Perfiles pergaminenses

Alfredo "Bocha" Cogo, gloria del fútbol de Argentino


Alfredo afirma con énfasis que “es y siempre he sido feliz” por lo que se considera un “agradecido de la vida” que tan generosamente lo trata

Crédito: LA OPINION

Alfredo afirma con énfasis que “es y siempre he sido feliz” por lo que se considera un “agradecido de la vida” que tan generosamente lo trata

El perfil pergaminense de este domingo es un hombre de 65 años que nació, se crió y transcurre hasta hoy su vida en el pueblo de Pinzón, localidad que considera "su lugar en el mundo". De oficio albañil, se declara apasionado del fútbol, disciplina que lo llevó a ocupar siempre la defensa del arco. Padre de dos hijas y esposo de Patricia asegura ser feliz y, de cara al futuro, solo pide tener salud "para poder andar tranquilo".

Si de hombres de pueblo se trata, Alfredo Héctor Cogo es uno de ellos ya que nació, se crió, se desarrolló y actualmente vive junto a su familia en Pinzón. Aclara que esta localidad rural constituye para él su lugar en el mundo y no está en sus planes envejecer en otro sitio que no sea su querido Pinzón.

De oficio albañil, el perfil pergaminense de este domingo, nació un 11 de febrero de 1958 (en la actualidad tiene 65 años) en el Hospital de Pergamino. Su mamá, Mercedes Sanmarcos acompañada de su esposo Juan Cogo, llegó hasta el nosocomio en tren desde Pinzón para dar a luz a Alfredo. Luego de parir, con el pequeño en brazos, volvió a su tierra natal para continuar con su vida. Juan hacía diferentes trabajos en los campos de la zona pero también desarrollaba su labor en el gremio que nuclea a los empleados rurales (Uatre en la actualidad). Mercedes era ama de casa pero algunos días de la semana limpiaba viviendas en el pueblo, lavaba ropa y planchaba a quien se lo solicitaba.

"Tuve una infancia linda", recuerda Alfredo, a quien todos conocen por su apodo, "Bocha", pero aclaró que en esos tiempos era muy difícil conseguir el mango: "Nunca me faltó el plato de comida, mis viejos laburaban para eso, pero cuando crecí me di cuenta del esfuerzo que hacían mis padres para alimentarme. Si había dos milanesas para comer ellos me daban una a mí y la otra la compartían", sostiene.

Su niñez transcurrió en las calles del pueblo, allí donde no existía el peligro. Jugaba con sus amigos de la cuadra, los Paradiso y los Arce. De pequeño ya demostraba su pasión por el fútbol. "Siempre me gustó el fútbol, era mi juego de cabecera. A veces costaba comprar una pelota por eso recurríamos a las medias viejas que nos daban las abuelas para hacer las tradicionales pelotas de trapo. Me gustaba jugar en la posición de delantero, de nueve, pero me incliné por el arco. En mi gusto también influyó un tío y un primo que atajaban en el club de Pinzón cuando existía la Liga Rural", expresa Cogo.

La Escuela Nº 23 "Remedios de Escalada de San Martín" lo vio crecer ya que allí, Alfredo cursó sus estudios primarios. De este establecimiento evoca la figura de algunas de sus docentes: Margarita Font, Chichi Calderón, la señora de Iturralde y Nelly Comité, quien fuera directora del establecimiento. "Mucho respeto inspiraba esa mujer", sostiene.

Su vida laboral

Alfredo tuvo la oportunidad de iniciar sus estudios secundarios en el establecimiento educativo de Mariano H. Alfonzo. "Con tres chicos del pueblo íbamos en un auto, nos llevaba un señor. Me iba bien pero en mi casa no podían bancarme económicamente por eso me dije 'hasta acá llegué' y empecé a trabajar en la casa de la familia Distanza a quien siempre le agradezco porque estaban pendientes de mi bienestar. Allí hacía mucho laburo de jardinero pero también baldeaba veredas de diferentes casas, trabajé en comercio también", cuenta.

