Perfiles pergaminenses

Hugo Scalbi: un hombre de fierro que forjó su porvenir a fuerza de trabajo


Hugo Scalbi en un alto de la tarea recibió a LA OPINION

Crédito: LA OPINION

Hugo Scalbi, en un alto de la tarea, recibió a LA OPINION.

Desde 1991 está al frente de su negocio dedicado a la venta y reparación de repuestos de frenos y embragues. Apasionado en cada cosa que emprende, sabe que para lograr cada objetivo hay que invertir tiempo y constancia. Acompañado por su familia, hoy sigue encontrando en la tarea cotidiana un pilar que sostiene el presente y proyecta el futuro.

Hugo Alberto Scalbi hace un alto en su tarea diaria para recibir a LA OPINION. Confiesa que le costó aceptar el ofrecimiento de trazar su Perfil, pero enseguida se muestra dispuesto a hablar de su vida, en la certeza de que lo que tiene para contar define la biografía de un hombre sencillo que ha dedicado buena parte de su tiempo a trabajar con constancia para alcanzar cada meta. El negocio de venta y reparación de repuestos para frenos y embragues donde se desarrolla la entrevista lleva su nombre y está emplazado en el corazón de la avenida Alsina. Su paisaje cotidiano le muestra la fisonomía de la vieja estación del Ferrocarril Bartolomé Mitre y el ritmo de una zona de la ciudad cargada de historia. Sus rutinas laborales lo conectan con lo que más le gusta hacer "estar al frente del mostrador" en contacto con clientes fieles con los cuales establece una relación de aprecio y confianza.

Es un autodidacta. Todo lo que sabe de frenos y embragues se lo enseñó la perseverancia de armar y desarmar una pieza hasta resolver un problema. Su tarea consiste no solo en vender sino en reparar aquello que ayuda a los mecánicos a "encontrar soluciones".

Tiene 74 años y trabaja entre diez y doce horas diarias. No lo hace solo, el comercio se ha transformado en un emprendimiento familiar y su hijo ha seguido sus pasos. Una de sus hijas también colabora con la parte administrativa y todos sostienen ese tiempo invertido en pos del progreso.

En el comienzo de la charla cuenta que nació en el mes de octubre de 1949 y que creció en la zona del Cruce de Caminos: "En aquella época ese sector de la ciudad no tenía el progreso que tiene ahora. Había dos estaciones de servicio y en la vieja estación de YPF transmitían desde el altillo los Gran Premio. También recuerdo que en el Cruce de Caminos estaba el arco histórico que tenía la imagen de la virgen. Era un lindo lugar y guardo hermosos recuerdos de ese tiempo".

Sus padres fueron Pedro y Elsa. "El trabajaba para la compañía Iglesias y ella era ama de casa y modista. Fuimos tres hermanos, Rubén, ya fallecido; Silvia y yo", refiere. También menciona a sus abuelos que vivían en la localidad de Urquiza, donde tenían el campo. "Ibamos siempre y lo pasábamos muy bien. Quizás por eso es que hasta el día de hoy me tira siempre el pueblo. Voy cada vez que puedo y al llegar se me vienen a la memoria los recuerdos de las reuniones familiares de Navidad y Año Nuevo".

Fue a la Escuela N° 41 y en cuarto grado lo cambiaron a la Escuela N° 2 donde terminó la primaria. Conserva buenos recuerdos de su infancia: "Era el tiempo de las figuritas, los cocos y los picaditos en cualquier baldío con los amigos del barrio. Llegaba agosto, el mes de los vientos, y salíamos a remontar barriletes". 

Cuando hace referencia a sus tiempos de juventud, se define como alguien a quien le gustaba mucho salir y pasar tiempo con amigos. "Nos divertíamos muy sanamente. Hoy algunas costumbres se han perdido y hay más individualismo entre los jóvenes. Internet hizo que se perdieran algunas cosas. Hoy ya no existe la barra de la esquina", reflexiona con cierta nostalgia.

Trabajar desde chico

Comenzó a trabajar a los 13 años. Tenía que ayudar en su casa. Varios años después de estar inserto en el mercado laboral, inició sus estudios secundarios en el Colegio Industrial y los continuó hasta que el golpe militar de Onganía cerró los cursos. Eso frustró su deseo de "seguir estudiando".

"Me hubiera gustado ser ingeniero. Pero no era tan fácil irse a estudiar. El anhelo quedó allí y la vida me fue llevando por otro camino", sostiene y reconoce que esa asignatura pendiente no le pesa demasiado. "Logré lo que me propuse. Siempre me gustó estar en el mostrador. Cuando era chico pensaba que iba a tener una rotisería. El rubro al que me dediqué fue otro, pero atendiendo gente", señala.

El recorrido por su historia laboral es nutrido. "En 1963 cuando terminé la primaria comencé a trabajar como cadete en una casa de artículos para el hogar y después me dediqué a la reparación de pequeños electrodomésticos. Más tarde trabajé con mi padre, y después en una fábrica de macetas. Después conseguí trabajo con un señor que arreglaba instrumental del automotor y me crucé con personas como 'Toti' Cosilova, como un segundo padre para mí, que me impulsó a que estudiara. No pude hacerlo, pero tomé su consejo de ocuparme siempre de aprender".

Más adelante ingresó a trabajar en una casa de rectificación de motores, Darder y Lozano; y en 1969, en Reverter y Compañía, donde estuvo muchos años. "Dejé esa firma para poner mi propio negocio y ya nunca más estuve en relación de dependencia", acota.

El negocio propio

Abrió las puertas de su propio negocio en noviembre de 1991. Desde entonces se dedica a la comercialización de repuestos para frenos y embragues. "Vendemos y también hacemos reparaciones, no sobre vehículos, sino para los mecánicos", describe, y destaca que lo que sabe hacer no se lo enseñó nadie.

