Luciano Giménez nació en Villa Constitución, provincia de Santa Fe, y vive en Pergamino desde hace muchos años. Tiene 67 años y aquí echó raíces que se expresan en la vida de sus hijos y nietos. Sin embargo, jamás perdió el apego a ese lugar querido al que a menudo regresa para mantener el contacto con sus seres amados.
Trabaja en el Complejo La Opinión Plaza y antes fue encargado de edificio en la esquina de Merced y Avenida de Mayo. Esas posibilidades de trabajo le permitieron afianzarse en su sentido de pertenencia a esta ciudad a la que llegó con su familia conformada para acompañar a la que fue su esposa, que deseaba estar cerca de los suyos.
Una mañana lluviosa de esas que el verano trae como un regalo, acepta la entrevista y se dispone a conversar con la naturalidad de los viejos conocidos. No se guarda reflexiones, ni escatima en detalles de anécdotas que van conformando una biografía personal rica en vivencias.
"En el año 1974 me fui a vivir a Buenos Aires, trabajé en Ferrum durante once años. Había un problema de importación y exportación y hubo un llamado para el retiro voluntario. Lo tomé porque tenía la posibilidad de ingresar en el sector de administración de una empresa de colectivos. Y ahí fue que en un viaje de vacaciones conocí a la que fue mi mujer, Silvina Rodríguez, fallecida hace catorce años", relata en el comienzo. Y cuenta que a raíz de esa familia que conformó con una pergaminense, fue que se estableció en la ciudad ya con sus hijos nacidos.
"Tengo una hija, Camila (31) y un hijo, Valentino (28). Mi esposa tenía una enfermedad crónica y a raíz de eso fue necesario que estuviera más cerca de su familia, y por esa razón nos mudamos a Pergamino", refiere. "Nos vinimos sin nada y ya instalados aquí, a través de un cuñado, Fredy Fernández, entré a trabajar como encargado del edificio de calle Merced. Al poco tiempo nos adjudicaron una vivienda en el barrio Esperanza. Mi esposa y los chicos se mudaron a la casa y yo me quedé en el edificio en el que estuve 21 años", abunda.
"En el año 2010 decidí regresar a Villa Constitución a trabajar en una empresa de Auto Crédito. Con mi esposa nos habíamos separado, pero siempre tuvimos buena relación. Ella estaba cursando una enfermedad oncológica. Y cuando yo ya estaba allá me avisaron que su cuadro de salud de había agravado. Regresé, pero al llegar, ella ya había fallecido, así que me establecí nuevamente en Pergamino para terminar de criar a mis hijos, que tenían 17 y 13 años", cuenta, señalando que "fue muy duro para los chicos porque necesitaban a su mamá".
Empezar de nuevo
Siempre dispuesto a reinventarse, comenzó a trabajar en el Complejo La Opinión Plaza. "Hace ya quince años que estoy como una suerte de encargado de mantenimiento por la noche", precisa. "Gracias a la buena predisposición que en su momento tuvo Hugo Apesteguía y sus hijos con el legado, pude llevar adelante mi familia. Guillermo Apesteguía, me dio una enorme posibilidad laboral, que siempre valoro", agrega sin obsecuencia.
"Soy eterno agradecido a mi lugar de trabajo, el Complejo es mi segunda casa y la defiendo como tal. Gracias a ese empleo pude terminar de criar a mis hijos y darles herramientas para que armaran su propia vida", remarca. Luciano se quedó solo con sus hijos y eso representó un cambio en muchas dimensiones de la vida. Desde el primer momento se preocupó por sus estudios y de cada cuestión vinculada a la adolescencia. "De a poco, fui empezando de nuevo y nos fuimos acomodando", expresa. Hoy los acompaña, "Mi hija tuvo dos hijos, Constantino y Salvador, se separó del papá de los chicos y está en pareja con Axel Bordón. Mi hijo no tiene hijos, estuvo en pareja con una chica que tiene dos nenas, que son mis nietas del corazón".
Su presente
Ya jubilado, siguió trabajando en el Complejo. Su rutina laboral lo compromete hasta el miércoles a la noche, razón por la cual, los jueves a la mañana viaja a San Nicolás y desde allí a Villa Constitución, ciudad donde pasa los fines de semana. Hace unos años se reencontró con una prima hermana, Linda Lidiana.
"Ella es dos años mayor que yo, mi papá era hermano de su mamá y nos reencontramos después de 55 años. Ella no tiene otra familia y yo, lo poco que tengo lo comparto con ella. Viajamos juntos, todos los años nos vamos a recibir el Año Nuevo al mar y siempre estamos planificando un viajecito. El primero que hicimos fue a Salta, a cumplir una promesa", cuenta agradecido por ese vínculo familiar que los une.
Fiel a sus raíces
Al hablar de su familia de origen, comenta que su papá, Oscar Raimundo Giménez, fue recibidor de granos; y su mamá, Beatriz, Amalia, María Magdalena, Ramona de la Cruz, en su juventud, fue maestra rural en la provincia de Entre Ríos. Guarda buenos recuerdos de ambos, fundamentalmente de su mamá, a quien evoca con profunda emoción: "Era la bondad y la honestidad personificadas. No sabía decir ni 'caray' como mala palabra. Ella fue la que me enseñó que, al llegar a un lugar, aunque no me respondan debo decir: 'Buenas tardes, gracias, hasta luego', valores que hoy en día no se encuentran".
