Perfiles pergaminenses

Jorge Tomich: un hombre de los fierros que encontró en su oficio y en el automovilismo, una pasión


 Jorge Tomich relató su historia de vida en dilogo con LA OPINION

Crédito: LA OPINION

Jorge Tomich relató su historia de vida en diálogo con LA OPINION.

Creció en el campo en Urquiza y fuera de horario comenzó a trabajar en un taller donde aprendió a hacer chapa y pintura de vehículos. Esa fue su actividad laboral. Ya instalado en Pergamino, logró tener su propio emprendimiento, que hoy continúan sus hijos. En lo deportivo, corrió en el TC 4000 y fue reconocido por su desempeño. La dedicación ha sido para él una clave.

Jorge Roberto Tomich nació en Pergamino y creció en la zona rural de la localidad de Urquiza. Sus padres tenían allí un campo que ellos mismos trabajaban. Eso les daba los recursos necesarios para la subsistencia familiar y las herramientas para descubrir desde temprano el valor del trabajo y del esfuerzo y adoptar esos valores como pilares para forjar el porvenir. 

Con 68 años, refiere que la vida en el campo le regaló una hermosa infancia y una linda adolescencia. Fue amante de "los fierros" desde muy chico y abrazó esa pasión y la transformó en su oficio. Fue el hijo mayor del matrimonio de: José Juan y Lidia Inés. Tiene dos hermanas: Teresa y Nelly. "Nos criamos en el campo con tambo, haciendo toda la tarea que suponía en ese entonces la tarea agropecuaria", refiere en el comienzo de la charla. 

Hizo la primaria en la escuela del pueblo. Cinco kilómetros lo separaban de ese lugar al que a diario le gustaba ir por lo que vivía allí. El universo del aprendizaje y los amigos se abrían para él cada vez que comenzaba un nuevo día en la escuela. "Me encantaba ir, llegaba en bicicleta, caminando o a caballo. Llegábamos como podíamos e ir, íbamos. Esperaba el horario de entrada con ansias y si por alguna razón no me podían mandar, me entristecía", cuenta y su memoria recrea aquellas vivencias imborrables.

"Me encantaba la escuela, porque había mucho compañerismo, era todo alegría. Era lindo ir a la escuela", resalta y comenta que siendo un niño ya trabajaba en el campo con su padre. "Me gustaba el tractor y andar entre las máquinas".

Un oficio propio

Más tarde la vida lo fue llevando por otro camino. Cuando falleció su papá "todo el esquema fue cambiando un poco" y su actividad laboral migró a la ciudad. "Yo había quedado solo con mi mamá y mis hermanas cuando falleció mi padre. El pedacito de campo que teníamos no alcanzaba para todos, así que busqué otra actividad y a los 20 años me mudé a Pergamino".

"Aun viviendo en Urquiza, fuera del horario del trabajo en el campo, yo había comenzado a trabajar en el taller de Gianmarco a hacer tareas de chapa y pintura, ahí aprendí el oficio, con un patrón espectacular que me enseñó muchas de las cosas que sé", menciona.

Ya establecido en Pergamino, esa fue su actividad laboral, primero en relación de dependencia y luego de manera independiente, en su propio taller que logró abrir en 1982.

La entrevista en la que delinea su Perfil Pergaminense se desarrolla en la casa del barrio Acevedo, contigua a ese lugar que compró con mucho sacrificio para instalar su taller. "Salí a alquilar una casa o un galpón para poner el taller y así fue como encontramos esta propiedad. Tuve la posibilidad de hacer el negocio, y pude pagarlo con el fruto de mi trabajo. Me establecí aquí desde entonces y trabajé siempre muy bien", agrega.

Cuando recuerda sus inicios al frente de su propio emprendimiento, destaca el acompañamiento incondicional que tuvo de su esposa. "Al principio trabajaba con ella que me ayudaba y después empecé a tener gente por el propio caudal del trabajo", refiere y agradece: "Gracias a Dios me rindió mucho el esfuerzo, trabajaba en chapa y pintura de automóviles, camiones y colectivos".

Desde hace un tiempo ya no está al frente del taller. Dos de sus hijos siguieron sus pasos y tomaron la posta. Eso le permitió desentenderse de las rutinas cotidianas del esfuerzo, pero no de la dinámica del trabajo. "Nosotros vivimos en una quinta, pero como adelante del taller tenemos la casa, estamos acá todos los días, y les damos una mano a los chicos en todo lo que podemos. Yo hago algunos mandados y colaboramos con lo administrativo. Pero ya están ellos", resalta.

Un sostén imprescindible

Todo el relato de Jorge, tiene en todas las esferas un hilo conductor: su familia. Las vivencias de la vida laboral, sus pasiones, y el trabajo se entrelazan en equilibrio. Cuenta que conoció a su esposa, Carmen Nime siendo muy joven: "Yo había traído del campo el tractor para arreglar en el taller del padre de ella. Ahí nos conocimos, comenzamos a salir, estuvimos cinco años de novios y nos casamos".

