Editorial

La maternidad subrrogada, y una declaración de la Iglesia que instaló el debate


Hace algunos días, en el marco de su discurso de inicio de año al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, el Papa Francisco se pronunció en contra de diversos temas, entre ellos la maternidad subrogada, una práctica que instó a que "sea prohibida" por cuanto "convierte al cuerpo de la mujer gestante en mercancía".

La definición de inmediato generó controversias y abrió un abanico amplio de consideraciones a favor y en contra de la opinión del jefe de la Iglesia Católica.

Bajo el argumento de que "el camino hacia la paz exige el respeto de la vida, de toda vida humana, empezando por la del niño no nacido en el seno materno", expresó que "la gestación no puede convertirse en un producto comercial".

En ese sentido, consideró "deplorable" la práctica de la llamada maternidad subrogada, que ofende gravemente la dignidad de la mujer y del niño; y se basa en la explotación de la situación de necesidad material de la madre". En este punto fue enfático en solicitar que "la comunidad internacional se comprometa a prohibir universalmente esta práctica" y recordar que "un hijo es siempre un don y nunca el objeto de un contrato".

Sectores cercanos a la Iglesia asintieron al posicionamiento del Sumo Pontífice y esgrimieron fundamentos que ponen el acento en cuestiones sobre las que históricamente la Iglesia Católica mantuvo su posición. 

Sin embargo, en otros ámbitos se plantearon argumentos que, si bien no contraponen la esencial del mensaje papal, sí ponen el acento en situaciones que se dan en la práctica y que no son quizás del todo consideradas por la Iglesia. Las técnicas de reproducción asistida han evolucionado sustancialmente en los últimos años producto del avance de la ciencia y han transformado el concepto mismo de familia.

Hay un inabarcable abanico de situaciones que impiden que el embarazo se produzca en el cuerpo de la mujer de manera natural. Hay patologías previas que imposibilitan llevar gestar a un hijo en el vientre propio y en esas circunstancias es que la ciencia abre caminos posibles, siempre en el marco de la ética y de prácticas que están debidamente reguladas en cada país para posibilitar o no esos procedimientos. La maternidad subrogada es parte de estas alternativas y en muchos casos la única alternativa de concebir un hijo que en todo caso, no es de la mujer que subroga su vientre, sino de la persona que por diversas razones recurre a la subrogación como un camino posible a la maternidad o paternidad.

En Argentina si bien hay un vacío legal en torno a esta cuestión, la práctica se realiza y son varios los centros de fertilidad que cuentan con equipos interdisciplinarios para orientar este proceso y llevarlo adelante. En sí la práctica no está ni prohibida ni permitida, y desde ese paraguas "se puede realizar". En la grieta que deja ese vacío legal, se trabaja con el concepto de "gestación solidaria", entre familiares o amigos, para no vulnerar ninguna ley. Pero también están las mujeres gestantes a las que se las conoce sólo y para llevar adelante el embarazo. Lo que no se puede es dejar registro de percepción económica con ellas, porque eso sí sería ilegal.

En la gestación solidaria se puede utilizar la fecundación in vitro, con los óvulos y el esperma de los "padres intencionales". También óvulos y esperma del banco de donantes; a través de la donación de esperma con inseminación artificial, ya sea del padre intencional o del banco; y con fecundación in vitro de esperma donado y los óvulos de la "madre intencional".

En otros casos se puede recurrir a mujeres gestantes que residen en otros países donde la práctica está legislada y regulada.

Lo cierto es que el tema suele instalarse en la agenda por el caso de famosos, por cuestiones que se asocian a un culto por la estética, pero en verdad son mucho más complejas las razones que conducen en algunos casos a la maternidad subrogada. Y en esos puntos es donde debería recaer el debate que es ciertamente controvertido, pero requiere de planteos abiertos, maduros, responsables y fundamentalmente desprovistos de sesgos que vuelven anacrónicos algunos conceptos frente a dilemas tan actuales como sensibles.

Personas del mismo sexo con voluntad procreacional; mujeres con alguna dificultad para llevar adelante el embarazo, familias monoparentales, hay un universo cada vez más amplio de realidades que se deben considerar.

Tal vez como ocurre en otros órdenes de la vida y llevando la reflexión a lo que sucede en nuestro país, resultaría necesario dar la discusión en los ámbitos científicos, sociales y legislativos para dar a los procedimientos médicos los marcos legales apropiados y para darle a la vida por nacer todos los derechos, sin vulnerarlos.

El vacío legal es el que habilita negocios, prácticas que atentan contra quienes están en posiciones más desfavorables. Pero de ningún modo prohibir pareciera ser el camino. La religión, la legislación, la ciencia y la propia sociedad que está convocada a observar estos temas con una mirada amplia, desprejuiciada, pero fundamentalmente ética por cuanto lo que compromete esa discusión es ni más ni menos que la vida. Una vida a la que no se le falta el respeto si se la concibe en el marco de lo que las propias sociedades van marcando como caminos posibles, con legislaciones y procedimientos que acompañen esos procesos sumamente sensibles y delicados. A la humanidad se le falta el respeto en muchas otras dimensiones que no siempre son atendidas por los cánones religiosos con la misma rigurosidad que han merecido esta temática.


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