Perfiles pergaminenses

Alberto Casas, un encargado de edificio que a través de su tarea expresa un modo de ser y de vivir


Alberto Casas en un alto de su labor cotidiana trazó su Perfil Pergaminense

Crédito: LA OPINION

Alberto Casas, en un alto de su labor cotidiana, trazó su Perfil Pergaminense.

Desde hace 30 años está abocado a una actividad que siempre quiso hacer. La responsabilidad y el compromiso se constituyeron desde entonces en su mejor carta de presentación. En su tiempo libre disfruta de su familia y de su pasión por Douglas Haig. Como muchos, brega incansablemente por el cumplimiento del sueño de la casa propia.

Alberto Raúl Casas nació en Arrecifes y creció en Viña, donde vivió hasta la década del 90. Hoy tiene 61 años y está radicado en Pergamino desde que dejó aquel pueblo del que guarda hermosos recuerdos. "Vivíamos en el pueblo, mi madre trabajaba en casas de familia y mi padre era ferroviario", cuenta en el inicio de la charla que se concreta en un alto de la tarea que realiza como encargado en un edificio de calle Bartolomé Mitre. Allí vive y es común verlo realizar todo tipo de tareas con la disposición de aquellos a los que les gusta su trabajo y el trato con la gente. 

Sus padres fueron Pedro Manuel Casas e Inés Agueda Aguilá de Casas. Tiene una hermana mayor, Susana Beatriz, que vive en Capitán Sarmiento. Refiere que hizo la primaria en la Escuela Nº9 de Viña y cursó un año en el Colegio Industrial de Arrecifes. "Pero no me gustaba estudiar, así que abandoné la escuela y comencé a trabajar", señala, sabiendo que con esa decisión contradijo el deseo de su padre que quería que siguiera estudiando. 

Su historia laboral comenzó a escribirse en realidad cuando era un niño: "A los 10 años, cuando iba a la primaria arranqué en una feria de animales en Viña, allí repartía boletas. Había tres ferias por mes, y esos días en la escuela no me ponían falta porque iba a trabajar".

"A lo largo de mi vida tuve muchos trabajos, porque sobre todo en mi juventud había muchas oportunidades de empleo y era común tener la posibilidad de elegir", agrega. Y prosigue: "Cuando salí del Industrial entré en un restaurante muy conocido en Arrecifes, 'El Colonial', ubicado sobre la ruta nacional Nº 8. Entré como lava copas y cafetero y también hice reemplazos de mozo".

"Después comencé a trabajar en una empresa metalúrgica de Roy Hermanos, en Arrecifes; y también hice muchos trabajos en el campo", menciona y comenta que realizando tareas rurales en una estancia fue como conoció a su esposa, Sonia Susana Silva: "Su papá era el encargado de una estancia en Maguire, donde yo empecé a trabajar; y allí comenzó todo, aunque en realidad nos habíamos conocido tiempo antes en los bailes que se hacían en aquellos tiempos".

Una vez que dejó la estancia comenzó a trabajar en la cosecha, manejando máquinas, una actividad a la que estuvo abocado varios años. 

Una oportunidad en Pergamino

Alberto siempre observó a Pergamino como un lugar que podía ofrecerle oportunidades de desarrollo y de empleo. Su primer trabajo aquí fue en "La Manzanilla", una empresa ubicada sobre la ruta provincial Nº 32. "Con mi suegro, Ubaldo Silva, viajábamos todos los días para trabajar. Mi suegro quedó en una balanza y yo fui encargado de un galpón".

Hasta ese momento lo que conocía de la ciudad era lo que ofrecía en términos de productividad y también de esparcimiento, porque para quienes vivían en localidades cercanas era común venir los fines de semana para asistir a los emblemáticos bailes que se organizaban en Centenario o en el Club Compañía.

Trabajó en "La Manzanilla" hasta que lo convocaron del Ferrocarril Bartolomé Mitre. "Me daban la posibilidad de formarme para hacer carrera dentro de la estructura ferroviaria, algo que me entusiasmaba, pero con el tiempo se cerraron las vacantes, me retiré y al poco tiempo el ferrocarril cerró definitivamente".