En relación a su padre, admite que, si bien su vínculo no fue malo, "tampoco fue bueno". "Yo a los 14 años ya empecé a trabajar, ellos se separaron, y yo intenté mantener relación con ambos", aclara. Es un hombre que honra sus orígenes y jamás los olvida. Aprendió que quien lo hace "hipoteca su futuro". Fiel a esa esencia, siempre está cerca de su ciudad natal y mantiene relaciones perdurables y valiosas. "Yo hice solo dos años del secundario, sin embargo, tengo una amistad muy linda con esos compañeros de la promoción 1975 de la Escuela Normal N° 5 'Nicasio Oroño' de Villa Constitución. En septiembre se cumplen los 50 años del egreso de ellos y estamos preparando un gran festejo que voy a acompañar", relata, destacando que "es un grupo muy unido y contenedor que ha estado a mi lado siempre". "A diario compartimos más de cien mensajes de teléfono, cada integrante del grupo cuenta sus cosas, es muy lindo", afirma.
Un núcleo íntimo
En lo personal, en Pergamino su núcleo afectivo siempre fue familiar. También estableció relaciones de amistad a través de su trabajo: "De una persona que estoy orgulloso de ser amigo es de un jefe que tuve, Adrián Polo, excelente persona y coordinador, además de un ser muy humano y contemplativo. También soy amigo de, 'Pochi', Daniel Gutiérrez; y tengo la fortuna de tener muy buenos compañeros".
"Pero mi vida social está vinculada a mi familia, me gusta estar en mi casa y no soy de salir demasiado. Cuando regreso de trabajar a la mañana, tomo mates, hablo a diario con mi prima, trato de estar disponible siempre para mis nietos y me gusta pasar tiempo con mis hijos, somos muy compinches", describe, mirando en retrospectiva y observando con orgullo el fruto de esa tarea de inmensa responsabilidad que emprendió para acompañarlos en su crecimiento. "Fueron años de mucho trabajo y responsabilidad. Fue muy difícil para ellos perder tan tempranamente a su mamá". En este punto, vuelve sobre la memoria de la que fue su esposa para resaltar: "Fue una gran madre".
"Nosotros nos habíamos separado. Cuando ella falleció no estábamos juntos, pero yo tenía que honrar su nombre y seguir el camino que ella había emprendido con nuestros hijos", destaca, recordando que ella había enfermado de lupus siendo muy joven, razón por la cual debió jubilarse a muy temprana edad del Instituto Maiztegui donde trabajaba. "Nunca la acompañó la salud, después enfermó de cáncer y murió joven ", añade.
Algo pendiente
Se abre un espacio de silencio cuando la pregunta lo convoca a hablar de aquello que tiene pendiente. Confiesa que solo le gustaría poder sentarse un día en una plaza con su mamá. Se emociona cuando lo expresa y apenas se recupera, con realismo agrega: "Se que es algo imposible, pero si pudiera hacer algo que no hice, haría eso, tan solo para disfrutarla un poquito más".
Regresa sobre su historia personal, en este momento de la charla. Menciona a su hermano menor, José María, fallecido hace varios años, y reconoce que es una ausencia que aún no puede superar. Admira el modo en que ese hombre que había sido trasplantado de hígado vivió y transitó la adversidad y lo mucho que le enseñó. También nombra a su hermana mayor, Beatriz, con la que no tiene relación en el presente, y habla de él, y de su condición de haber sido "el hijo del medio". Siente cierta añoranza cuando hace un recorrido por distintas épocas y vivencias, algo que sucede casi siempre que la vida se mira por un rato a través del lente que proponen los recuerdos.
Volver al pago
Al momento de imaginar el futuro, desliza su deseo de volver a vivir a Villa Constitución. "No tengo desgano, pero ahora me está ganando la tercera edad y empiezo a pensar dónde me gustaría transitar mi vejez", confiesa. "Mis hijos ya están encaminados, y si me mudara para Villa Constitución para mi prima sería una compañía. A los chicos no les gusta mucho la idea, pero yo lo pienso para el día de mañana, cuando ya no trabaje", refiere, pensando en voz alta.
Enseguida, aclara que "no sería abandonar esta ciudad que le dio tanto", sino ampliar esa geografía para integrar pasado y presente en esa etapa de la vida a la que le va abriendo las puertas. "Siempre pensé que iba a echar mis raíces acá, y de hecho, a través de mis hijos lo hice, pero me tira el deseo de regresar a mi pago. Y volver a Pergamino para pasar tiempo con mis hijos y con mis nietos", reconoce delineando ese camino que más temprano que tarde seguramente comenzará a transitar, llevando consigo lo vivido y agradeciendo.
"Pergamino me ha dado mucho. Soy un enamorado de la dinámica de esta ciudad. He vivido situaciones extremas y siempre encontré aquí gente bondadosa dispuesta a tenderme una mano. No tengo palabras para agradecerle a Pergamino", señala. "Hay una cosa importante: uno puede ser olvidadizo, pero jamás debe dejar de ser agradecido. Yo agradezco a la vida que me puso cada cosa que afronté por delante, porque aprendí a cada paso", concluye, brindando su sonrisa generosa, en un gesto de gratitud.