José María Francione nació en Pergamino el 12 de marzo de 1952. Tiene 72 años. Creció en el seno de una familia conformada por su papá, José María; su mamá, Almerina Celestina Gaído; y su hermano menor, Jorge Andrés. "Vivíamos en calle 11 de Setiembre y Rocha, que en esa época era de tierra", menciona.
"Mi padre era oriundo de San Andrés de Giles, se dedicaba a cavar pozos en plazas y, consiguió ingresar al Correo, algo que en aquel tiempo era importante. Mi mamá trabajaba en Teléfonos del Estado", relata. Es conocido más por su apodo que por su nombre. Desde que nació lo llaman "Pinocho": "Me lo puso una amiga de mi madre porque de bebé tenía 'un pirincho' que me valió el sobrenombre que adopté para siempre", refiere. "Hay boletas de servicios públicos que llegan a nombre de 'Pinocho' Francione, invitaciones a casamientos, y hasta en plaquetas que he recibido por mi trabajo, es parte de mi identidad", agrega.
Cursó primer grado en la Escuela N° 6 y a partir de segundo, se pasó al Colegio Normal donde completó su escolaridad. Desde siempre sintió un profundo respeto por la escuela y sus docentes. "Con 'Molly' Mac Allister, mi maestra de segundo grado, aún hoy sigo en contacto".
Una vocación temprana
De chico jugaba al básquet en el Club Comunicaciones y tempranamente descubrió su vocación por la educación física, carrera que estudió en Rosario. "Mi idea era ser técnico de básquet, de hecho, fui entrenador de las divisiones inferiores en el Club Argentino. Además, 'Pochi' Raggi y 'Chongo' Araldi, eran técnicos en las selecciones juveniles y mayores de Pergamino, y yo los reemplazaba en las divisiones de primera y juveniles que tenía el Club. Era una enorme responsabilidad ya que la institución había tenido a un grande como el 'Chino' Benac".
Tuvo docentes, que más tarde fueron sus compañeros de trabajo, de los que aprendió mucho. Rescata vivencias inolvidables y sabe que el inventario de aquellas personas que puede nombrar en el espacio reducido de un artículo es arbitrario. Sin embargo, menciona a algunas y hace extensiva su gratitud a tantas otras que marcaron su camino: "Hubo mucha gente importante en mi vida de estudiante y de docente. Basilio González, Aroldo Stachiotti, mis profesores de educación física en la adolescencia y compañeros de trabajo luego; Antonio Mangione, con quien comencé a trabajar en el Club de Viajantes; Alfredo Roca y Walter Rauch, que más que jefes fueron compañeros; y Estela Echeverría, con quien mantengo una hermosa amistad".
Los primeros pasos y una nutrida carrera
Durante varios años viajó a San Nicolás para trabajar como profesor de educación física en un centro recreativo contratado por la fábrica de llantas Protto. "Trabajábamos allí con la profesora Ana Garrote". En paralelo, tomó horas ad honorem en una escuela pública de Conesa. "La institución se había creado, y funcionaba en la vieja estación del ferrocarril, pero todavía no recibía los sueldos así que íbamos sin cobrar, con la expectativa de que algún día se generaran esos cargos", relata, y comenta que también iba a Guerrico y, más tarde, tomó horas en una escuela privada de Conesa.
Trabajó en San Nicolás hasta que la fábrica cerró y, ya estaba en el Departamento de Aplicación del Colegio Normal y en las dos escuelas de la localidad de Conesa cuando decidió estudiar el profesorado en Ciencias de la Educación. "Mi carrera dio un vuelco y comencé a dar clases en los profesorados".
"Me nombraron regente de estudios superiores en el Instituto Superior de Formación Docente N°121, dejé el Departamento de Aplicación que estaba en la misma escuela, en primaria. En ese momento había dos divisiones de secundario que pertenecían a superior, así que fue una experiencia de mucho aprendizaje".
Desempeñó esa función hasta que una situación de salud lo obligó a estar sin trabajar durante seis meses. "Fue una circunstancia difícil que me tocó atravesar, pero como todo en la vida, me sirvió también para descubrir que mucha gente me apreciaba mucho, y me deseaba lo mejor. Personas que yo no conocía paraba a los médicos que me atendían, Roberto Pico y Carlos Titaferrante, para pedirles que me sacaran adelante. Felizmente todo salió bien, pero aprendí a mirar las cosas desde otra perspectiva", comenta.
Su recorrido profesional fue fructífero en ámbitos diversos. Al inicio de su carrera dio clases en el Club Comunicaciones. En el año 1990 comenzó a trabajar en el Club de Viajantes, donde estuvo hasta 2004. "Buena parte de mi historia se escribió allí. Hay un grupo 'Club Viajantes de 1991' que armé yo", comenta y explica: "En una época en que el Club atravesaba momentos difíciles, estaban organizando una fiesta aniversario, me convocaron para ver si podía ayudar, y se me ocurrió armar ese grupo para nuclear a quienes habían sido mis alumnos. Comencé a subir fotos y videos que tenía de ellos, se entusiasmaron y eso hizo que se juntara mucha gente".
