Perfiles pergaminenses

Juan Carlos Oubiñas: un hombre cuyo propósito siempre ha sido el conocimiento


Juan Carlos Oubiñas fue redactor de la revista Show y cuenta con una nutrida historia de vida

Crédito: LA OPINION

Juan Carlos Oubiñas fue redactor de la revista Show y cuenta con una nutrida historia de vida.

La curiosidad por el sentido de la vida lo acompañó siempre. Lector voraz y escritor prolífico, fue redactor de la revista Show. Se formó en la Escuela de Teatro y en su juventud cultivó su pasión por la palabra integrando un grupo que se reunía en la Biblioteca Menéndez. Cada experiencia le sirvió para forjar una identidad fiel a sus ideales.

Juan Carlos Oubiñas traza su Perfil Pergaminense en una extensa charla mantenida con LA OPINION. La conversación es rica en anécdotas y reflexiones que transitan por el sendero de las vivencias personales y también por las cuestiones profundas sobre las cuales se ha interrogado desde siempre, siguiendo su pasión por el conocimiento.

En el comienzo habla de sus orígenes y menciona que su apellido pertenece a la lengua galaica portuguesa, la lengua medieval que había en España. Enseguida nombra a sus padres: Joaquín Oubiñas, natural de Galicia y plomero; y María Amelia Ceva, de familia piamontesa y la primera enfermera de Pinzón, el pueblo en el que siempre vivieron. "Soy típicamente argentino, porque mi sangre tiene componente español e italiano", agrega.

Cuenta que nació el 18 de agosto de 1950, circunstancialmente en Capital Federal, pero vivió en Pinzón hasta hace unos años que se estableció en Pergamino.

Fue único hijo y creció en el seno de una familia en la que la lectura siempre ocupó un lugar importante. "Mis padres eran muy lectores, mi madre conservaba la obra completa de Gustavo Adolfo Becquer que mi padre le había regalado cuando eran novios. Y mi papá compraba diarios y revistas".

Tal vez mirándose en ese espejo fue que se transformó desde chico en un lector voraz. Fue a la Escuela N°23 de Pinzón y entre las tantas cosas que le agradece a esa institución es el hecho de haber aprendido a leer en sus aulas. "La lectura me abrió una puerta enorme", recalca y cuenta que le escribió un poema a la escuela en un gesto de gratitud por esas herramientas. Guarda de su paso por esa institución inolvidables recuerdos y desde hace cuatro décadas se reúne con sus excompañeros.

"Tuve una infancia linda, y participaba de todo lo que había en el pueblo; como los demás chicos, jugaba a la pelota, a los cocos, andaba en bicicleta, no necesitábamos de tantas cosas materiales", comenta.

Hizo el secundario en el Colegio Nacional Almirante Brown. "Durante ese período viví en Pergamino, en casa de familiares, y eso hizo que siempre tuviera un pie en el pueblo y otro en la ciudad".

Inquietudes adolescentes

Siempre le interesó conocer y fue autodidacta. En la adolescencia esa inquietud por descubrir el sentido de casi todas las cosas lo llevó a transitar diversos caminos y a nutrirse de experiencias que lo enriquecieron. "Al crecer comencé a interrogarme sobre la sociedad y sobre el mundo, era algo que estaba en mí", señala. Fue de la mano de esa curiosidad que descubrió el cine, un arte que se transformó en una pasión. "Es una fascinación que tengo hasta hoy", refiere y cuenta que además de las películas que se proyectaban en las salas con las que contaba la ciudad, participaba de un cine club en el que además de ver películas que revolucionaron una época, participaba de interesantes debates. "Me convertí en un cinéfilo", resalta. 

