Perfiles pergaminenses

María Martha Rottini: pericia, sensibilidad y compromiso al servicio de la tarea médica 


María Martha Rottini en su consultorio donde dialogó con LA OPINION

Crédito: LA OPINION

María Martha Rottini, en su consultorio, donde dialogó con LA OPINION.

Es pediatra y neonatóloga. Estudió en la UBA e hizo la residencia en el Hospital Francés. Fue jefa del Servicio de Pediatría del Hospital San José, cargo que dejó hace unos días para acogerse a la jubilación. Sigue ejerciendo en la órbita privada. Su Perfil es testimonio del valor que tienen el trabajo, la constancia y la coherencia, puestas al servicio del desarrollo de una profesión desafiante.

María Martha Rottini es médica pediatra y neonatóloga. Abrazó el ejercicio de esta profesión hace más de treinta años y vivió con intensidad cada desafío que le propuso su carrera. Hace unos días dejó el Hospital Interzonal General de Agudos "San José", donde desde 2017 fue jefa del Servicio de Pediatría. La decisión de jubilarse fue meditada y consciente. Sigue trabajando en su consultorio y recibiendo a bebés en la Clínica Pergamino. Tiene la experiencia que le han dado tantos años de trabajo y el compromiso del primer día. La llegada de un niño al mundo es para ella un hecho trascendente que honra y acompaña con la pericia de una especialidad sumamente compleja. Acepta trazar su "Perfil Pergaminense" con cierto pudor. Aunque distintas instancias de su vida profesional la han puesto frente a los micrófonos en alguna entrevista periodística, su tarea de todos los días es en la intimidad del trato con sus pacientes. Es de las que trabaja sin grandilocuencia, luchando siempre por aquellas cosas que considera justas.

La entrevista se desarrolla en su consultorio. Habla de su infancia transcurrida en calle 25 de Mayo entre Florida y Dorrego. Cuenta que su abuelo que era arquitecto e intendente de Pergamino, había construido un edificio en cuyos departamentos vivían varios integrantes de su familia: "Nosotros vivíamos en la planta baja, en el segundo piso estaban mis abuelos y en el cuarto unos tíos, era como una gran casa familiar", refiere.

Su núcleo familiar primario estaba integrado por sus padres Martha Hebe Rossi, docente y directora de la Escuela N° 4; y Julio César Rottini, empleado del Banco Nación; y sus hermanos: María Paula, Julio César y Mariano.

A raíz la actividad de su papá, fueron varias las mudanzas que vivió. "No fue fácil. Empecé la primaria en el Colegio Nuestra Señora del Huerto, donde cursé hasta sexto grado. Al año siguiente nos establecimos en San Nicolás, donde hice séptimo grado. En la mitad del primer año del secundario volví al Huerto; y el resto lo hice en 25 de Mayo".

Vocación temprana

A los 17 años se fue a Buenos Aires para estudiar Medicina. Desde chica supo que iba a seguir una carrera vinculada con la ciencia. Pensó que iba a ser bioquímica. Siendo una niña amaba pasar horas en el laboratorio de su tía Gloria Blanco, que es médica especialista en Anatomía Patológica. "Me apasionaba verla trabajar y quería ser como ella. Mi tío Raúl Rossi, también es médico, así que ellos fueron una influencia nutritiva en mi vocación", resalta. 

"Ingresé a la UBA con el regreso de la democracia, me enamoré de la universidad pública y amé la carrera desde el comienzo. Me recibí a los 23 años, el 30 de marzo de 1990 y soy médica desde entonces", agrega.

Hizo la residencia de Pediatría y Neonatología en el Hospital Francés. Allí aprendió mucho de lo que sabe. Su ingreso coincidió con un momento en el que la especialidad experimentó inmensas transformaciones. "Comenzó a utilizarse la sustancia que permite madurar los pulmones de los recién nacidos con prematurez extrema. Eso cambió la historia de la Neonatología. En el Francés también se realizaban cirugías cardiovasculares en recién nacidos, algo que hace treinta años era revolucionario. Fueron tiempos de un enorme aprendizaje", relata. Y prosigue: "Cuando me recibí seguí trabajando allí y fui coordinadora de residentes", menciona.

Su regreso a Pergamino y la familia

Ya con su familia constituida y siendo mamá, en el año 1998 regresó a Pergamino. "Mi esposo y yo estábamos solos en Capital, ya había nacido nuestra hija mayor, ambos trabajábamos mucho, ella pasaba horas en la guardería y queríamos otro ritmo para nuestra familia. Eso nos motivó a establecernos en Pergamino" señala.

María Martha había conocido a su esposo, Rubén Fernández en 25 de Mayo, cuando ella cursaba el último año del secundario. "Estuvimos diez años de novios. El trabajaba, yo estudiaba, nos veíamos los fines de semana. Después él se mudó a Buenos Aires, nos casamos en Pergamino, y la vida nos fue trayendo para acá", sostiene.

Hoy son papás de tres hijas mujeres: Macarena (29), que es kinesióloga y está haciendo la residencia en el Hospital Garrahan. Constanza (24), estudiante de Administración; y Amparo (21) que está estudiando la licenciatura en Nutrición.

"Venirnos tuvo que ver con una elección familiar. Aquí pudimos trabajar y disfrutar de una mejor calidad de tiempo", insiste y comenta que su esposo es viajante de una empresa de venta de neumáticos. "Las chicas están en Buenos Aires, y vamos a verlas seguido", acota. Y agrega que Constanza está de novia con Tomás y Amparo con Nicolás. "Todas son deportistas desde chicas. Los sábados nuestra cita obligada era el Hockey en el Club Sirio Libanés. Disfruté mucho de poder acompañarlas".

