Marcela Otilia Cenacchi nació el 28 de abril de 1965 en Pergamino. Creció en el barrio Acevedo y vive en su casa de siempre, rodeada de animales y en contacto con la Naturaleza.
"El barrio Acevedo creció muchísimo, yo vivo en la parte más antigua. Recuerdo que era chica y las calles eran de tierra. Todos 'los Cenacchi' vivíamos en el corazón del barrio", menciona en el comienzo de la entrevista que transcurre con la fluidez del diálogo cálido. Su sensibilidad aflora en la expresión de su mirada y en el tono de su voz al recrear aquello que define su identidad. Cuenta que su mamá fue Dora Elena Ayestarán, y su papá Osvaldo, un descendiente de italianos. "Mis abuelos llegaron el 31 de diciembre de 1900 y aquí construyeron su destino", resalta, fiel a sus raíces.
Refiere que su papá fue chapista y pintor de autos, además de diseñador de carrocería de autos de carrera y trabajaba en relación de dependencia. "Era un artesano, mi abuelo también lo fue. Y toda mi familia estuvo siempre atravesada por el arte".
"Mi mamá fue empleada de las tiendas 'El Siglo' y 'La Reina' y fue la que me llevó a aprender dibujo y guitarra a mis siete años", menciona. También habla de su hermana mayor, Graciela, que vive en Arrecifes. "Ella me dio a mis sobrinos Justiniano y María Constanza".
Al hablar de su infancia comenta que hizo salita de cinco en el Jardín de Infantes N° 902 y la primaria en la Escuela N° 4. "Tuve maestras excelentes. La escuela tenía un proyecto experimental del que fui parte. Nos enseñaban música y aunque no había profesor de Plástica, la misma maestra nos hacía dibujar y crear historias".
El dibujo
Confiesa que siempre le gustó dibujar y su primer dibujo, teniendo cinco años, fue la recreación de un almacén que funcionaba a una cuadra de su casa. "Dibujé a la señora que atendía detrás del mostrador, con las estanterías y las latas que se usaban en ese tiempo para vender productos sueltos. Durante muchos años la dueña dejó colgado ese dibujo, e incluso siendo ya adulta, cada vez que iba a comprar lo veía".
La enseñanza formal llegó tiempo después cuando comenzó a tomar clases con una profesora, en calle Güemes y Guido. "En ese tiempo también iba a guitarra con el profesor Sarlenga, en calle Maipú", agrega.
El secundario y la vocación
Hizo el secundario en el Colegio Normal y egresó en el año 1982. Pensaba estudiar Veterinaria. "Incluso había ido a presenciar una cirugía canina para ver si no me daba impresión, pero la vida me fue llevando por otro camino, aunque eso no significó abandonar mi amor por los animales y por las plantas, siempre tuve una mirada naturalista que seguramente tomé de mis tías y de mi padre, que amaba los rosales".
Estando en el secundario, sus docentes de Plástica, Dora Petri y 'Pancha' Paterlini la impulsaron a inscribirse en la Escuela de Artes Visuales. "Yo quería ser artista, me quería ir a Italia, así que comencé la carrera de Artes Visuales y la continué al egresar del Normal".
"Teníamos profesores que venían de Buenos Aires o de Rosario, y fueron algunos de ellos los que me estimularon para que me fuera a Buenos Aires para seguir estudiando", relata.
Tomó la decisión de irse en octubre de 1983. Cuenta que al llegar se encontró con el Partenón de los Libros que habían censurado durante la dictadura, una instalación hecha por Marta Minujín en el florecimiento de la democracia. "Fue un espectáculo conmovedor. Podías subirte y llevarte un libro", señala.
Ingresó a la Escuela de Bellas Artes "Manuel Belgrano" y allí se recibió de maestra nacional de Dibujo. "Mi familia era gente de laburo y no podía sostener mis estudios, así que durante los primeros tiempos viví en casa de una tía y más tarde, cuando ya empecé a trabajar, me mudé a una pensión", comenta recreando las largas distancias que recorría cada día para poder estudiar. También recuerda su paso por la Asociación de Estímulo a Bellas Artes. "Donde había un espacio para poder aprender, ahí estaba", resalta agradecida por la valía de las personas que se cruzó en el camino. "Ya con el título en mano, hice el profesorado de Pintura en 'La Pueyrredón', donde también tuve muy buenos maestros".
Por entonces, trabajaba en una inmobiliaria como recepcionista y antes, en la pensión, lo había hecho para una fábrica de pinceles para cosmética.
Más tarde estudió para ser profesora de Grabado. "Anselmo Piccoli me orientó mucho", resalta. Y prosigue: "En 1991 me recibí, seguí viviendo un tiempo más en Buenos Aires y en 1996, a raíz de un problema de salud de mi mamá, regresé a Pergamino".
La docencia
Establecida nuevamente en la ciudad, descubrió su vocación por la docencia. "Tomé mis primeras horas en la Escuela N° 20 de Guerrico en marzo de 1997, empecé a trabajar como docente de Arte y a partir de esa experiencia se me despertó una pasión que no abandoné jamás. La docencia la descubrí en Pergamino", destaca, recordando su vivencia en cada institución educativa donde le tocó enseñar. "También trabajé en Urquiza y en Mariano Benítez, siempre me gustaron las escuelas rurales porque te muestran otros mundos".
"Con el paso de los años titularicé mis horas en el Colegio Industrial y cada vez me fui involucrando más para seguir aprendiendo siempre, de mis alumnos y con mis compañeros", señala.
