Rafael Horacio Ferreyra tiene 73 años. Nació en Trenque Lauquen, pero vive en Pergamino desde que era niño. Siente este lugar como propio, y le ha destinado buena parte de su vida a la labor comunitaria, siguiendo su vocación de hacer por los demás.
"Soy más pergaminense que 'trenquelauquense' porque vivo aquí desde los 11 años", señala en el comienzo de la entrevista y habla de sus padres: Benigno Ferreyra y Paula Segovia. También de su hermana mayor, Nélida Beatriz. Valora el esfuerzo, y la búsqueda de su familia por forjarse un porvenir a partir del trabajo. Tomó esos valores y ese fue su legado.
"Acá vivían mis abuelos paternos, nosotros veníamos a visitarlos, y en un momento, cuando presentó quiebra el frigorífico en el que trabajaba mi madre, el mismo en el que antes había trabajado mi padre antes de quedar incapacitado, mi abuelo nos ofreció establecernos en una quinta en el barrio Martín Illia y fue así que nos mudamos a Pacheco y Pueyrredón", relata. Al llegar, continuó sus estudios en la Escuela N° 22. Ese lugar y el barrio fueron los primeros espacios donde se fue gestando ese sentido de pertenencia tan necesario. "En el año 1969 nos mudamos al barrio Centenario, mi mamá trabajaba como sirvienta, éramos muy humildes. Yo terminé la primaria e hice un año en la Escuela N° 1 donde se podía estudiar el secretariado comercial, pero nuestra situación económica era delicada, así que dejé y comencé a buscar trabajo".
Se inició como cadete en un comercio dedicado a la venta de café que funcionaba en calle Bartolomé Mitre. "Ya trabajando, comencé a estudiar contabilidad en la Academia Mayo", refiere y remarca que su intención siempre fue poder progresar. "Sabía que el estudio me iba a dar mejores herramientas", sostiene, este hombre que también trabajó en Dinardo S.A. y en otras empresas, hasta que por referencia de quien había sido su jefe en "Café Mucariva", Juan Carlos Gilli, ingresó a la Caja de Créditos de Pergamino.
Una vida como bancario
Eximido del Servicio Militar por ser "hijo sostén de familia", pudo desarrollar su vida laboral sin interrupciones y trazar un camino que le fue permitiendo escribir su propia biografía. "Mi tarea en la Caja de Créditos me dio la llave de la que fue mi actividad laboral hasta que me jubilé, ya que en 1979 la Caja se transformó en el Banco Local Cooperativo Limitado; en 1995 fue Argencoop y luego el Banco Credicoop", señala comentando que se jubiló en 2019.
"En verdad empleado bancario fui hasta el año 1987 en que me integré a la Asociación Bancaria, cuando ya consolidada la democracia comenzaron a normalizarse las instituciones gremiales", refiere. Y continúa: "Fue Virgilio Carnevale quien me convocó para integrar la Asociación. Yo había tenido una experiencia en la comisión directiva de Empleados de Comercio y me gustaba la actividad sindical, así que me postulé para ser delegado general del banco y mis compañeros me votaron, así que me integré como secretario de administración de la Asociación Bancaria de Pergamino y comencé a dedicarme de lleno a la actividad gremial ejerciendo mi función, algo que siempre hice con mucho compromiso honrando el mandato que me habían conferido mis pares".
Reconoce que tomó la vocación de su madre que trabajando en el frigorífico había sido delegada gremial del sindicato de la carne. "Como ella, siempre sentí el impulso de servir al prójimo y en la actividad gremial, la vocación de defender los derechos laborales de los trabajadores bancarios. Siempre fui un militante de distintas causas. En lo político integré la juventud sindical peronista, y durante muchos años fui fomentista. He tenido activa participación, sin jactarme de nada. Siempre me interesó dar una mano".
Su vida personal
A los 24 años se casó con Juana Graciela Goró, con quien tuvo a sus tres hijos: Lorena (47), Leonardo (44) y Sebastián (35). "Mi hija se dedica a la docencia, está casada con Sergio Taborda y tiene un hijo, Ignacio (10). Sebastián trabaja en equitación y equinoterapia, y está en pareja con Daiana Ghiotti; y Leonardo es artesano y está soltero".
"Todos están encaminados, somos unidos y han sido un pilar incondicional para mí", destaca reconociendo que para los hombres que asumen compromisos en la esfera pública, el acompañamiento de los suyos resulta el sustrato imprescindible.
El 12 de Octubre
En el presente Rafael vive en el barrio Cueto. Pero durante muchos años vivió en el barrio 12 de Octubre, en Falucho y Florida, y fue presidente de la comisión de fomento, una tarea esforzada y comprometida que tuvo también su sinsabor.
