Editorial

El diálogo: discutir racionalmente los temas que importan


Hoy basta un teclado para insultar y publicar condenas", escribió el papa Francisco en una serie de reflexiones que fueron leídas en el Vía Crucis del Viernes Santo en el Coliseo de Roma. La cita hace referencia al fenómeno de la polarización en los debates de los asuntos públicos que, lamentablemente, también está presente en nuestra sociedad y que conspira contra la cultura del diálogo.

En los últimos años se ha perdido la capacidad de sostener una discusión racional sobre los temas que importan y afectan a las sociedades. Como hemos señalado en otras oportunidades, encumbrados dirigentes plantean los debates sobre determinados asuntos públicos en términos de todo o nada, y muestran muy poca apertura al diálogo. Y lo que es peor, muchas veces esa postura intransigente de figuras públicas logra sumar adhesiones de seguidores que prefieren ver la realidad en blanco y negro y repiten consignas a pie juntillas, en lugar de asumir que existen problemas de gran complejidad y reconocer los matices que presenta la realidad. De esa manera se hace más difícil pensar en el bien común.

Esta lógica de confrontación permanente ha sido posible, en gran medida, al mal uso de las redes sociales que hacen algunas personas que se esconden detrás del anonimato. Gracias a la tecnología y a las posibilidades que ofrece internet, las personas pueden expresar opiniones de manera rápida y sin filtros. Por eso es importante que la ciudadanía sea consciente de la responsabilidad que conlleva la libertad de expresión en los entornos digitales. La facilidad que brinda la tecnología para publicar comentarios y opiniones en línea también debe tener como complemento un uso responsable de esas tecnologías, de manera tal que se promueva un ambiente en línea siempre respetuoso y constructivo.

La sociedad argentina atraviesa momentos difíciles. El Indec informó que, en el segundo semestre del año pasado, la pobreza en el país alcanzó al 41,7% de la población, mientras que la indigencia llegó al 11,9%.  Se trata de un incremento de la pobreza de 2,5 puntos porcentuales con respecto al segundo semestre de 2022 y de 1,6 puntos con respecto al primer semestre del año pasado. La indigencia, en tanto, aumentó 3,8 puntos en relación a un año atrás y 2,6 puntos respecto al semestre previo. Por otra parte, de los datos aportados por las estadísticas oficiales se desprende que el sector más castigado, tanto por la pobreza como por la indigencia, es el de los niños, niñas y adolescentes. En efecto, los datos oficiales muestran que 58,4% de los argentinos de entre 0 y 14 años es pobre, mientras que el 18,9% es indigente. Como se podrá apreciar, la situación es muy preocupante y lo último que debe hacer una sociedad en estos casos es alimentar la polarización. Es necesario salir de la lógica de la confrontación permanente que dificulta la búsqueda de los acuerdos básicos que son indispensables en la construcción de un país más justo, sin exclusiones.

La demanda de soluciones a problemas tan graves como la pobreza que sufre una gran parte de la población de nuestro país requiere dejar de lado las diferencias sectoriales y superar las divisiones que hacen que la construcción de una sociedad más justa y equitativa sea una tarea más difícil. El difícil escenario nacional convoca a todas las personas de buena voluntad a promover la ayuda al prójimo y a una mayor solidaridad con los que menos tienen. La crisis no debe ser una excusa para bajar los brazos. Al contrario, debe servir para imaginar nuevas respuestas a las demandas, para cambiar la manera de hacer algunas cosas, para innovar. El desafío pasa por promover mejores vínculos en la comunidad para resolver aquellas situaciones que no pueden esperar, como es el drama de la pobreza que condiciona el futuro de millones de argentinos y, por ende, el de toda la sociedad.

Agudizar las contradicciones que presentan los intereses de los distintos sectores de la comunidad nunca ha sido una estrategia inteligente, ni siquiera para quienes alientan las divisiones, puesto que una sociedad está hecha de vasos comunicantes, y lo que afecta a unos, tarde o temprano, afectará a todos.

Se debe promover una cultura del diálogo franco y el respeto. Es necesario abandonar las posiciones irreconciliables y reemplazarlas por actitudes más constructivas y saludables que ayuden a encontrar puntos en común entre posiciones y pensamientos diferentes.


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