Perfiles pergaminenses

Juan Carlos Martínez: la sencillez de un hombre que trazó su camino con trabajo y buenos valores


 Juan Carlos Martínez en la intimidad de su casa compartió un clido dilogo con el Diario

Crédito: LA OPINION

Juan Carlos Martínez, en la intimidad de su casa, compartió un cálido diálogo con el Diario.

Proveniente de una familia humilde, creció viendo el sacrificio de sus padres. Se incorporó al mercado laboral siendo chico y encontró en la rectificación de motores, su oficio. Ese que abrazó con pasión y el que le permitió crecer. Con 66 años, fiel a su esencia, trabaja y el resto del tiempo lo dedica a su familia y a los amigos, sabiendo que el afecto y la confianza son la mejor recompensa.

Juan Carlos Martínez tiene 66 años. La mayoría de sus conocidos lo llama "Juancito". Alcanza con mirarlo a los ojos para percibir la bondad en su rostro y esa predisposición natural a brindarse a los demás para tender una mano, prestar ayuda o generar confianza. 

Proveniente de una familia humilde, vivió sus primeros años de vida en el barrio José Hernández y se fue mudando a distintos sectores de la ciudad acompañando el ritmo y las posibilidades de trabajo de su padre, que se dedicaba a trabajar quintas y vender los frutos de esa tarea, por entonces, bastante artesanal.

Sus padres fueron Juan Martínez y Magdalena Lette, ambos fallecidos. "El trabajaba la quinta y ella era ama de casa. Tengo una hermana, Ana María", cuenta y recuerda que vivió su infancia rodeado del afecto de su abuela Ana Josefa, su tío Francisco y sus primos.

"Hasta los 12 años vivimos en José Hernández, después nos fuimos a una quinta atrás de la Sociedad Rural, donde estuvimos un año. Y más tarde nos establecimos en la ruta que va a Rosario y allí mi viejo siguió trabajando la tierra con la ayuda de todos", menciona y cuenta que sus padres siempre alquilaron y se fueron acomodando a las circunstancias que le iba planteando la vida, tomando cada oportunidad de progresar. Quizás de ellos tomó la cultura del trabajo y se insertó en el mercado laboral desde chico.

"Fui a varias escuelas, porque a medida que nos íbamos mudando, buscábamos la cercanía con el colegio", señala y menciona: "Fui alumno de la Escuela N° 50 del barrio San Martín; después me pasé a la Escuela N° 41 –ahora N° 62 del barrio Villa Progreso-; y finalmente egresé en la Escuela N° 8".

De su paso por cada establecimiento conserva los mejores recuerdos. Era un tiempo en el que la niñez transcurría entre juegos sencillos y mucho compañerismo. "Tengo lindos recuerdos, íbamos a la escuela y después nuestros ratos libres transcurrían en el campo, mucho no salíamos, nuestros paseos eran ir a la casa de mi tía que vivía en Villa Progreso o ir alguna vez a Luján, donde vivía una hermana de mi papá", relata. Y refiere que Pergamino no era en aquel tiempo como es hoy. "La ciudad era distinta, uno decía el barrio José Hernández y no era lo mismo que hoy, era bastante más despoblado. Quizás la zona de La Rural donde vivimos después sigue siendo parecida porque sigue habiendo campos y quintas por ese sector de la ciudad. Pero Hernández cambió mucho y hoy está mucho más poblado. Nosotros vivíamos en una casa grande casi pegada al arroyo Pergamino. En el Centro sí había grandes negocios como Iñiguez y Casa Barcia, entre los que recuerdo".

"De chico jugué al fútbol en Tráfico's y en Racing, en las divisiones inferiores, pero ya después no seguí", agrega y menciona que por fuera de los clubes en una época se había armado un grupo que se juntaba a jugar a la pelota en un lugar que llamaban "El Maracaná". 

El mundo del trabajo

Cuando terminó la primaria se dedicó a trabajar. "En aquel tiempo no había otra opción, mis padres eran muy pobres y además se presentaban muchas posibilidades laborales", refiere.

"No sé si me hubiera gustado seguir estudiando, hoy es distinto, si no tenés un título no llegas a nada. Pero en mi tiempo trabajar te abría muchas puertas y además ciertos trabajos te formaban en un oficio", resalta.

Sus primeros pasos los dio junto a su padre trabajando en el campo con la quinta. "Después trabajé de albañil con mi tío y con dos muchachos, uno de ellos Roque Calderón", menciona.

Su oficio

En la actualidad y desde hace 47 años se dedica a la rectificación de motores. Su oficio lo adoptó casi por casualidad cuando tuvo la posibilidad de ingresar siendo muy joven a la empresa Céccoli. "Comencé con ellos, ingresé a través de un amigo. Ahí aprendí el oficio, que se ve que me fue gustando, porque no pude abandonarlo nunca más", 

"En una oportunidad Céccoli le alquiló las máquinas a la gente con la que yo trabajo ahora, Rectificación Pergamino, y así me vinculé con ellos. Después le devolvieron las máquinas, pero yo ya me quedé trabajando con ellos", comenta.

