Perfiles pergaminenses

Nelson Miguel Yomaiel, "el arquero cantor", una historia de superación y resiliencia


“Miki” Yomaiel mantuvo un clido dilogo con LA OPINION

Crédito: LA OPINION

“Miki” Yomaiel mantuvo un cálido diálogo con LA OPINION.

Nació en Manuel Ocampo y su mamá falleció de Mal de los Rastrojos cuando él tenía 3 años. Una malformación congénita en las piernas lo obligó a someterse a cirugías y rehabilitaciones. Sin embargo, con el paso del tiempo, jugó al fútbol y fue director técnico. El deporte y la solidaridad lo llevaron a la música y supo construir su identidad como cantante de folklore.

Nelson Miguel Yomaiel, "Miki", nació en Pergamino, pero vivió sus primeros años de vida en Manuel Ocampo. Su familia estaba integrada por su papá, Miguel Yomaiel, y su mamá, Berta Bustamante. Habitaban una casa sencilla en un sector del pueblo por entonces bastante despoblado y eran felices. Su papá se dedicaba al cuidado de caballos de carrera y su mamá, ama de casa. Su hermano mayor era Ricardo y su hermano menor, Claudio. Su mamá estaba embarazada cuando enfermó de Mal de los Rastrojos y falleció a causa de esa enfermedad que causaba estragos. "Llegó a tener a mi hermana Andrea, antes de morir", refiere Miki y señala que esa pérdida temprana y dramática marcó la historia de su familia para siempre. "Cada uno de nosotros creció al cuidado de nuestras tías. Nos trajeron a Pergamino y aquí pasamos nuestra infancia", cuenta. El vivió en el barrio Acevedo, en calle Salta y Sarratea, en la casa de su tía María y de su tío Juan Tejedor, ferroviario. "Ellos me contuvieron con mucho amor. Todos los fines de semana mi abuela Sara nos llevaba a Manuel Ocampo a visitar a mi papá, y si nosotros no íbamos, venía él", recuerda, hasta que muchos años después su papá tomó la decisión de mudarse a Pergamino. "Pudimos tenerlo cerca hasta que falleció hace poco tiempo, a sus 88 años", agrega.

El apodo que le puso su mamá

El sobrenombre que lleva lo adoptó de su madre que así llamaba a su papá. "Ella comenzó a decirme 'Mikito' y cuando crecí fui 'Miki'. Mi sobrenombre fue algo que me quedó de ella", menciona y confiesa que los recuerdos que tiene de su mamá fueron los que construyó su abuela Sara. "La mamá de mi papá se encargó de que jamás la olvidáramos". Conmovido, atesora cada relato de su abuela y lo agradece porque eso le permitió configurar una imagen de su madre más allá de aquellas que le regalan las viejas fotografías. "A pesar de no haber tenido a mi mamá crecí en un ambiente familiar de mucho amor", insiste. Y cuenta que fue a la Escuela N° 4, después hizo el ciclo básico en el Colegio Industrial y, como empezó a trabajar, terminó el secundario en el Comercial nocturno.  

La fábrica de escobas

Desde hace 40 años trabaja en una fábrica de escobas y cepillos de cabello. A la par de ello, se formó como electricista matriculado. "La actividad de la fábrica fue cambiando con los años y hoy solo se hacen escobas plásticas con máquinas automáticas, así que voy menos horas y trabajo en mi oficio".

"Mi formación básica del Industrial me dio herramientas, después estudié y recibí el título nacional de montador e instalador electricista", agrega.

El deporte

"Miki" nació con una malformación congénita en las piernas que le impidió realizar actividad física. Amaba el fútbol, pero nunca pudo practicarlo porque su vida transcurría entre cirugías y rehabilitaciones agobiantes. "Ya siendo adolescente me escapaba a jugar con mis amigos, y como no podía correr mucho, era el arquero del equipo", comenta.

