Perfiles pergaminenses

Dolly Fej: una mujer luchadora, siempre dispuesta a brindarse a los demás


Dolly Fej mantuvo una clida charla con LA OPINION

Crédito: LA OPINION

Dolly Fej mantuvo una cálida charla con LA OPINION.

Con 89 años, su historia es testimonio del valor que tienen la determinación y el coraje. Desde siempre hizo del cuidado de su familia su prioridad y en los buenos y malos momentos, encontró en sus afectos el refugio y el pilar. Mamá, abuela bisabuela, madrina y amiga, vive su presente pensando en el bienestar de los suyos.

Hay testimonios que resultan un canto a la vida, no porque relaten hechos extraordinarios, sino porque anidan en la simpleza para rescatar esos valores que edifican el buen vivir. La historia de Dolly Fej es uno de ellos. Con 89 años, considera que no tiene nada "destacable" para contar. Sin embargo, escucharla es tomar una lección de cómo afrontar las dificultades y de cómo disfrutar plenamente de las alegrías en un balance casi perfecto. La vida le puso por delante algunos obstáculos, pero los sobrellevó con determinación. También se dejó ayudar y en cada circunstancia encontró el modo de tender puentes para construir relaciones afectivas genuinas. Esos vínculos son los que sostienen su presente y le permiten vivir una vida plena. Es elegante, y a la vez sencilla. Tiene una mirada vivaz y una sonrisa amplia. Está predispuesta a la conversación, como quien se abre con naturalidad a recorrer un camino que le es propio. Posee una memoria prodigiosa y una lucidez admirable.

Cuenta que nació en Acevedo, el pueblo en el que vivió hasta los 7 años. Hija de una familia de raíces "paisanas", rinde culto a esa identidad árabe. "Mi mamá fue María Ailan y mi papá, Antonio Fej. Tuve dos hermanos que ya fallecieron, María del Luján y Miguel Angel", relata, y precisa que su papá se dedicaba a vender ropa en el campo y su madre fue modista y también tuvo un negocio. "Nos criaron muy bien a los tres, con mucho respeto", destaca. 

"Mi mamá era argentina y mi papá, árabe. De parte de mi mamá quedaron primos hermanos Jorge y Marcelo Ailan. Por parte de mi papá, tengo a mis sobrinos, Leonardo y Ramiro Fej y Claudia Fumagalli", comenta. Y volviendo sobre su infancia, prosigue: "Cuando nos mudamos a Pergamino, nos establecimos en la esquina de Doctor Alem y Saavedra. Fui a la Escuela N° 2 y más tarde, a la secundaria en la Escuela Técnica N° 2".

Guarda hermosos recuerdos de su niñez y adolescencia y, de vez en cuando, el presente le acerca retazos de aquel pasado: "Para un aniversario del colegio secundario, de todas las alumnas que habíamos sido, a la única de mi promoción que encontraron fue a mí. Fui al acto fue emocionante".

Desde chica tuvo el don de hacer amigos: "En verdad éramos cuatro amigas inseparables, dos ya fallecieron, así que quedamos Norma y yo. Ella tiene 90 años y yo estoy a meses de cumplirlos. Eramos vecinas, nos sentábamos en el umbral y ella cantaba canciones en italiano y hablábamos de cosas", recuerda. "Hace unos días vino a visitarme, nos conocimos teniendo 6 o 7 años y nuestra amistad nos ha acompañado durante toda la vida". 

Su gran amor

Dolly se enamoró de Moisés Alabe, a quien conoció en un baile árabe realizado en el Club Sirio Libanés. Ella tenía 19 años y él, tres años más. "Yo estaba con mi tía Gladys Ailan, él la fue a sacar a bailar, pero ella le dijo que estaba esperando a un chico que le gustaba. Le sugirió que bailara conmigo, cruzó la pista, nos miramos, y desde ese día no nos separamos más".

Comenta que antes de conocerse, había estado en la Marina e incluso había viajado a los Estados Unidos. "Su padre le había guardado el dinero que había ganado y con eso pudo comprar esta casa en la que nos establecimos al casarnos", menciona, enamorada de su querido barrio Acevedo.

Junto a 'Musi' como se apodaba su esposo, que además era hincha y dirigente del Club Douglas Haig tuvo dos hijos: Miriam Graciela, docente jubilada, viuda de Jorge Trasens. Y José Luis, que es empleado de comercio y está en pareja con Estela Martínez.

Es abuela de las gemelas María del Huerto, que es médica y María Soledad que es bioquímica; María Agustina que es pastelera; Matías, que trabaja en una empresa metalúrgica; e Ignacio que trabaja en el Centro de Monitoreo de la Municipalidad. Es bisabuela de Abis, Gael y Vitto. Y tiene una hermosa relación con las parejas de sus nietos y nietas. 

Hacedora de vínculos verdaderamente entrañables, tiene un ahijado, Karim Dib, con quien mantiene un vínculo que valora profundamente. "Siempre le agradezco a la vida que me hayan elegido para ser su madrina sin tener una relación familiar directa. Tenemos una hermosa relación con él y su familia, con su esposa Lorena y sus hijas Ana y Sara. También con su mamá 'Bety' Saskor; sus hermanos Miguel y Pablo; y con los hijos de Pablo, Homero, Fidel y Olivia", agrega.