Con el dinero que ganaba en sus primeras labores ayudó mucho a su familia porque "no llegaban a fin de mes".

Luego de pasar por varios trabajos, a los 17 años Alfredo encontró una de sus pasiones en la construcción. Junto a un primo, Reinaldo Provenzano, "a quien le debo todos mis conocimientos de albañil", indica, comenzó el oficio. Ya en 1982 emprendió solo su trayecto laboral que lo encuentra por estos días trabajando en la construcción de viviendas, en la ejecución de reformas hogareñas, etcétera. "Fue duro largarse solo, complicado el arranque porque la construcción de a uno no se puede y fue así que nos unimos con Marcelo Paradiso con quien sigo laburando hasta ahora, hace más de 40 años que trabajamos juntos", manifiesta.

La "barra" del pueblo

Durante su adolescencia, a la par del trabajo, Alfredo disfrutaba de los bailes que se hacían en el Pinzón y en los pueblos de la región, como los reconocidos de Carabelas, Rojas, Ortíz Basualdo. "Los pibes del pueblo formamos un grupo para ir a los bailes. Nos íbamos en algún auto que conseguíamos o en motos", relata el perfil. Roque Guerrini, Armando Alarcón, Armando Lippi, Palín Rodríguez fueron parte de esa "barra de pibes".

El fútbol y Argentino

Alfredo fue siempre un apasionado del fútbol. Pelusa Aquilano, un amigo suyo del pueblo, jugaba en el Club Argentino de Pergaminoy fue quien lo hizo ingresar al albiceleste. "El padre de Pelusa tenía la concesión del buffet de Argentino. Un día me trajeron a Pergamino, me hicieron entrar en la cancha, yo estaba en la gloria, nos pusimos a hacer unos pases. En ese momento un señor se le acerca a mi amigo para preguntarle quién era yo y si me gustaba atajar. Esa persona era Cacho Almada, un gran referente en mi vida, cuando hablo de él se me pone la piel de gallina literalmente porque me abrió las puertas del club. Otro fue Alberto Domingo Sierra, un segundo padre, que siempre me llevaba a Pinzón, después de cada entrenamiento o partido, para que yo no me volviera haciendo dedo", recuerda emocionado Alfredo que recién en 1992 pudo comprar su primer auto para trasladarse a Pergamino a ejercer su pasión.

Varias fueron las dificultades que Alfredo sorteó para poder jugar al fútbol pero a modo de enseñanza dice: "Cuando tenés muchas ganas de hacer algo no existen las barreras".

Su inclinación por ocupar el lugar del arco nació desde muy pequeño. Sostiene que "el arquero tiene una gran responsabilidad en el equipo, no podés fallar, es una posición de mucha presión".

Alfredo disputó en Argentino varios torneos. "Salimos campeones en el 75-76 en la Liga Local al igual que en 1992 estando con Daniel García", evocó.

Su larga trayectoria en Argentino tuvo su intermitencia ya que también jugó en el Club Jorge Newbery de Junín, Rivadavia de Junín y su retiro en Carabelas cuando ya tenía 37 años.

"De lo vivido en Argentino, tengo recuerdos muy lindos y de los más importantes de mi vida. El club es mi segundo hogar. En la actualidad formo parte de un grupo que tenemos con los jugadores de esa época. Casualmente el otro día cenamos en el Club, ingresamos a la cancha, fue un momento especial, emotivo porque disfruté mucho en ese lugar", afirma al tiempo que aclara que, por estos días, no asiste a la cancha asiduamente a ver fútbol porque "me tomo muy a pecho todo, me pongo nervioso".