El Hospital y el consultorio

Comenzó a trabajar en el Hospital San José en noviembre de 1997, gracias al entonces presidente de la Cooperadora del nosocomio: "Estando en el Hospital Francés estreché una hermosa amistad con Cecilia Pérez Ruiz. Su hijo nació allí y aunque nuestras familias se conocían, nosotras comenzamos a tener una relación más cercana desde la llegada de Lorenzo. El que por entonces era su suegro, presidía la Cooperadora y fue quien me dio una mano enorme para ingresar al Hospital con una beca para hacer guardias de Neonatología".

"Yo todavía vivía en Buenos Aires cuando comencé a venir una vez a la semana. Al año siguiente, en febrero de 1998 ya nos mudamos y los viajes los hacía al revés, para seguir cubriendo guardias en el Hospital Francés", señala.

Nunca escatimó horas de trabajo y así fue abriéndose camino en una profesión desafiante. "También trabajé durante diez años en la Neonatología de la Clínica Pergamino. Y apenas llegué mi tía Gloria me prestó el consultorio que ella tenía en el Instituto de Ginecología. En el año 2001 Marta Albornoz me convocó para trabajar con ella y enseguida, cuando, con Inés Larramendy, se mudaron al Instituto en el que estamos ahora, me mudé y desde 2002 estoy acá, en este lugar que amo".

En la órbita hospitalaria, cuando la doctora Martha Albornoz asumió la dirección del nosocomio, María Martha quedó a cargo del servicio de Pediatría. "La jefatura fue un desafío inmenso".

"Había muy pocos pediatras, eran cinco para cubrir los siete días de la semana y con mucho esfuerzo logramos incrementar ese equipo. Llegamos a tener quince o dieciséis pediatras y hasta dos médicos de guardia por día", comenta. Tenaz y perseverante, imprimió esa huella en el servicio y siempre fue generosa al momento de transmitir sus conocimientos y experiencia. Algo que vale mucho en el trabajo médico.

La participación en la SAP

Casi desde los inicios de su carrera, fue parte de la Sociedad Argentina de Pediatría. "Integré la comisión directiva de la Filial local de la SAP. Fui vicepresidenta durante dos mandatos y tuve el honor de presidir la entidad en varias oportunidades", menciona. Y destaca como una experiencia de enorme aprendizaje la de haber sido directora de la Región Pampeana Norte, a la que pertenecen San Nicolás, La Plata, Junín y Pergamino. "Durante dos años estuve coordinando las cuatro filiales y trabajando a la par de los demás directores y de las autoridades de la entidad matriz. Fue muy enriquecedor. Hoy soy consultora honoraria en los Congresos de Pediatría por haber tenido ese cargo, un honor que me gratifica. También soy tesorera de la filial local".

Una nueva etapa

Desde hace apenas unos días, solo ejerce la profesión en el ámbito privado. Reconoce que la jubilación del Hospital la coloca en una "nueva etapa" y está dispuesta a recibir aquello que este tiempo le depare. "No dejé la profesión, solo me retiré del Hospital", aclara y reconoce que los médicos nunca se van del todo. "Por ahora siento que estoy de vacaciones, esta es la segunda guardia a la que no voy", señala, mostrando cómo de algún modo es solo el paso del tiempo lo que permite desandar algunas rutinas.

En lo profesional, su ritmo sigue siendo intenso. Continúa yendo a la Clínica cuando la convoca un parto, y mantiene su agenda en el consultorio, donde hace seguimiento de prematuros y pediatría. Ama su profesión y reconoce que le costaría dejarla. "Creo que me quedan unos años más para disfrutar de este trabajo", resalta.

Tiempo de disfrutar

Cuando la pregunta la interroga sobre aquello que le gusta hacer cuando no trabaja, la respuesta de María Martha llega sin demoras: "Pasar tiempo en familia". Reconoce que la tarea médica es esforzada y en algunas ocasiones quita tiempo a los afectos. Sin embargo, fiel a sí misma, siempre encontró el modo de estar ahí, cerca de los suyos. 

"Traté de no descuidarlos", expresa. Y acerca a la conversación vivencias entrañables, de esas que jamás se olvidan. Tiene la certeza de haber encontrado el equilibrio justo entre la profesión y la vida personal. Y en el balance, simplemente, agradece.

"Diría que no tengo asignaturas pendientes. La vida me ha tratado muy bien. Tengo una familia hermosa y unida y amigos verdaderos", sostiene. Y cuenta que cada jueves la cita irrenunciable es una peña con mamás de compañeros de escuela de su hija menor. "Mi grupo de pertenencia de alguna manera por las mudanzas me lo han dado mis compañeras del secundario de 25 de Mayo, la amiga con la que viví en Buenos Aires cuando me fui a estudiar, y las mamás de los amigos de mis hijas. También colegas, como Silvina Rocha y Yolanda Martínez, con quienes he compartido mi actividad en el Hospital".

Sabe que la enumeración es arbitraria, y admite que habrá olvidos imperdonables. Igualmente, cada uno de esos seres queridos saben del valioso lugar que ocupan en la vida de María Martha. Sobre el final, habla de sus hijas, su esposo, su madre de la que disfruta, sus tíos siempre dispuestos a recibirlos para el almuerzo de los domingos, los pacientes. Siente un profundo respeto por esas vidas pequeñas que llegan temprano y requieren cuidados minuciosos. Ese es el universo de su vida. Todo eso la ha nutrido, y lo que expresa su testimonio, no es más ni menos que la resultante de esa siembra, amorosa y honesta.


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