Perfiles pergaminenses

Carlos Capriotti: un conocedor de frutas y verduras que dotó a su negocio del sello de la calidad


Carlos Capriotti en la intimidad de su casa recibió a LA OPINION

Crédito: LA OPINION

Carlos Capriotti, en la intimidad de su casa, recibió a LA OPINION.

Es el dueño de la verdulería y frutería "Bigote", un emprendimiento comercial que lleva su impronta. Trabajador incansable, tiene una historia de vida que se escribió sobre la base de los valores que le inculcaron sus padres y qué él inculcó en los suyos. Su testimonio es muestra del valor que tienen la perseverancia y el esfuerzo en el cumplimiento de cualquier objetivo. 

La historia de vida de Carlos Roberto Capriotti se escribe en torno a la que ha sido su actividad laboral, y se nutre del empeño que ha puesto a lo largo de su vida para poder progresar fruto del esfuerzo puesto en su trabajo. Es verdulero y muchos lo conocen por el apodo que le da nombre a su negocio: Bigote.

Ese emprendimiento comercial emblemático que funciona en avenida Ugarte, frente a la Cooperativa Eléctrica lleva el sello de su impronta que hace del trato con la gente y la calidad de los productos un sello que lo distingue.

Acepta trazar su Perfil Pergaminense en la intimidad de su hogar, mientras se recupera de una dolencia física que lo obligó a someterse a una intervención quirúrgica y a un proceso de rehabilitación que sobrelleva de manera tranquila. Confiesa que extraña ir a la verdulería y descansa en el apoyo incondicional de su familia para transitar este tiempo que lo obliga a adoptar otras rutinas. "Me operé de la cadera hace un mes y me estoy recuperando", expresa apenas se inicia un diálogo que le propone hablar de su historia de vida personal y comercial.

Nació el 22 de julio de 1951 en Pergamino y creció en la zona rural de Rancagua, en el casco de la Estancia "La Benicia", ubicada a seis kilómetros de la Estación Experimental Agropecuaria Pergamino del INTA. Hijo de Natividad Josefina Guiu, catalana, y Dino Gentile Capriotti, habla de sus padres con profunda gratitud y cuenta que se dedicaban a la actividad rural.

"Ellos trabajaban en la estancia, nuestra familia siempre se dedicó a la apicultura y a los cerdos", menciona, y acerca recuerdos inolvidables de su infancia. "Era un tiempo muy lindo. Gracias a mis viejos, que más que padres fueron amigos, tanto mi hermana María Cristina como yo, recibimos no solo educación sino muy buenos valores", resalta.

Las postales de su infancia

Su niñez transcurrió en la geografía del campo. La vida de ese tiempo insumía grandes sacrificios, pero también recompensas. Se progresaba y se vivía en lo apacible de una zona tranquila donde la preocupación pasaba por las inclemencias del tiempo o el bienestar de los animales que se criaban. "Conservo imborrables recuerdos de mi infancia", expresa. 

Comenta que fue a la Escuela Nacional N° 110 "Tierra del Fuego" de Rancagua. Lo separaban del colegio, 8 kilómetros que hacía en el colectivo 'El Aguila' que llegaba hasta Salto. "Las calles por entonces eran de tierra, muchas veces íbamos en colectivo y otras nos llevaba alguno de mis tíos. No era tan fácil llegar porque no había asfalto como ahora".

"Nosotros vivíamos en el casco de la estancia y alrededor había tres tíos, hermanos de mi padre. Cada uno vivía en un campo distinto, así que se ponían de acuerdo para llevarnos a todos a la escuela. Si el molino andaba en uno de los campos, era señal de que ese tío podía ocuparse de llevarnos al colegio. Si no andaba, nos íbamos por nuestra cuenta. Estábamos todos pendientes de los movimientos del molino". Esa anécdota entrañable es testimonio de cómo eran las rutinas en ese tiempo, despojadas de cualquier otra complejidad. 

"En ese lugar pasé hermosos años de mi vida, de hecho, viví en el campo hasta mis 20 años. Y regreso cada vez que puedo a ese casco de estancia que permanece intacto, como si el tiempo no hubiera pasado", agrega, recordando que de chico salía del campo para ir a jugar al fútbol en el Club Sports.

Trabajar desde chico

Cuando terminó la primaria hizo Contabilidad y Mecanografía en la Academia Americana. También estudió para ser técnico apicultor. "Los comienzos de mi historia laboral estuvieron vinculados a mi familia, así que siempre traté de nutrirme de los conocimientos que me permitieran desarrollarme de la mejor manera".

Se estableció en Pergamino de la mano de su actividad laboral. "Me vine a Pergamino por razones de trabajo, hice de todo". "En una época trabajamos como contratistas para Cargill en la estancia 9 de Julio, en la estancia San Daniel. También hicimos apicultura, criamos cerdos y tuvimos gallinas ponedoras", describe.

