Alicia Haydee Salemi de Paganini es una mujer cálida y cuidadosa del buen trato que hizo del cultivo de los afectos su premisa de vida. Nació un 14 de julio hace 71 años y creció en el seno de una familia conformada por su papá Vicente Salemi, su mamá Sofía Cascardo y sus hermanas Gloria y Stella Maris. "Yo fui la más chica y andaba siempre con las amigas de mis hermanas con las que iba al cine y compartía los juegos", cuenta en el comienzo de la entrevista que se realiza en la intimidad de su casa, esa que comparte con su esposo Oscar Paganini y con uno de sus hijos. En ese lugar transcurre la vida. La charla acerca vivencias de su infancia, de su vida familiar, sus intereses y los anhelos cumplidos. Tiene un tono de voz dulce, afectuoso, respetuoso del decir y también del callar, para reflexionar. Es una mujer de fe y el rezo diario del rosario, confiesa, "le alimenta el espíritu" y ha sido el refugio para atravesar dificultades y transitar pérdidas dolorosas como la muerte temprana de sus hermanas y de su mejor amiga.
Cuenta que creció en Merced e Intendente Biscayart y conserva hermosos recuerdos de su infancia. "Me la pasaba en la fábrica de mosaicos de mi papá, mi entretenimiento era estar ahí. En esa época los mosaicos se hacían de manera artesanal, uno por uno", refiere y comenta que su papá también integró la primera comisión directiva del Club Juventud y ella es socia vitalicia: "Cuando nací me regalaron una medalla y una cadenita de oro, tengo los mismos años que el Club y siento un cariño enorme por esa institución".
Apegada a los buenos valores, rescata que sus padres le inculcaron desde siempre la cultura del estudio y el trabajo. "Empecé la primaria en la entonces Escuela N°77, después me pasé al normal. Y el secundario quería hacerlo en el Huerto, donde iban mis amigas, pero por razones de salud de mi mamá, perdí el turno de inscripción, así que fui al Nacional y el último año lo hice en la Escuela N° 1, ya que mi mamá viajaba a Rosario para hacer su tratamiento de quimioterapia y necesitaba que yo fuera al Colegio de tarde", relata. Comenta que regresó al Normal luego para seguir la carrera docente. Estudió el profesorado de Matemáticas y el magisterio y desde muy joven junto a "Nené" Valentini preparó alumnos. "Siempre me gustó la docencia porque me encantan los chicos", destaca y señala que también en su casa tenía alumnos particulares.
En relación de dependencia trabajó en la Cooperativa de Seguros de Pergamino, donde hacía accidentes laborales y de tránsito y, ya después que fue mamá, se abocó de lleno a la crianza de sus hijos y a la que fue su pasión: la peluquería.
"Instalé la peluquería en el año 1977. La armé con Martín Barrionuevo. Su mamá fue la que me enseñó a hacer las permanentes. Llegué a hacer seis o siete por día. El tener el salón instalado en casa me permitía compatibilizar los tiempos familiares con los del trabajo y por esa razón nunca quise mudar la peluquería al centro. Mis clientas fueron muy fieles, muchas eran del barrio, pero otras tantas venían de otros lugares. Hasta el día de hoy sigo trabajando y tengo clientas fieles, que a esta altura son grandes amigas".
Realizó cursos a través de la Cámara de Peluqueros y se nutrió de conocimientos y avances que le permitieron siempre estar actualizada y brindar un servicio de excelencia. "Hoy sigo teniendo la peluquería, mis clientas vienen, se atienden, compartimos un café y largas charlas. Han pasado generaciones por el salón, en el presente atiendo a nietas y bisnietas de mis primeras clientas. Hay una que vive en Trenque Lauquen y viene a atenderse conmigo. Es un honor. Mis clientas me han dado enormes satisfacciones".
Otros intereses
Dueña de una belleza que ha sabido cuidar, en su juventud fue reina de la Asociación de Constructores de Pergamino. "Siempre me gustó cuidarme para sentirme bien", señala. Y comenta que hace mucha actividad física. Hace 29 años va al Gimnasio Piruetas, donde ha encontrado además un núcleo de pertenencia del que disfruta. "Somos amigos, nos reunimos, charlamos, y disfrutamos de las clases. Yo hago aparatos y desde hace 14 años tomo dos clases semanales de RPM. Llegué por recomendación médica y no me fui más", agrega.
"También fui catequista en la Parroquia Nuestra Señora de Fátima, junto a Mary Petit y Patricia Cura y soy parte de esa comunidad, todos los domingos voy a misa", comenta.
"También me gustan las actividades manuales, tejo, realizo artesanías, y me encanta la repostería, tengo el gen de mis tías que eran increíbles en esa tarea y me doy idea. Hago las tortas de cumpleaños de mis nietos y disfruto mucho", añade, complacida por esas pequeñas grandes ofrendas que puede brindarles.
La familia, su gran construcción
Alicia asegura que su familia ha sido su gran construcción y su pilar más importante. "Siempre soñé con casarme y tener hijos. Y ese sueño de cumplió. Tengo una familia hermosa de la que me siento orgullosa", recalca. Y prosigue: "Si hubiera tenido una casa más grande y hubiera podido, hubiera tenido más hijos", confiesa.
Se casó con Oscar hace 52 años. Se conocieron a través de su hermana y su cuñado. "Ellos eran hermanos, así que nos conocimos a través de ellos y estamos juntos desde entonces, acompañándonos en todo".
