Perfiles pergaminenses

Raúl Luján Labbate, un nombre que se inscribe entre los más importantes que ha dado la historia del deporte 


Raúl Lujn Labbate compartió una rica charla con LA OPINION para trazar su Perfil

Crédito: LA OPINION

Raúl Luján Labbate, compartió una rica charla con LA OPINION para trazar su Perfil.

Desde chico sus condiciones de ciclista le dieron el impulso para forjar su camino como deportista. Todo lo demás se lo dieron el trabajo y la convicción de querer ser el mejor. Desde el armado de su primera bicicleta hasta su desempeño en las principales competencias del mundo, su historia de vida es testimonio del valor que la dedicación y la disciplina tienen al momento de cumplir sueños. 

En cualquier ámbito de la vida construir una identidad supone dedicación y disciplina. Esa parece haber sido la impronta con la que Raúl Luján Labbate escribió su historia deportiva y forjó una senda que lo tiene entre los mejores exponentes del ciclismo nacional e internacional. Trazar su Perfil no es tarea sencilla. Resumir en el espacio de la página de un diario tantos años de carrera y de vida, supone no solo apelar a la síntesis sino a la intuición para rescatar del relato aquello que lo distingue de otros y lo define. Raúl Labbate es un trabajador del ciclismo, un hacedor de su propio destino y un hombre que desde siempre supo que quería ser alguien e hizo todo lo que estuvo a su alcance para lograrlo. Seguramente el talento hizo lo suyo, pero nada de lo que consiguió hubiera sido posible sin su determinación y esa fuerte convicción con la que siendo niño supo que quería ser ciclista. "Todos los parientes de mi mamá habían sido ciclistas y a mí me apasionaba escucharlos hablar, de pibe me quedaba horas en las vidrieras mirando las bicicletas y asistía a todas las carreras que podía", cuenta en el inicio de la charla. Compitió en el más alto nivel, pero jamás se la creyó. Sabe que todo lo que vivió le sirvió no solo para cosechar éxitos sino para conocerse profundamente y ganar confianza en sí mismo.

Nació el 8 de marzo de 1952. En algunos días celebrará sus 72 años de vida. Pasó su infancia y adolescencia en Larrea y Urquiza. "Conservo de ese lugar los mejores recuerdos. Allí estaban todos mis parientes, mis primos, y muchos amigos", afirma. Y cuenta que fue el primer hijo del matrimonio de Raúl Dante y Elsa Isabel y menciona que sus hermanas son Araceli y Elba. "Mi papá era albañil y mi mamá, ama de casa".

De su niñez rescata la libertad del juego en la calle, el potrero armado en el baldío y las tardes interminables. Y de su adolescencia, los asaltos y los primeros amores. También rescata su paso por el Club Juventud, donde jugaba al básquetbol y al fútbol. "El Club tenía apenas 10 años de vida, teníamos un equipo que se llamaba Estrella Roja". 

La mudanza y la bicicleta

Cuando tenía 13 años se mudó a Valentini y Montevideo y dejó de ir al Club. "Ahí agarré la bicicleta", menciona, y recuerda que con lo que ganaba siendo peón de albañil compraba repuestos que guardaba debajo de un sofá-cama. "La viuda de un primo de mi mamá me dio el cuadro de la bicicleta que había sido de él, y la armé. Era un carro, pero para mí era la mejor bicicleta del mundo", expresa y recrea la emoción que sintió el primer día que salió a pedalear, un 24 de diciembre de 1966. Comenzó a entrenarse solo y su primera carrera fue en la plaza del barrio Centenario. Ganó y le dieron su primera copa.

 "Mi papá enfermó de Mal de los Rastrojos, dejé de correr para abocarme a trabajar con mi tío, que era mi padrino, en algunas obras que estaban empezadas. Sabía que no quería ser albañil, pero mi padre necesitaba un peón. Antes las cosas eran así", refiere.

Apenas pudo, volvió a pedalear: "Estábamos haciendo la instalación de agua del Motel Sipe y cuando salía, me cambiaba, agarraba la bicicleta y hacía más de 100 kilómetros".

