Perfiles pergaminenses

Omar Alesso: un emprendedor que supo forjar su porvenir sobre la base del trabajo y el buen obrar


Omar Alesso 94 años vividos en plenitud

Crédito: LA OPINION

Omar Alesso, 94 años vividos en plenitud.

Se dedicó al transporte de combustible, fue representante de Aceites Castrol y Baterías Varta y tuvo una gomería en Ugarte y Chile. Cuando le propusieron hacerse cargo de la Esso de Prudencio González y Avenida, convocó a su hermano, y asumieron juntos el reto. Tiempo después, se quedó solo con su negocio, aunque siempre mantuvo con la estación una relación de cercanía.

Hay algunos lugares que regalan fotografías de lo que representa la cotidianeidad de la vida en la ciudad. Los bares de las estaciones de servicio son uno de ellos. Omar Bautista Isidoro Alesso tiene parte de su historia de vida escrita en una estación y durante años su vida laboral estuvo asociada al transporte de combustible y a la venta de otros productos. 

Hoy tiene 94 años y ya no trabaja. Pero sus hábitos cotidianos lo llevan casi a diario a la estación de servicio de Prudencio González y Avenida, esa que alguna vez le perteneció, para tomar "el café de las mañanas". De hecho, en ese lugar, con ese café de por medio, transcurre la entrevista en la que traza su Perfil Pergaminense. 

Mientras espera el momento de la charla, lee el diario y toda su atención se centra en ese pasar de las páginas. Cuando llega la hora pautada, levanta la mirada, y atento recibe a LA OPINION. De inmediato se dispone a conversar con naturalidad. Tiene la amabilidad de las personas de otro tiempo, y la calidez de la buena educación. Sus ojos son de color verde y posee una mirada que se ilumina cada vez que la pregunta, o sus respuestas, lo llevan por el camino de la vida que eligió construir, abrazado a los valores del trabajo, el coraje de emprender, y la dedicación sostenida. Es casi una leyenda que aporta con su testimonio la riqueza del paso del tiempo.

Dueño de una lucidez admirable y una memoria prodigiosa, lo recuerda todo. Y tiene sobre el futuro una mirada ya despojada de cualquier urgencia. Vive el presente con la intensidad de los que han aprendido que allí, en ese instante genuino, es donde ocurre lo verdadero. "Es lindo vivir sin asignaturas pendientes", refiere en el inicio de la charla y sonríe. Cuenta que nació en Pergamino y vivió su primera infancia en el campo. "A mis 5 años nos vinimos a la ciudad y nos mudamos a un chalet hermoso de calle General Paz 523, el Colegio Maristas quedaba a la vuelta, así que yo solo tenía que caminar una cuadra para estar en la escuela", relata. 

Habla de su núcleo familiar de origen, conformado por su papá Juan Bautista y su mamá Aída Ascensión Zini. "Ella era ama de casa y profesora de piano, y él trabajaba en el campo".

"Tuve dos hermanos: Norberto Raúl y Alfredo Eduardo", comenta y lamenta profundamente que ambos hayan fallecido. "Norberto, que es el que me seguía, murió hace varios años, y Alfredo, hace poco tiempo. Todavía no puedo creer que ya no estén conmigo", agrega, conmovido. Y reconoce que él se lleva bien con su edad. "El contratiempo que tiene llegar a viejo es que vas perdiendo a tus seres queridos", reflexiona y en ese inventario afectivo aparecen no solo sus hermanos, sino su esposa y amigos entrañables.

Nació el 22 de febrero de 1930. Aunque reconoce que goza de buena salud, asegura que ha atravesado dificultades que lo pusieron a prueba. Superó cada adversidad siendo fiel a su tenacidad y a su templanza para enfrentar cualquier problema.

"Cuando era chico me caí de espaldas de un caballo y sufrí un golpe muy fuerte. Con el tiempo tuvieron que sacarme un riñón, así que hace muchos años que vivo con uno solo, y sin ningún problema. Salvado esa situación, puedo decir que la salud me ha acompañado, con el desgaste propio de los años, que se siente en mis rodillas", comenta y en el modo de decir y de estar se nota claramente que se lleva bien con el paso de los años.

Al hablar de su infancia, sus recuerdos tienen que ver con el Colegio Maristas, donde cursó la primaria, la vida en el barrio, las tardes de fútbol en cualquier potrero o en el patio del colegio. La juventud transitó por un carril parecido. "Fui alumno de la primera promoción del querido Colegio Nacional, que también quedaba cerca de casa. Inauguramos el Nacional, mi clase tuvo ese privilegio".

"Era una época hermosa, muchos compañeros y el director que era una maravilla", recalca y reconoce que se arrepiente de haber dejado de estudiar al finalizar primer año. El tiempo libre en su época se utilizaba para "ir al paseo", que era la salida obligada de los domingos y esa cita espontánea con aquellas personas a las que se quería ver. "Nos parábamos en la vereda del Hotel de Roma, mirábamos a la gente pesar, nos encontrábamos. Era hermoso", relata, y su testimonio lo muestra habiendo sido protagonista de aquella juventud en aquel Pergamino, muy distinto al de hoy. "Todo era diferente, no existían los problemas que hay hoy, aunque no lo digo con nostalgia, cada tiempo tiene sus cosas buenas y malas", agrega y asegura que Pergamino es un lugar en el que le gusta vivir. 

El primer camión

Relata que, al dejar el colegio, se fue al campo a trabajar con su papá. Esa fue su actividad durante un tiempo. Luego fue armando su propio camino y comenzó a escribir su propia historia. "Con un amigo conversando una tarde iniciamos la aventura de comprar un camión, después le pusimos un tanque y comenzamos a trabajar para Esso. Viajábamos de Campana a Mendoza, San Juan y otros destinos", refiere. Y agrega: "Anduve en el camión una pila de años y me gustaba".