"Lo aprendí renegando y buscándole la vuelta", enfatiza, orgulloso de esa construcción que fue la que le permitió forjarse un porvenir.  "Vamos a tener nuestro local propio. Esperamos lograr ese anhelo a fin de año. Estamos trabajando mucho para eso. Toda la familia colabora", menciona.

Su pilar

Cuando lo dice, la charla se introduce en ese universo personal que tiene a la familia como su sostén incondicional. Desde el año 1973 está casado con Susana, a quien conoció en un baile en Peña. "Fui haciéndome el facherito, habíamos jugado una apuesta con un amigo: "El elegía a la chica a la que yo tenía que sacar a bailar. Si salía, él me pagaba un whisky; y si no, yo se lo tenía que pagar a él. Le gané la apuesta. Nos conocimos, estuvimos tres años de novios y nos casamos", relata.

Tienen tres hijos: Mauro que trabaja con él en el negocio; Natalia que trabaja en una cerealera; y Rocío que es arquitecta. Son abuelos de tres nietos: Benjamín, Luciano, y Facundo.

Se siente feliz en su núcleo afectivo y es respetuoso de las relaciones humanas. Vive en el barrio Acevedo. "Construimos nuestra casa en un lote que le compramos a mis suegros, cuando ellos fallecieron, compramos otro y armamos un espacio en el que hoy tenemos la pileta, plantas frutales, la quinta, y un horno de barro que usamos bastante. Ese es nuestro lugar", resalta valorando el tiempo compartido en familia.

Otros placeres

Reconoce que desde chico fue amante del automovilismo. "En verdad me gustaban los fierros", señala y comenta que siempre estuvo relacionado al mundo de los autos. "Tenía amigos que corrían en el Turismo 27, otros que corrían en moto. Trabajé con corredores y he apoyado a amigos que corrían como 'Cachi'Castro", menciona.

Amante de esa actividad desde siempre, con los años fue descubriendo otros placeres. "Me gusta viajar en moto y tengo un grupo de amigos con los cuales me doy ese gusto", cuenta y relata algunas de esas experiencias de viaje. "Hace poco hicimos La Rioja, San Juan y Córdoba. Y en noviembre nos fuimos al sur. Allí tuve un accidente, tuve que someterme a una operación y a raíz de eso, por el momento la moto está descansando", señala.

Con varios de esos amigos y con su esposa, también comparte la pasión por la bicicleta. "Salimos por los pueblos, en algún tiempo formé parte del grupo de cicloturismo, pero hoy salgo con mi esposa o con algunos amigos, fundamentalmente los fines de semana", agrega.

Un gusto en vida

Perseverante, es de las personas que cuando se propone algo, lo consigue. Y así fue que se dio el gusto de participar del Gran Premio Histórico. "Yo siempre quise correr un gran premio. En 2006 tuve la posibilidad de comprar un Peugeot 404 y con mi esposa nos anotamos para hacer los cinco mil kilómetros por seis o siete provincias. Esa experiencia la compartimos juntos. Después corrí dos más con amigos, y en el último me accidenté llegando a Villa General Belgrano, fue en 2008".

"En las clasificaciones siempre anduvimos por la mitad, pero no lo hacíamos para ganar nada, simplemente para sacarnos el gusto y para conocer lugares inhóspitos y hermosos", destaca y rescata de esa vivencia el contacto con la gente del interior profundo del país. "La organización del Gran Premio nos exigía llevar comida para regalar en cada etapa. Ibamos a las escuelas rurales, nos recibían con mucho afecto y nos pedían que les lleváramos libros y lápices".

"Fue una experiencia extraordinaria de la que aprendimos muchas cosas", acota, resaltando la riqueza que deja en el alma el poder haber compartido esos trayectos con su mujer y con amigos entrañables. "Hoy ya no podría hacerlo. Es una actividad costosa, pero me di el gusto en vida", añade, agradecido.

Un hombre de buen trato

Anclado en su presente, conectado con aquellas cosas que forman parte de su realidad cotidiana, nunca pierde de vista la importancia de los sueños y de lo que cada uno debe poner de sí para alcanzarlos. "He vivido sorteando todas las vicisitudes y a fuerza de constancia y trabajo, se fueron superando las épocas amargas para darle paso a otras que fueron felices y promisorias", reflexiona casi sobre el final. Y asevera que no hay en el horizonte demasiados pendientes. "Lo pendiente depende de cada uno. Y a esta altura si quisiera hacer algunas cosas, tendría que tener muchos años menos, más tiempo y una economía mejor".

Lo espera el trabajo, ese que continúa realizando con el mismo entusiasmo del primer día. "Estamos a pleno con el negocio. Si tuviera que hablar de mí para definirme diría, simplemente, que soy un trabajador", expresa.

Sabe que quizás por su edad y por la posta que ha tomado ya su hijo, podría haberse retirado. Pero le gusta el ritmo que imprime la tarea, la vitalidad que da el contacto con la gente y la alegría de ver que el sacrificio rinde frutos. "Hoy diría que vengo a ayudar a mi hijo, a darle una mano. A encontrarme con clientes de más de treinta años. Algunos de ellos tienen 90 años y aún me siguen trayendo trabajo. También vengo a recibir a esos mecánicos que recién empiezan. No me aburro nunca y siempre que puedo dar una mano, lo hago". Esta es quizás la frase que mejor lo define en su bondad, en la convicción de que cuando se está al frente de un negocio, y en cualquier esfera de la vida, hay que tratar a los otros del modo en que uno pretende ser tratado.


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