Perfiles pergaminenses

José Juárez, un hombre con profunda vocación de servir a los demás


José Pepe Jurez recibió a LA OPINION en la intimidad de su hogar

Crédito: LA OPINION

José 'Pepe' Juárez, recibió a LA OPINION en la intimidad de su hogar.

Nació en Chaco, vivió en San Rafael y se estableció en Pergamino donde echó raíces profundas. Aquí abrazó actividades que le permitieron desplegar su don de estar al servicio de otros. Trabajó en el campo de la sanidad y fue bombero voluntario. Hoy, ya jubilado, su historia es testimonio del valor que tiene vivir en coincidencia con el deseo.

José Ramón Fermín Juárez nació en Chaco y vivió su infancia en San Rafael, Mendoza. Más tarde se instaló en Buenos Aires y se incorporó a un colegio que le brindó formación militar. En un momento la vida, y sus dificultades, lo llevaron a buscar nuevos horizontes. Fue así que a través de una de sus hermanas llegó a Pergamino donde comenzó a trabajar. Ya establecido en la ciudad y luego de realizar distintas actividades, se incorporó al cuerpo activo de Bomberos Voluntarios y durante quince años trabajó en la Clínica Centro como camillero. Hoy está jubilado. Acepta trazar su Perfil en la intimidad de su casa, ese lugar que comparte con su esposa Marta y en el que está su presente, el bien más preciado que posee. 

La charla transcurre en el balcón de un séptimo piso de un edificio emplazado en el centro de la ciudad. La vista es increíble y lo conecta con esa geografía elegida hace muchos años para escribir parte de su historia de vida y construir sus sueños. Es un hombre muy conectado con el hoy, pero jamás olvida sus raíces. Por el contrario, las honra. 

En el comienzo cuenta que creció en el seno de una familia de trabajo. "Mi mamá, Rosa Ruiz, era de Santiago del Estero; y mi papá Blanco Juárez, de Chaco. El, toda la vida se dedicó a la agricultura y más tarde fue albañil. Yo lo acompañé en ese trabajo", relata y les agradece los valores que le inculcaron a él y a sus hermanos. "Somos nueve, crecimos en una familia numerosa y muy unida. Tuve el privilegio de conocer a mis abuelos y mantengo una linda relación con mis primos, a pesar de la distancia".

Su paso por la formación militar

Refiere que sus padres quisieron que él tuviera un estudio y decidieron mandarlo a la escuela de cadetes. "Funcionaba en Buenos Aires, así que me llevaron a Buenos Aires e ingresé a la escuela de cadetes y permanecí allí durante siete años", señala. Reconoce que al principio la experiencia fue muy dura. "Teniendo trece años llegué con la expectativa de estudiar y de poder trabajar. Y me encontré con una estructura muy rígida y una formación muy rigurosa".

"Me sirvió mucho mi entrenamiento como cadete del Ejército. Representó un desarraigo porque estaba a más de mil kilómetros de mi casa, en una época en la que la comunicación no era como la de ahora. Teníamos la posibilidad de hablar con nuestras familias una vez a la semana. Yo llegué con entusiasmo, pero fue durísimo. Me crié entre gente grande y con mucha exigencia, porque a los cadetes que nos estábamos formando, nos exigían al máximo en el estudio, en la actividad física, en todo. Eran otras épocas", menciona. "Sin embargo, me sirvió, conocí casi todo el país, establecí relaciones, estuve en la frontera y agradezco siempre la educación que recibí".

Su llegada a Pergamino

Recuerda su llegada a Pergamino. Una de sus hermanas, que se había casado con un pergaminense y se había establecido aquí, fue quien lo ayudó a abrir las primeras puertas. José ya había conformado su familia y tenía hijos que mantener, así que al principio hizo "de todo un poco".

"Tenía familia y todo el dinero que podía reunir me servía para sostenerla", remarca y menciona que fue albañil y se dedicó a la realización de trabajos de chapa y pintura de automóviles.

Hacer por los demás

Desde siempre sintió el impulso de trabajar por la sociedad y buscó espacios donde desplegar esa vocación o ese don de servir a los demás. Ya estando en Pergamino se incorporó al cuerpo activo de Bomberos Voluntarios. "Siempre necesité estar con las personas en ayuda. Ingresé a Bomberos en agosto de 1986. Tuve 32 años de servicio y me jubilé hace apenas un año".

"La tarea de bomberos es voluntaria y accedemos a la jubilación a través de la Provincia. Me dejó muchas cosas mi paso por Bomberos. Tuve la posibilidad de participar de intervenciones muy importantes. Conservo muchas anécdotas. Estuve en la inundación de 1995 y en las otras que ocurrieron y sufrí en carne propia lo que representó perder a compañeros en cumplimiento de esta tarea tan noble", relata.

