Columna de Opinion

La microagenda de Milei: simplificación y desvío de la realidad


Instagram de Milei

Crédito: Javier Milei

Instagram de Milei

Aunque la inflación parece haber encontrado un techo y hay señales de estabilidad, la economía aún enfrenta grandes desafíos. Sin inversiones extranjeras ni acuerdo con el FMI, Milei sigue apostando a la confrontación ideológica para sostener su narrativa política.

La estrategia de comunicación de Javier Milei no deja margen para la discusión racional. En lugar de responder con argumentos a las críticas sobre sus políticas, el Presidente se dedica a caricaturizar a quienes lo cuestionan, usando una narrativa infantilizada que busca dividir a la sociedad entre quienes "entienden" y quienes "tergiversan". Su última publicación en redes, el llamado "Diccionario Milei - Zurdo", es un claro ejemplo de esta microagenda basada en la simplificación extrema y el enfrentamiento permanente.

La lógica es simple: toda crítica proviene de "zurdos" que malinterpretan sus dichos a propósito. Si Milei habla de controlar los fondos de la UBA, la crítica sobre una posible privatización es solo un delirio izquierdista; si se opone a políticas de género, la preocupación sobre sus efectos en la diversidad es una exageración. Así, la discusión política deja de girar en torno a hechos concretos y se reduce a una burla constante hacia quienes cuestionan su gobierno.

Sin embargo, la economía presenta un panorama más matizado. La inflación muestra signos de desaceleración y se proyecta entre un 25% y un 30% anual para 2025, con la posibilidad de llegar al 15% en 2026. La estabilización de precios comienza a sentirse, aunque algunos sectores productivos advierten que el dólar alto ha generado una pérdida de competitividad en ciertos rubros. Además, pese a la baja de la inflación, las inversiones extranjeras no llegan y el acuerdo con el FMI sigue estancado, lo que mantiene un nivel de incertidumbre alto.

En este contexto, Milei opta por sostener su relato en el plano ideológico. En lugar de construir consensos o enfocarse en las medidas necesarias para atraer capital y reactivar el empleo, su prioridad sigue siendo la guerra cultural, donde la confrontación es la única herramienta válida. No hay plan de desarrollo ni estrategias de crecimiento claras, solo la búsqueda constante de enemigos a quienes responsabilizar.

El reciente cruce entre Jorge Macri y el Presidente es una muestra clara de esta dinámica. El jefe de Gobierno porteño marcó distancia respecto del discurso de Milei en el Foro de Davos, en el que el mandatario vinculó la diversidad sexual con la pedofilia y sugirió eliminar la figura del femicidio. "Me gustaría ver un Presidente que abogue más por la unidad que por seguir instalando nuevas divisiones", sostuvo Macri. La respuesta de Milei no tardó en llegar: en una carta pública cargada de victimismo y agresividad, el Presidente lo incluyó dentro de una supuesta "campaña de difamación" y lanzó una advertencia: "No se pongan en nuestro camino".

El episodio refleja con claridad el modelo de liderazgo de Milei: más basado en la pelea que en la gestión. Mientras la sociedad enfrenta el ajuste y la economía aún no despega, el Presidente sigue apostando a la polarización como su principal activo político. La gran incógnita es cuánto tiempo más podrá sostener este esquema antes de que su propio electorado comience a exigirle algo más que provocaciones en redes sociales.


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