Si bien, Alfredo menciona que su retiro de las canchas fue en Carabelas, la despedida del arco definitivamente la tuvo en el Club Pinzón cuando tenía poco más de 40 años de edad. "Después de la experiencia en Carabelas me retiré, creo que a tiempo, cuando noté que mi habilidad ya no era la misma. Después de cinco años se jugó una Liga Rural en el pueblo, me convocaron desde el Club de Pinzón así que empecé a entrenar y tuve la suerte de salir campeón. Ahí me retiré definitivamente con 42 años y en mi pueblo, fue un gran momento", recuerda Alfredo.

Su vida familiar

En paralelo a su vida laboral y deportiva, Alfredo construyó su familia junto a Patricia Barbieri, también del pueblo de Pinzón.

"Una prima me presentó a mi actual mujer cuando yo tenía 26 años. En los primeros años de la relación íbamos a las tertulias pero tengo que hacer un agradecimiento muy especial para ella que siempre me bancó y me permitió seguir con mi pasión que era el fútbol. No fue fácil, por ejemplo, los sábados salíamos pero temprano nos íbamos a dormir porque yo al otro día jugaba. Cuando me desempeñaba en Junín, me iba los sábados a concentrar pero Patricia siempre respetó mi decisión", manifiesta Alfredo.

Después de unos años de novio, en un terreno cedido por sus suegros, Alfredo comenzó a construir, con sus propias manos, la casa familiar. "Fue un orgullo para mí haber podido construido mi hogar. Del fútbol siempre cobraba algún mango, para ese deporte, las décadas del 70-80 fueron muy buenas por eso, con el dinero que obtenía por jugar, pudimos construir la casa", señala.

En 1992 Alfredo se casó con Patricia y unos años más tarde llegaron las hijas: Aldana que actualmente tiene 28 años y Luciana de 27. La mayor es profesora de biología, está de novia con Juan José Santoro y vive en Pinzón mientras que la menor decidió vivir en Pergamino aunque todos los fines de semana llega al pueblo que la vio crecer para visitar a sus familiares.

El disfrute actual

Por estos días, si bien Alfredo está jubilado, continúa trabajando como constructor. A su par, Patricia tiene un comercio alimentario en el pueblo pero ambos están activos laboralmente hablando. "En 2015 tuve un accidente, me caí del techo, me dañé un tobillo, la recuperación fue lenta pero estoy nuevamente de pie, trabajando más tranquilo porque ya tengo 65 años", comenta.

Ya alejado de las canchas, Alfredo se define como simpatizante de River y sostiene que, en la actualidad, mira todo tipo de fútbol aunque le gusta mucho la Premier. 

Los fines de semana disfruta de la familia y de los encuentros con grupos de amigos cada sábado, a menos que haya Turismo Carretera. "Después de haber dejado el fútbol, promediando el año 92, armamos un grupo con el que viajamos a ver Turismo Carretera. Fui fanático del 'Gurí' Martínez que ahora está retirado. Me gusta mucho ser de Ford y sobre todo lo que genera el TC", cuenta entuasiamado Cogo.

Aclara que Pinzón es su lugar en el mundo, elegido porque gusta de "disfrutar de la tranquilidad del pueblo", también sopesa el hecho de haberse criado ahí y haber podido constituir su familia allí también. No obstante, cuando puede, se escapa con su mujer al mar o la sierra cordobesa. "Mi paisaje preferido es la tranquilidad de la sierra, comer un asado debajo de las plantas, con el silencio de fondo", afirma.

Salud para poder seguir

Se define como una persona tranquila y apasionada al mismo tiempo. Alfredo hizo de la honestidad y la solidaridad la bandera de su cotidianeidad, eso mismo es lo que le inculcó a sus hijas: "Siempre hay que dar una mano al que lo necesita". Sostiene que la familia "es preponderante", ocupa la cúspide de la pirámide. "Hemos deseado y luchado para tener una familia por eso hoy trato de disfrutarla", indica.

Afirma con énfasis que "es y siempre he sido feliz" por lo que se considera un "agradecido de la vida" que tan generosamente lo trata.

Mirando hacia el futuro solo se limita a poner en valor la salud para, en los próximos años, "poder andar tranquilo".


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