"Después comencé a trabajar con mi cuñado, Carlos Bassi, ya fallecido. Viajaba de lunes a viernes desde Fontezuela hasta Capital Federal trasladando zanahorias que se vendían en distintos mercados. Estuve muchos años en el camión, hasta que cuando falleció el papá de mi cuñado, Marino, me aboqué a quedarme en el establecimiento ubicado entre Fontezuela y Urquiza, en el que trabajaban más de 300 personas. Fueron tiempos de una actividad muy intensa. Estuve alrededor de 8 años, hasta que comencé a trabajar por mi cuenta".

La vida familiar

A los 23 años Carlos se casó con Liliana, la mamá de sus tres hijos mayores: Lorena, María Fernanda y Sergio. "Después por circunstancias de la vida me separé y años más tarde volvió a formar pareja con mi mujer actual, Silvia Rondinone, con quien tuve dos hijos: Francisco y Josefina", cuenta. Y con satisfacción destaca: "Con el paso de los años hemos logrado ensamblar una linda familia. Ha sido una gran tarea que todos hicimos para poder disfrutar de lo que hoy tenemos. Hoy podemos sentarnos todos a la mesa y compartir encuentros familiares, eso tiene un inmenso valor".

Habla con profundo amor de su familia y de los nietos: Franco, Valentina, Sofía, Agustina, Matías, Catalina, Juano, Federico y Olivia. Cuenta que su esposa es abogada y la mano derecha en el negocio y confiesa que su familia es su núcleo afectivo más importante. "Tengo muchos conocidos, pero amigos tengo pocos. Mi espacio afectivo es el de mi familia", refiere este hombre que ha dedicado casi todo su tiempo a trabajar. "He trabajado y trabajo mucho, siempre estoy proyectando cosas y cuando no estoy en actividad disfruto de estar en mi casa y me gusta la soledad también".

La verdulería

Uno de los principales capítulos de su vida se escribió en torno a la que desde hace muchísimos años es su actividad laboral: la frutería y verdulería. "Conociendo el movimiento de los mercados me inserté comercialmente en el rubro de frutas y verduras", refiere.

Enseguida el negocio adoptó el nombre que le pusieron los propios clientes. "Siempre recuerdo que teníamos que hacer los almanaques y la persona a la que se los había encargado me preguntaba que nombre le ponía al negocio, y los clientes comenzaron a decir 'bigote' y así quedó el nombre de 'Frutería y Verdulería Bigote'", relata.

"Tuve el comercio en varios lugares, en Colón y Castelli, en Colón y Guatemala, siempre en esa zona, hasta que cerré durante un tiempo, y luego de ese paréntesis, arrancamos con un sobrino en Colón y Larrea en la esquina. "Esa sociedad no prosperó, y seguí solo. Fue en ese momento, hace veintidós años, que abrí las puertas de la verdulería en Ugarte 535, frente a la Cooperativa Eléctrica, donde funciona hasta el presente".

Cuando hace el recorrido por su historia comercial, destaca el acompañamiento incondicional de su familia y la fidelidad de sus clientes. "La venta de frutas y verduras tiene su complejidad, porque hay que estar todo el tiempo, ser muy cuidadoso con la calidad de la mercadería. La relación comercial se define cara a cara con el cliente y es algo de todos los días", sostiene. Esta apreciación marca su modo de trabajar, siempre cuidadoso de ofrecer a sus clientes lo mejor.

"Hasta hace cuatro años, entre diciembre y mayo viajaba a Mendoza para comprar allá. Siempre ponderé la calidad. Quizás es un defecto de autoexigencia, pero nunca compré algo en un mercado hasta no recorrerlo por completo y confirmar que no había algo superior a eso que había elegido", agrega y reconoce que extraña no estar por estos días detrás del mostrador. "Apenas me recupere del todo, vuelvo porque realmente extraño mucho el negocio".

Sin asignaturas pendientes

En el terreno de lo personal, no tiene asignaturas pendientes. Lo señala cuando la entrevista casi termina y la pregunta lo interroga sobre los sueños. "No creo tener nada pendiente. Hice todo lo que quise".

Perseverante en el trabajo y persistente en los objetivos que se traza hasta cumplirlos, no tiene más aspiraciones que poder seguir manteniendo su negocio y viajar para conocer destinos del país que aún no conoce. "Trabajar y viajar, manejar, disfrutar de los hijos y de los nietos y seguir trabajando", enumera. Es parte de una generación que ha hecho sacrificio y que ha obtenido recompensas. En el caso de Carlos, tener un negocio que es referente en su rubro, que cuenta con una clientela fiel y que tiene como sostén la impronta de un hombre que "ha nacido para trabajar" y que ha llegado a este momento de la vida sabiendo que debe seguir haciéndolo porque esa energía vital nutre y alimenta nuevos sueños. "Mis padres me han enseñado a trabajar, me han marcado un camino. Jamás me quejé por el trabajo. Y lo único que le pido a Dios es salud para seguir haciendo lo que me gusta, proyectando y enseñando a los míos esos valores. Cuando miro hacia adelante sigo proyectando, es la vida. Es Dios el que dice hasta acá llegamos y mientras esté vivo, no me imagino haciendo otra cosa más que trabajar y disfrutar de mis afectos que son lo más importante que tengo".


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