La producción ovina está logrando recuperar su espacio en zonas extra patagónicas, pero la falta de una legislación adecuada para su faena le impide llegar a la mesa del consumidor con cortes populares. "Los ovinos están atravesando un cuello de botella entre lo que es la producción y la faena; los frigoríficos se quejan porque no tienen volumen para faenar y el productor se queja porque no tiene donde hacerlo", sintetiza el productor pergaminense Pablo Sorasio al definir el momento que están atravesando los emprendimientos extra patagónicos.
Y es muy claro también al describir las causas de esto. "Sucede que el ovino tiene otro tipo de evolución que el cerdo; por ejemplo, un establecimiento chico que tenga 50 cerdas, con dos camadas de 10 lechones cada una logra volumen suficientes para enviar esa mercadería a un frigorífico; en cambio, un productor que tiene 50 ovejas puede lograr 50 corderos, con lo cual los números no cierran para el frigorífico por esa producción a cuenta gotas y tampoco para el productor por el costo de flete que eso implica".
Y la odisea del productor extra patagónico no termina ahí. "Si el frigorífico se encuentra a corta distancia y logra enviar esos 50 corderos, el frigorífico le da dos opciones: le compra el cordero y se queda con la comercialización dejándole una baja rentabilidad o le cobra el servicio de faena y le devuelve esos corderos a los cuatro días enfriados complicándole el almacenamiento, entonces lamentablemente cae en la faena ilegal, que es un problema para todos, hasta para el mismo productor", explica Sorasio, que fuera presidente de la Sociedad rural de Pergamino.
Falta legislación
Por estas razones, que bien detalla Pablo Sorasio, los productores extra patagónicos como él, tienen sobrada capacidad para seguir creciendo en producción de carne ovina agrandando sus majadas, pero no pueden hacerlo porque no tienen donde comercializar legalmente su producción. "Estamos en un círculo vicioso donde hay quienes no crecen porque no tienen donde faenar y quien dispone del espacio que es el frigorífico, no quiere hacerlo porque le falta producto".
Pero aun así, no se limita a contarnos el problema sino que también tiene la solución y trata con insistencia lograr esa luz verde que el sector necesita para seguir avanzando. "Para mí la solución es poder articular entre el ministerio de Bioeconomía, el Senasay los municipios para autorizar salas de faenas especiales para la especie, que tengan las condiciones sanitarias necesarias y una sala de refrigerado incluso en el mismo establecimiento, y que una vez faenado vaya un veterinario bromatológico del Senasa y se lo selle".
La solución no es descabellada, sin embargo hasta el momento no ha logrado que avance su propuesta. "No lo estamos consiguiendo porque pareciera como que estaríamos flexibilizando la faena; el tema se demora y nos tapamos los ojos para no ver las faenas clandestinas, sin ningún tipo de control sanitario", se lamenta.
Otro mundo
En Australia o Nueva Zelanda, la ovinocultura es mucho más fuerte y las majadas son más grandes, comparables a las de nuestra Patagonia, por ejemplo. Esos niveles de producción justifican un transporte al lugar de faena e, incluso, existen cooperativas que manejan los productores.
"En nuestra zona extra patagónica las majadas son muy reducidas, promedian las 100/200 cabezas y difícilmente crezcamos si no nos permiten empezar a entrar en el mercado legal, poder ofrecer en carnicerías, supermercados o locales exclusivos de venta cortes populares como costeleta, pechito o pulpa y no lo que ocurre actualmente que llegamos al consumidor con un cordero de 12/15 kilos para comer en Navidad, peñas de amigos o cumpleaños", sostiene con pena y es natural que así lo sienta cuando no se pueden ver materializados los objetivos fijados en un proyecto que lo apasiona.
Su establecimiento está ubicado en la localidad de Laborde, al sur de Córdoba. Allí comenzó a formar su majada con la única raza nativa, Pampinta. Hace 14 años incorporó la raza inglesa Hampsher y recientemente sumó también reproductores Dorper traídos en pie con avión desde Nueva Zelanda, enriqueciendo así la base de su majada que hoy la integran unas 600 ovejas.
"Yo vengo invirtiendo mucho en genética con el objetivo de lograr terminarlos con 25/30 kilos en el menor tiempo posible y no para vender un cordero de 12/15 kilos que se lo tengo que sacar del pie a la madre, es un despropósito porque ese avance genético que he logrado tener en mis majadas no lo puedo expresar en su plenitud, no puedo llegar a la mesa del consumidor todos los días como ocurre con los cortes de cerdos", concluye el productor de zona núcleo.