Habla de su sociedad con Celio Gallo. "Durante un tiempo trabajamos juntos y luego cada uno tomó caminos comerciales distintos", refiere. Omar, fiel a su espíritu emprendedor, trabajó sin descanso buscando el modo de forjar su porvenir. "Llegué a tener una flota de cinco equipos completos para el transporte de combustible", refiere y describe cómo a medida que su actividad iba creciendo se iban incrementando también las responsabilidades.

"En paralelo habíamos tomado la representación de Aceites Castrol y tuve la gerencia para la provincia de Buenos Aires. Le vendía, entre otros, al padre del 'flaco" Traverso y de Maldonado, que eran distribuidores", menciona y acerca a la charla un recuerdo entrañable de Juan María Traverso: "Lo conocí desde chico, porque establecí una linda relación de amistad con su padre. Yo iba a Ramallo y lo veía jugar en el taller. Después seguí cada uno de sus pasos en el automovilismo".

El negocio de Omar funcionaba en Marcelino Ugarte y Chile. Allí tenía el depósito de los camiones, el taller y una gomería. "Trabajábamos muy bien. Atendíamos los equipos propios y asistíamos a los viajantes. Cuando tomé la representación de Castrol dejé de andar en el camión, y me aboqué de lleno al negocio. También tuve la concesión de Baterías Varta, así que mi actividad se fue diversificando", agrega.

La estación de servicio

En una ocasión, un inspector de la Esso le ofreció tomar a su cargo la estación de servicio de Prudencio González y avenida porque quienes la tenían no iban a continuar. Omar lo pensó, sintió que para él solo era una empresa demasiado grande: "Lo conversé con mi hermano Alfredo, solo no me animaba, así que tomamos juntos el manejo de la estación, y yo a su vez seguía con el negocio".

"La compañía no aceptaba que la razón social fuera 'Alesso Hermanos', que coincidía con el nombre de mí negocio, así que finalmente, Alfredo se quedó en la estación y buscó a un socio, Julio De Sautu. Yo me desvinculé en lo comercial, pero afectivamente siempre quedé ligado a este emprendimiento y, de hecho, vengo todos los días a conversar con mi sobrina que es quien quedó en el lugar de su papá", comenta.

Un jubilado

Luego de haber dejado la estación y durante muchos años más Omar siguió trabajando en lo suyo. Tomó la decisión de retirarse de la vida comercial cuando tenía 83 años. "Sentí que ya había sido suficiente. La cabeza no era la misma que en la juventud y había trabajado mucho", señala. Y prosigue: "Cerré el negocio cuando sentí que ya estaba cansado. Los años no vienen solos. Hace más o menos diez que soy un jubilado".

Su familia

Omar tuvo a su lado afectos incondicionales que fueron acompañando cada reto personal. Fruto de su relación con Irma Rosa Gallo tuvo a su primer hijo: Omar Ariel (60). Cinco años después se separó y, más tarde, conoció a María del Carmen Serafini, una mujer de Colón que vivía en Pergamino. "Ella era cosmetóloga, nos pusimos de novios y nos casamos. Tuvimos a Juan Pablo (50), mi hijo menor", cuenta.

"Mi esposa enfermó de cáncer de mama y aunque hicimos todo lo posible, no hubo forma de salvarla. Falleció a los 60 años y desde entonces me quedé solo", refiere. Y al recordarla destaca lo linda que fue la vida juntos. 

Un hombre de rutinas sencillas

En el presente, vive solo en la zona del Club de Viajantes y reconoce que ha aprendido a amigarse con la soledad. "Uno se tiene que acostumbrar, no queda otra", afirma, y cuando lo dice describe las rutinas de una vida tranquila. Le gusta rezarle a la imagen de la virgen de Luján que tiene en su casa. "Es maravillosa esa virgencita", recalca, y agradece la presencia en su vida de sus hijos y de sus nietas: Martina, hija de Ariel; y Sol, hija de Juan Pablo y Eva Illia. También de sus sobrinos y de amigos que conserva.

Sus rutinas expresan su modo de ser. Asegura que sus días son "simples", sin grandilocuencias. "Me levanto, vengo a la estación a tomar un café, veo a mi sobrina. Al mediodía, agarro el auto, y me vuelvo a casa. Cocino, me gusta comer sano. Miro fútbol y automovilismo", describe y comenta que durante muchos años jugó a la paleta. 

Hincha de Independiente, le debe esa pertenencia deportiva a Fernando Bello. "El era arquero del Club y amigo de mi papá. Venía a comer ravioles a mi casa y me decía: 'Vos tenés que ser de Independiente'. Yo era chico, y le hice caso. Era un tipazo".

Una buena vida

Omar asegura que tuvo una buena vida. "Tuve que trabajar mucho, pero se progresaba", refiere, volviendo sobre el extenso camino recorrido. No cambiaría nada. Su mirada hoy está puesta en los suyos. El único miedo que no pudo sortear es su temor a volar, pero tampoco lo lamenta. "A mi edad, no puedo pretender eso", expresa, este hombre que se define a sí mismo como una persona "normal", que nunca ha caído en los excesos. "Creo que la clave de la longevidad es esa, tratarse bien".

Disfruta de lo que la vida tiene aún para regalarle y recibe con los brazos abiertos ese derrotero del porvenir. Cuando la entrevista va terminando, varias personas que entran al bar de la estación, lo saludan. Recibe esas muestras de afecto con gratitud y las retribuye. Quizás eso que inspira en los demás, sea su mejor retrato, y el fruto de su siembra, lo que recoge producto de haberse parado siempre frente a la vida, con una actitud honesta.


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