Perfiles pergaminenses

Yolanda Martínez: su pasión por la neonatología y una historia de compromiso con la vida


Yolanda Martínez trazó su Perfil en un clido dilogo con LA OPINION

Crédito: LA OPINION

Yolanda Martínez, trazó su Perfil en un cálido diálogo con LA OPINION.

Abrazó su vocación tempranamente e hizo de ese impulso el sustrato para formarse y construir su profesión en una especialidad tan compleja como desafiante. Soñadora e impulsora incansable, siempre está pensando en brindarse a los demás y hallando el modo de encontrar herramientas para poner al servicio de otros.

Desde el año 2017 y hasta hace algunos días, Yolanda Martínez fue jefa del servicio de Neonatología del Hospital San José. Su carrera hospitalaria y su trayectoria en esa especialidad tan crítica como estratégica había comenzado a escribirse muchos años antes. La jubilación dio la excusa para convocarla a trazar su Perfil Pergaminense. Acepta la invitación con entusiasmo y una cuota de sorpresa. Y la charla transcurre en la calidez de su impronta. Es apasionada de cada cosa que hace, y su profesión no fue la excepción. Por el contrario, le dedicó al ejercicio de su labor horas infinitas, sin descanso, sin reparos, con entrega generosa y supo construir su lugar sobre la base del esfuerzo, la dedicación y la empatía. 

Cuando la entrevista comienza habla de sus padres. Cuenta que su mamá, Foda Abraham, nació en La Pampa, donde se habían establecido sus abuelos al llegar de Siria. Comenta que su papá, Salvador, era hijo de españoles y había nacido en Pergamino. Refiere con orgullo que creció en el barrio Acevedo, en la misma casa en la que hoy vive, en el seno de una familia trabajadora y rescata el espíritu solidario de sus padres. "Mi papá era guarda del ferrocarril y mi mamá cosía para afuera. Se levantaba a las cuatro o cinco de la mañana a coser, ambos eran muy generosos", describe.

"Fuimos tres hermanos. Yo soy la mayor, me seguía Marcela, que falleció a los catorce años; y Javier, el menor", señala. Y habla de las circunstancias que desencadenaron en el fallecimiento temprano de su hermana: "Ella enfermó a los seis meses, una diarrea desencadenó una infección y terminó en una meningitis severa que le dejó una parálisis cerebral con la que convivió hasta que falleció cuando todavía era una niña".

"Mis padres fueron unos campeones, esa adversidad nos fortaleció mucho como familia, y también nos marcó", expresa. Y abunda: "Cuidaron incondicionalmente de ella y de nosotros. Son mi total ejemplo y guía. Mi mamá algunas veces estaba internada con mi hermana y yo, en mi condición de ser la mayor, era la que iba a las reuniones del jardín de mi hermano. Siempre nos acompañamos en todo. Y ellos nunca nos hicieron faltar nada ni material ni emocionalmente".

Menciona que hizo la primaria en la Escuela N 4 y el secundario en el Colegio Nacional y acerca recuerdos de esa época rescatando el orgullo los valores de aquel tiempo.

Su vocación

Reconoce que la experiencia vivida con su hermana y la forma de ser de sus padres, configuraron una huella que siguió. "Siempre supe que iba a dedicarme a algo vinculado a la salud y me enamoré de la medicina cuando ingresé a la Universidad de Rosario. Seguramente lo que pasó en casa me marcó y también esa forma de ser que heredé de mis padres. Buscaba una profesión en la que pudiera dar".

Recuerda el enorme sacrificio que hicieron sus padres para que ella y su hermano accedieran a la educación universitaria. Cuenta que viajaban a dedo y regresaban los fines de semana. Devolvieron ese esfuerzo con dedicación y fueron siempre muy responsables. "Yo me recibí de médica y mi hermano de abogado", señala.

Ya con su título en mano, hizo la residencia de Pediatría en el Hospital Centenario y en una de las rotaciones se enamoró de la Neonatología. "La especialidad la hice en la Maternidad Sardá, era una disciplina nueva y había muy pocos cargos".

Comenzó a transitar un camino apasionante y construyó una carrera de la que se siente orgullosa. "Ya siendo neonatóloga me quedé en Buenos Aires y en el Hospital Garrahan hice consultorio de alto riesgo para niños egresados de Neonatología", menciona y refiere también que por entonces trabajaba en el Sanatorio Quintana. Estando allí recibió la convocatoria para integrarse al servicio de Neonatología del Hospital San José, donde ingresó como becaria.

Luego de un tiempo de viajar, se estableció en Pergamino. Al año, le llegó el nombramiento. A la par del Hospital, durante más de diez años trabajó en la Neonatología de la Clínica Pergamino. "También había hecho consultorio de pediatría apenas me recibí, pero mi pasión era la terapia intensiva neonatal", reconoce.

Un enorme desafío

En 2017 se presentó la oportunidad de ser jefa del servicio de Neonatología y aceptó el ofrecimiento con enorme responsabilidad: "Fue todo un desafío, éramos pocos y había que acomodar muchas cosas. Me gustó ejercer ese liderazgo". 

En retrospectiva, destaca alguno de los hechos que imprimieron su impronta al frente de un servicio complejo. "Soy muy apasionada en todo lo que hago y así viví la jefatura del servicio, promoviendo la formación de enfermería que es un pilar vital en neonatología. También impulsando mejoras para aumentar la sobrevida de prematuros extremos y propiciando la formación de residentes".