"Me gustaba la mecánica, pero nunca me imaginé que la rectificación de motores iba a ser mi oficio", reconoce y resalta: "Lo aprendí trabajando, yo nunca fui a una escuela técnica".

"Nos dedicamos a trabajar con todas las partes de un motor; hago los cigüeñales, los cilindros y manejo también otras máquinas", describe y señala que con el paso de los años su trabajo en sí no cambió demasiado. "Hay más tecnología, pero las piezas de un motor siguen siendo iguales".

Su familia

Desde hace 34 años Juan Carlos está casado con Norma. Ella era de Arroyo Dulce y se conocieron en un baile de campo en Manantiales. Cinco años después contrajeron matrimonio y se establecieron en Pergamino, en la casa que habitan en el barrio Santa Julia. Tienen dos hijos Rocío (32) y Gonzalo (29). "Mi hijo está en pareja con Flor y vive en Rosario, trabaja en un estudio contable y este año se recibe de contador público. Y mi hija vive con nosotros y tiene su gabinete de estética".

"Mis suegros, Dante y Chona, viven en Arroyo Dulce y siempre vamos a visitarlos", agrega. Su familia es su gran sostén, siempre han sido muy unidos y han atravesado juntos dificultades y disfrutado plenamente las alegrías. A la par de su núcleo familiar, la amistad ocupa en la vida de Juan Carlos un lugar importante. "Tengo una peña, BTP, que comparto con amigos cada jueves".

Reconoce que es un apasionado del trabajo y aunque ya está jubilado sigue plenamente en actividad. "Nunca dejé el taller, digamos que la jubilación fue una formalidad".

Un momento difícil

Hace poco más de un año la salud lo puso a prueba y lo obligó a enfrentar una situación difícil que atravesó con serenidad y en el convencimiento de que el resultado iba a ser el mejor. "Estaba haciéndome controles por otra cuestión médica y en una ecografía me descubren una manchita en el riñón, en los estudios posteriores eso se fue agrandando. Era un tumor de riñón", relata. La intervención quirúrgica fue en Buenos Aires. "Al principio me dijeron que me iban a sacar solo el tumor, pero finalmente me sacaron todo el riñón", agrega.

Aunque vivieron momentos de incertidumbre, e incluso la intervención debió suspenderse cuando estando listo para ingresar al quirófano porque la urgencia de otro paciente obligó al equipo médico a reprogramar la fecha, Juan Carlos transitó cada instancia de esa experiencia con suma tranquilidad. "Cuando me dijeron que me cambiaban la fecha de la operación porque otro paciente estaba grave, sentí que quizás yo cediendo mi lugar ayudaba a alguien a poder vivir. Y pensé también que quizás ese día no era el apropiado para entrar al quirófano. No ganaba nada con enojarme ni preocuparme", cuenta viendo a la distancia cómo todas las cosas se fueron acomodando para que su cirugía se diera en las mejores condiciones y saliera bien.

"Hoy hago una vida normal, solo que cambié algunos de mis hábitos de alimentación, estoy obligado a tomar mucha agua y salgo a caminar", cuenta y reconoce que jamás sintió temor por lo que pudiera pasarle. Quizás esa templanza contribuyó a su recuperación. Algunas semanas después de la intervención quirúrgica volvió al taller y se reintegró a sus rutinas habituales. "Me cuido y realizo mis controles de manera periódica. Lo que viví tal vez me enseñó a cuidar más la salud, yo era bastante reacio a ir al médico", añade.

Un modo de ser y de vivir

Respetuoso, confiable, acepta con serenidad cada circunstancia. Es amigo de los amigos y ha cosechado buenas amistades con el paso de los años. "Todo Pergamino me conoce. Tengo una virtud: hablo con alguien y ya establezco una confianza. Me pasa mucho en el taller, que la gente refiere en mí. No lo hago para caer bien o para agradar, me sale naturalmente. Soy así, si puedo ayudar, ahí estoy. Y las personas se brindan a mí, es muy reconfortante porque es señal de que uno obra bien".

Cuando sobre el final, la entrevista lo convoca a pensar en el futuro y en la vejez, Juan Carlos afirma que su único deseo es tener salud y no perder la autonomía. "Uno ha visto sufrir a seres queridos, y soy de la idea de que cuando ya no te podés valer por tus propios medios, si de verdad existe Dios, tiene que llevarte con El", reflexiona. Y reconoce que no le gustaría "llegar a viejo teniendo que depender de otro".

Siente que la vida lo ha tratado bien. Sus proyectos se han cumplido. En lo personal lo único que se reprocha es no haber ejercido su oficio por cuenta propia. "No lo hice porque no me sentí capaz. Y porque además en cada lugar en el que trabajé siempre tuve muy buena relación con mis patrones, a los que consideré y considero verdaderos amigos. Ponerme por mi cuenta quizás hubiera sido, de algún modo, traicionarlos", señala en una apreciación profunda que lo define en su esencia y en los valores que ha defendido siempre. Ese fue y es su modo de trabajar y de vivir.


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