Perfiles pergaminenses

Adriana Giaganti, en la docencia y en la vida, un camino recorrido con sensibilidad y compromiso


Adriana Giaganti relató su historia de vida en una clida charla mantenida con LA OPINION

Crédito: LA OPINION

Adriana Giaganti relató su historia de vida en una cálida charla mantenida con LA OPINION.

Ejerció durante 43 años en distintos establecimientos. Consolidó su carrera como docente de la rama Inicial, donde ocupó además cargos directivos. Hoy, ya retirada de la actividad, conserva su confianza en la educación y en los niños como pilares del futuro. Valiente y agradecida, sorteó duras batallas y tomó de la adversidad los mejores aprendizajes.

Adriana Luisa Giaganti nació en Arroyo Dulce, creció en el campo junto a su papá, Luis Giaganti; su mamá, Julia Bergé; y sus hermanas: Eloísa (ya fallecida) y Alicia. "Mi infancia fue en el campo, mi papá como agricultor labraba la tierra y mi mamá era ama de casa", cuenta en el inicio de la charla y comenta que con su hermana Alicia jugaban a las muñecas, a la maestra, armaban casitas con varillas de madera y cocinaban de verdad. "Teníamos dos amigas vecinas que íbamos a visitar a caballo porque las distancias eran importantes".

Sus padres se mudaron al pueblo de Arroyo Dulce y allí fue a la primaria y cursó sus estudios secundarios en el Instituto Comercial Almafuerte. "Guardo muy lindos recuerdos de mi adolescencia, se estrechaban vínculos muy perdurables, todo era muy sano y familiar, nos reuníamos en la plaza, tocábamos la guitarra, cantábamos y recitábamos alguna poesía".

Estudió el Magisterio Superior con Iniciación a la Enseñanza Diferenciada y el Profesorado del Nivel Pre-Primario o Preescolar en el Instituto Superior de Formación Docente y Técnica Nº 5. "Al principio viajaba para estudiar y luego comencé a quedarme en casa de mi tía Rosa que vivía en el Centro".

Su primer empleo

A raíz de su deseo de ganar su propio dinero, mientras estudiaba comenzó a trabajar en el Supermercado Gurí, sobre avenida Rocha. "Estaba en el cargo de correspondencia, escribía mucho a máquina", refiere y comenta que para realizar ese trabajo se valió de las competencias que había adquirido en el curso de mecanografía que había realizado mientras estaba en el secundario. En ese tiempo también había hecho el profesorado de dibujo y aprendido inglés. 

La Cooperativa

Cuando se recibió regresó a Arroyo Dulce y comenzó a trabajar en la Cooperativa Eléctrica de la localidad. Cuando el gerente de esa entidad renunció, a Adriana le tocó reemplazarlo. Estuvo en el cargo durante tres años, un desafío que tomó con mucha responsabilidad. Trabajó allí hasta que se casó y se mudó a Pergamino.

La vida familiar

Contrajo matrimonio con Luis Grandi, de la localidad de Mariano H. Alfonzo. Se habían conocido una noche de Carnaval en la ciudad de Colón; volvieron a verse en Fedra, se pusieron de novios; poco después se casaron. Están divorciados desde hace varios años. Tuvieron tres hijos: Gina (36), profesora de Historia, está en pareja con Esteban Angelino y son papás de Lola (3 años) y están esperando otra niña; Román (35), que hizo el profesorado en Ciencias Sagradas para el nivel Inicial, EGB y Polimodal; y Renso (34) que hizo el profesorado de Peluquería.

Destaca el vínculo entrañable con sus hijos, quienes han sido y son el principal pilar de su vida. También confiesa que disfruta plenamente de su condición de "abuela" y asegura que la llegada de los nietos es un regalo maravilloso.

