Perfiles pergaminenses

Alberto Campos y la profesión policial entendida como servicio


 Alberto Campos un policía que honró su vocación

Crédito: LA OPINION

Alberto Campos, un policía que honró su vocación.

Durante más de dos décadas estuvo a cargo del destacamento de la localidad de Mariano H. Alfonzo, un pueblo donde echó raíces y en el que crecieron sus hijos. Hoy, con 80 años y ya retirado, vive en el barrio Santa Julia, y en un cálido diálogo mantenido con LA OPINION hizo un recorrido por una carrera fructífera.

Alberto Campos es un policía retirado que dedicó buena parte de su vida profesional a prestar servicios en el Partido de Pergamino. Dueño de una trayectoria que forjó sobre la base de una convicción: los policías son agentes que brindan un servicio vital a la sociedad y deben ejercer su tarea con honradez. 

Tiene 80 años y siente que ha cumplido ese cometido, que siempre trabajó pensando en la comunidad de cada lugar en el que le tocó estar. Nació en Germania, Partido de General Pinto, y creció en el seno de una familia conformada por sus padres y siete hermanos, de los cuales solo viven tres. En su pueblo hizo la escuela primaria, forjó amistades duraderas y comenzó a trabajar como repartidor de diarios y empleado de un almacén de ramos generales. 

Pero el destino le tenía preparado otro lugar para vivir y otra actividad. A través de uno de sus hermanos ingresó a la Escuela de Policía y, aunque al principio no tenía demasiado definida su vocación, la instrucción recibida y las posibilidades laborales que se abrieron lo impulsaron a hacer de esa actividad de servicio una profesión que desarrolló con profundo compromiso y responsabilidad. "Comenzó a gustarme la tarea, me formé y fui muy responsable en el ejercicio de la labor policial", sostiene Alberto en una charla distendida que acepta mantener con LA OPINION para trazar su Perfil Pergaminense. "Podría decirse que soy un pergaminense por adopción y que llegué a este lugar gracias a mi trabajo", agrega.

Luego de recibirse de policía se desempeñó en su pueblo. Más tarde en Iriarte, también Partido de General Pinto. Y luego en Junín. "La llegada a Junín representaba un crecimiento porque suponía trabajar en una ciudad grande, pero nunca me adapté", señala.

Cuando recibió el ofrecimiento de venirse a Pergamino, no lo dudó ni un instante. Lo esperaban nuevos desafíos y una comunidad pujante. "Trabajé un tiempo en la Comisaría Segunda, también estuve en la Comisaría Primera y en una oportunidad, cuando ya estaba establecido, uno de mis jefes me llamó a su despacho porque tenía que hablar conmigo. Confieso que sentí temor porque no sabía qué iba a decirme. Era para ofrecerme tomar a mi cargo el destacamento policial de la localidad de Mariano H. Alfonzo que se estaba creando".

"Lo pensé; yo ya estaba casado y era padre de dos de mis hijos. Lo hablé con mi esposa y acepté la propuesta. Nos mudamos a Mariano H. Alfonzo, una localidad que nos recibió con los brazos abiertos y donde terminamos de constituir nuestra familia. De hecho, varios de mis hijos nacieron allí", cuenta.

"El destacamento de Alfonzo se inauguró en la época del proceso militar, era un momento muy distinto al de hoy. Inauguramos la casa donde funciona. Fue una instancia fundante. Yo trabajé cómodo, con personal a mi cargo, y me fui haciendo parte de la vida de la sociedad de Alfonzo. Mis hijos hicieron en el pueblo el jardín de infantes, la primaria y la secundaria. Fuimos parte de la vida de la comunidad y guardamos muy lindos recuerdos de nuestra vida allí".

En una ocasión, el comisario inspector Oscar Aranda lo quiso trasladar a la localidad de Urquiza, pero Alberto reconoce que su familia no estaba dispuesta a mudarse. "La vida del policía suele ser un tanto nómade y cuando uno tiene familia se complica. Así que acepté la tarea que me ofrecían realizar y durante muchos años viajé a Urquiza cada vez que me requerían. Como en ese tiempo no existía el destacamento de Fontezuela, también cubría ese corredor", comenta.