Un duro golpe

La vida la desafió duramente cuando su esposo que trabajaba en el Ferrocarril Mitre sufrió un accidente gravísimo que lo puso al borde de la muerte. Dolly recuerda que sus hijos eran chicos cuando eso sucedió. Asegura que los médicos no le daban esperanzas de vida. Moisés había sufrido un doble traumatismo de cráneo con pérdida de masa encefálica y compresión del nervio auditivo. "Le costó muchísimo recuperarse, pero lo logró", añade. Y prosigue: "Yo todavía recuerdo como si fuera hoy el momento en que me llamaron para avisarme del accidente. Mis chicos estaban durmiendo y no dudé en dejarlos al cuidado de mis vecinos. Todo cambió para nosotros con el accidente", afirma. 

Al poco tiempo por las secuelas lo dejaron cesante del ferrocarril y con eso comenzó para toda la familia una nueva etapa. Dolly que había sido ama de casa y realizaba tareas de costura para afuera, comenzó a trabajar en relación de dependencia porque su esposo no podía hacerlo. 

"Me llamaron de La Ca'di Reggio y comencé a trabajar armando empanadas, amasando, preparando piononos. Estuve varios años, luego trabajé en una pollería y ya jubilada retomé y estuve hasta los 70 años", agrega, esta mujer resiliente.

Aferrarse a los afectos

Viuda hace más de quince años, confiesa que amaba mucho a su esposo y ese fue un motor importante para sortear la adversidad. También refiere que se dejó ayudar. Cuando lo señala menciona a sus vecinos. "Yo vine hace 66 años al barrio y siempre estuve rodeada de gente maravillosa. Todos me ayudaron e hicieron que me sintiera acompañada".

"El accidente no fue lo único que nos pasó. Por un tema de salud de mi hijo, durante quince años tuvimos que viajar a Rosario, finalmente no fue nada grave, pero hasta que lo supimos, fue dificultoso. Y también en esas circunstancias tuvimos el apoyo incondicional de una vecina muy mayor que sentía adoración por mi hijo. Mis vecinos siempre fueron incondicionales".

Su esposo se recuperó del accidente, pero nada volvió a hacer lo que era. Años más tarde, le tocó atravesar una demencia senil y Parkinson, patologías invalidantes. "Fueron tiempos duros, muchos años al lado de una persona que hacía cosas que no debía, pero por su enfermedad. Mi nieto 'Nacho' se quedó acá a darme una mano, tenía un amor inmenso por su abuelo. Y toda mi familia estuvo siempre".

"Una de mis nietas nació con una discapacidad. Su dolor y su entereza nos enseñaron y enseñan mucho. Digamos que la vida me ha enfrentado a situaciones difíciles, como a tantas otras personas, pero en familia y rodeada de afectos, pude siempre seguir adelante, y me siento agradecida". 

Dueña de una profunda fe cristiana, fue parte de la comunidad de la Parroquia San Roque. Hoy ya no asiste tanto a la iglesia, pero nada ha alterado su convicción en la existencia de un Dios que protege. "Lo único que le pido es que mantenga bien a los míos, que sean felices, conserven sus empleos y nunca les pase nada malo", afirma.

La alegría, como consigna

Cuando la pregunta la convoca a definirse, asegura que es una mujer a la que no le ha faltado coraje. La determinación la ha acompañado en cada momento de la vida. También se nombra a sí misma como una persona alegre, que nunca bajó los brazos. "Alguna vez una de mis vecinas nos escribió una carta hermosa en la que decía que nuestra familia había llegado al barrio para unirlo. Y yo me siento orgullosa de esa consideración. Tengo una vecina y amiga a la que conocí cuando ella tenía 15 años y hoy tiene 80 y nos vemos todos los días. Para los chicos del barrio soy 'la abuelita Dolly' y eso me encanta".

Lo que inspira en los demás no lo vive con grandilocuencia. Por el contrario, lo señala casi con pudor. En verdad es la cosecha que recibe por brindarse. Ama cocinar para los demás. Reparte lo que cocina y siempre está pensando en hacer sentir bien a las personas que quiere. 

Si bien algunas veces la acompaña la nostalgia frente a algunas ausencias, no se detiene en ese sentimiento. Todo su anclaje es el presente. Allí donde está rodeada de muchos y buenos afectos. "Mi vida cotidiana es tranquila, estoy con mi familia, viajo a Rosario a ver a mis nietas, la paso bien". La vecindad tiene un valor vital para Dolly: "Comparto muy buenos momentos con mis vecinos. Cuatro de mis vecinas se llaman 'Marta', siempre están para mí y yo para ellas".

La clave del buen vivir

Mientras transcurre la entrevista, la puerta de su casa está entreabierta. Al pasar, una de esas vecinas se detiene en la vereda y observa. Hay un gesto de cuidado en ese acto que podría pasar desapercibido. Sin embargo, en la vida de Dolly tiene mucho sentido, porque a modo de espejo esa escena de la vida cotidiana le devuelve lo que ella misma brinda a los demás: la mirada atenta para cuidar, la cercanía, la apertura, la confianza, atributos que son fruto de los buenos valores. Cualquiera que la escucha se interroga frente a ella sobre cuál será la clave de la longevidad. Quizás haya algo de genética, seguramente mucho de cuidado. Y sin dudarlo en ella hay un amor profundo hacia la vida. 

Dolly hace del buen vivir su culto cotidiano, ese que se dirime en las pequeñas cosas. Es de las personas que ha sabido hilvanar las alegrías y los afectos hasta tejer una red de contención que es la que permite alivianar el peso de las adversidades y tomarlas como aprendizajes de esos que templan el carácter, fortalecen el espíritu y construyen un buen destino. Ese que Dolly tiene para disfrutar, por lo mucho que ha dado.


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