Perfiles pergaminenses

Guillermo Gutiérrez: la profesión médica ejercida con profundo compromiso humano


 Guillermo Gutiérrez en la intimidad de su consultorio recibió a LA OPINION

Crédito: LA OPINION

Guillermo Gutiérrez, en la intimidad de su consultorio, recibió a LA OPINION.

Es médico clínico y sabe que esa tarea tiene una trascendencia social que honra en la relación con sus pacientes. Fue responsable del área de Salud del Municipio y en su gestión afrontó coyunturas complejas. Ha logrado ensamblar su dedicación al trabajo con el tiempo que destina a su familia y los amigos, vínculos que lo constituyen.

Guillermo Alejandro Gutiérrez es médico clínico y ejerce su profesión con ese compromiso que solo acompaña la tarea de aquellos que saben que lo que hacen trasciende el consultorio. Honra la relación con sus pacientes y está convencido de que la medicina juega un papel preponderante en lo social. Tiene 68 años y sus conocidos lo llaman "Billy" o "Piturro". Se siente cómodo en esos apodos que hablan del cariño de su gente. Traza su Perfil Pergaminense en la intimidad del consultorio, en el corazón del barrio General San Martín, donde vive desde que se estableció en Pergamino. La charla transcurre distendida, y se interrumpe de a ratos con la llegada de alguien que ve la puerta abierta y entiende que el doctor está ahí para atender cualquier urgencia. También suena el teléfono y todo eso, lejos de resultar un escollo, configura la postal de la vida de todos los días, esa que ocurre en la cercanía y calidez con la que se desdibujan a menudo las fronteras de la vida hogareña con las dinámicas de la rutina laboral. Está convencido de que el vínculo médico paciente es aquel sobre el que se edifica el cuidado de la salud y el tránsito por la enfermedad y honra esa certeza.

Cuenta que nació en Buenos Aires y que, tras vivir un año en Roberts, donde su padre trabajaba, teniendo 6 años se estableció en Acevedo, su pueblo. "Si soy de algún lado, soy de Acevedo", afirma y recalca: "Ese lugar me define, porque allí crecí y establecí mis primeros vínculos". 

Habla con profunda gratitud de sus padres, Héctor María Gutiérrez, médico; y Muden Vicente, ama de casa. También menciona a sus hermanos: "Cachi", Patricia y Andrés y refiere que en ese núcleo familiar primario adquirió valores que resultaron sustantivos para su desarrollo.

"Mi papá era médico de la sala y del pueblo y mi mamá fue una mujer siempre muy dedicada a nosotros", menciona. Y acerca a la charla un recuerdo de su padre que le enseñó algo esencial: la sensibilidad social.

"Más que como médico, el recuerdo que tengo de mi papá, o lo que rescaté siempre de su modo de ser y de vivir, fue su compromiso social, su sensibilidad con el bien común. Cuando llegamos al pueblo, él con otros vecinos fundaron un colegio de artes y oficios, una cooperativa de créditos, una cooperativa de agua potable y servicios públicos. También impulsaron la creación del cine en Acevedo y tenían un grupo que se juntaba a leer y analizar la Constitución Nacional. Hacían teatro y radio", describe.

En la tranquilidad del pueblo y en el seno contenedor de esa familia, adoptó un modo de vivir que de algún modo se inscribió en su manera de ser. Siempre parece estar en calma, habla sin estridencias y lo que dice nunca está separado de la lógica ni de la emoción. 

Relata que hizo la primaria en Acevedo y el secundario en el Colegio Nacional. "Viajaba todos los días, pero eventualmente me quedaba a dormir en la casa de uno u otro compañero, porque yo era adoptivo en la ciudad".

"Tanto de mi niñez como de mi adolescencia conservo hermosos recuerdos. Soy un agradecido a la vida", recalca. Y prosigue: "Cuando éramos chicos nuestro principal pasatiempo era jugar a la pelota en la cancha de la iglesia del pueblo con el padre Arturo Terenzi. También chapotear en el barro y recorrer las casas abandonadas. Fui a la escuela secundaria pública, algo que rescato", resalta.

La decisión vocacional

Estudió Medicina en La Plata y llegó a la carrera luego de hacer una incursión en Ingeniería. "Con 'Pichino' Badía comenzamos a estudiar Ingeniería; fue en 1974, en una época muy compleja. Promediando el año interrumpieron el curso porque mataron al decano, así que al año siguiente nos pasamos a Medicina", refiere, rescatando que "sin lugar a dudas fue un acierto ese cambio".

Encontró en el ejercicio de la profesión una actividad tan desafiante como gratificante y abrazó su carrera con compromiso. "Hice la especialidad de Clínica Médica, me tocó el Servicio Militar en la fuerza aérea en 1982, me convocaron para Malvinas y cuando estaba con el bolso listo, me bajaron y subió el que seguía", menciona y luego de esa vivencia, se enfocó de lleno a completar su formación y realizó la residencia en el Hospital Aeronáutico de Córdoba.

El ejercicio profesional

Ya recibido, comenzó a trabajar en Acevedo y empezó a gestar la idea de instalarse en Pergamino. "Me mudé al barrio Obrero en 1986 y vivo y trabajo aquí desde entonces".

Recuerda que cuando llegó, ya con su familia constituida, no tenía trabajo. "Hice un poco de todo, en un momento tuve ocho empleos: la ambulancia en Rojas, la guardia en esa misma ciudad, los traslados de Medicar, la Clínica, el Hospital, los domicilios, los controles en las piletas, consultorio. Fueron años de mucha búsqueda y aprendizaje también".

Siempre honró su compromiso con la salud pública y buena parte de su recorrido profesional fue en el Hospital Interzonal de Agudos San José, donde llegó a ser jefe del Servicio de Terapia Intensiva.