Con humildad y sin falsa modestia afirma que en cada lugar en el que estuvo puso lo mejor de sí para brindar una "mejor seguridad". "Eran otros tiempos y otro tipo de delitos".

En Mariano H. Alfonzo ser el "policía del pueblo" lo obligaba a trabajar durante las 24 horas. "No me lo imponía la fuerza, digamos que me lo imponía mi propia responsabilidad y mi compromiso con el pueblo. Si alguien iba a la casa y tocaba la puerta, independientemente de la hora, yo estaba dispuesto a prestar una mano", resalta. Igualmente aclara que en aquella época la vida en las localidades de campaña era "tranquila" en términos delictivos. "Pero estaban las rutas, los accidentes y todas las eventualidades que surgen en una comunidad y requieren del accionar policial".

La jubilación y una nueva etapa

Se retiró de la Policía como suboficial mayor. "Había cumplido ya 30 años de servicio, estaba viajando a Urquiza y no podía seguir ascendiendo en el escalafón. Sentía que estorbaba a los que sí tenían posibilidades de crecer en la estructura de la fuerza, y me jubilé". Lo que relata sucedió hace más de dos décadas y aún recuerda su último día de trabajo y las inolvidables vivencias de una vida dedicada a servir a los demás.

Lejos de descansar, cuando se retiró inició una nueva etapa laboral. "Me incorporé a trabajar en la empresa OSE, del señor Luis Nardi, y viví 15 años extraordinarios", resalta. Dejó la empresa cuando comenzó la pandemia y hasta el día de hoy reconoce que extraña el ritmo de aquellas rutinas y lo acogedor del ámbito laboral. "El señor Nardi es un ser humano extraordinario que me dio una enorme oportunidad. Durante 15 años trabajé en su empresa supervisando los servicios y realizando auditorías; viajaba a San Pedro, Baradero, Salto, Carmen de Areco y otras localidades", relata y recuerda tristemente la irrupción de la pandemia de Covid-19. "La situación se había puesto delicada, yo viajaba a muchos lugares y ese ir y venir era algo riesgoso, a causa de la Covid-19 moría mucha gente. Hablamos con Luis Nardi y ambos entendimos que había llegado el momento de dejar de trabajar. Lo lamenté mucho, hasta el día de hoy extraño", refiere, agradecido.

Su familia, un sostén

A lo largo de la vida Alberto encontró en su familia un refugio y un pilar. Se casó a los 29 años con Nilda Mabel Herrera, oriunda de San Gregorio, a la que conoció por vecindad con su pueblo. "Hace tanto tiempo ya que no recuerdo, pero creo que fue en un baile", menciona y agradece a la vida haber conformado con ella una familia de la que se siente orgulloso. "Cuando nos conocimos ella trabajaba en una estancia y cuando nos casamos y nacieron nuestros hijos, se abocó de lleno a la crianza de ellos y acompañó mucho mi carrera policial", agrega.

En tantos años la vida los puso frente a pruebas difíciles de afrontar y sortearon toda adversidad con entereza y con un profundo amor. Tuvieron cinco hijos, una de ellas falleció a los 14 años a causa de una enfermedad renal que no pudo superar, y el mayor, Carlos Alberto que hoy tiene 50 años tiene una discapacidad severa. Habla de sus hijos con orgullo: "Carlitos vive con nosotros, no habla ni camina, pero se hace entender, le gusta mirar las novelas con la madre y estar con sus hermanos y con su sobrino. Evangelina era la que le seguía y la perdimos a causa de su enfermedad. Paola tiene 43 años, trabaja en un jardín de infantes y está casada con Leandro Gasset, ingeniero agrónomo y tienen a nuestro único nieto, Faustino, de 18 años. Federico Ezequiel tiene 42 años es soltero y despachante de aduanas; y Diego Leonardo tiene 32, también es soltero y es farmacéutico".

"Nuestros hijos siempre fueron muy unidos y todos aman Alfonzo, donde crecieron", señala y al hablar de la discapacidad de su hijo, reconoce que "fue una prueba muy dura, era nuestro primer hijo, no teníamos experiencia como papás, y nos enseñó mucho".