El teatro, una hermosa etapa

"Cuando uno tiene 20 años sueña que puede ser astronauta, yo quería ser actor", confiesa y fiel a esa vocación se acercó a la Escuela de Teatro que funcionaba en los altos de la Escuela N° 22. "Fue una de las épocas más hermosas de mi vida porque encontré gente muy sensible, cultivada que me trató muy bien". Al hacer nombres propios menciona a Marilú Toia, "una persona encantadora, bella física y espiritualmente, que era profesora de cultura general". También a Mónica Elustondo, "una mujer que hablaba con tanta pasión de literatura que me aportó una influencia positiva. Gracias a ella compré 'Bestiario', el libro de cuentos de Cortazar que me dio vuelta el mundo".  

"Y no puedo dejar de mencionar al querido Rubén Albarracín, a Marta Esper y a Ana María D'Anna, que me motivaron de manera muy importante", agrega y recuerda la experiencia de haber salido a hacer teatro por los pueblos.

"No podría decir que éramos bohemios, porque no era una bohemia, pero compartíamos un tiempo hermoso, de aprendizaje, de expresión, momentos felices que uno debe darse la oportunidad de vivir", reflexiona.

Esa incursión por el teatro, el vínculo con referentes importantes y la riqueza de esos intercambios fueron moldeando su modo de concebir la vida y también sus propósitos. Reconoce que siempre había querido trascender del pueblo, pero no por alcanzar fama, sino por dejar atrás ciertos prejuicios.

La lectura, como guía

En todo ese recorrido jamás abandonó la lectura: "Puede resultar presuntuoso, pero hace 67 años que vivo leyendo. Siempre me he preguntado sobre todas las cosas y encontré en los libros muchas respuestas y nuevos interrogantes".

"Sartre decía que uno va a los libros cuando algo se le escapa de la realidad. Y ese ha sido mi caso", afirma. Conocedor de los grandes autores, su lectura no ha tenido límites. Todo le ha resultado un instrumento para resolver una duda o alimentar el conocimiento.

"Siendo lector, además fui atrevido y no he dudado en hablar con escritores cuando se me ha presentado la oportunidad de hacerlo", refiere y acerca algunas anécdotas. Una de ellas hace alusión al día en que, preocupado por un momento determinado del país, en el que se hablaba de la posibilidad de un golpe militar, en una charla a la que había asistido le planteó su inquietud a Julio Mafud, autor de "Los argentinos y el status" y obtuvo por respuesta una frase que acuñó como consigna: "Quédese tranquilo joven, los países no se suicidan". 

"Esa definición me enseñó que a pesar de las crisis los países se encaminan y terminan por encontrar una salida", afirma recreando esa anécdota.

En otra oportunidad pudo dialogar con Jorge Luis Borges. "Había venido a dar una charla a Pergamino, yo no dudé en preguntarle por algunos escritores que eran mis favoritos, me respondió, y como parte de ese diálogo le pregunté por el poeta del Paraná, Juan L. Ortiz, y esa inquietud personal sacó lo peor de Borges, que tenía por costumbre denostar a los grandes autores. Hoy seguramente le hubiera contestado, pero en ese momento me quedé callado. Era muy joven. La gente aplaudió porque era Borges, pero su actitud no había sido apropiada". 

"Siempre quedó la anécdota y en el pueblo me decían, un poco en serio y un poco en broma, 'el hombre que habló con Borges'", agrega.

La escritura, su pasión

De la mano de su amor por la lectura y su vocación de escribir, conoció a "Mery" Apesteguía que un día lo convocó para que se sumara a participar de un grupo de jóvenes que se reunían los sábados. "Parecía extraída de una película de John Ford, de esas que suceden en Irlanda; era una chica rubia de cristalinos ojos celestes. Me preguntó si escribía y me invitó a participar de un grupo que integré durante bastante tiempo. Fruto de esa experiencia, sacamos dos libros; fue una época maravillosa".

La poesía lo acompañó desde siempre. Lo mismo que la prosa. "Me he presentado en varios certámenes y he ganado", resalta y asegura que "la mayor satisfacción de un autor es ver publicada su obra".

