. Su Perfil es la semblanza de alguien que ejerció con marcado compromiso humanístico y cosechó el reconocimiento de sus pacientes y el afecto como principal recompensa.

Carlos Alberto Tittaferrante es un conocido cirujano que está a pocos meses de jubilarse, algo que seguramente lo alejará del quirófano, de la rigurosidad de los horarios, pero no de la vocación con la que un día abrazó la profesión médica.

En un alto de su actividad diaria, acepta trazar su "Perfil Pergaminense". Lo hace con la humildad de su impronta, y toma la invitación, más como una oportunidad de agradecer a todos aquellos que lo han acompañado en el trayecto que como un acto de grandilocuencia personal. 

Nació en Pergamino y vivió en calle Castelli, entre 25 de Mayo y Doctor Alem, hasta que teniendo 9 años su familia se mudó a la casa de calle Florida, donde hoy funciona su consultorio. Allí se realiza la entrevista, que transcurre en la amabilidad de un diálogo colmado de anécdotas.

Hijo de Antonio y Adelina. Habla de sus padres con profunda admiración: "De ellos guardo el mejor de los recuerdos, me emociona nombrarlos, y siempre digo que tuve la suerte de ser su hijo. Fueron personas humildes, quizás sin mucha formación cultural, pero que dieron todo para que su familia saliera adelante y sin que nosotros pasáramos las penurias que ellos habían atravesado".

"Mi papá era italiano, había llegado a la Argentina después de haber combatido en la Segunda Guerra Mundial, primero como soldado y luego como suboficial. Era una persona que había tenido una historia muy dura y que como tantos inmigrantes llegó aquí para forjarse un mejor destino. Si bien no tenía los estudios primarios terminados, era sastre, y fue su oficio el que le abrió el camino", relata. Y recuerda que su papá, con unos primos segundos de la familia Dinardo, comenzó a fabricar trajes, primero como empleado y luego en sociedad, y cuando la industria cambió por la irrupción del vaquero "a pesar de sus limitaciones educativas, supo reinventarse".

"Al principio habían tenido una fábrica chica con sucursales que vendían ropa en Pergamino y en Buenos Aires que se llamaba 'El Grillo'. Esos negocios se cerraron cuando comenzaron a fabricar vaqueros. La primera marca para la que confeccionaron fue Levi's y construyeron una fábrica modelo en Sudamérica", menciona y refiere que cuando la inauguraron vinieron de Estados Unidos y de revistas de arquitectura para fotografiar el estilo, porque era la primera totalmente horizontal que se construía en Sudamérica. "Llegaron a tener hasta 500 operarios y en la etapa jubilatoria se la vendieron a Wrangler", agrega. 

"Mi madre era costurera; conoció a mi papá en el taller, se pusieron de novios, se casaron y ella dejó de trabajar para abocarse al cuidado de su familia", señala recordándola de manera amorosa.

"Tengo una hermana mayor, María Cristina, con la que tengo una muy buena relación, y sabemos que nos tenemos ambos tanto en las buenas como en las malas", asegura.

Cuenta que fue a la Escuela Nº 2 y luego al Colegio Nacional y destaca que de ambas etapas conserva inolvidables vivencias. 

Vocación de médico

Estando en tercer año del secundario supo que iba a estudiar Medicina. Siempre había tenido inclinación por las ciencias biológicas y vocación de servicio. Se fue a estudiar a Rosario y al final del primer año conoció a la que es su esposa, Beatriz del Carmen "Chichi" Gutiérrez. Transitaron juntos el camino desde entonces. Ella es pediatra y neonatóloga y siempre sintió vocación por la medicina social.

"En tercer año ya sabía que quería ser cirujano. Terminé la carrera, ingresé al medicato que me permitió rotar por todas las especialidades y hacer una guardia semanal en la Guardia General del Hospital, pero, aunque eso me fogueó, seguí con la idea de hacer cirugía. Ingresé a la residencia del Hospital Centenario, hice los tres años y un cuarto como jefe de residentes".

El regreso a Pergamino

Ya recibidos, con "Chichi" decidieron radicarse en Pergamino, impulsados por la posibilidad de ejercer la profesión de ambos. "Ella ingresó al Hospital San José como terapista neonatal. Y más tarde comenzó a trabajar en el sistema de atención primaria de la salud donde hace pediatría de alta complejidad".

"Yo me inicié de la mano de una persona a la que considero mi hermano del alma, Ricardo Pico, un gran cirujano ya jubilado. El era un profesional de renombre y yo un residente cuando, en una charla de café, le conté que me estaba formando en el Hospital Centenario -él había hecho su residencia allí, teníamos la misma escuela quirúrgica- y me propuso que me viniera a trabajar con él. Le dije que me faltaban dos años para tener la especialidad y me respondió que me esperaba. Y así fue. Con él comencé a operar; su generosidad fue infinita, siempre me trató de igual a igual. Fue un gran golpe de suerte en mi profesión. Trabajamos juntos durante 36 años. Terminé mi formación quirúrgica con sus enseñanzas y siempre digo que es 'mi padre profesional'".

"Al principio operábamos en la Clínica Centro, después trabajamos simultáneamente en las tres clínicas, hasta que nos quedamos en la Clínica Pergamino", agrega.

Aunque tuvo su paso por el hospital público, su profesión lo llevó por el camino de la práctica privada. "Mi consultorio siempre fue éste (el de calle Florida, su casa de la infancia); con los años, a la cirugía general sumé la especialidad de flebología. Aquí atendí a mis pacientes y operé en varias instituciones, aunque la mayor parte de mi profesión la ejercí en la Clínica Pergamino".

