Perfiles pergaminenses

Gustavo Pérez Ruiz: la credibilidad como principal capital de una identidad periodística


Gustavo Pérez Ruiz mantuvo un clido dilogo con LA OPINION para trazar su Perfil

Crédito: LA OPINION

Gustavo Pérez Ruiz mantuvo un cálido diálogo con LA OPINION para trazar su Perfil.

Es uno de los comunicadores más reconocidos de la ciudad. Su historia se escribió con el impulso de una fuerte vocación que siempre lo llevó por los caminos de la palabra. Construyó su profesión sobre pilares que defiende como valores para la vida. En lo personal, es dueño de un universo afectivo rico que sostiene su tarea pública de todos los días.

Hay personas cuya trayectoria pública constituye un sello de identidad tal que no requieren de otra presentación más que su nombre. En ellas, es la biografía personal y la construcción profesional que han hecho lo que las define. Y al mencionarlas, en el imaginario colectivo se evocan conceptos compartidos, nacidos de la escucha atenta de voces que, por su autoridad intelectual, de algún modo le pertenecen a la comunidad de la que esas personas forman parte. Es el caso de Gustavo Adolfo Pérez Ruiz, uno de los periodistas más reconocidos de la ciudad.

Tiene 61 años, nació en Pergamino. En el DNI su apellido es "Pérez", pero profesionalmente todos lo conocen como "Pérez Ruiz", el apellido de su padre, que fue un contador y destacado dirigente. "Cuando comencé a trabajar en los medios, la gente que conocía a mi padre, empezó a decirme 'Gustavo Pérez Ruiz' y adopté ese doble apellido", relata en el inicio de una entrevista.

Habla con ternura de su infancia en la casa paterna de Azcuénaga, entre 11 de Setiembre y General Paz. Mellizo de Mónica y hermano de Cecilia, encontró siempre en la familia ese sostén edificante de los valores.

Su padre fue José Manuel Jesús Pérez Ruiz, ya fallecido, y su mamá es María Herminia Gilli (84), docente y ama de casa. 

Fue al Jardín de Infantes del Colegio San José de los Hermanos Maristas, donde hizo parte de la primaria. "El último ciclo del primario fue en el Normal y la secundaria en el Industrial", refiere.

Aunque siempre sintió un fuerte impulso por la comunicación y una inclinación hacia distintas vertientes de lo cultural -fue integrante del grupo Juventud de Teatro convocado por Jorge Sharry-, las orientaciones vocacionales le marcaban caminos antagónicos: podía volcarse a las ingenierías o tomar el camino de las humanidades de la mano de la sociología, la docencia o la comunicación. Tomó éste último.

Lector incansable, descubrió en la biblioteca de su padre un universo que lo cautivó. "Mi viejo era muy lector, era catalán, tenía una biblioteca muy diversificada, y vinculada a la Argentina. Le gustaba la historia española y la nuestra", comenta, recreando interesantes charlas compartidas con él, ya en la adultez.

Una vocación temprana

En el Colegio Industrial era elegido para conducir los actos patrios. "Me encantaba, gracias al profesor Digilio que me descubrió, crecí siendo el locutor; y tanto como leer me gustaba ver cómo armaban el guion".

Pero lo que más lo sedujo fue la magia de la radio y la lectura de los diarios: "En casa mi viejo compraba la sexta de La Razón. Me atrapaba ese diario. Y a su vez, fue una gran campanada en la vocación escuchar radio. Mis padres me llevaban a la escuela en auto, entonces los 20 minutos que había entre casa y el colegio, iba escuchando a Héctor Larrea; al regreso a Antonio Carrizo; y a la tardecita a Hugo Guerrero Marthineitz. Mis oídos estaban en un aula radial. Fue determinante para mí ese contacto".

Un largo recorrido

A su regreso del Servicio Militar comenzó a estudiar. "Hice un intento en la Escuela Superior de Periodismo en La Plata. Rendí, pero no pude entrar, así que comencé en Rosario; estando allá, me enviaron una carta señalando que había habido un error en la calificación del examen y que tenía habilitado el ingreso, así que me mudé a La Plata e inicié la carrera que duró cuatro años". En ese tiempo fue parte de la creación del Periódico Universidad e incursionó en Radio Provincia.

Siendo estudiante había hecho algunos "ejercicios" en el micrófono de LT 35 Radio Mon, y establecido nuevamente en la ciudad trabajó en Radio Más, de 'Pololo' Masagué, a quien define como "mi primer maestro radiofónico". 

"Hacía un programa de interés general los sábados y pasaba la música que llevaba de mi casa", recuerda. Por su buena lectura y la capacidad innata de "colocar bien la voz para leer las noticias", esa se transformó en su tarea. Lo mismo hizo en LT35, donde llegó de la mano de Carlos Del Valle. Más tarde participó en el programa de Gustavo Bitar. "En 1984 ingresé formalmente a Radio Mon. El primer programa que hice fue 'Puertas Abiertas'", comenta.

A lo largo de su carrera, también tuvo aire en FM Ilusión y en FM Centro: "En un momento de tensiones políticas, hubo una serie de restricciones en la radio que hicieron que buscara un canal donde expresar mis ideas. Se abrieron las puertas de Ilusión y cuando ese ciclo llegó a su fin, estuve en Radio Centro, gracias a la familia Carusso".

En televisión trabajó en Canal 4 como movilero; y más tarde en Canal 2 como productor y conductor del noticiero y de programas propios.

