Perfiles pergaminenses

Olga Elisio, viuda de Bustos: una rica historia de vida escrita a la par de un gran hombre


Olga del Valle Elisio una bella y luchadora persona

Crédito: LA OPINION

Olga del Valle Elisio, una bella y luchadora persona.

Es mendocina y llegó a Pergamino luego de contraer matrimonio con el inolvidable Oscar "Cacho" Bustos, un conocido médico y referente político de Pergamino. Su muerte temprana le causó un enorme dolor, pero tuvo la fortaleza necesaria para salir adelante y sostener a sus cuatro hijos. Su perfil recrea vivencias de lucha y superación.

Olga del Valle Elisio nació el 31 de enero de 1947 en Mendoza, pero vivió en Pergamino gran parte de su vida, ya que siendo muy joven se unió en matrimonio con Oscar "Cacho" Bustos, el conocido médico y político pergaminense, a quien conoció casi por casualidad y de quien no se separó jamás. La muerte temprana de su compañero de vida le arrebató muchos de los proyectos que tenían juntos, pero se sobrepuso a la adversidad y siguió adelante, abrazando su principal tesoro: los hijos que habían tenido.

A días de haber cumplido sus 76 años, Olga acepta trazar su "Perfil Pergaminense" y lo hace en la intimidad de su hogar, allí donde está su universo afectivo y los recuerdos. 

En el comienzo habla de sus padres. Camilo Elisio y María Dicapito. El mecánico de máquinas agrícolas y ella ama de casa: También de sus hermanas: Susana del Carmen (72) (recientemente fallecida) y Nilda (87) que vive en Mendoza. "Crecí en una familia muy amorosa, tuve una infancia muy linda. Mi padre nos cuidaba mucho y nos dejaba salir muy poco, inclusive a los bailes que se organizaban en el colegio, debíamos ir acompañadas por nuestra madre. Eran tiempos muy diferentes a los de hoy. Siempre fui muy compañera de mis hermanas, Nilda se casó cuando yo tenía 12 años y con Susi estuvimos siempre juntas, incluso ella y mamá se vinieron a vivir conmigo a Pergamino después que papá falleció", refiere.

En la conversación recrea las vivencias de una juventud que la tuvo como protagonista de inolvidables experiencias ya que, por su belleza física y sus condiciones, era elegida para representar a su barrio y más tarde a su provincia en reconocidos certámenes. Cuenta que hizo la primaria en la Escuela "Guillermo Cano" y el magisterio en la Escuela Normal. "Me recibí de maestra normal nacional y continué mis estudios terciarios para obtener el título de maestra jardinera", señala.

Inició su ejercicio profesional en Mendoza. "Hice una suplencia de un año en San Carlos apenas me recibí y luego titularicé como maestra jardinera en Uspallata, un valle hermoso en la precordillera. Durante dos años viajaba los lunes y regresaba a mi casa los viernes. Vivía en una pensión con compañeras. Fue una época hermosa".

Después pidió el traslado a una escuela de Godoy Cruz, en la que trabajó hasta que se casó en 1972.

Una mujer bella

Olga siempre fue una mujer bella, no solo físicamente. Su bondad se traduce en la mirada, tiene una sonrisa hermosa. Tiene el don de la sencillez, pero al mismo tiempo es elegante. Como algo innato muchos de esos atributos hicieron que siendo muy jovencita la convocaran para participar de importantes certámenes, uno de ellos la Fiesta de la Vendimia. "Un día desde la junta vecinal de mi barrio fueron a pedirle permiso a mi papá para que concursara en representación de mi barrio. Gané y fui reina de Villa Barón. Después, reina del distrito San José y reina de Guaymallén. Llegué a la Fiesta de la Vendimia y fui virreina, en 1962", relata.

"Ya trabajando en San Carlos me pidieron para representar a esa localidad en la Primera Fiesta Nacional del Agua, superé todas las instancias de ese concurso y fui elegida reina del Agua de la Provincia de Mendoza en 1967", agrega y comenta que cuando ya dejó de participar, era convocada como jurado, una tarea que desempeñaba con gusto. "Era un honor representar a mi provincia en distintos lugares".

Una vuelta del destino

Fruto de esa representación fue que en una ocasión tuvo que viajar a Mar del Plata para participar de la fiesta en la que se elegía a la reina del Mar. "A pesar de que yo ya tenía 20 años, le pidieron permiso a mi papá para que me dejara viajar. Aceptó con la única condición de que también fuera mi madre. Así que, con el secretario de Turismo de nombre Rogelio, un chofer, la virreina de la vendimia y mi madre, emprendimos viaje. Estuvimos nueve días participando de distintos eventos. Esto sucedió en diciembre de 1967 y fue inolvidable porque en el viaje de regreso algo torció nuestro rumbo y en ese viaje conocí a 'Cacho' con quien me casé varios años después".

Lo que cuenta muestra cómo cuando dos personas están destinadas a encontrarse, la vida se encarga de que lo consigan: "Teníamos que regresar a Mendoza y el secretario de Turismo- que resultó ser tío de Oscar- nos invitó a ir a Buenos Aires el fin de semana porque tenía el casamiento de su sobrina. Nosotras aprovechamos a reencontrarnos con parte de nuestra familia que vivía en Capital y fuimos a la boda también con unos primos míos. En la Iglesia, un muchacho se daba vuelta y me miraba. Se acercó a Rogelio, le pidió que nos presentara, se acercó a mí y nunca más nos separamos. Al otro día salimos a tomar algo, conoció a mi familia. Quiso besarme y le di vuelta la cara, tiempo más tarde me confesó que eso era lo que más le había gustado de mí. Intercambiamos teléfonos y direcciones y regresé a Mendoza. En enero tocan el timbre de mi casa y era Oscar que había viajado desde Buenos Aires para verme".

El destino la había puesto frente al amor de su vida. Lo supo desde siempre y por eso apostó a esa relación que mantuvo a la distancia durante varios años. Por entonces Oscar estudiaba medicina en Buenos Aires y ella vivía y trabajaba en Mendoza. "Hacíamos peripecias para vernos por lo menos dos veces al año".

La vida compartida

"Cacho se recibió de médico a los 23 años, en marzo de 1972. En septiembre del mismo año nos casamos y nos fuimos a vivir a Buenos Aires, donde él estaba haciendo su residencia. Yo pedí el pase interprovincial en inspección de preescolar en San Isidro. Cuando las condiciones de su trabajo como médico residente cambiaron, dejó de convenirnos vivir allá y tomamos la decisión de establecernos en Pergamino. Nos vinimos en enero de 1973 y él viajó permanentemente hasta terminar su residencia. Fue un sacrificio increíble, pero era un apasionado de su profesión", sostiene.

"Nos gustaba mucho viajar. Yo lo acompañaba a los congresos. En una oportunidad hicimos un viaje muy importante a Estados Unidos, a Aiowa", refiere. Y prosigue: "Algunas veces viajábamos solos y otras con amigos como Ricardo Picco y Delia Enría, Gloria y Raúl Rossi y Raquel y 'Pancho' Dimattia".

"Hicimos muchos viajes con nuestros hijos. Pasamos vacaciones y momentos inolvidables con amigos. Ese ha sido un regalo de la vida, siempre estuvimos rodeados de buena gente".

"Cuando se conformó el Club Argentino de Servicios realizamos una gran tarea solidaria, era un grupo conformado por parejas, creamos la sede local y nos reuníamos cada quince días", recuerda y señala que con lo que recaudaban producto de rifas y desfiles, entregaban becas a estudiantes o hacían donaciones.

Una compañera incondicional

Cuando recién se casaron, Olga seguía ejerciendo como docente. Había conseguido el pase al Jardín de Infantes N° 8. A la par de ello, era secretaria del consultorio. Dejó su profesión cuando se abocó de lleno a criar a sus hijos y a asistir a su esposo en el consultorio. "Recién cuando se armó el Instituto del Tórax dejé de ser su secretaria".

Su principal tesoro

Afirma que sus hijos y nietos son lo mejor que la vida le regaló. Es mamá de Oscar Leandro (49), médico psiquiatra, casado con Paula Thomas; Andrea del Valle (48) médica especialista en dermatología, en pareja con Mauricio Cirigliano; María Paula (46), odontóloga y diputada provincial, casada con Lucas Marino Aguirre; y Juan Ignacio (41) médico psiquiatra, casado con María Sol Villalba.

Es abuela de: Aurelia Bustos (10) Agustín (17) y Tomás( 14) Gallegos; Manuel Heit (14) Valentín Marino Aguirre (6), Violeta Bustos (12), Indiana Bustos (9) y Justina Bustos (1). Y abuela del corazón de: Julieta (14), Nicolás (17) Agustín (17), Ignacio (34) y Facundo (24).

 Una pérdida irreparable

Su esposo falleció a los 43 años. Cuando Olga lo cuenta, algo en ella se conmociona. El paso del tiempo no borró lo que para ella representó esa pérdida. "El era la base de la casa, fue terrible, pero cuando él supo que estaba enfermo, comenzó a prepararme para que la vida me resultara más fácil. Durante los cuatro años que duró su enfermedad, me enseñó cosas que yo no sabía y todo el tiempo me alentó a ser fuerte por los chicos".

En esa época ella había comenzado a trabajar en Servicios Sociales Bancarios. "Oscar me impulsó a que volviera a salir a trabajar, como un modo de prepararme para cuando él no estuviera", reflexiona y lo recuerda con el mismo amor del primer día. "Fue un ser increíble, del que aprendí mucho. Lo admiré siempre. Además de médico especialista en Neumonología fue concejal y un dirigente comprometido. La sala de salud del barrio José Hernández lleva su nombre, también las olimpíadas secundarias de las que fue creador. Siempre trabajó mucho por la salud, la educación y el deporte".

La pérdida de su esposo la colocó en un nuevo escenario de vida. Se aferró a sus hijos, tomó el legado de su esposo y continuó por el camino que ambos habían trazado.

Su desvelo fue que sus hijos pudieran estudiar y cuando cada uno emprendió su propio camino, se abocó de lleno a disfrutar de los nietos, a pintar y a seguir adelante con algunas actividades como la de ser tesorera de la Asociación Médicos Jubilados y Pensionados de Pergamino.

La gratitud, siempre

Cuando la charla la lleva por los senderos del balance, se muestra agradecida. Sabe que la vida le sacó al ser más importante, pero le dejó cuatro hijos maravillosos y nietos a los que ama. También afectos entrañables de los que se nutre y con los cuales comparte una vida en la que no hay asignaturas pendientes, solo conciencia y aprendizaje.

"Fui una luchadora y tuve a mi alcance las herramientas para que mis hijos alcanzaran sus metas y fundamentalmente fueran buenas personas. Siempre estuve muy cerca de ellos", menciona asegurando que su familia es "su orgullo".

Siempre cerca de sus raíces mendocinas, mantiene un vínculo estrecho con su hermana que vive allá; pero confiesa que, luego de tantos años transcurridos, se siente pergaminense. "Fui la esposa de un hombre que fue referente en esta ciudad, y de su mano, yo también construí aquí parte de mi identidad. Me animaría a decir que soy más pergaminense que mendocina", sostiene y resalta el acompañamiento de sus cuñadas (hermanas de Cacho).

 Y vuelve sobre el recuerdo de su esposo sobre el final, cuando menciona que ya hubieran cumplido sus bodas de oro. "Pero al final, estuvimos casados apenas 18 años, porque la vida me lo arrebató temprano. Siempre decíamos que cuando cumpliéramos 25 años de casados íbamos a hacer la fiesta que nos debíamos, pero el destino no nos dejó cumplir ese anhelo. Pero cumplimos muchos sueños juntos y para seguir adelante, me aferré a ellos", concluye esta mujer, dueña de una rica historia de vida, escrita a la par de uno de los principales exponentes de la buena dirigencia que tuvo esta ciudad el inolvidable Oscar "Cacho" Bustos.


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