Al tiempo, fue su padrino quien le pidió a su padre que "se lo prestara" para que trabajara con él. "Mi tío me llevaba a las obras, pero me daba algunos días libres para que pudiera entrenar".

"Cuando pude entrenarme con Ranucci y Anías, pegué un salto tremendo. Dejé la albañilería y a los 16 años ya estaba corriendo en primera", menciona.

Con la camiseta nacional

Teniendo 17 años lo designaron para representar al país en Brasil. "El día que me dieron la camiseta argentina no lo podía creer, fue una emoción enorme. Recuerdo que subí al avión que me llevaba a San Pablo, esperaba la segunda escala que era donde me habían dicho que tenía que bajarme. Y resulta que el avión nunca hizo escala, así que cuando me tocó descender, no sabía ni dónde estaba, hasta que encontré a la gente que me había ido a esperar al aeropuerto. De ahí en más, nunca dejé de estar en la selección argentina ni de viajar. A los 19 años fui a los Juegos Panamericanos y dejé de correr profesionalmente a los 26 años", comenta. 

La experiencia en Italia

Cuando tomó la decisión de dejar la carrera deportiva estaba en Italia, corriendo para una categoría amateur. "El mejor equipo de Italia me quiso hacer un contrato profesional, pero mis compañeros se volvían al país y yo regresé con ellos sin dudarlo. A pesar de que no nos faltaba nada y vivíamos en un lugar hermoso como la región de Toscana, corríamos con las mejores bicicletas del mundo y teníamos la mejor indumentaria, pero nada se comparaba con estar en casa. Esperábamos ansiosos recibir una carta de nuestras familias y cuando eso no sucedía, no nos daban ni ganas de salir a pedalear", confiesa.

Había llegado a Europa después de haber ganado todo, la Vuelta de México, la Vuelta de Mendoza, entre tantas otras importantes competencias. "Los italianos me querían y me dejaron elegir a cinco compañeros más. Fuimos cuatro".

Al regresar al país corrió unos meses más, pero reconoce que ya no tenía ganas. "Había desechado la posibilidad de un contrato internacional, acá podía seguir corriendo y ser el mejor, pero no podía mantenerme y tenía que seguir haciendo dedo para llegar a los lugares donde tenía que competir. Nunca hubo grandes incentivos más que mis propias metas".

"La única vez que gané plata fue cuando corrí para la Unión Obrera Metalúrgica. A los 20 años fui campeón argentino y a los 24, gané la Vuelta de Uruguay", enumera y confiesa que la ilusión más grande de cualquier deportista es ser olímpico y él había tenido la posibilidad de serlo en 1976. "Mis metas se habían ido cumpliendo. No me quedaba mucha más motivación".

Su familia

Cuenta que corrió su última carrera en un mes de diciembre, vendió la bicicleta y a los pocos días, el 20 de enero, se casó con Nancy, madre de sus tres hijos. "Quince años después nos separamos y desde hace más de 28 años estoy en pareja con Liliana Sticconi, a quien conocí casi por casualidad cuando yo manejaba un remis. Ella era viuda y yo estaba divorciado. La vida nos reunió y ensamblamos una hermosa familia. "Yo soy papá de Romina, Lucas y Evelyn; y abuelo de Caetano y Amadeo; y ella es mamá de Nicolás. Todo fluyó entre nosotros y entre los chicos con mucha naturalidad".

El camión y otros desafíos

Cuando se alejó de la competencia deportiva, compró un camión y trabajó para un corralón de materiales. Después, adquirió un acoplado y fue a Granos del Plata. Más tarde ingresó en Quilmes. "Allí conocí a Diego Capdevilla, estuve tres años trabajando con él".

"En una oportunidad me llama Eduardo Gattelet, que estaba haciendo ropa de ciclismo y quería que yo la vendiera. Yo tenía unas ganas enormes de viajar y de volver a ver a mis compañeros, así que tomé el desafío y comencé a vender para la marca Coach. Eso fue en 2000 y me retiré el año pasado y hoy tengo una pequeña empresa dedicada a la venta de insumos para bicicletas".