"Logramos incluir incubadoras de humedad; también contar con un consultorio de alto riesgo que se articula con el servicio de Rehabilitación; la residencia de madres, el lactario, y muchas otras acciones orientadas a favorecer el vínculo de los bebés con sus familias. Así incorporamos la visita de abuelos y de hermanos", describe.

Una etapa cumplida

Reconoce que tomar la decisión de jubilarse fue algo meditado: "Tomé la decisión motivada por la convicción de que era una etapa cumplida en la que di mucho. Mi dedicación fue más que exclusiva y sentí que había llegado el momento. Hoy solo cubro algunas guardias, pero ya no estoy a cargo del servicio".

Al momento de hablar del futuro, en el plano profesional tiene la aspiración de abrirse camino en un campo diferente. "Hice la diplomatura en Auditoría Médica en la UBA, me recibí el año pasado y estoy buscando nuevos horizontes".

Una impulsora de las cosas

Fiel a su esencia, siempre está dispuesta a aprender nuevas cosas y a brindarse a los demás. Circunstancias personales y profesionales, la llevaron a abrazar distintas causas y a alzar algunas banderas. Su compromiso con el estudio de distintos aspectos vinculados al trastorno del espectro autista, su colaboración con instituciones que trabajan en este tema y la creación de nuevos espacios de intercambio de experiencias y saberes, son apenas testimonio de su compromiso férreo con el aprendizaje como herramienta para hallar respuestas y caminos.

"A cada cosa que hago le pongo pasión y me comprometo con cuerpo y alma. Soy una impulsora de las cosas", refiere en una apreciación que prácticamente la define.

Es integrante de la Sociedad Argentina de Pediatría desde que se recibió y actualmente es vicepresidenta de la Filial local de esa entidad. "Participo desde que era una delegación, cuando estaban Hugo Manatini y Jorge Conticello y nos sumamos Angela Pacífico, María Martha Rottini y yo", recuerda. Y valora lo que ese espacio representa en su vida profesional.

Su universo personal

Yolanda es mamá de tres hijos: Pedro (24), que vive en Pergamino y estudia la carrera de Marketing Digital; Pablo (20), que vive en Córdoba y es estudiante de ingeniería aeronáutica; y Agustín (15), que está en cuarto año en el Colegio San Agustín.

"Mis hijos son mi mayor construcción y mi mejor recompensa", resalta. Y al nombrarlos, el brillo de la mirada se hace más intenso, eso que sucede cuando los ojos expresan el amor. Ellos conforman su universo personal más valioso. Lo mismo que su hermano, su cuñada, los sobrinos y sus primos, esa familia incondicional y unida que fue y es un pilar incondicional.

Nuevas rutinas

Hoy que el trabajo deja más espacio al tiempo libre, Yolanda disfruta de rutinas sencillas y es organizada. "Alcanza con abrir mis cajones para saber que soy bastante ordenada con las cosas y como soy con los cajones, soy con la vida", bromea.

"Hoy que solo voy al Hospital para cubrir algunas guardias, me hago más tiempo para mis actividades personales, voy a baile y tomo clases de inglés", menciona.

Comparte su cotidianeidad con sus hijos, su familia, y amigos entrañables. "No son muchos, pero son verdaderos", destaca y, sin hacer nombres propios, habla de esos seres imprescindibles. "A medida que uno crece el círculo de amistad se va haciendo cada vez más íntimo", reconoce y de la mano de ello agrega lo afortunada que se siente de contar con vínculos genuinos y perdurables.

También muestra su gratitud hacia esa infinita cantidad de gente conocida y querida. "Soy muy afortunada", expresa. Y continúa: "Cuando me jubilé las enfermeras me hicieron una reunión sorpresa, se me rompió el corazón de ver a tanta gente que ni imaginé que iba a estar. Lo mismo sucedió en la fiesta que nos organizaron a las neonatólogas que dejábamos el Hospital. Nunca pensé que iba a cosechar el cariño de tanta gente".

Se define a sí misma como una soñadora empedernida, pero no se demora en cosas inalcanzables: "Vivo con los pies en la tierra". Sabe que ha sido muy nutritivo sanar relaciones y transitar con la mochila más liviana. 

Una tarea con sentido

Dentro y fuera del Hospital, encuentra la mejor recompensa en esas familias que han pasado por el servicio de Neonatología y la recuerdan. "La gente me acerca historias que yo con el paso del tiempo fui olvidando. Bebés que pasaron por la Neo y hoy son adultos. Todos me agradecen que siempre les hablé con palabras de aliento", señala. Eso que recibe habla mucho de ella, de su modo de pararse frente a cada paciente. "Al principio las situaciones límites me costaban mucho. La terapia intensiva te confronta con dilemas y siempre estás en la línea delgada que divide la vida de la muerte. Pero después aprendí a resignificar eso y no viví las situaciones con tristeza, sino como motivos para seguir luchando para mejorar la sobrevida de los bebés. Ante cada paciente grave, siempre busco lo positivo y me aferro a eso y es tal la satisfacción que siento cuando un bebé logra salir adelante, que eso vale cualquier sacrificio".

"A diario me encuentro con esas historias, que me siguen mostrando lo maravillosa de esta especialidad, que alguien me diga: 'Que suerte tiene este bebé que estás vos', es lo más lindo que puedo escuchar y lo agradezco profundamente", continúa, mostrándose igual de sensible que aquel día en que ingresó por primera vez a una sala de Neonatología y sintió que ese era el lugar en el que quería estar, para llevar adelante una tarea que sirviera a los demás. Ser neonatóloga, para Yolanda Martínez, es eso, brindarse por entero y asumir un compromiso irrenunciable con la vida.


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