"Es un ser inteligente, dueño de una sensibilidad increíble, se hace entender, le encanta salir de vacaciones y es muy compañero de su mamá", menciona, emocionado. 

La voz se entrecorta cuando habla de su hija fallecida. "Uno jamás quiere perder a un hijo, fue muy difícil, su enfermedad la obligaba a someterse a hemodiálisis, pasamos internaciones, y como era muy chiquita no pudo soportarlo. Sus restos están en el Cementerio Parque, vamos a menudo y paso tiempo hablándole".

Las pérdidas y las pruebas han sido motor para jamás claudicar. "Soy un agradecido a Dios por cada experiencia y cada una de las cosas que me han tocado vivir han servido para fortalecer mi fe", afirma este hombre que con 80 años se siente vital y con ganas de hacer cosas. "Si tuviera la posibilidad, seguiría trabajando, pero ya no. Hoy mis actividades son hogareñas, me gusta mantener el jardín y en mi casa siempre estoy haciendo algo para pasar el tiempo".

"Desde que nos establecimos en Pergamino, vivimos en el barrio Santa Julia, un lugar que nos encanta", señala y agrega: "Ya nos quedamos aquí, nos gusta mucho y también sentimos que Alfonzo es un poco nuestro lugar por todo lo que vivimos ahí".

Un buen balance

Cuando la charla lo conduce por los caminos del balance, Alberto asegura que el suyo está en orden, en lo personal y en lo profesional. Recuerda su pueblo, al que vuelve cada vez que puede a visitar a sus hermanos. "Hoy ya no voy tanto porque me cuesta ver esa casa en la que mis padres ya no están, uno añora algunas cosas de la niñez y del pasado", reflexiona. 

Con una linda nostalgia también rescata su paso por Mariano H. Alfonzo: "Hemos sido parte de la vida de esa comunidad y me quedaron muy buenas relaciones, tuve la suerte de cruzarme con personas serviciales, amables, educadas, no tengo más que palabras de agradecimiento. Siempre me sentí muy cómodo y por esa razón es que estuve más de 20 años en esa localidad", refiere y pone en nombre propio la gratitud hacia alguien con quien estrechó un vínculo de amistad que valora: Oscar Crocenzi, "un gran hombre que hizo mucho por mi familia en momentos difíciles".

"Vaya en él mi reconocimiento hacia tantas otras personas del pueblo que me brindaron su confianza", añade, definiéndose a sí mismo como "una persona sensible a la que las cosas le llegan y agradecido".

De su tarea policial destaca todo. No ha habido labor en la que se sintiera a disgusto. Por el contrario, siempre entendió que lo suyo era brindar un servicio y desde esa convicción honró su profesión.  

"Tuve dos o tres enfrentamientos a lo largo de mi carrera y por suerte los puedo contar. El último fue en una persecución por un hecho de piratería del asfalto. Un grupo comando había asaltado un camión de Andreani, los perseguimos, nos tiroteamos con los delincuentes y por suerte no pudieron concretar el robo, dejaron abandonado el camión, pero creí que no salíamos con vida de ese hecho", relata, recreando esa adrenalina que solo experimentan aquellos que viven con pasión lo que hacen. "Era un jueves a la tarde y yo estaba preparado para ir a una fiesta del colegio de los chicos. Me hicieron 'bailar' en la ruta, yo iba con un sargento de Rojas", añade. Y confiesa que nunca sintió miedo. Quizás porque el coraje es atributo esencial para el ejercicio de una profesión tan noble, comprometida con el bien común, en la que sencillamente, es imposible no poner el cuerpo y el alma.


Otros de esta sección...
BuscaLo Clasificados de Pergamino y su región
Buscar en Archivo
Tapa del día
00:00
15:42
Errores:  0
Pistas:  38

Tu mejor tiempo:
12:07
Registrate o Ingresá para poder guardar tus mejores tiempos.

Nueva Partida
1 2 3 4 5 6 7 8 9
Editorial
Funebres
Perfiles Pergaminenses
Lejos del pago
Farmacias de turno

LO MÁS LEÍDO