Perfiles pergaminenses

Fernando Maglione: alguien que hizo de la libertad una filosofía de vida


Fernando Maglione compartió un clido dilogo con LA OPINION

Crédito: LA OPINION

Fernando Maglione compartió un cálido diálogo con LA OPINION.

Siempre honró su deseo de autonomía y fue fiel a sus convicciones. En lo laboral durante treinta y tres años se desempeñó como preceptor en varias escuelas secundarias de Pergamino. Amante de los viajes, inquieto por el conocimiento, su Perfil es testimonio de una biografía personal construida en torno al buen obrar.

Las biografías personales se construyen en torno al modo en que las personas se posicionan frente a la vida. Ese conjunto de atributos que se vuelcan en cada cosa que hacen, las definen. Fernando Maglione tiene una trayectoria conocida por su labor en distintas instituciones educativas. Fue el preceptor de varias generaciones y tanto con los estudiantes como con sus compañeros de trabajo estableció vínculos provechosos, forjados siempre en el respeto y cierta complicidad, con límites claros y establecidos. En la esfera personal fue un custodio de su autonomía, determinado y autosuficiente. Amante de la libertad, hizo de ella un culto y vivió plenamente cada experiencia que la vida le propuso para construir una historia rica. Hoy, con 69 años, su Perfil Pergaminense es testimonio de esa coherencia con la que siempre eligió vivir. Nació el 28 de abril de 1954 y creció en el seno de una familia integrada por su mamá Delia González y su papá Adolfo Maglione. Tuvo una hermana mayor, Graciela, ya fallecida, y es tío de tres sobrinos de los que se ocupó con afecto y dedicación privilegiando que estudiaran y contaran con las herramientas necesarias para forjarse un porvenir. Cosechó esa siembra.

Desde el año 2015 está jubilado. Se retiró de la actividad laboral con 33 años de servicio. Más de tres décadas siendo preceptor en escuelas secundarias lo pusieron en contacto con varias generaciones de estudiantes. Fue testigo y protagonista de realidades de un sistema educativo que fue cambiando. Cualquiera que recuerde aquellos años, tiene en la memoria alguna imagen de Fernando organizando los actos del Colegio Nacional. 

Llegó a su profesión casi por casualidad y gracias a las relaciones que fue estableciendo en el andar y a su capacidad, fue construyendo una carrera que ejerció con compromiso.

Recibe la entrevista para trazar su Perfil en la intimidad de su hogar. Vive en un departamento ubicado en el centro de la ciudad, frente a una de las plazas más emblemáticas de Pergamino. Alcanza con bajar el ascensor para tener todo a mano, el café, los conocidos, la Peatonal, rutinas sencillas que nutren su vida cotidiana. "Me cuesta estar encerrado en un departamento, razón por la cual salgo bastante y siempre estoy haciendo algo", refiere en el comienzo.

Al hablar de su infancia, menciona a su familia: "Mi padre tenía una oficina dedicada al comercio en San Nicolás y mi madre era ama de casa", cuenta y también recuerda a su hermana, fallecida en tiempos de pandemia.

Sus recuerdos de la niñez tienen que ver con la casa paterna ubicada en calle Florida, entre Italia y 9 de Julio. También, de una adolescencia vivida en una ciudad que experimentaba cierto esplendor. "Mi padre fue parte de la sociedad que manejaba los cines Ideal y Monumental, así que, aunque no me gustaba demasiado, iba bastante no solo a ver películas sino obras que llegaban al Cine Monumental que funcionaba como teatro. Era otro Pergamino", relata y lamenta la decadencia que luego afectó a esos espacios.

Fue a la Escuela N° 2 y el secundario lo hizo hasta tercer año en el Colegio Nacional. "Después me fui a Rojas, pero finalmente terminé en el Instituto Mariano Moreno de Alfonzo".

"Viajaba todos los días, no éramos muchos, íbamos en colectivo y regresábamos a dedo, porque no nos coincidían los horarios de salida de la escuela con los del transporte", agrega.

Al terminar el secundario se fue a La Plata para comenzar su carrera universitaria: "Llegué de noche y no me gustó para nada la ciudad, al día siguiente me pegué la vuelta, sentí que no iba a poder vivir allí. Finalmente me radiqué en Buenos Aires donde cursé dos años de Agronomía".

Cuando decidió no seguir estudiando, comenzó a transitar un camino de búsqueda personal y vocacional que lo llevó a vivir en Mar del Plata. "Mi familia tenía un departamento allí y con la excusa de que teníamos que refaccionarlo, me mudé, fue una ciudad hermosa en la que estuve un tiempo. Mucho después regresé a Pergamino y aquí fui armando mi historia laboral".

Ser preceptor

Reconoce que nunca había pensado ser preceptor. "Un día me llamó la señora de Calderone, que era directora de la Escuela Nacional de Comercio, para decirme que necesitaban preceptor. Comencé a trabajar a la noche, después pasé a la tarde y con el tiempo me fueron llamando de otros colegios. Ingresé al Colegio Nacional, gracias a Jorge Sharry, y tomé horas en la Escuela Técnica N°2".

"Durante muchos años trabajé mañana, tarde y noche. Salía de mi casa a las 6:30 de la mañana y regresaba pasadas las 23:00 horas".

Siempre entendió que su rol dentro de las instituciones era el de "ordenar la convivencia, poner límites y también establecer una relación con los estudiantes y con los equipos docentes que favorecieran la armonía".