Nutrida trayectoria docente

Cuenta con una nutrida trayectoria de trabajo en la docencia y ha tenido la posibilidad de participar de instancias fundantes de la vida de las instituciones de las que fue parte. "Comencé haciendo suplencias en el Jardín de Infantes Nº 901 de Salto; en el Jardín Nº 905 de Inés Indart; y a la vez hacía suplencias en Rancagua; en la Escuela Primaria Nº 10 de Pergamino y en la Escuela de Educación Especial Nº 503", precisa. Con los años se abocó a la educación inicial. "Me inicié cubriendo suplencias en distintos jardines de infantes de Pergamino hasta que obtuve la titularidad en el Jardín Nº 915 del barrio Virgen de Luján".

"Me tocó reinaugurar el jardín. La cola de un tornado destruyó todo el edificio, trabajamos durante todo un verano con mis compañeras y la directora de ese momento, que era Lucy Lavítola de Di Pascua, para conseguir el mobiliario, el material didáctico, la ornamentación. Nos decían ?Las carmelitas descalzas' porque trabajábamos de sol a sol, hasta que pudimos reinaugurarlo un 7 de marzo de 1994".

Recuerda que hasta que ese establecimiento educativo pudo reconstruirse daban clases en la plaza del barrio y aún tiene presentes las recorridas que realizaban por los barrios 12 de Octubre, Santa Inés y Quinta Mastrángelo para reunir la matrícula: "El Consejo Escolar tenía que conseguir la autorización de la Dirección General de Cultura y Educación para construir el nuevo edificio, no fue fácil. Colaboraron mucho Alcides Sequeiro y Adriana Cudós".

En 1997 dejó esa institución para asumir la dirección del Jardín de Infantes Nº 923 del barrio Villa San José. "Lo fundé como directora. Un mediodía soleado de un 26 de agosto de 1997 abrimos las puertas. De la inauguración participaron todas las autoridades locales, provinciales y nacionales en un gesto de respaldo inolvidable".

"Fue una tarea que voy a llevar siempre en mi corazón como si ese jardín fuera un hijo porque nació conmigo, fui la primera directora de una institución que fue una de las primeras que tuvo además jardín maternal", refiere.

"Cuando la inspectora Mary Pagano me designó, tuve que salir por los barrios Acevedo, Villa San José y Trincavelli para reunir la matrícula de alumnos. Las familias estaban esperando que se abriera el jardín, así que la recepción fue excelente", cuenta.

"No había servicios, así que gestionamos el cordón cuneta, el pavimento, el alumbrado público, el agua corriente, las cloacas, le dimos un gran crecimiento al barrio. Se creó con siete salas y ese primer año egresaron de preescolar 37 alumnos. Después fue creciendo, llegó el equipo de orientación escolar, la fonoaudióloga y fuimos trabajando en red con las instituciones, con el Centro Comunitario, el Club, y la Escuela Primaria Nº 64".

Siguió como directora de esa institución hasta que en el año 2008 se trasladó al Jardín Nº 916 "Niñas de Ayohuma" de La Violeta. "Fui como directora y docente. Nos organizábamos para viajar, era muy dificultoso porque el camino estaba en pésimas condiciones. Los días de lluvia eran una verdadera odisea", relata. 

De su paso por esa comunidad guarda los más bellos recuerdos: "Me tocó un equipo de excelencia, a través de distintos proyectos logramos colocar el Escudo Nacional que el edificio no lo tenía; conseguimos los padrinos para el establecimiento, la Cooperativa Eléctrica, celebramos las Bodas de Plata y articulamos mucho con la Escuela Primaria Nº 9". De cada lugar en el que trabajó destaca la actitud solidaria de la comunidad, gestos de generosidad que guarda en su corazón y valora.

La jubilación

Teniendo 62 años, se jubiló el 29 de febrero de 2016. Había regresado al Jardín Nº 923 cuando llegó el momento de dejar la docencia. Confiesa que fue una decisión meditada que sin embargo le costó tomar. "No fue fácil, trabajé durante 43 años como docente", resalta y siente que tuvo el privilegio de ser aquello que había soñado desde niña. "Mi mamá y mi abuela Narcisa solían contar que el único juguete que le había pedido a mi padre era un pizarrón que yo usaba para copiar las letras de los carteles que estaban pegados en la heladera de la cocina. Me gustaba la escritura y mi lectura preferida era el diccionario", agrega.

