Perfiles pergaminenses

Carmen Rodríguez: una mujer que se encontró con su vocación asistiendo a un ser querido


Carmen Rodríguez compartió una rica charla con LA OPINION en la que hizo un recorrido por su vida

Crédito: LA OPINION

Carmen Rodríguez compartió una rica charla con LA OPINION en la que hizo un recorrido por su vida.

La vida la puso frente al desafío de tener que atender en la enfermedad a una persona muy cercana a sus afectos y eso la motivó a hacer un curso de enfermería en el viejo Hospital San José. Desde entonces abrazó esa actividad que es la que le permitió transitar un camino en el que el cuidado a los demás fue y sigue siendo un pilar.

Quien traza su Perfil Pergaminense en esta oportunidad es María Isabel Rodríguez, pero todo el mundo la conoce como "Carmen". La anécdota sobre su identidad tiene una referencia directa a su historia familiar. La cuenta en el comienzo de la entrevista: "Mi madre iba a llamarme María del Carmen, pero mandó a mi papá a anotarme en el Registro Civil. Este al llegar se olvidó y al momento de elegir un nombre, optó por María Isabel, como curiosamente se llamaba la que había sido su primera novia. Mi mamá, como buena vasca que era, jamás me llamó María Isabel, me nombraba Carmen o Carmela, así que por mi nombre verdadero no me conoce prácticamente nadie", relata y confiesa que cuando alguien la llama María Isabel, rara vez se da vuelta. "Es como que no me reconozco en ese nombre"

Carmen tiene 72 años. Nació en San Nicolás, y se mudó a Pergamino a los 8 años. Sus padres fueron José Rodríguez y Angela Abaca. Fueron siete hermanos, seis mujeres y un varón. "Quedamos cuatro hermanas mujeres, dos hermanas y yo vivimos en Pergamino y la otra vive en Mar del Plata", detalla.

"Mi papá era maestro panadero y trabajaba en relación de dependencia, y mi mamá era ama de casa", agrega recreando algunos recuerdos de su infancia. 

Al enviudar, su mamá formó una nueva pareja y se establecieron en Pergamino. "Ellos vinieron a trabajar en los hornos, así que prácticamente crecimos en una zona que era campo", refiere Carmen y comenta que en San Nicolás había hecho los dos primeros años de la escuela primaria y aquí terminó sus estudios asistiendo a la Escuela N° 1 en el turno vespertino.

"Siendo muy jovencita me puse de novia, y quedé embarazada de mi primer hijo que lo tuve de soltera. Me vine a la ciudad con mi hermana que ya estaba casada. Ahí conocí al que fue mi compañero de toda la vida", comenta

Ya viviendo con su hermana comenzó a trabajar en la fábrica Anann de Pergamino. "No estuve mucho tiempo, fueron alrededor de dos años, pero aprendí mucho. Era una fábrica que funcionaba como una escuela en la que se aprendía el oficio de costurera, muchas muchachas de Pergamino trabajaban ahí", relata y recuerda el movimiento que le imprimía a la ciudad el ir y venir de los empleados de esa fábrica en los horarios de entrada y salida de la jornada laboral. 

La enfermería

Su vocación de enfermera llegó de la mano de su deseo de contar con las herramientas adecuadas para asistir al que había sido la pareja de su mamá y a quien ella quería como a un papá. "Cuando falleció mi mamá, Adolfo Díaz que había sido su pareja y como un padre para nosotros, se vino a vivir conmigo. A causa de su enfermedad le cortaron una pierna. Yo no tenía dinero para pagarle a alguien que lo cuidara y le hiciera las curaciones que él necesitaba, así que decidí hacer un curso de enfermería en el viejo Hospital San José, donde estaba el doctor Luciano Becerra. Fui para aprender a asistirlo, y me enamoré de esta profesión de la que no me separé nunca más".

"Lo que aprendí me sirvió para cuidarlo y acompañarlo hasta el final de sus días", destaca. Con la misma gratitud celebra el hecho de haber hallado su vocación, algo que le abrió las puertas de la que se transformó en su actividad laboral desde entonces, y la que ejerce en el presente.

Los conocimientos que adquirió en ese curso le dieron una llave que supo utilizar con responsabilidad y compromiso. "Comencé a trabajar como enfermera en el año 1984 en un gabinete que funciona en avenida Rocha haciendo una suplencia", refiere y comenta que eran épocas en que había alta demanda de trabajo de enfermería por la atención de pacientes a través de obras sociales.

"No había muchos espacios que brindaran el servicio de enfermería, entonces se trabajaba durante las 24 horas haciendo", acota. Ese fue su espacio de trabajo siempre y el que complementó con el cuidado de enfermos. Hoy es propietaria de ese gabinete que sigue funcionando en avenida Rocha. "Antes era de Adolfo Sosa y Elsa Pulido y cuando ellos se retiraron quedé yo para continuar con la actividad en esa misma sala", refiere. Admite que la naturaleza de la tarea ha cambiado, lo mismo que la demanda. Pero se sostiene con una inmensa vocación y con su espíritu de "asistir a aquel que lo necesite".

Trabaja sola, su rutina está organizada a la mañana y de ese modo le queda la tarde libre, aunque siempre que la llaman para prestar algún servicio de manera particular, responde sin inconvenientes. "En Rocha soy la única enfermera, todo el mundo me conoce, así que en el gabinete o en la casa de los pacientes, trabajo a diario", menciona.