Cumplió a rajatabla con lo que le daba sentido a su trabajo. "Tuve buena relación con los alumnos, pero siempre dejé en claro que dentro del Colegio la autoridad era yo, que había límites que respetar", destaca. También hizo de la empatía una condición para relacionarse con los demás. "En la Escuela Técnica había chicos que llegaban en pleno invierno muertos de frío sin haber comido nada. Les pedía que les prepararan una taza de té caliente y escuchaba sus historias, pero nunca me corrí de mi lugar y de la que era mi tarea".

Lamenta que con el paso del tiempo algunos códigos de la convivencia escolar fueron cambiando y que algunas cuestiones de respeto se perdieron. Pero rescata mucho de esos 33 años que pasó en las más importantes instituciones educativas de la ciudad. "No solo tuve un buen trabajo, sino que conocí a muchísima gente valiosa, entre ellos Jorge Sharry, 'Yoyi' Scaboza y Roberto Rottini, enormes compañeros de camino", resalta.

Buena parte de su carrera fue al frente de los cursos de los últimos años de la educación secundaria. "Eran cursos de cuarto y quinto", menciona y comenta que cuando ya estaba próximo a jubilarse pasó por un primer año: "Eso sucedió cuando ya muchas cosas en la educación habían cambiado y el trato ya no era el mismo". 

"Sinceramente sentí que ese estado de cosas ya no era para mí. Se había perdido el respeto, y eso de algún modo confirmó mi decisión de jubilarme. Inicié mis trámites y me retiré al mismo tiempo de todas las escuelas en las que estaba", comenta.

Una nueva etapa

Reconoce que la jubilación al principio lo confrontó con la decisión de tener que imprimirles a sus horas otras dinámicas. "En un momento pensé que me iba a costar, y extrañé la escuela, pero después me conecté con otras actividades que tenía el deseo de hacer y mis rutinas se fueron colmando de otras vivencias".

Se inscribió en el Centro de Formación Profesional y realizó varios cursos. "No eran cuestiones pendientes, sino intereses que yo tenía de aprender cosas", reflexiona y agradece la posibilidad de haber participado de cursos de idiomas, ceremonial y protocolo, coordinación turística, organización de eventos y más recientemente computación. "Siempre me tomé estas capacitaciones con mucha seriedad", resalta y reconoce que muchas de las competencias adquiridas le sirvieron para el desarrollo de otras cuestiones que han marcado el ritmo de su vida como el placer por viajar, conocer otras culturas y desplegarse en la vida en sociedad dotado de herramientas como las que dan las buenas costumbres y los buenos modales.

"Cuando me retiré comencé a hacer jubilaciones, durante varios años viajé mucho a La Plata a realizar esos trámites, pude ayudar a que muchos de mis compañeros se jubilaran. Hoy ya no me dedico a eso", refiere y comenta que desde hace un tiempo forma parte de la comisión de Bomberos Voluntarios de Pergamino. "Siempre me pareció muy noble el servicio que prestan los bomberos, me interioricé más sobre el funcionamiento de la entidad, y actualmente estoy participando. Antes fui parte de Suteba".

Su impronta, siempre

Respetuoso al hablar, medido en sus apreciaciones, y determinado. Así se muestra en todo momento durante la entrevista y así es frente a los demás en cualquier circunstancia.

"Debo confesar que soy muy personal, que he sido reacio, y siempre he exigido que se respetaran mis decisiones. Siempre defendí mi libertad y me molesta mucho que se metan en mi vida o me digan qué es lo que tengo que hacer", señala. Jamás negoció su autodeterminación. "Nunca me gustó que me digitaran la vida, quizás por esa razón nunca me casé ni me casaría", insiste este hombre que siempre amó viajar, una actividad que representa un enorme ejercicio de libertad. "La primera vez que me fui a Europa tenía 20 años y me quedé tres meses", refiere y sostiene que incluso tuvo en sus planes poder radicarse afuera. 

"En lugar de hijos, tengo viajes en mi haber", menciona y reconoce que eso nunca interfirió con el amor y el tiempo que les dedicó a sus sobrinos Valeria, Victoria y Pablo y a sus sobrinos nietos.

Le gusta el mar, la tranquilidad, y el ritmo de la vida de las grandes ciudades. "Alguna vez pensé que iba a pasar mi vejez en Mar del Plata, pero ya no. A esta edad sería engorroso mudarme", señala y menciona que, de cara al porvenir, imagina sus días rodeado de sus seres queridos, pero siendo tan libre como siempre.

Vivir con autonomía es todo lo que anhela. Y conocer tal vez algún otro destino en un viaje. "Por lo demás, estoy hecho", remarca sobre el final este "querido preceptor" que ya no extraña la escuela: "Han pasado varios años ya desde mi jubilación. Una sola vez intenté volver a entrar al Colegio Nacional, subí las escalinatas y desistí. Muchas cosas habían cambiado, había otra gente, ya no era mi lugar. Jamás volví y ya no creo que regrese", confiesa. Y prosigue:  

"Igual no guardo añoranza. El trabajo me dejó muchas cosas, mucho conocimiento de las tareas escolares y un gran compañerismo", destaca. Y muchos de esos vínculos se los llevó para la vida. "Forjé amistades, tenemos una comisión de jubilados y una vez por mes nos reunimos. Y de los distintos cursos conservo vivencias imborrables. Me cruzo con hombres y mujeres por la calle que me recuerdan que yo fui su preceptor. No los reconozco a todos, han pasado muchos, pero ellos sí saben quién soy yo, y ese afecto que me transmiten, reconforta", afirma con gratitud hacia esa actividad laboral que descubrió casi de manera fortuita y que transformó en una tarea ejercida con los atributos de alguien que rinde culto al buen obrar y que siempre entendió claramente y con profunda convicción cuál era su rol frente a esos chicos que guardan de él un recuerdo seguramente entrañable.


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