"Yo tenía 19 años cuando nos casamos. Oscar tuvo varios emprendimientos hasta que puso la peluquería en el centro. Antes había tenido una empresa de música funcional y el bar Capote. Pero su vocación era la peluquería y fue el peluquero de todos", cuenta. Y menciona vivencias de ese largo camino recorrido.
Tienen cuatro hijos: Ignacio (49), Ariel (48) y las mellizas, María Cecilia y María Rita (41). Habla con profundo amor de sus hijos y nietos: "Ignacio está casado con Carolina Carrete y es papá de Federico (8) y Valentino (5). Siguió los pasos de su papá y está al frente de la peluquería. Ariel es soltero, profesor de Dibujo, de Folklore, músico y hace trabajo de obra, vive con nosotros, pero ahora está trabajando en Balcarce. María Cecilia está en pareja con Lucas Nandin y tienen a Antonia (11) y Clarita (9). Es técnica Química y hace un año obtuvo la licenciatura. Trabaja en el Instituto Maiztegui; y María Rita es endocrinóloga, está casada con Nicolás O'Brien y tienen a Camila (12), Facundo (9) y Marcos (2)".
"Tenemos un 'familión' y eso me llena el alma", expresa con gratitud hacia sus hijos que "están siempre incondicionalmente para nosotros". Y agrega: "Me encanta recibirlos en casa, amo las reuniones familiares. Mis cumpleaños son una fiesta con piñata gracias a mis nietos. Siempre estoy pensando y haciendo cosas para ellos".
Lo que vive con sus nietos, es de alguna manera, lo que ha vivido con sus hijos. Su casa siempre fue el lugar de encuentro y las puertas estaban siempre abiertas para recibir a amigos y compañeros de colegio. "Los chicos bailaron en el Ballet El Triunfo y acá dormían los que venían de afuera para los festivales. También las amigas de mis hijas cuando salían. La casa estaba siempre llena de chicos".
Volver a la escuela
Cuando los hijos se fueron haciendo más grandes, Alicia se reencontró con su vocación docente y fue preceptora. "En el año 1990 tomé una suplencia en el Comercial. Y al año siguiente ingresé al Colegio Nacional, al principio fui preceptora de segundo y tercer año y luego de tercero y quinto. Fue una experiencia hermosa. Había mucha camaradería y eso es imprescindible para desempeñar un rol que es fundamental dentro de la escuela, porque el preceptor es el que está en contacto permanente con los alumnos, conoce sus historias, se involucra y es el nexo entre docentes, autoridades y familias".
"En el año 1998 pedí el cambio a la Escuela N° 4, allí trabajé muy bien. Cuando había sido la reforma educativa había ido durante tres años al Instituto Superior N° 20 de Junín para capacitarme. En la Escuela N° 4, incluso, cuando faltaba alguna maestra, estaba yo cubriendo esas horas", refiere y menciona que culminó su carrera en la Escuela Secundaria Básica N°13. "Allí trabajé con Mariano Luchini como director. En todas las escuelas siempre tuve excelentes equipos directivos y docentes".
Acerca múltiples vivencias que resaltan el rol del preceptor, esa persona que contribuye a que el alumno "quiera estar en la escuela" y desarrolle "un sentido de pertenencia a partir del compromiso y la responsabilidad".
La escucha atenta, la predisposición y el conocimiento para llevar adelante la tarea fueron claves para Alicia. "Tuve alumnos hipoacúsicos, no videntes, también estudiantes con enfermedades serias a los que les suministraba la medicación. El preceptor es el que ayuda, el que está y cuando hay una problemática es el que informa. También es un espejo en puntualidad y compromiso y el que forja esas conductas en los chicos", describe y agradece el haber podido cumplir esa función honrando lo que significa.
La jubilación y sus rutinas
Reconoce que jubilarse representó el inicio de una nueva etapa, pero sostiene que, así como alguna vez la crianza de sus hijos fue una prioridad, el cuidado de sus nietos motivó el deseo de "tener más tiempo libre para ellos". Y respetó ese impulso y configuró sus rutinas poniéndolos en el centro de su vida.
"Me levanto tempranísimo, dos de mis nietas cuando salen del colegio vienen a almorzar a casa. Hasta hace un tiempo cuidaba a cuatro de mis nietos. Siempre estoy con ellos", resalta. "No hago nada que no me guste. Y soy muy feliz. Amo estar en mi casa, recibir a mis clientas, e incluso a algunas de ellas, irlas a buscar y traerlas a la peluquería. Reunirme con mis compañeros del secundario y estar con mi familia", señala y reconoce que una de las cosas que le genera mayor gratificación es sentirse querida. "Tengo buena relación con todo el mundo y siento que la gente me quiere. Eso es muy lindo".
En retrospectiva mira la vida ya vivida y en perspectiva el tiempo por venir. Siente que haber conformado su familia y haber estado presente en cada momento vital de los suyos es su principal logro. También el haberse permitido cumplir otros sueños
"Estudié piano primero con René Torres, después cuatro años con Mario Berrondo y dos en el Conservatorio de Música. Toco habitualmente y es una terapia", reconoce. También cuenta que integró el grupo de adultos del Ballet El Triunfo y que durante varios años viajó a maquillar y peinar a bailarinas.
En cada lugar y actividad, siempre se mantuvo cerca del espíritu de su esencia, sin alejarse jamás de esa Alicia que siempre está pensando en los demás, tratando de tender una mano incondicional. La vida le ha retribuido esa generosidad con las mejores recompensas.