Vivir en la ciudad

Ya casado, tomó la decisión de radicarse en Pergamino, el 2 de mayo de 1990. Recuerda ese día. Se mudó con sus suegros a una casa en el barrio Centenario y comenzó a construir su vida familiar y laboral en este pago que siente como propio. "Mi deseo siempre fue ser encargado de edificio, pero me tocó esperar un poco para poder lograrlo", refiere y cuenta que cuando se estableció en Pergamino barajó la posibilidad de poder tomar a su cargo el edificio de Luz y Fuerza, pero esa oportunidad "no se dio".

"Estuve unos meses sin trabajar, no estaba acostumbrado a eso, así que fue difícil. Pero afortunadamente conseguí empleo en la metalúrgica de Fortuny, donde trabajaba de noche", relata.

El primer edificio

Su primera experiencia como encargado de edificio fue en el inmueble ubicado en 9 de Julio y 11 de Setiembre, donde trabajaba media jornada. "Lo hacía en paralelo a mi trabajo en la metalúrgica. Salía a las 6:00 de la mañana y a las 7:00 comenzaba mi actividad en el edificio", menciona. "Estuve durante un año y medio con los dos empleos hasta que surgió la oportunidad de ingresar en el edificio en el que estoy actualmente, en Mitre 850", añade y recuerda que comenzó el 4 de mayo de 1992. "Hace 30 años que estoy acá, donde además vivo".

Una actividad que le gusta

Cumplió su sueño de ser encargado de edificio y reconoce que resulta sumamente placentero el hecho de poder dedicarse a una actividad que le gusta. "Cuando surgió esta posibilidad renuncié a la metalúrgica y me aboqué de lleno al edificio", resalta y cuando la pregunta lo interroga sobre la motivación que lo impulsaba a inclinarse por esa actividad habiendo realizado a lo largo de su vida otras tantas tareas, responde que quizás nació de referencias que tenía de personas conocidas que se dedicaban a la portería: "Tenía un primo trabajando en esto y un amigo, oriundo de Viña, Pedro Aquino, que durante más de 40 años estuvo como encargado en un edificio de calle Luzuriaga y me dio una mano grande para que yo pudiera iniciarme en esta actividad".

Haciendo su trabajo aprendió todo lo que sabe de una tarea que disfruta. "Cuando comencé no sabía nada de limpieza, siempre me había dedicado a otras cosas, pero tenía muchas ganas de trabajar", refiere y reconoce que la actividad ha cambiado con los años. "Hay gente que ya no está y nuevos vecinos que han llegado. Mi tarea arranca a la mañana temprano cuando limpio la entrada del edificio, junto la basura, repaso los vidrios y hago la limpieza de los palieres", describe.

El hecho de vivir en el mismo lugar en el que trabaja, hace que los horarios se desdibujen y la disposición a resolver cualquier tipo de necesidad de los habitantes del edificio sea la moneda corriente. "Uno trata de establecer un horario para poder dedicarse a las cosas de la vida personal, pero si me llaman estoy y tengo muy buena relación con los vecinos", destaca. Y recuerda la época en que cada sábado en el patio del edificio cocinaba para todos. "Prendía el fuego, cada uno traía su pedazo de carne y yo les preparaba el asado. También se organizaban las despedidas de año, eran costumbres hermosas que se fueron perdiendo con los años".

El café y su pasión por Douglas

Cada mañana cuando termina su tarea cotidiana, tiene casi un ritual: compartir un café con "douglistas" en la estación de servicio Puma, ubicada en Avenida de Mayo y Merced. "Allí están 'Yoyi' Escabosa, José Luis Picarelli, Hugo Sáez, 'Chavi' Di Santo, Carlos Scallia y su hijo Lucas, 'El manco' Fernández, Carlos López, "Cacho" Susán y Eduardo Mazzei, amigos con los que compartimos el amor por Douglas Haig".