El periodismo

Su capacidad para plasmar en el papel las ideas y su curiosidad infinita lo llevaron por el camino del periodismo y durante varios años integró el equipo de la revista Show, que dirigía Horacio Abel Ayestarán. "Yo me sentía preparado porque ya había escrito algunas cosas, así que cuando me enteré que buscaban redactores, me presenté. Ayestarán me pidió leer alguno de mis trabajos, y pasé la prueba. Para empezar me encargaron una nota con un inmigrante".

Cuenta que la revista salía cada 15 días y comenta que entusiasta hacía todo tipo de coberturas. "Al principio iba con Ríos, que era el fotógrafo, y más tarde con Oscar Raisi. Me gustaba mucho y sin pedantería, nunca pregunté tonterías", describe y recuerda el día que acompañó en todo su recorrido a un cartero para construir su crónica y recibió una afectuosa carta como retribución.

Como parte de ese capítulo de su vida cuenta que le tocó entrevistar varias veces a Alberto Jacquelin y a su hijo Claudio que eran "Marcheros". "En una ocasión Claudio Jacquelin me dijo: 'Algún día me gustaría ser periodista como vos'; años más tarde se transformó en un referente y hoy ocupa un cargo importante en el diario La Nación".

Trabajó en la revista desde 1976 hasta 1981 y en ese período tuvo la fortuna de entrevistar, entre otros a Leonardo Favio, Edda Díaz, Juan Echecopar y "Pepe" Soriano. También colaboraba con un suplemento cultural que se editaba en los años '80.

Su paso por el periodismo terminó de confirmarle que lo suyo era la escritura. "Me fascina el idioma, y me gusta la gente que habla bien. Soy purista, no me gusta el lunfardo", describe y cuenta que cuando dejó la revista se abocó laboralmente a otra tarea como empleado administrativo. "Pero nunca dejé de escribir".

También hizo radio en FM Ilusión. "Me daba el gusto en un magazine de la mañana. Y los sábados tenía un programa de cine", comenta. 

La historia del pueblo

Nutrido de sus herramientas, ha hecho múltiples aportes a la cultura, asumiendo desafíos interesantes como recopilar la historia de su pueblo y volcarla en un libro que se editó para celebrar el centenario de la localidad. "El pueblo tiene pioneros y entre ellos estaba mi familia, mis abuelos referían historias, crecí con ellas, así que para esa recopilación solo tuve que consultar algunas cosas".

El presente

En la actualidad sigue escribiendo, aunque solo con algunas personas comparte lo que produce. "Lo existencial siempre forma parte de mi escritura. Los planteos sobre la verdadera razón de vivir y sobre la existencia siempre aparecen en esa poesía tan personal", señala.

Al momento de definirse, asegura que ha sido "más bien anárquico y 100 por ciento autodidacta". Es un hombre que se construyó a sí mismo y moldeó su vocación siguiendo sus ideales. Tiene rutinas sencillas, a diario después de desayunar sale a recorrer la ciudad y siempre se entretiene en alguna conversación. Asiste al centro de jubilados, también al Club del Tejo y a La Casita de Mis Viejos. 

Vive solo, tiene buen sentido del humor y hace uso de la ironía para afirmarse en la convicción de algunas ideas. Se reconoce en la definición que lo ubica como "un cuestionador de la realidad que tiene siempre una mirada crítica de la sociedad y del ser humano".

 "Siempre busco el sentido de la vida. Y trato de encontrarlo en mi propia existencia. El objetivo de mi vida es el conocimiento y siempre estoy indagando", expresa este hombre que confiesa se sentía "un hippie en Pinzón" y que vive su presente con una mirada atenta y empática con el sentir de los otros, observando el mundo con ojos de escritor y regalando, de vez en cuando, algo de eso que traduce en palabras y que muestra aquello que lo inspira y define.


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