Frente a una nueva etapa

Transita los últimos meses de trabajo y se predispone a iniciar una nueva etapa. Está convencido de que "hay que irse por la puerta y no por la ventana" y es consciente de que el contexto para el ejercicio de la medicina cambió mucho y sabe que hay batallas que ya no le interesa dar. "Siempre viví con los pies en la tierra, y aunque estoy muy bien de salud, tengo 65 años y no soy tan joven, quiero disfrutar de otras cosas", afirma.

Es papá de dos hijas y abuelo de una nieta. Cuando lo menciona, aparece una emoción que conmueve: "Cecilia es abogada, está casada con Federico que es ingeniero informático y son papás de Bruna, nuestra primera nieta. Y Carolina es abogada y está casada con Nicolás, con quien comparte la profesión. Todos viven en Rosario, así que nuestro proyecto es radicarnos allá", cuenta sobre la inminente nueva etapa en su vida.

Lo sustancial de la vida

Desde el primer día sintió un profundo amor por su profesión y siempre la ejerció plenamente. Para un cirujano las jornadas de trabajo suelen ser extensas y estresantes. Pero detrás de esa responsabilidad laboral siempre tuvo el acompañamiento incondicional de su familia, que fue el pilar afectivo que sostuvo todo lo demás.

"Mi esposa ha sido clave por su tolerancia y por el entendimiento de la lógica que tiene nuestra profesión. Siempre respetó tiempos, ausencias, estados de ánimo, me pude dedicar plenamente a mi trabajo gracias a ella y gracias a la presencia en nuestra vida de Mónica Quiñones, una persona que comenzó a trabajar con nosotros cuando tenía 14 años, y que sigue hasta hoy, como parte de nuestra familia", relata. Y prosigue: "A pesar de haber estado mucho fuera de casa, tuve una paternidad hermosa, tengo dos hijas increíbles. Conformamos una familia de mucho amor y respeto".

Reconoce que tanto para él como para su esposa la impronta de sus mayores les señaló el camino. "Tanto mis viejos como mis suegros nos inculcaron el valor de la familia y nos dejaron ese legado. Así como quisieron que tuviéramos una mejor vida que ellos, nosotros propiciamos lo mismo para nuestras hijas".

En el afecto está para Carlos lo sustancial de la vida. Y ésta lo ha premiado con la llegada de su primera nieta: "Siempre me imaginé que sería algo muy bello, pero vivirlo es algo que no se puede explicar con palabras", expresa, agradecido.

Su lugar, donde está su familia

Dueño de una personalidad fuerte, en cierta medida estructurado y obsesivo, encuentra en su familia y en los buenos amigos, como Jorge Conticello, su núcleo afectivo de contención y el impulso para llevar adelante cualquier proyecto.

"En poco tiempo nos radicaremos en Rosario; mis hijas están allá, la familia de mi esposa en Santa Fe, queremos disfrutar de esa cercanía con más libertad", señala y confiesa que, aunque dejar Pergamino le genera algunas emociones encontradas por lo mucho que esta ciudad le ha dado, intenta no apegarse: "Siempre he sido muy familiero, donde estoy con mi familia y donde los míos están bien, ahí es mi lugar".

Genuina gratitud

"Sueño con sentarme en cualquier bar, debajo de un árbol a leer un diario en papel sin pensar en el horario de una cirugía y aprovechar el tiempo libre para realizar algún taller de historia por hobby", confiesa y sabe que esos anhelos están cerca de manifestarse en su realidad. Lo que queda es una profunda gratitud por el camino recorrido. Ese sentimiento alcanza a aquellos con los que ha ejercido su labor, entre ellos el doctor José María Grimoldi, a quien define como su "otro gran compañero de ruta" y considera un amigo. "Hace 30 años que operamos juntos y ha sido un pilar, en las buenas y en las malas".

También expresa su agradecimiento a Alejandra Bertucceli, su secretaria desde hace 32 años, "una persona responsable y capaz que permitió que me olvidara de todo lo administrativo y pudiera dedicarme solo a hacer medicina. Es una hermana menor para mí". Del mismo modo, a Isabel Tezón, que lo acompañó en sus primeros años de trabajo; a Sofía González, que se incorporó al equipo con mucha idoneidad; y a Nélida Plencovich y Yolanda Palacios, "encargadas del orden y la pulcritud de este espacio de trabajo".

"Y por supuesto mi más profundo agradecimiento a los anestesiólogos, colegas que en situaciones complejas siempre me han acompañado con profesionalismo. Al personal de enfermería, de quirófano y de administración de la Clínica", agrega.

A mano con la vida

Sin asignaturas pendientes, afirma que gracias a muchas personas que lo rodearon tuvo una vida feliz y una profesión que le dio muchas satisfacciones. "Parece soberbio, pero no tengo cosas pendientes. Tengo pacientes que cuando se enteran que me voy a jubilar se ponen a llorar, no porque yo sea imprescindible, sino por la empatía y el cariño. Nunca tuve una relación hipócrita para ganarme un paciente".

"Me voy contento y quizás por eso también me voy, porque cumplí una función y lo hice como quería, con buenos y malos momentos, pero siempre con mucha autocrítica, sin jamás echarle la culpa al enfermo o a la enfermedad", reflexiona sobre el final este hombre que para siempre será médico, aunque en poco tiempo se cierren las puertas del consultorio y se abra el horizonte a nuevas rutinas, en la certeza de que el tiempo por venir lo encontrará tranquilo, leyendo un libro, paseando con los nietos, disfrutando de la compañía de su mujer y de su gente querida.

"Tengo claro que el día que me toque irme de este mundo, lo haré tranquilo, con una ruta transitada con mucha felicidad, mucho éxito y mucho cariño brindado y recibido, sin pedir nada más", concluye, sintiéndose a mano con la vida.


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