"Continúo más que nada para no quedarme sin actividad en casa, encerrada", reconoce e insiste en que ha cambiado mucho la dinámica de trabajo y el caudal del mismo. "Igualmente la gente privilegia el trato personalizado y la confianza, así que trabajo no me falta".

 "Cada vez que se me presenta la oportunidad cuido a personas, las asisto. En algún tiempo tuve abuelas en mi casa. Siempre me gustó abocarme al cuidado de personas mayores", señala.

"Me encanta ser enfermera, y siempre me aboqué al cuidado de los adultos mayores que son los que menos posibilidades tienen de recibir atención y por distintas razones van perdiendo su autonomía", agrega.

Su familia y una pérdida irreparable

Cuando conoció a Juan José González, supo que estaba frente al compañero de su vida. Enseguida conformaron su familia, al principio vivieron en casa de su suegra y más tarde construyeron su casa en el barrio 9 de Julio, donde Carmen vive actualmente. Ella tenía a Nicolás Salcedo (53), su hijo mayor. Y pronto llegaron Marcos Antonio González (52) y Sandra Patricia (50).

"Mi esposo se dedicaba a la albañilería, fuimos muy compañeros. Falleció hace doce años", comenta Carmen y la mirada se entristece cuando menciona que a raíz de una enfermedad que padecía desde hacía tiempo, su compañero tomó la decisión de quitarse la vida. "Fue muy difícil, ocurrió en casa, fue doloroso. Yo ni siquiera estaba ese día", resalta y relata las instancias de una de las experiencias más duras que le tocó atravesar.

Recuerda como si hubiera ocurrido ayer las circunstancias que desencadenaron en la muerte de su compañero. "Estaba enfermo desde hacía más de 20 años, había quedado ciego, había que atenderlo y él siempre decía que no quería ser una carga para nadie", relata. "Yo ni estaba en casa, porque durante quince años yo cuidé a una señora de noche y cuando salía me iba al gabinete, así que llegaba a casa después del mediodía. Esa mañana me llamó mi hija y me contó lo que había sucedido", añade, conmovida.

Hay pérdidas que resultan irreparables y Carmen convive con ese dolor desde entonces. Aprendió a sobrellevar la pérdida con la misma entereza con la que afronta la vida.

Se refugió en sus hijos. Dos de ellos ya vivían en España, donde actualmente residen. Y su hija vive en Pergamino. Todos la acompañaron y sostuvieron en la cercanía o la distancia.

"Los chicos ya estaban afuera. El primero en irse fue Marcos, al tiempo mandó a buscar a su familia. Y con la crisis de 2000 se fue Nicolás, también con su familia. A la única que tengo acá es a mi hija y a dos de mis nietos", cuenta. Al hablar del amor de sus hijos, su rostro recupera la gestualidad de la alegría.

"Marcos está en pareja con Marcela Nieto, que es como una hija para mí. Ellos tienen a Romina, Jésica y Matías. En España trabaja como encargado de una empresa de pintura. Nicolás está en pareja con Marcela Pérez y tiene dos hijos Michel y Jordi. Trabaja en una fábrica de revestimiento de muebles. Y Sandra está en pareja con Alejandro y es mamá de Desiré y Juan Cruz". 

"Marcos cuando falleció el papá estaba de visita en casa. Y después que eso sucedió va y viene, está unos meses en Pergamino y regresa a España, pero su familia está establecida allá", agrega. Cuenta que durante más de diez años una vez al año viajaba a visitarlos. "Hace algunos años que ya no voy, estoy operada de columna y viajar ya me cuesta un poco. Me tengo que volver a operar y estoy esperando la prótesis".

Un presente tranquilo

En el presente Carmen vive con su nieta Desiré y su bisnieto Lucas de cuatro meses. "Estoy estrenando mi condición de bisabuela, fue algo que me cambió la vida, es un bebé hermoso y al mirarlo siento un amor que no podría describir con palabras", resalta esta mujer que piensa seguir trabajando "hasta que pueda".

Le gusta su actividad y la bicicleta en la que puede andar a pesar de su problema de columna la lleva de un lado a otro en sus rutinas cotidianas. Disfruta de transitar cada mañana el camino que la lleva a su gabinete y reconoce que aunque algunos días no hay tanto trabajo, siempre encuentra alguien con quien conversar y a quien tenderle una mano.

"Toda mi vida social es esa. Soy una mujer de mi casa, sencilla, no me gustan demasiado las reuniones, soy bastante ermitaña", define. Entiende que, para el ejercicio de su labor y para la vida misma, la empatía es un atributo indispensable. Carmen lo tiene y quizás ese entendimiento del dolor del otro, y esa capacidad de ponerse en su lugar hace que siempre se muestre predispuesta.

"Volvería a ser enfermera, me encanta lo que hago", remarca, cuando la entrevista casi termina, mientras aguarda el horario para regresar a la tarea. En ese paréntesis de su rutina cotidiana, se dedica a cultivar la tierra. Eso también tiene que ver con el cuidado. Tiene su propia huerta en el patio de su casa. Allí pasa sus horas libres, en la sencillez y el trabajo, sin asignaturas pendientes. "He tenido la vida que soñé. Todo lo que he querido hacer, lo he hecho. No me queda nada pendiente", expresa al momento de mirar hacia atrás y verse a sí misma cumpliendo sus pequeños sueños, esos que nunca perdieron de vista la importancia de pensar en los otros tanto como en ella misma, para hacer su ofrenda de servicio.


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