También jugó al tenis y trabajó en ese deporte. Entre las muchas actividades que realizó, fue supervisor de Educación Física y desde el Centro de Investigaciones Educativas (CIE) dictó cursos de educación física en la región.
Un gran desafío
En el año 1993 fue propuesto por Alejandra Foschia para ocupar la dirección del Colegio Icade. "Ella ocupaba ese cargo y no podía seguir. Me recomendó, me convocaron y tomé el desafío. La escuela tenía apenas 18 alumnos cuando asumí y un excelente equipo que trabajaba con mucha responsabilidad y jamás faltaba", señala. Y recuerda: "Estuve trece años a cargo de la dirección del Colegio. Aprendí mucho, era una institución joven que podía moldearse en muchos aspectos".
"Siempre me llamó la atención que a las 7:30 que era el horario de entrada, aunque no se tocaba el timbre, todos los alumnos formaban y cuando yo llegaba y me paraba frente a ellos, espontáneamente hacían silencio. Todo fluía con mucha naturalidad, sin que nadie impusiera nada", describe.
"En cada lugar siempre trabajé para que la escuela fuera una institución como la que yo había conocido. Yo me recibí en la Escuela Normal, donde íbamos con guardapolvo blanco y eso igualaba, conocíamos a los porteros y nadie tenía la necesidad de controlar la disciplina", agrega en una consideración que habla de su concepción de la educación y el respeto a los buenos valores. "Me sentí acompañado por un muy buen equipo", resalta este hombre que, sin buscarla, recibió la mejor recompensa: el gimnasio del Colegio Icade lleva su nombre, fruto de una decisión que tomó la institución al cumplir sus 25 años.
Su compromiso con la educación
Como "profe" de educación física, como docente formado en Ciencias de la Educación o como directivo de un establecimiento escolar de gestión privada, en cada tarea dejó su impronta. Siempre le interesó el fenómeno educativo y le debe a la educación mucho de lo que posee. "La educación me dio todo. Soy fruto de ella".
"No hay gratificación más grande que el afecto de los alumnos. Uno de ellos los otros días me llamó desde Estados Unidos para saludarme, casi se me cae el corazón al escucharlo, no hay recompensa más grande", expresa.
Un pilar imprescindible
A los 24 años, un 12 de marzo, en coincidencia con el día de su cumpleaños, José se casó con María Cristina Casanovas, a quien conoció en un baile de fin de año del Club Gimnasia y Esgrima. Compartiendo esa pieza musical, se enteró que ella iba a estudiar Optica en Rosario. Pasó un tiempo y no dudó en ir a buscarla. Se presentó en un recreo, la encontró y nunca más se separaron. Cinco años después se casaron, y celebran la vida juntos desde entonces. "Ella ha sido y es un pilar imprescindible", resalta.
Tienen cuatro hijos y cuatro nietos de los que José se siente orgulloso: "Pablo (46) tiene dos ópticas, y está en pareja con Nadia Osuna, mamá de Catalina. Melisa (40) es abogada, trabaja en la Defensoría, está en pareja con Jorge Damián 'Coki' Soliani, y tienen dos hijos: Juana y Vicente; Juliana (36) es nutricionista, está en pareja con Santiago Mutti y vive en Madrid; y Bruno (32) es óptico también y tuvo a su hija, Helena, con Valentina Zerga".
Al hablar de su familia, la alegría se traduce en el tono de la voz y en el brillo de la mirada. La conversación se nutre de anécdotas y vivencias que tienen anclaje en aquellas cuestiones que para "Pinocho" resultan esenciales. "Sin dudas mi familia es lo más importante que tengo".
El arte
Se retiró de la actividad laboral en 2012. Sigue teniendo una mirada atenta sobre la educación. Y cuando la pregunta lo convoca a mirar en retrospectiva el camino transitado, el balance es positivo. "Claro que siempre hay cosas que uno cambiaría, los errores que pude haber cometido forman parte del aprendizaje. Los tiempos de la educación han cambiado mucho".
Actualmente, sin la urgencia de los horarios, disfruta de lo que siempre le gustó hacer: pintar. "Pinté desde joven y después que me jubilé retomé esa pasión. Fui alumno de Ricardo Juárez, a quien extraño mucho". Si bien ha participado de exposiciones, reconoce que siente cierta timidez. En su casa hay varias de sus obras, lo mismo que en la de sus seres queridos. "Si me lo piden, regalo alguna pintura. No las impongo, las entrego solo si alguien desea tenerlas", señala.
En sus ratos libres hace "de todo". Jamás se aburre. Le gusta viajar, ha aprendido a disfrutar del descanso tanto como alguna vez disfrutó de las horas del trabajo, pero casi nunca está quieto. Es de las personas que honra la vida. Tiene la convicción plena de haber transitado por la senda que le fueron marcando sus valores. "Algunas personas dicen que soy muy recto, yo no lo sé. Más bien diría que soy alguien que tuvo la enorme fortuna de caminar acompañado por personas que, en lo personal y en lo profesional, me ayudaron mucho", concluye, agradecido.