En 1998 una suplencia que tomó en la Escuela de Artes Visuales le abrió las puertas de la formación de formadores, una dimensión de la labor docente que ama profundamente.
"Trabajé en la escuela de Guerrico hasta el año 2012 y cuando ya me quedé en Pergamino fue creciendo mi carga horaria en el terciario", refiere y confiesa que también le apasiona el nivel Inicial: "Me gusta mucho cuando me convocan para ir a pintar algún mural a jardines de infantes, las conversaciones con los chicos que están en estado puro son increíbles".
Actualmente sigue trabajando en el Industrial, y en el terciario. "Estoy a un paso de jubilarme en la docencia, entiendo que es una etapa que se cierra; 26 años han sido suficientes. He sido muy feliz y he aprendido en las aulas mucho de lo que sé, pero hoy me quiero dedicar más al arte".
La actividad artística
Marcela define que su carrera artística comenzó en 1991 y desde entonces no se detuvo jamás. A su primera inclinación por el dibujo y la pintura le siguieron otras expresiones. "Reconozco que al principio lo que más me gustaba era dibujar, descubrí un mundo con los lápices de colores y después me dediqué más a la pintura", comenta, recordando la primera muestra realizada junto a Rubén Albarracín en la Casa de la Cultura.
"A partir del año 2000 empecé a dedicarme exclusivamente a la pintura y en 2006, dando clases en la Escuela de Artes Visuales con Graciela Ambrosini y Daniel González, surgió la inquietud de hacer la Licenciatura en Artes Plásticas en Rosario. Reunimos la cantidad de alumnos que necesitábamos para abrir el curso y comenzamos a viajar todos los sábados. Fue una experiencia extraordinaria que me abrió también muchas puertas en lo artístico".
"Así fue como empezamos a traer gente a Pergamino a dar talleres, como Hugo Masoero, incursionamos en la escultura y comenzamos a construir otras miradas desde el arte con muchos autores".
"Haciendo un taller sobre objeto con Hugo en Bellas Artes, tuve que llevar una síntesis de mi trayectoria en el arte. Cumpliendo con esa consigna confirmé que siempre nos mostramos a nosotros mismos de una manera consciente o inconsciente y si tuviera que definirme en lo artístico diría que siempre trato de juntar la vida y el arte en cada cosa que hago".
"A lo largo de los años he tomado inspiración de mi propia biografía personal y la de otros para expresarme", menciona, en una reflexión que hace un recorrido por distintas experiencias artísticas que han marcado su trayectoria.
"Cuando estaba cursando la licenciatura se me despertó el interés por hacer una fiesta, así nació Fiesta Rosa, el 30 de septiembre de 2011. Recuerdo que haciendo un taller de fotografía con Hugo Masoero, llevé una foto de la boda de mis padres sacada con una cámara estereoscópica. Me compré mi propia cámara y así empecé a concebir una performance que me dio muchas satisfacciones. Trabajé sobre la temática de las mujeres, el matrimonio igualitario. Esa obra fue premiada por el Diario LA OPINION", relata, mencionando a quienes la acompañaron en esa creación.
También hace referencia a "Woman", una obra que nació a partir del trabajo con la historia del cuerpo. Y refiere en su relato el premio otorgado también por LA OPINION a la muestra "Aquí Cafanacci" realizada con Lydia Caffaratti y Silvia Aquiles. "La hicimos en Osde y allí llevamos el living con el casamiento gay y una serie de fotografías de casamientos realizados en Pergamino en la década del 60".
Al hablar de sus trabajos, lo hace con la humildad que expresan aquellos que poseen ese talento genuino. Se considera una investigadora de las cosas y alguien a quien le gusta escribir sobre arte. No la desvela el reconocimiento.
Una rica historia de vida
Es dueña de un universo afectivo del que disfruta plenamente. Es soltera, vive con siete perros y siempre está rodeada de buenos amigos. "Desde muy joven tuve la convicción de que no iba a ser mamá así que esa no es para mí una asignatura pendiente. Y al amor le he dado algunas chances, pero no me fue bien en esas experiencias, así que lo he dejado de lado", confiesa cuando la charla la convoca a hablar de su universo propio.
La vida y el arte transitan en Marcela por la misma senda. Lo artístico le ha dado la posibilidad de conocer a personas valiosas y cosechar muchos amigos. "Nombrarlos me haría caer en olvidos insalvables, pero el arte me dio muchas amigas y amigos, una de ellas es la artista Nina Piatti, que siempre me acompaña".
En el presente está trabajando activamente en la tarea de señalizar árboles de la ciudad que están muertos hace tiempo. Su arte asume en ese sentido un compromiso con el cuidado del ambiente y es un llamamiento, así como una invitación colectiva que se orienta hacia el cuidado de la naturaleza. "Con Silvina Morris, Estela Orlando y María Cobarrubia compartimos el espacio de Arte Más, que Carlos Elizalde nos cedió en comodato, para articular acciones con la Escuela de Artes Visuales. Ese es otro proyecto que me entusiasma".
En lo personal se define como una persona solidaria, y también como una mujer tenaz que consigue casi todo lo que se propone. Quizás porque trabaja con esmero.
Imagina que el futuro la encontrará viajando en su casa rodante. La está equipando. Se ve en ella rodeada de esos afectos verdaderos, los que nutren para seguir creando arte e historias, que es eso de lo que se alimenta la vida.