Es hincha de Douglas desde que vivía en Viña y se jugaban los regionales en la cancha de Provincial. "Solíamos venir a ver los partidos", comenta este hombre que también es hincha de Boca Juniors. "No podía venir a ver a Douglas todos los fines de semana porque algunas veces los partidos coincidían con los de Boca, club del que fui socio durante muchos años".

"Cuando me vine a vivir a Pergamino seguí viendo a Boca y me acerqué mucho a Douglas. Cuando Javier Martínez asumió como presidente del Club comencé a colaborar y lo hice hasta antes de la pandemia", refiere y comenta que "estaba en el portón asistiendo el ingreso de los jugadores, de los equipos visitantes, los árbitros, los dirigentes y algunos allegados".

Guarda lindas anécdotas de ese tiempo que quedó atrás con la pandemia. "Gracias al Club conocí a mucha gente, voy por la calle y me saludan personas que me conocen de Douglas", agrega, confesando que, aunque nunca se dedicó a la actividad deportiva, siempre le gustó el deporte y entiende de fútbol. "Son pasiones que alimentan la vida y enriquecen la charla con los amigos", sostiene agradecido.

La familia y el sueño de la casa propia

Su esposa y él se casaron en el año 1989 luego de haber estado siete años de novios. No tuvieron hijos. Tienen una relación entrañable con los suyos, con su suegra, Nina García; con la hermana de Silvia, Silvana; su cuñado, Daniel Avila; sus sobrinos Patricio, Facundo y Gonzalo. También con la familia de su hermana, conformada por su esposo Aldo Herrera y sus hijos Melina, Enzo y Mayra.

Desde hace ya varios años albergan el sueño de tener la casa propia. Aún no lo han conseguido. "Tenemos una casa que fue hecha por la Mutual 22 de Abril, que pertenece al Instituto de la Vivienda, pero quedó sin terminar. En realidad, son cinco casas que quedaron a medio hacer, entre ellas, la nuestra. Nos hemos reunido con autoridades, pero es difícil que alguien se ocupe del tema. Es una lástima que el Instituto no las entregue ni nos permita a los propietarios avanzar para finalizar la obra", refiere Alberto con la preocupación que genera el hecho de sentirse preso de una situación que excede la propia voluntad de resolver una cuestión que para ellos resulta vital.

Para cuidar eso que les pertenece, los fines de semana van a "la casita" y se ocupan de mantenerla. "En invierno todos los días después del mediodía nos vamos, compartimos unos mates con mi cuñado que vive a la vuelta, y estamos ocupados de eso", cuenta, mirando a su esposa que siempre ha sido una compañera incondicional en ese y otros anhelos. "Los dos trabajamos -ella aún trabaja con Roberto Otegui y Analía Senn-, y la casa que soñamos poder tener es producto de ese esfuerzo compartido. Cuando vendimos la casa de mis padres en Viña, lo que me correspondió, lo pusimos en la casa para hacerle el parrillero y arreglar el patio, pensando que nos la iban a entregar. Ojalá pronto puedan terminarla", expresa Alberto, hablando de ese lugar en el que simplemente están puestos sus sueños. 

Tener salud y bienestar

Por fuera de poder cumplir el sueño de tener su techo, no tiene otros "pendientes". Está a mano con la vida. Tener salud y "no sufrir demasiado" es lo único que le pide a la vida. 

"La vejez la imagino sin sufrir tanto, tengo algunos problemas de huesos", señala, pero se siente bien, a gusto con una tarea que realiza desde hace treinta años y que se ha constituido en parte misma de una vida que vive plenamente. "Uno solo anhela el bienestar, y agradece a la vida por lo que le ha dado", concluye, en una afirmación que lo define.


Otros de esta sección...
BuscaLo Clasificados de Pergamino y su región
Buscar en Archivo
Tapa del día
00:00
15:42
Errores:  0
Pistas:  38

Tu mejor tiempo:
12:07
Registrate o Ingresá para poder guardar tus mejores tiempos.

Nueva Partida
1 2 3 4 5 6 7 8 9
Editorial
Funebres
Perfiles Pergaminenses
Lejos del pago
Farmacias de turno

LO MÁS LEÍDO