Gustavo Adolfo "el Gato" Musso hoy tiene 75 años. Fue uno de los principales exponentes que tuvo el básquet de esta ciudad y cuenta con una nutrida trayectoria que lo posiciona en la generación de esos que "hicieron historia". Sus hijos, radicados en Italia, siguieron sus pasos e hicieron del deporte una profesión y un modo de vida. "Jugué con y contra los mejores jugadores de básquet de mi tiempo y aprendí de cada uno de ellos", resalta en el comienzo de la charla, este hombre que con humildad ha cosechado el reconocimiento y lo ha guardado en la memoria, sintiéndose en lo cotidiano de sus días como "un vecino más al que nadie conoce".
"Cuando tenía 20 años era un deportista y no podía andar por la calle porque todos me conocían. Eso ya no sucede, me alejo un poco de mí círculo de afectos y no me conoce nadie", señala, refiriendo que cuando finalizó su carrera deportiva, el básquet quedó para los hijos y para el disfrute como "espectador privilegiado de un deporte que amo".
"Si hubiera seguido en el candelero, por ahí la historia hubiera sido otra, pero cuando dejé de jugar, ya no hice nada más en materia ni deportiva", menciona, este hombre que se formó en el Club Sports de la mano de las enseñanzas del profesor Basilio González y transitó en esa institución buena parte de su carrera, aunque también jugó en Comunicaciones y en Douglas Haig, e integró la Selección de Pergamino. "Aunque parezca mentira desde que mis hijos se fueron nunca más entré al Club Sports del que soy socio, no sé si es por nostalgia o porque siento que ya no conozco a nadie allí".
Nació en Pergamino el 6 de enero de 1948 y creció en la casa paterna de Uriburu- hoy Florida- y Monteagudo. Tiene una hermana mayor, María Celestina; y tuvo una hermana menor, Rosa, ya fallecida. Sus padres fueron Victorio Musso y Delia Parisi. El, director de la Biblioteca Municipal "Doctor Joaquín Menéndez"; y ella, ama de casa. "Transité buena parte de mi vida por calle Florida", afirma con la emoción de quien recrea vivencias entrañables: "Con mis amigos jugábamos al fútbol en el baldío que había donde hoy está el Colegio Normal que por entonces estaba en calle Florida. Allí hice desde jardín hasta sexto grado. Y el secundario lo hice en la Escuela Industrial Nacional Técnica que funcionaba también por la misma calle y donde me recibí de técnico mecánico nacional".
"Todas mis mañanas y mis tardes las recuerdo caminando por esta calle en la que aún vivo, hoy en un departamento cercano a la Peatonal y a mi querido Club Social", agrega. La emoción aparece en varios momentos del relato cuando habla de su infancia, su adolescencia y de sus afectos.
"Gran parte de mi niñez y adolescencia fueron en la calle, o en el Club Sports. Cuando no estaba allí, estaba en el patio de mi gran amigo Oscar 'Cacho' Bustos tirando al aro", resalta y señala que "la vida era tan simple y tan hermosa en ese tiempo, nos pasábamos el día entre el potrero, el club o la calle jugando a 'la esquinita'", refiere y describe: "Florida era una calle de piedras grandes, San Martín desde Monteagudo a Colón era de tierra y Colón era de tierra y profunda".
Su historia deportiva
Su trayectoria deportiva comenzó en Sports. "Jugué en Menores, Infantiles, por entonces no existía el Mini Basquet, así que los aros eran altos, y por esa razón los partidos terminaban siempre 1 a 0 o en el mejor de los casos 2 a 1, éramos muy chiquitos y no siempre llegábamos a encestar".
Creció y a los 14 años ya jugaba en primera. Asegura que su contextura física lo ayudó siempre. "Para esa época era un gigante con un 1.90 de estatura y eso me permitió integrarme a un equipo conformado por jugadores bastante más grandes que yo, como Trotta, Biscayart, Castellá y Tinant".
Pero lo suyo no era solo cuestión de altura. Había un talento y una serie de atributos que le abrieron las puertas de una carrera que escaló hasta donde él mismo quiso llegar. Las anécdotas que tiene son infinitas. "Recuerdo el primer Campeonato Provincial de Básquetbol que se jugó en Junín y que ganamos invictos, con Posteraro, Piccione, Petro, y tantos otros inolvidables. Era un equipo de la Selección de Juveniles de Pergamino".
"Yo me había lesionado y me perdí esa final, estaba sentado en la puerta de mi casa, cuando el equipo ingresó a la ciudad escoltado por una autobomba que fue a recibirlos", agrega.
Una oportunidad única
Una mención en la Revista El Gráfico lo postuló entre los mejores referentes del ámbito basquetbolístico de esa época y fue convocado para jugar en el Club Gimnasia y Esgrima de La Plata. Le ofrecían no solo la posibilidad de integrar ese equipo sino también seguir estudiando. