Son casi las 18 horas de una tarde de otoño. En el corazón mismo del barrio Acevedo Ricardo Lucidi está trabajando a pleno en el autoservicio que lleva el nombre de la calle donde vive "La Plata". La distancia que separa el negocio de la casa familiar es de apenas unos metros. En esa geografía está buena parte de su universo. Le ha dedicado al trabajo y a su familia la vida y disfruta de elecciones que lo llevaron por el camino del buen obrar. Hoy tiene 69 años, hace una pausa en la tarea cotidiana para recibir a LA OPINION. Lo honra el poder contar su historia de vida que es la misma de tantos otros que han hecho del esfuerzo y la dedicación consignas a las que jamás renunció.
Nació en Pergamino y vivió en Ayerza, a diez kilómetros del casco urbano de la ciudad, hasta los 24 años. Sus padres fueron Cayetano Lucidi y Enriqueta Tomas. Tiene un hermano fallecido, Miguel Angel, y una hermana Mirta. Su papá se dedicaba a la tarea rural y su mamá era ama de casa. Fue a la Escuela N°56, que funcionaba en el inmueble donde años más tarde instalaron una parrilla. Su infancia transcurría en la geografía de ese paraje, entre juegos sencillos y trabajo.
"Crecer en el campo tiene sus cosas lindas y feas. Uno no desarrolla la cantidad de amistades que puede hacer en una ciudad, porque no participa de tantas actividades y porque por la propia dinámica de la vida rural, desde chico, uno se encuentra con cosas para hacer. Hay menos juego, y más trabajo. Yo ayudaba a mi papá a cuidar las gallinas o los cerdos, o a mi mamá a ordenar el patio". Ese es el retrato de una niñez que recuerda en anécdotas sencillas. "Hice solo la primaria", refiere cuando menciona su paso por la escolaridad. Todo lo demás que sabe se lo enseñó la vida.
La llegada a Pergamino y las ventas
Se estableció con su familia en Pergamino cuando tenía 24 años. "Nos mudamos a calle Valentín Potente al 600, yo comencé a trabajar como cigarrero, actividad que hice durante siete años. Después seguí trabajando por mi cuenta, siempre en la venta", menciona.
Emprendedor y abocado al trabajo, durante un tiempo tuvo el kiosco que funciona en la Plaza 9 de Julio. "Me iba muy bien, pero una cuestión de salud me obligó a estar más de un año sin poder trabajar. Mi hermano y mi sobrina atendían el kiosco cuando podían, porque ellos también tenían su trabajo. Y con el tiempo lo cerré", relata. Para cuando eso ocurrió Ricardo ya había conformado su familia y tenía a sus hijos. "Fue difícil ese tiempo, pero logramos salir adelante".
Su familia
En el mes de agosto cumplirá con su esposa 42 años de casados. Ella es Graciela Anastasini. Se conocieron en un baile del Club Argentino y dos años después se casaron. Tuvieron dos hijos: Lucas (41) y Mauricio (36). "Soy papá de dos varones y abuelo de Delfina de 4 años", señala con orgullo. Y agrega: "Lucas es soltero, vive con nosotros. Mauricio vive en una quinta que teníamos en Luard Kayad y está separado. La nieta es el sol de nuestras vidas". Su familia ha sido el sostén en todas las situaciones de la vida. Siempre han sido unidos y han afrontado las dificultades y asumido los desafíos juntos.
La génesis del negocio propio
El autoservicio que tiene y que hoy funciona como un negocio familiar, no siempre fue así. La historia de ese negocio es testimonio de lo que ha podido lograr luego de una vida de trabajo.
"Cuando cerramos el kiosco, gracias a una idea de mi esposa y a la generosidad de un amigo Carlos Niesi y su esposa que nos prestaron una balanza, en el garaje de casa pusimos una verdulería a la que le anexamos algunas golosinas que me habían quedado del kiosco", comenta. Y expresa: "Así arrancamos, el 2 de abril de 1990, trabajando codo a codo. Y nos fue realmente muy bien. Al poco tiempo la verdulería se transformó en despensa, le fuimos agregando otros rubros, viajaba a Buenos Aires y traía productos electrónicos que salían al mercado, vendíamos relojes, y hasta pinzas y llaves para mecánica. Hubo un tiempo en el que había de todo".
El garaje comenzó a quedar chico. Y fruto de ese crecimiento comercial, tuvo la posibilidad de comprar y acondicionar el inmueble donde hoy funciona el Autoservicio "La Plata". Ricardo es un agradecido a la vida y a la clientela que siempre fue fiel, a pesar de la competencia que no siempre es leal. "La gente es muy fiel, muchos clientes son del barrio y otros vienen de distintas zonas y uno trata de brindar un buen servicio", sostiene y recuerda que hasta el año 2003 llegó a tener hasta seis empleados.
Sabe que todo se hizo "desde abajo", con mucho esfuerzo. "Trabajamos durante muchos años sin descanso. De lunes a lunes estábamos de 8:00 a 23:00, hasta Navidad y Año Nuevo", resalta y aunque reconoce que ese ritmo le quitó un poco de vida social, siente que puso en la medida correcta porque eran tiempos de "mucho trabajo que no se podía desperdiciar".
"Gracias al negocio pude comprar el inmueble, agrandar mi casa. Nosotros no teníamos un capital de resguardo. Para hacer el garaje vendí el auto, parecía un contrasentido, pero después ese garaje fue el que me dio de comer".
Sus placeres
Quizás como consecuencia de haber trabajado sin descanso, es que las rutinas del tiempo libre no tienen que ver con grandes acontecimientos sociales. Más bien lo reconforta el tiempo en familia y con amigos. "La amistad es una palabra grande. Yo tengo pocos amigos de verdad, muchísima gente conocida a la que valoro y un núcleo familiar que me sostiene".
"Siempre tuve mucho apoyo de mi esposa y de mis hijos. Si hubiera estado solo, quizás no hubiera podido. Trabajar a la par, hace más sencillo el camino", refiere, agradecido. Hincha de Vélez Sarsfield, papá, abuelo y "laburante". Así se define y reconoce que no tiene grandes aspiraciones más que aquellas vinculadas al bienestar de los suyos.
"Mis placeres son estar en familia, viajar, quizás me gustaría hacerlo más, aunque he tenido la posibilidad de conocer muchos lugares, como el Perito Moreno, Bariloche, San Martín de los Andes, el Noroeste argentino, Chile", menciona y comenta que una de las grandes satisfacciones que ha sentido es la de haber compartido muchos de esos recorridos en tours con jubilados.
"Por el negocio algunas veces podíamos viajar en familia y otras no. En esos casos, mi esposa viajaba con los chicos. Y yo, luego, me iba solo en algún grupo de turismo. Fue maravilloso viajar con jubilados. Tienen muy buena onda, uno aprende de otras experiencias, juega al truco en el trayecto y comparte vivencias inolvidables", destaca.
Un ser resiliente
En varios momentos del relato Ricardo habla de su salud. A los 26 años fue diagnosticado con tumor cerebral. "Tuve distintas intervenciones y pasé por situaciones muy críticas", menciona. Cuenta que recibió el diagnóstico en Rosario, donde lo atendieron especialistas reconocidos. "Yo veía doble. Hice la consulta y tras realizarme una tomografía computada me dijeron lo que tenía. Yo andaba solo. Sentí que me tragaba la tierra. Que los médicos quedaban gigantes y yo me sentía pequeño. Fue un golpe duro en ese momento. Fue un choque grande. Después me acostumbré y fue algo que pude sobrellevar", relata.
Fue intervenido quirúrgicamente. Todo funcionó bien hasta que seis años después comenzó perder líquido encéfalo raquídeo. "Me dio meningitis, estuve en coma. A los dos meses me volvió a pasar y a los dos años y medio cursé dos cuadros más de meningitis", describe. Lo operaron en el Hospital de Clínicas, esa intervención no salió bien. Se sometió a una nueva cirugía en el Hospital Rossi de La Plata y estuvo bien hasta que hace poco más de dos años volvió a tener meningitis. "Me operaron en el Hospital El Cruce de Florencio Varela".
"También tuve Covid, neumonía bilateral dos veces y otras situaciones de salud que me tocó afrontar", señala y reconoce que su salud es algo con lo que le ha tocado lidiar en muchas circunstancias. Pero no se detiene en la adversidad: "Acá estoy, muy bien, mirando hacia adelante", enfatiza y agradece que en cada momento su familia estuvo ahí "poniendo el hombro para sostener el negocio y ayudándome en todo".
Seguir trabajando
Cuando la charla ya casi llega a su fin, Ricardo se dispone a regresar al negocio. En el momento que la pregunta lo convoca a hablar de sí mismo, piensa un momento y afirma: "Diría que soy alguien que tuvo aguante y paciente, que viví momentos bravos y dolorosos que pude superar. Y sigo adelante". Esa definición lo pinta de cuerpo entero. En su horizonte el proyecto es seguir trabajando, acompañado por los suyos, sorteando las dificultades que le propone un presente signado por la crisis económica, pero alivianado por la experiencia, esa que le ha mostrado que en el no claudicar radica la llave para abrir cualquier puerta.