 Cuando se jubiló al principio sintió una gran añoranza por ese tiempo que iba dejando atrás: "Extrañé mucho el calor humano de las docentes, el acompañamiento de las familias, el viajar, el estar activa; extrañaba a los chicos". Pero fiel a su esencia, se fue adaptando y tomando desafíos, nutriéndose de nuevos saberes. Asiste a un taller de memoria, a un taller de cocina en el Centro de Jubilados; es integrante del Coro de la Parroquia San Roque y aprende folklore en "La casita de mis viejos". "Soy muy sociable y valoro mucho la amistad", dice esta mujer que invierte su tiempo en seguir aprendiendo. "Me da alegría, me moviliza y me da entusiasmo y también crezco como persona".

Sigue manteniendo una mirada sobre la educación que define sus valores: "La educación y los niños van a ser el futuro de la sociedad". También de la vida tiene una visión muy clara: "La vida es un aprendizaje, y uno debe saber que con esfuerzo y esperanza se puede concretar lo que deseamos, junto a Dios que con su luz nos va iluminando el camino".

Una prueba difícil

Dueña de una profunda fe cristiana, sobre el final de la charla, relata la que fue quizás su prueba más difícil: "Cuando me jubilé me tocó luchar por mi vida. En un control médico me detectaron un tumor maligno, me sometí a varias intervenciones y a un duro tratamiento. La enfermedad progresó y casi no había esperanzas. Estuve cuatro años dando una batalla muy dura. Me atendieron aquí, luego en Junín. En un momento decidí consultar en Rosario y cuando me realizaron los estudios, contra todos los pronósticos, porque lo que tenía era realmente grave y pocas personas sobreviven, ya no había rastros de la enfermedad. Fue realmente un milagro".

Se sintió muy acompañada por su familia, amigos, colegas y vecinos y en el proceso fortaleció no solo su fe, sino la confianza en los instrumentos de la medicina y la propia fuerza interior.

"Fue una experiencia realmente difícil", sostiene y recuerda que al principio lloraba mucho porque además el dolor era insoportable. Un día el consejo de alguien que le sugirió "no pensar más en la enfermedad ni relatarla" le abrió las puertas de un nuevo camino. "Empecé a hacer una vida normal, a pesar de lo que me estaba pasando. Con mi hijo Román salíamos a caminar, me fortalecí interiormente y seguí el tratamiento. Cuando me dijeron que los tumores ya no estaban me aseguraron que un 50 por ciento lo había hecho la medicina y el otro 50 por ciento lo había hecho yo, porque había sido una persona muy circunspecta que siempre mantuve el cuidado y respeté lo que me indicaban. No recurrí a ninguna otra terapia que la de la medicina convencional y puse todo de mí", expresa, sabiendo que la enfermedad le permitió descubrir otra mirada de la vida y le enseñó a valorar las cosas simples y el presente.

Realiza controles médicos exhaustivos que vive con naturalidad y alegría, en la confianza de que todo va a estar bien. "Aprendí lo que significa la palabra tratamiento en mi propio cuerpo, y salí fortalecida. Hoy todo lo que hago, lo hago con amor", afirma y sabiéndose destinataria de aquella recompensa que reciben las personas que experimentan la gratitud en lo cotidiano de sus días, concluye simplemente diciéndole gracias a la vida, por tanto.


Otros de esta sección...
BuscaLo Clasificados de Pergamino y su región
Buscar en Archivo
Tapa del día
00:00
15:42
Errores:  0
Pistas:  38

Tu mejor tiempo:
12:07
Registrate o Ingresá para poder guardar tus mejores tiempos.

Nueva Partida
1 2 3 4 5 6 7 8 9
Editorial
Funebres
Perfiles Pergaminenses
Lejos del pago
Farmacias de turno

LO MÁS LEÍDO