Tienen cuatro hijos: Leonardo, Juan, Jorge, y Facundo. Y son abuelos de cuatro nietos: Isabella, Emma, Elina y Juan Ignacio. Habla de ellos con orgullo de todos ellos: "Leonardo es soltero. Juan está en pareja con Agustina Arza; Jorge está en pareja con Evelyn Landaburo; y Facundo está de novio con Leonella Obregón. Todos viven en Pergamino, uno de mis hijos trabaja en Salto, otro en una empresa del Parque Industrial de Pergamino y los otros dos, en el taller. Son muy buenas personas, somos muy unidos"

Una pasión, el automovilismo

Confiesa que descubrió su amor por los fierros estando en el campo. "Me gustaron desde siempre", resalta y señala que siguiendo el impulso de esa pasión incursionó en el automovilismo, una actividad que abrazó durante varios años y en la que cosechó reconocimientos. Conserva cada trofeo ganado, igual que fotos que inmortalizaron momentos inolvidables. 

"Empecé casi por casualidad, había un grupo de gente que quería hacer algo en el automovilismo, preparamos un auto, y empezamos a preguntarnos quién lo podía correr. Me postulé, y ahí empezó una hermosa aventura", relata. Nunca había corrido antes. Pero siempre había tenido el deseo de hacerlo. Todo confluyó para que lo lograra. "Corrí durante cuatro años en el Turismo 4000", menciona y acerca a la conversación anécdotas no solo de su trayectoria como corredor, sino de todo lo que rodeaba ese mundo. "Había un grupo lindo de gente, éramos como una familia".

"Todas las noches nos juntábamos en el taller, éramos muchos, nos quedábamos compartiendo asados y largas charlas. Era un entorno de amistad muy valioso para mí", agrega. Reconoce que la mayor satisfacción que le dio su actividad como corredor fue ganar en importantes competencias. Cuando lo dice, algo en la mirada se ilumina. Hay una chispa que solo surge de aquellas cosas que se definen en el terreno de la pasión. "Podría mencionar muchas carreras, las recuerdo a todas", expresa, y por citar solo algunas, habla de las carreras corridas en Baradero, San Nicolás y Villa Constitución, entre tantas otras. "Fueron lindas, lindas", afirma. Y prosigue: "En una oportunidad, en Baradero, se nos rompió el auto en la tarde previa a la carrera, salieron a buscar repuestos y aparecieron a la madrugada, trabajamos en el circuito hasta casi la hora de inicio de la competencia para volver a poner el auto en marcha".

Ese vértigo y esa adrenalina lo acompañaron en una trayectoria deportiva que, reconoce, le hubiera gustado continuar. Pero la salud le puso un límite. Dejó de correr "obligado". Corriendo una carrera sufrió un infarto. "Fue una experiencia difícil, pero la viví con entereza. Fue en el año 1992. Me tuve que bajar del auto y de las carreras por varios años".

Una segunda oportunidad

Recuperó su salud sin inconvenientes y fiel a su impronta de no claudicar jamás en un propósito, cuando encontró nuevamente la posibilidad volvió a correr. Lo hizo acompañado por su esposa que fue su copiloto. "A ella siempre le habían gustado los autos y nos dimos el gusto de correr juntos", cuenta. Corrieron un año y esa temporada fue su despedida. "Se había cumplido una etapa", refiere, dejando entrever que le hubiera gustado incursionar en otra categoría del automovilismo. "Pero no es fácil, es una actividad que demanda tiempo y dinero", reconoce.

Ya retirado de los circuitos, pero cerca siempre de esa actividad, siente que volvería a subirse a un auto para correr "mañana mismo". "No me pesan los años para eso. El automovilismo es una pasión que te queda en el corazón", resalta.

Hoy, acompaña a sus hijos que corren en karting. De hecho, en unos días se correrá el Gran Premio que llevará el nombre de su taller: "Tomich Reparaciones". 

"Eso me llena de satisfacción. Juan y Facundo corren en karting, surgió del Automóvil Club la iniciativa de que el Gran Premio pudiera llevar el nombre del taller, dimos una mano, y ahí estaremos acompañando a ese deporte y a nuestros hijos. Será el 15, 16 y 17 de junio", refiere.

Siempre cerca

De un modo u otro, siempre se mantuvo cerca de esa pasión que representan para él los fierros. Durante mucho tiempo, tenían un motor home en el que viajaban a ver las carreras. Lo hacían en familia. También las vacaciones encontraron con ese motor home el modo de llegar a múltiples destinos, entre ellos Reta, donde veranearon durante doce años.

Un presente tranquilo

Ya retirado del taller, operado de columna y recuperándose de una afección respiratoria, pasa sus días en la tranquilidad de su hogar y la cercanía al taller. "No me costó retirarme porque los chicos venían empujando de atrás y se manejan muy bien". En el tiempo libre le gusta disfrutar del descanso. "Antes me dedicaba a la quinta, a cuidar las plantas. Pero después de la operación de columna quedé un poco más limitado para realizar ciertas actividades. Así que llevo una vida tranquila".

"Esta fue nuestra casa familiar, ahora estamos en la quinta en Luard Kayad, pero venimos a diario, pasamos nuestros días acá", destaca con apego a ese lugar donde comenzó a escribir su propia historia. 

Sobre el final, agradecido, destaca: "Realmente todo lo que hice fue a fuerza de mucho trabajo y me fue bien. No me puedo quejar". Y cuando la charla lo invita a mirar hacia atrás, lo que observa es una vida vivida plenamente, y una cosecha rica en afectos: "Siempre digo que tuve suerte, me han pasado cosas lindas, también ha habido de las otras, pero salí adelante. Estoy muy conforme, viajé mucho, conocí a mucha gente. Tengo una familia hermosa. La vida me ha tratado muy bien, sería un ingrato si me quejara", concluye. Y sonríe, convencido de que volvería a transitar el mismo camino, sin cambiar ningún sendero.


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