Perfiles pergaminenses

Oscar Zeppa: la familia, el amor al trabajo, la amistad y la fe en Dios como pilares de vida 


Oscar Zeppa una larga trayectoria en el mundo de los seguros

Crédito: LA OPINION

Oscar Zeppa, una larga trayectoria en el mundo de los seguros.

Dueño de valores que aprendió de sus padres e inculcó a sus hijos, recorrió un camino siguiendo el impulso de su vocación de aprender y de los sueños que pudo cumplir. Con 73 años, sin asignaturas pendientes, sigue siendo un hombre activo, sociable y agradecido, que disfruta de todo aquello que el presente tiene para ofrecerle, sin pedir más que el bienestar de los suyos.

Oscar Augusto Zeppa es pergaminense de alma. Nació el 16 de marzo de 1951. Creció en el barrio Trocha, en calle Santiago del Estero, a la vuelta del Hogar de Jesús. Sus padres fueron Nello Zeppa y Edelmira "Pichona' Basílico. Tiene un hermano mayor, Hugo.

"Mi papá era un italiano nacido en 1914 que había llegado junto a su mamá de Italia a los 9 años. Mi abuelo fue prisionero en la Primera Guerra Mundial y murió en esa situación, así que motivada por esa realidad mi abuela decidió venirse a la Argentina, donde ya tenían familiares", relata recreando una historia de inmigración parecida a la de tantos. Honrado de sus raíces, destaca la capacidad de trabajo de su padre, un niño que creció en una tierra distinta a la propia y que se adaptó a cada una de las circunstancias que le planteó el destino. "Mi papá siendo chico hacía trabajos de boyero, después empezó el colegio y en Pergamino eran comunes las academias. Allí estudió para ser tenedor de libros, algo que en esa época era como ser contador hoy. También vendió diarios y siempre fue muy trabajador".

"Mi mamá era argentina, ama de casa y tejía a máquina. También le lavaba la ropa al sacerdote del Asilo de Jesús, un yugoslavo con el que teníamos mucha relación. Yo la acompañaba y me quedaba a merendar con el sacerdote y me gustaba escucharlo".

Guarda hermosos recuerdos de su infancia. "Vivíamos en un barrio muy tranquilo, muy cerquita de la Plaza de Ejercicios 'Miguel Dávila', un lugar emblemático en el que confluían todas las escuelas de Pergamino cuyos estudiantes iban a tomar sus clases de educación física allí. Estaba el natatorio, era muy lindo", recuerda. Y menciona que "Rocha era pavimentada hasta Dorrego, después era de tierra, así que andábamos chapoteando y pisando escarcha en los inviernos".

"Nos íbamos a jugar a una lomada que estaba donde hoy funciona el Parque Belgrano, donde también se instalaban los circos", agrega. Señala que fue a la Escuela N° 6 y luego al Colegio Comercial. Desde siempre fue adepto al deporte. De chico jugó al fútbol y al básquet en Sports y Comunicaciones. Y más tarde también, al tenis y al paddle en el Club de Viajantes. "Nunca fui brillante en nada", aclara, pero valora el hecho de haber incursionado en varias disciplinas deportivas y haber cosechado vínculos y enseñanzas que le sirvieron para la vida.

De su adolescencia también atesora hermosas vivencias. "Fue una época muy linda la de la secundaria. Nosotros éramos de un barrio muy humilde y en el Comercial había gente de todo nivel social, pero con una acogida muy amplia, muy sincera, visitábamos a las familias de nuestros compañeros. Era el testimonio de una educación pública que igualaba".

Un gran amor

Siendo muy joven, Oscar se puso de novio con Adriana Mónica Pérez, a quien conoció en un baile del Club Comunicaciones. "Bailamos, después comenzaron las pasaditas por su casa, las charlas, nos pusimos de novios y seis años después nos casamos", describe destacando el compañerismo y la complicidad que los une desde entonces. "Ella trabajó en Iñiguez y en La Estrella, también tuvimos un almacén al lado de casa, pero después ella se abocó al cuidado de los chicos y hoy se ocupa de los nietos", agrega, destacando que tienen inscripto en el ADN el amor por la familia, el respeto a los amigos y esa disposición a compartir con sus seres queridos la vida. 

Tienen tres hijos: Juan Manuel, que es abogado, está casado con Lucía, tienen a Luli y Manuel y viven en Rosario; José María, que trabaja en Inta, está casado con Yanina y tienen a Guadalupe y Simón; y Juan Pablo que es productor de seguros, está casado con Josefina, tienen a Teresa, Almudenda y Juani y viven en Cañada de Gómez.

Una rica historia laboral

Hizo el primer año de la carrera de Contador Público en una extensión de la Universidad Católica Argentina que funcionaba en la Iglesia del barrio Centenario. A la par de ello, ingresó a trabajar en Pergamino Seguros. "Empecé como cadete y siempre se interesó por progresar, así que me preocupé por aprender, hice cursos en Rosario y en Buenos Aires, a contraturno de mi horario laboral, y fui creciendo en esta tarea que se transformó en mi actividad durante toda la vida". 