Compromiso social

Siempre supo convivir con las tensiones propias de la profesión. En cada circunstancia trató de "maniobrar con cierta inteligencia y coraje". Eso, sumado a su rigurosidad técnica, fueron conformando una impronta que lo posiciona entre los comunicadores más comprometidos "con la militancia comunitaria" en causas como la defensa de los derechos humanos y la lucha contra la trata. Es miembro de foros y asociaciones que trabajan en estas consignas; y como uno de los hechos más comprometidos de su profesión recuerda el aporte que el programa "Puertas Abiertas" hizo al esclarecimiento de una causa judicial en un caso de apropiación de dos menores por parte de un jefe policial. "Fue uno de los momentos más profundos, emotivos y profesionales de mi carrera", destaca.

Un impulsor de proyectos colectivos

Se define como un defensor de la libertad de expresión y cuenta que cuando el programa radial "Puertas Abiertas" fue levantado, esa propuesta se convirtió en la revista que llevó el mismo nombre.

Otro proyecto periodístico que llevó su impronta fue "Viceversa", una propuesta que reunió a un grupo de profesionales en torno a la construcción de un medio gráfico que se sumó a la oferta periodística de la ciudad y le aportó "otro modo de abordaje de las noticias".

Nunca persiguió el éxito personal, más bien impulsó proyectos colectivos en la intención de que "Pergamino fuera una plaza periodística cada vez más elevada". Como recompensa cosechó el respeto de la comunidad.

"Con cada proyecto se fue consolidando una identidad que siempre fue reconocida mucho más allá de mis opiniones políticas editoriales, y ese es uno de los detalles de mi construcción profesional que me llena de orgullo porque es muy difícil que haya una ponderación sobre la calidad del trabajo periodístico sin antes pasarlo por el tamiz ideológico", plantea. Y agrega: "Aunque tengo mis opiniones, lo que siempre pretendí es hacer un periodismo libre, democrático y crítico".

Durante varios años dictó talleres de introducción al periodismo, en el espíritu de que jóvenes pudieran despertar su vocación y obtener las primeras herramientas. También dictó capacitaciones para la instalación de radios escolares -es padrino de la Escuela de Educación Especial Nº 502 y colaboró en la Escuela Nº 48- y dio talleres de periodismo judicial.

A pesar de que la política lo ha tentado, siempre "pesó más el fuego de la profesión periodística" y desistió de cualquier ofrecimiento. "Me cuesta correrme de la identidad de la cual soy el producto", reconoce.

"Para mí el periodismo es una forma de dar, un gran servicio", señala, convencido del aporte que la comunicación hace al crecimiento de la sociedad: "Desde el punto de vista intelectual una ciudad crece cuando tiene buen periodismo y cuando la comunicación refleja muy bien los bienes culturales de esa comunidad".

La entrevista, su herramienta

Considera a la entrevista como el género por excelencia y el vehículo para acceder a cualquier forma de conocimiento. Es un gran entrevistador y ha podido hacer de la conversación una herramienta. Al recordar las primeras, menciona al doctor Julio Maiztegui. "Era de mis primeras notas. Fui con un grabador que nunca registró la charla y tuve que pedir grabarla de nuevo. Al recordarlo, todavía siento la misma desesperación de aquel día", relata.

Un rico universo íntimo

Abocado a sus programas de radio y a escribir para la revista digital "La Banquina", es productor de sus propios espacios. Trabajador metódico, sabe hacerse tiempo para cultivar un universo personal rico en afectos.

Papá de dos hijos, Luciana y Nicolás, fruto de su primer matrimonio con Susana Pagani, confiesa que la paternidad ha sido una de las experiencias más extraordinarias de su vida, una tarea que ha ejercido con responsabilidad y al amparo de un amor aprendido de sus abuelas Juana y Ana, de quienes tomó las influencias del "disfrute y calidez en la crianza".

"Ellas, además de mis viejos, fueron mis primeras referencias, un espejo en el que me vi reflejado al ser padre", agrega maravillado de lo que significa la herencia afectiva. "Uno se ve en ese juego de ser padre y se reconoce en la memoria de haber sido hijo y nieto, y así es como se establece un lazo que une una generación con la otra".

"Tenía un esquema cerebral que no incluía la idea existencial de hijos y cuando llegaron fue tan maravilloso. Ser padre me ha dado la posibilidad de descubrir de qué manera crece y se desarrolla una persona, de qué forma lo que uno les está dando, nutre y como eso sucede como un acto de amor libre, colmado de responsabilidad", expresa.

Casado con Betina Biaggi, disfruta de una familia preciosa y ensambles que, asegura, fueron posibles "en el entendimiento de que cuando hay amor, hay familia". 

Ella es mamá de Francisco, Esteban y Matías. "Hemos conformado una linda familia que ha crecido con la llegada de los nietos Tomás, Felicitas, Paulina y Celina", cuenta, agradecido. Entiende que "el tiempo tiene un valor afectivo y emocional" y disfruta mucho de esa conexión con los suyos.  

Sin asignaturas pendientes, vive sin prisa. Hace deporte, lee, escucha música y se interroga sobre el paso del tiempo y lo que significa. "Para mí el paso del tiempo es la vida tratando de que sea en plenitud absoluta, vivenciando el placer en todo y sintiendo que hay futuro", recalca sobre el final, poco acostumbrado a hablar de sí, pero cómodo en una conversación que no le propone disociarse de su rol sino que más bien lo invita a mostrarse como lo que genuinamente es: "un obrero de la comunicación". Así se define Gustavo Pérez Ruiz, sabiendo que su principal capital es la credibilidad, un bien intangible que solo poseen aquellos que abrazan la ética y la honestidad como banderas.


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