Esas "escapadas" sirvieron de puntapié inicial para forjar la que más tarde fue su carrera deportiva, esa que pudo construir sorteando todos los obstáculos. "Ya siendo un hombre, un día haciendo ejercicio con un amigo alrededor de la cancha de Racing, por entonces teníamos un equipo de "papi" fútbol y jugábamos algunos torneos, los jugadores del plantel nos invitaron a que nos sumáramos a los entrenamientos. Aceptamos. El técnico me preguntó si quería empezar a jugar profesionalmente y para mí fue como tocar el cielo con las manos, porque siempre había sido mi sueño". 

Recuerda que durante muchos años había estado con aparatos y utilizando solo zapatos ortopédicos. "Jamás había podido usar un calzado deportivo, así que, con esa historia, que me ofrecieran jugar al fútbol parecía algo increíble", agrega.

"Hice caso omiso a cualquier recomendación y comencé a transitar el camino del deporte que me dio muchas satisfacciones. Durante seis años jugué en Racing como arquero; después pasé al Club Tráfico's, donde jugué seis años más y en paralelo empecé a dirigir en el fútbol infantil", menciona. Como jugador tuvo la fortuna de formar parte de los equipos de tercera y primera división y en el terreno de la dirección técnica, la formación deportiva de niños fue una tarea que asumió con marcado compromiso durante más de 20 años.

"Fui entrenador del arquero Jeremías Conan Ledesma desde los 5 años y hasta los 12 años cuando fue captado por Rosario Central. Hoy es arquero y figura del primer equipo de Cádiz, fue convocado varias veces por la Selección Argentina para la que participó en los Juegos Olímpicos. Veo su carrera y me siento orgulloso", resalta.

Una historia de superación

Confiesa que siempre puso empeño en cada cosa que emprendió. La vida le había planteado algunas dificultades y su objetivo era superarlas. Lo consiguió ampliamente. Fiel a su esencia, cada desafío representó una oportunidad y siempre buscó nutrirse de las mejores herramientas. "Dediqué 20 años de mi vida a la formación en el fútbol infantil y también dirigí en primera. Me preparé mucho para eso, hice la carrera de director técnico nacional y me recibí. Dirigí en Racing, Douglas Haig y Tráfico's, ya con los más grandes de cuarta y primera división. Siempre quise superarme".

Dejó la dirección técnica hace siete años para acompañar a su hijo menor que es arquero. "No me coincidían los horarios y elegí acompañar a 'mi pollo'", afirma, entusiasmado.

Una familia hermosa

A los 19 años "Miki" se casó con Norma Beatriz López, oriunda de Arroyo Dulce, a la que conoció en un baile de esa localidad. Tienen tres hijos: Romina (35), Leonardo (33) y Federico (22). "Mi hija está casada con Guillermo Rosello y el más chico está de novio con Brisa", agrega agradeciendo a la vida el tener una familia hermosa. "Con mi esposa hemos transitado buena parte de la vida juntos, llevamos 36 años de casados, somos muy compañeros, creo que la clave es ceder cada uno un poco para encontrar el equilibrio y contenerse, siempre".

El camino de la música

El mundo del deporte y el de la música parecen inconexos. Sin embargo, en la historia de "Miki" ambos confluyeron para que pudiera abrirse camino como "cantor".

Siempre le había gustado la música, de hecho a los 9 años competía en certámenes de canto que se realizaban en un parque de diversiones de Peyrano, donde vivía su padre. Pero nunca imaginó que cantar iba a ser su destino. "Se dio casi por casualidad y es una historia simpática", afirma. Y la relata: "Yo estaba a cargo de la escuela de futbol de Racing, mi propósito era llevar a los chicos de viaje para que pudieran competir en algunos torneos, pero nos faltaban recursos económicos. Fue así que comenzamos a organizar peñas folklóricas. Un papá que cantaba tomó la iniciativa y más tarde me propusieron que yo formara parte del espectáculo. Al principio no quería saber nada, porque yo solo cantaba para mí. Pero buscando que las familias de los chicos nos acompañaran en los festivales, me animé. El director de FM Sueños, una radio que hacía la promoción de las peñas y que me conocía del ámbito del deporte, leyó la cartelera y en el anuncio dijo: 'Y también se presentará 'Miki', el arquero cantor' y ese fue el latiguillo que inauguró mi carrera como artista. Desde ese momento cada vez que me subo a un escenario soy "el arquero cantor". Su último show fue hace unos días en el Bingo, en el inicio de la segunda temporada de un programa de televisión. "Que me eligieran me llenó de orgullo, porque hay muchos artistas muy talentosos en el ambiente".