Un breve regreso

Teniendo 34 años fue convocado por un grupo de pergaminenses para volver a correr. "Eran 20 personas, varios empresarios, querían verme correr y me impulsaron a regresar. Me pagaban el doble del dinero que en ese tiempo yo ganaba con el camión. Me preparé, me fue muy bien. Estando con ellos me convocaron del Círculo de la Policía Federal para organizar el equipo. Tomé ese desafío y corrí dos años más. Pero casi no veía a mis hijos, me estaba perdiendo cosas importantes, así que le puse fecha a la última carrera y ya no volví a competir. Pero siempre agradezco el impulso que me dio esa gente que confió en mí y me dio el apoyo que no había recibido a los 20 años", recalca.

Un laburante

Sabe que construyó esa identidad deportiva que alguna vez imaginó. Como suele suceder, los mayores reconocimientos los obtuvo lejos de su pago. Fue ciudadano ilustre en Chivilicoy y en San Juan. Fruto de una profunda vocación de servicio, fue uno de los hacedores del Club Ciclistas Unidos de Pergamino, entidad que presidió hasta hace un tiempo en que una situación de salud ya resuelta lo llevó a alejarse de la tarea dirigencial.

Se define a sí mismo como un laburante y recuerda que vendía todo lo que podía en cada lugar al que llegaba para competir y con lo que ganaba, seguía comprando repuestos para su bicicleta, como en sus comienzos.

La garra de querer ganar

Hoy está abocado a la venta de los productos de su empresa y sigue pedaleando con un grupo de amigos y siempre tiene ganas de correr el Río Pinto. "Pero yo si voy a correr, quiero ganar", afirma.

En el momento que se escribe esta nota, Raúl está viajando a Mendoza a reunirse con los compañeros que participaron del mundial de 1974 y el director técnico que hoy tiene más de 90 años. "Amo compartir tiempo con ellos, agarrar la bicicleta y andar", resalta.

Cuando observa su vida en retrospectiva se siente orgulloso de ese "pibe" que siempre supo lo que quería ser y lo logró. Lo dice sin arrogancia, más bien con humildad. "Cuando empecé dije voy a ser campeón argentino, voy a ser el mejor ciclista del país, sabía todo lo que quería y también sabía que la única manera de lograrlo era esforzándome mucho. Si tenía que hacer 100 kilómetros en el entrenamiento, hacía el doble", admite.

"Con el paso de los años aprendí a mirar desde otra dimensión algunos logros. En los Juegos Panamericanos sentí una amargura enorme porque había ganado la medalla de bronce, cuando yo había ido a competir por el oro. Recién mucho tiempo después entendí el valor que tenía esa medalla y la conservo como un tesoro", reflexiona. 

Una anécdota inolvidable

Sobre el final, acerca una anécdota inolvidable: "Teniendo 16 años me enteré que en Chivilicoy iban a competir los integrantes de la selección argentina. Iban a estar Ernesto Contrera, Roberto y Luis Breppe. Eran mis ídolos y los veía en El Gráfico. Quería correr con ellos y logré que me inscribieran en esa categoría que no era la mía. Eran 100 kilómetros en un autódromo de tierra. Largué. Era como para un futbolista ir a jugar un picado con Messi. Me tocó escaparme con los hermanos Breppe. No sabía qué hacer. Un tipo con mucha experiencia me agarró y me dijo: "Nene, cuidate que vas a ganar". Lo miré como diciendo: 'Está loco'. En un tiro, Roberto Breppe se me movió con la bicicleta y casi me hace caer. Le dije: 'No me hagas eso que soy de quinta' y me respondió: 'Entonces andá a correr con los de quinta'. La cuestión es que salí tercero. Varios años después, estando en Canadá corriendo en el mundial, en una conversación se preguntaban por ese 'pibe' de 16 años que corría para ganarle a los Breppe. Era yo, y estaba ahí, con ellos. Hoy Roberto Breppe es mi mejor amigo", cuenta. Y este breve relato habla tanto del deporte como de un modo de ser frente a la vida. Cuando lo recrea, para concluir la charla, vuelve simplemente a ser Raúl Luján Labbate, aquel joven que desafió a los grandes y se ganó un lugar entre ellos.


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