"Siempre interesado por la vida de la comunidad, con Antonio Salazar, un vecino del barrio, comenzamos a organizar la comisión de fomento, que ya había existido, pero había que reordenarla, conformarla y darle personería jurídica", cuenta. Por entonces el intendente era Alcides Sequeiro. La tarea comenzó a cobrar impulso, y continuó durante la gestión de Héctor "Cachi" Gutiérrez. Rafael presidía la entidad fomentista y de la mano de los referentes de otros espacios del barrio trabajó sin descanso en la búsqueda de mejorar la calidad de vida de sus vecinos. "Trabajamos mucho con la capilla San Cayetano, que luego fue parroquia. Con el cura del barrio y con el sacerdote de San Vicente. Con las autoridades del jardín de infantes, del Centro de Desarrollo Comunitario y con cada una de las instituciones del barrio. Conseguimos llevar las cloacas, el pavimento y un sinnúmero de mejoras", destaca.
"Cuando luego de la crisis del 2001 se crearon los planes jefes y jefas de hogar, armamos equipos de trabajo que hicieron una enorme tarea en el barrio. Formamos equipos de limpieza, creamos una huerta comunitaria, y hasta una cooperativa. Siempre nos ayudaron otras instituciones y pudimos hacer muchas cosas por la gente del barrio", agrega.
Estuvo al frente de la comisión hasta el año 2008 en que se produjo un hecho que trastocó su continuidad y lo motivó a tomar la decisión de dar un paso al costado. "La problemática de inseguridad habría recrudecido. Con la pavimentación de calle Florida habían retirado los lomos de burro y aunque habíamos solicitado que se volvieran a colocar, una decisión del Automóvil Club Argentino y del Municipio determinó que las calles angostas no podían tener colocados ese tipo de elementos. Hubo un accidente en el que fallecieron dos chicos jóvenes. Me culparon a mí por la falta del lomo de burro, balearon mi casa que era el lugar donde funcionaba la comisión de fomento y atentaron contra mí y pusieron en riesgo a mi familia. Fue un momento muy difícil que transité respaldado por el intendente, por las autoridades judiciales y policiales y por mis pares. Pero que me llevó a tomar la decisión de abandonar el barrio y dejar el trabajo fomentista".
Con el temple que da el paso del tiempo, observa aquello que pasó como un hecho trágico, cuyas consecuencias pagó de manera injusta. "Considero que tuve una gestión satisfactoria. Habíamos logrado conformar la Unión de Comisiones de Fomento, mis padres me eligieron para coordinar ese espacio. También integramos los Foros de Seguridad. Con Elmo Santore, de la Cooperativa Eléctrica, también trabajamos mucho y con tanta otra gente que seguro estoy olvidando mencionar".
"Cuando sucedió lo que sucedió confieso que tuve la intención de irme de Pergamino, pero fue el respaldo de mi familia, de mis compañeros de trabajo, de las autoridades políticas y judiciales de ese momento, y de la propia gente del barrio lo que me motivó a quedarme. Nos mudamos a Cueto, que es donde vivimos actualmente, y cerré un capítulo", señala.
"Con el tiempo entendí que había sido una experiencia, yo había tratado siempre de hacer el bien, no el mal. Y de repente me vi viviendo con custodia, fue una situación muy difícil de atravesar, que por suerte ya quedó atrás", abunda. Su participación en la vida de la comunidad le enseñó a saber asimilar situaciones, a descubrir que no toda la gente es igual, a resolver conflictos y a no abandonar jamás el propósito de "servir a los demás".
"Lamenté dejar el fomentismo, pero sentí que no podía seguir comprometiendo el bienestar de mi familia", resalta. Aunque aclara: "Eso que sucedió me dejó un sabor amargo, pero de ningún modo anula todo lo anterior. Cuando miro hacia atrás, lo que habíamos hecho fue bueno para la gente".
El presente
En la actualidad, la vida de Rafael transcurre de modo tranquilo. A diario cumple sus funciones en la Asociación Bancaria de Pergamino y el resto del tiempo se lo dedica a su familia y a otra de sus pasiones: la equitación. "Tuve muchos caballos y estuve en el mundo de la equitación. Hoy ya no tengo tantos, pero conservo algunos y me gusta mucho ese pasatiempo", cuenta.
Al hablar de los afectos, rescata el apoyo incondicional de su esposa e hijos y agradece la presencia en su vida de buenos amigos. "Tengo muchas amistades, mis compañeros del gremio, los del banco, la gente de El Fortín Pergamino, entidad que integré, y los amigos que me dejó la actividad fomentista".
"No hubiera podido hacer todo lo que hice si no hubiera tenido a mi lado una mujer como mi esposa, que siempre estuvo firme, acompañándome en todo. Tuve una vida intensa y activa y ella siempre me ayudó y fue mi aliada en todo lo que me propuse", destaca hablando de esa mujer con la que comparte la vida hace más de 48 años.
En el plano de los anhelos, solo desea que la salud lo acompañe para poder seguir disfrutando. "En la Asociación Bancaria tengo mandato hasta el año que viene, así que sigo trabajando, y en el futuro tengo la intención de seguir colaborando pero desde otro lugar, entendiendo que las instituciones deben trascender a las personas y que para que eso ocurra hay que formar a aquellos que van a tomar la posta", señala en una reflexión que lo pinta de cuerpo entero en su vocación de dar lugar, de entender el fluir de la vida, dándole con entusiasmo la bienvenida a aquello que vendrá y que en el caso de Rafael seguramente tendrá que ver con cosechar los frutos de una siembra que ha sido desinteresada y generosa.