Hace 16 años que debutó en un escenario y en la actualidad canta acompañado por las guitarras de su hijo menor y Agustín Cáceres, un músico talentoso y querido al que considera "un hijo más".

Confiesa que conoció el folklore en el ámbito de aquellas peñas que organizaban para recaudar fondos para el club. "Descubrí un ambiente de muy sano", resalta. Y destaca: "Por supuesto que cumplimos el sueño de que los chicos viajaran. El primer viaje fue a El Trébol y después hubo muchos otros".

La emoción, intacta

Cuando habla de aquellos chicos, algo lo emociona. "Aún hoy me acuerdo de ellos y me parece que los veo, todos vestidos iguales con sus pantaloncitos blancos, sus medias impecables y la camiseta tricolor a bastones. Hicimos mucho esfuerzo para que vivieran lo que otros chicos podían disfrutar".

En esa apreciación aparece algo muy profundo de su esencia. Quizás su propia historia se escribe en ese sentir. Ese adulto que trabajó para darles a los chicos esa oportunidad, de algún modo tal vez reparó en ese acto las limitaciones que él tuvo siendo un niño y que le impidieron "jugar a la pelota".

"Por supuesto que me hubiera gustado ser uno de esos chicos, pero bueno, mi problema físico no me lo permitió. Gracias a Dios la vida me compensó después", afirma, y si tuviera que definirse a sí mismo diría: "Soy un luchador que he tratado de construir mi destino dejando afuera los malos sentimientos. Las palabras odio, rencor y envidia no existen en mi diccionario". Su presente es la familia, el trabajo y la música. También los amigos. "Tengo la gracia de Dios que la gente me demuestra mucho cariño", señala.

Disfrutar, paso a paso

Esa es la premisa de su vida y la esencia de su personalidad. No persigue grandes sueños. Sin embargo, sabe ir detrás de aquellas cosas que quiere y pone todo su empeño en la tarea. Eso hace que disfrute plenamente de cada logro y lo viva con mucha intensidad. "Disfruto cada momento y ese es un sueño cumplido", afirma. Como cuando era un niño y sorteaba cada dificultad con entereza, cada paso para él es una meta alcanzada. 

Volver a su raíz

Sobre el final, habla de la ciudad y lo mucho que le ha dado. "Me gusta Pergamino", afirma, aunque confiesa que cuando avance la vida le gustaría volver a vivir en Manuel Ocampo. Lo que dice va mucho más allá de una geografía. Sabe que allí, como aquí, hay gente que lo quiere mucho. Pero lo que distingue aquel pueblo de cualquier otro es una memoria viva que le habla de su madre. "La historia de nuestra familia fue muy fuerte y cada vez que vuelvo a Ocampo me cuentan alguna historia de mi mamá. Me dicen que a mi papá lo envidiaban todos por tener una mujer tan hermosa. Era bella mi mamá, y me cuentan que los pañales más blancos del pueblo eran los que ella tendía en el patio de casa mientras cantaba", relata. Y continúa: "Quizás mi amor por la música lo tomé de ellas como tantas otras cosas, a pesar de haberla perdido tan temprano", concluye. "Todos me dicen que su voz se escuchaba desde lejos cuando ella cantaba", insiste. Y ese recuerdo es una descripción de aquello que ha quedado grabado en su esencia y se traduce en su voz, cada vez que se sube a un escenario y canta.


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