"El intensivismo te enseña mucho. Estar frente a pacientes muy ancianos o muy jóvenes con situaciones de enfermedad graves, te hace tomar verdadera dimensión de lo lábiles que somos", sostiene y la apreciación habla no solo de su forma de ejercer la profesión médica sino de pararse frente a la vida: "De pacientes muy críticos uno aprende a valorar lo que tiene, que tendemos a subestimarlo, a no darnos cuenta del valor que tiene el estado de salud".

El inventario de vivencias en la sala de terapia intensiva es infinito. A lo largo de los años la tarea supuso no solo extensas jornadas laborales sino el establecimiento de vínculos muy sólidos con los integrantes del equipo de salud. Lo rescata. Y también hace referencia a una de las situaciones que le tocó afrontar cuando se vivió la pandemia de gripe A. "Entrábamos a la sala vestidos como astronautas y veíamos como de un momento a otro los pacientes se morían. No sabíamos bien cómo se transmitía el virus y trabajábamos bajo mucha tensión".

Por entonces, nada hacía suponer la irrupción de otra pandemia como la de Covid-19, también dramática. "El tránsito por la pandemia fue muy duro. Parece que la memoria lo ha borrado. Fue una situación muy difícil y creo que todavía no mensuramos el impacto que ha tenido en la sociedad ese aislamiento tan necesario y tan duro".

El paso por la función pública

La profesión también le permitió incursionar en la gestión pública y durante cuatro años fue secretario de Salud del Municipio. "Fue una experiencia sumamente enriquecedora. Me tocó atravesar algunas situaciones críticas como una inundación y el brote epidémico de meningococo, pero trabajé muy acompañado por un equipo de gente sumamente comprometida".

"Siempre digo que la profesión médica es apasionante, pero el hecho de pasar por la función pública y poder trabajar a nivel comunitario es extraordinario porque resulta más apasionante todavía y porque uno siente una enorme gratificación en ese hacer", resalta.

Su tránsito por la gestión fue de la mano de su condición de médico y a pesar de que esos espacios son "políticos", reconoce que nunca sintió vocación de dedicarse a la política como actividad. "Provengo de una familia en la que la política siempre estuvo presente y reconozco que siempre me interesó estar informado; hice algún paso por el comité en algún momento, pero mi actividad no me dejó tiempo, o no me lo tomé, para dedicarme de lleno a eso. Ser funcionario del área de Salud fue una responsabilidad que tomé en mi condición de médico y viví esa experiencia muy intensamente y aprendí muchísimo".

"En una ocasión me convocaron para participar en la gestión del Hospital, algo que me hubiera gustado, pero no estaba en condiciones de abandonar mi actividad", agrega.

El consultorio y sus rutinas

Retirado del Hospital hace cinco años, en la actualidad solo atiende su consultorio en el barrio General San Martín. "Después de la pandemia dejé la Clínica Pergamino, un ámbito muy profesional en el que me sentí siempre muy cómodo", refiere.

Afirma que la decisión de ir flexibilizando las rutinas laborales y concentrar la actividad solo en el consultorio particular ha tenido que ver con la necesidad de dedicar tiempo a otras cuestiones. "Reconozco que me falta tiempo y cuando no estoy trabajando de médico voy a inglés a la Unnoba, tomo clases de piano con mi profesor Daniel Bernal que me tiene infinita paciencia. Paso tiempo en casa, pinto, corto algunas maderas para hacer algo de carpintería, cuido el jardín y me dedico a mis nietos".

Esa enumeración tiene que ver con sus pequeños placeres cotidianos. También con la cercanía a los seres queridos. "¿Qué es uno sino familia y amigos?", se pregunta cuando la charla transcurre entre anécdotas de "salidas a pescar" y largas charlas. "La pesca es un ámbito muy propicio para la amistad. Tengo un grupo con el que pescamos poco y charlamos mucho y eso es maravilloso", agrega.

Su núcleo afectivo

Cuando la charla se introduce en el universo privado, Guillermo cuenta que está casado con Adriana Collado, platense a la que conoció en una peña estudiantil. Es papá de tres hijas: Eugenia, psicóloga, casada con Agustín y mamá de Helena (5). Florencia, que es socióloga, está casada con Tomás y es mamá de Bruno (un mes y medio). Y Lucía que es soltera y estudia Ciencias Ambientales en Buenos Aires.

Su núcleo afectivo se completa con sus hermanos, sobrinos, amigos de verdad y una innumerable cantidad de gente cercana y apreciada. "Y por supuesto que no puedo dejar de mencionar a mis pacientes, que son parte de mi vida".

"Todos necesitamos que nos escuchen y los médicos vamos estableciendo una relación de confianza con los pacientes que es muy importante. Ellos te brindan su corazón, su alma, te confiesan sus intimidades, sus problemas, sus temores. Y hay que ser muy cuidadoso y respetuoso de esa confianza, para no traicionarla jamás", expresa dejando ver aquellas cosas que para él son realmente valiosas.  

Satisfecho y agradecido

Agnóstico, racional, mesurado, leal a sus principios, sobre el final de la entrevista se muestra agradecido. Imagina el futuro con más tiempo para la familia, los nietos y para dedicarse a aquellas cosas que lo gratifican. 

No tiene ambiciones grandilocuentes. "Estoy hecho. Uno siempre aspira a alguna cuestión más, pero los grandes objetivos y metas están cumplidos. Estoy satisfecho con la vida", resalta y siente que en la medida de sus posibilidades seguirá ejerciendo su profesión, esa que desde hace tantos años lo lleva por la vida, dando pasos firmes por el surco, trabajando de médico.


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