"Me costó retirarme. Sigo vinculado a la institución a través de la comisión directiva e insistiendo en la importancia de sumar a los jóvenes", resalta y cuenta con orgullo que una de sus hijas siguió sus pasos y hoy forma parte del cuerpo activo de Bomberos. "Tomó el legado", remarca, orgulloso y aún hoy recuerda el día en que recibió la notificación de que ya no iba a poder seguir siendo parte del cuerpo activo. Había cumplido sus 60 años y ya no podía continuar activo. "Fue durísimo", reconoce y menciona que ese día le pidió a un compañero que le sacara una foto en el vestuario. "Sabía que era mi último día. Me fui retirando, aunque nunca dejé de ser parte de esta entidad que llevo en el corazón".

La Clínica

En paralelo a su función como bombero, dedicó tiempo a formarse, estudió cuestiones vinculadas a la salud y prestó asistencia de sanidad. "Durante quince años trabajé en la Clínica Centro, ingresé como masajista y luego fui camillero. Hoy ya estoy jubilado, pero conservo muy buenos recuerdos de esa tarea que me ponía en contacto con los pacientes y sus familiares y me permitía ayudar, prestando un servicio y teniendo hacia ellos siempre una escucha atenta y respetuosa".

Una familia numerosa

En su primer matrimonio, José tuvo nueve hijos. Más tarde, nacieron las mellizas. "Tengo once hijos, doce nietos y siete bisnietos. Una gran familia", menciona, orgulloso de esa construcción que supo sortear dificultades, los avatares de separaciones y ensambles. "Nada de esto hizo mella en la relación con mis hijos. Todos viven en Pergamino y todos están encaminados", agrega y cuenta que algunas veces para reunirse todos, deben "alquilar algún lugar". Se disfrutan y han aprendido de cada experiencia.

José está casado con Marta, a quien define como una mujer extraordinaria, emprendedora y decidida a la que le gusta vivir. "Vivimos con nuestra perrita Gala, una compañera incondicional", refiere. Comenta que con su esposa se habían conocido hace muchos años de manera casi fortuita. "Ella en una época, por hobby vendía ropa, en una venta nos vimos por primera vez. Ambos estábamos casados. No volvimos a cruzarnos hasta varios años después. Yo estaba separado y ella había enviudado. Comenzamos a construir nuestra relación y compartimos la vida juntos desde hace ya muchos años. Nos llevamos muy bien y somos muy compañeros".

Ambos están jubilados, eso les permite compartir "esta vida pasiva" en la que andan mucho y disfrutan a pleno de tenerse el uno al otro. "Nos gusta viajar, salir, pasar las tardes en el Aeroclub tomando mates, visitar a los chicos, a mis hijos, y a sus sobrinos".

Se define como una persona de muchos sentimientos, apegado a los lugares y a los afectos. Rinde culto a los vínculos afectivos. "Con mi esposa tenemos buenas amistades, de esas que hemos hecho a lo largo de la vida y nos gusta compartir con ellos gratos momentos", comenta.

Vivir en el hoy

Pasa sus días en la intimidad de su casa e invierte su tiempo en rutinas sencillas. Tiene el temple de las personas que han servido a los demás en situaciones adversas y jamás pierde la alegría. Intenta conectarse con aquellas cosas que le brindan felicidad y que le hacen bien.

"Voy al cuartel casi todos los días. Algunas veces visito a mis compañeros en la Clínica. Hace un tiempo me compré un auto que hacía quince años había sido mío, y quería recuperar. Se trata de un Austin Morris de color celeste que estoy restaurando. Esa tarea me ayuda a pasar el tiempo, y cuando lo termine pienso llevarlo a algún evento". Desde el balcón se ve la cochera en la que lo guarda. Dedica tiempo a esa restauración que tiene un poco que ver con su historia. Y eso le resulta gratificante.

También lo reconforta la fe. Es un hombre creyente que encuentra en el silencio de la oración un lugar seguro, donde refugiarse. "Soy una persona muy agradecida a Dios. Mi pasado de trabajo fue lindo, y siempre pude compartir con la familia. No pido demasiadas cosas, solo tener salud para seguir estando cerca de mis afectos y poder ayudarlos en lo que puedo. En este ciclo de estar pasivo, lo más importante para mí es que la familia esté bien", señala. 

Aprendió a vivir la vida en el presente. Sabe luchar y trabajar por aquellas cosas que se propone y también, en este momento de la vida, sabe desacelerar la marcha para conectarse con lo esencial. "Con mi esposa no somos personas de dejar para mañana las cosas. Vivimos en el hoy y nos conectamos con nuestro deseo", expresa sobre el final este hombre que sigue pensando en los demás, en servir en la medida de sus posibilidades. Y que también piensa en los suyos, sabiendo que la vida transcurre en el presente, ese territorio lleno de infinitas posibilidades de brindar lo mejor de sí y de obtener el afecto de los suyos, como recompensa.


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