"Cuando finalicé el primer año de la carrera, me hicieron una oferta laboral importante en la empresa y la acepté. Representaba un desafío y me aboqué de lleno a trabajar"

Fue parte de Pergamino Seguros hasta 1995. La compañía ya estaba teniendo algunas dificultades cuando tomó la decisión de dejar. "Ingresé como encargado para Buenos Aires y Santa Fe en La Equitativa del Plata, que había abierto una oficina en Pergamino. Allí trabajé durante cuatro años y después pasé a 'La Holando Sudamericana', donde estuve el mismo tiempo y ahí apareció la posibilidad de tomar un desafío aún mayor: me incorporé a la compañía Allianz que tenía oficinas en Rosario, y yo estaba a cargo de Seguros de Granizo, una actividad que me obligaba a viajar mucho por una amplia zona, hacía ocho mil kilómetros por semana".

Siempre apasionado por su actividad, y buscando posibilidades de crecimiento, más tarde comenzó a trabajar en la compañía norteamericana Berkley, para desarrollar la sección Granizo, estuve allí hasta que la firma desarmó esa división y prescindió de mi trabajo. Fue un año antes de jubilarme, así que acaté esa determinación y comencé a trabajar con mi hijo, que es productor de seguros, y hoy colaboro con él en la atención de su cartera de clientes. Lo hago desde mi escritorio instalado en casa, y ya sin viajar tanto. Hoy la tecnología ha cambiado mucho el modo de trabajar de un asesor y productor de seguros".

Una amistad entrañable

Cuando la conversación vira de lo laboral a lo personal, Oscar acerca el recuerdo de un amigo entrañable: Enrique Auil. "El me inculcó el amor por la bicicleta y me enseñó muchas cosas. Podría decir que fue mi mejor amigo, mi hermano. Aún no tengo consuelo por su partida trágica", refiere. Cuenta que se habían conocido a través de sus hijos que iban juntos al colegio. "Después de manera casi fortuita, coincidimos en un viaje a Europa y nos hicimos inseparables. Salíamos a pedalear todos los sábados. El día que él tuvo el accidente que se cobró su vida, yo no estaba con él porque había viajado a Formosa".

"Fue muy duro perderlo, muy triste. Durante seis meses no pude volver a salir a pedalear, solo vivía de recuerdos de esa amistad, teníamos una alianza, nos queríamos bien, sinceramente, compartíamos lo cotidiano".

Volver a andar

A través de otro amigo, volvió a la bicicleta. "Comencé a andar en el Parque Municipal, me sumé al grupo 'La banda de la tierra', después ese grupo se desgranó y me sumé al grupo Mortadela, del que participo actualmente. "Es una actividad recreativa, andamos por caminos rurales, es una actividad de mucha camaradería, pedaleamos, hablamos, establecemos vínculos de amistad y festejamos", destaca y confiesa que, con 73 años, en esta etapa de la vida, se ha propuesto la meta de recorrer 20 kilómetros cada vez que sale, algo que representa alrededor de seiscientos kilómetros al mes. "Es un buen promedio a esta edad", admite.

Una profunda gratitud

Oscar tiene la virtud de saber establecer vínculos afectivos perdurables. Para él la amistad es una palabra grande que hay que honrar y agradecer. "Siento una profunda gratitud hacia mis amigos. Algunos de ellos son del colegio, a otros los he conocido trabajando. Tengo mi grupo del ciclismo, otros con los que compartimos el tiempo del kinesiólogo y nos reunimos. Y desde hace un año tengo mi mesa de café, un espacio en el que confluimos diez o doce que nos vemos a diario, nos contamos nuestras cosas y hablamos de lo que nos pasa".

Asegura que tanto él como su esposa valoran verdaderamente la presencia en sus vidas de personas con las cuales compartir la cotidianeidad. "Somos muy abiertos. Mis amigos vienen a mi casa y son también amigos de Adriana. Si hago una peña, ella siempre está aportando algo rico para compartir. Con el paso del tiempo, hemos aprendido que la amistad tiene distintos momentos en la vida y de cada momento nuestro atesoramos vínculos que conservamos".

Un hombre de fe

La fe es uno de sus pilares. Lo señala en varios momentos de la charla y confiesa que hubo un hecho resultó confirmatorio para ellos sobre la existencia de Dios: "Hace muchos años volvíamos de Rosario con uno de nuestros hijos y sufrimos un vuelco. El accidente fue gravísimo y resultamos ilesos. Era la mano de Dios que nos protegió de lo que hubiera podido ser una tragedia. Fue un sello indeleble para demostraron que Dios existe".

A raíz de ello y en una muestra de gratitud, se acercaron a San Vicente y comenzaron a colaborar con el padre Marciano Alba. "Trabajamos en Cáritas en el barrio Güemes, íbamos con la catequesis, realizábamos actividades solidarias y teníamos una bolsa de trabajo que propiciaba la inserción de la gente del barrio en el mundo laboral".

Es un defensor de la fe puesta en acto, y de la mano de esa convicción siempre trabajó por la comunidad. "Fuimos integrantes y dirigentes de los Cursillos de Cristiandad, siempre participamos mucho de la vida de la iglesia. Hoy ya no tanto", menciona.

El sentido de la vida

Sobre el final, asegura que su vida está sostenida en: su fe en Dios; la familia que es herencia de su mamá; el amor al trabajo que le inculcó su padre; y la amistad inscripta en su ADN. Robustos, esos pilares le dan basamento a su presente y le permiten avizorar el futuro con esperanza. No tiene pendientes, solo vive, el día a día. "Le da sentido a mi vida, vivir cada día, tener una familia extraordinaria y creer en Dios", concluye este hombre que se lleva bien con el paso del tiempo y ha aprendido a disfrutar de la vida lo esencial, agradecido, por tanto.


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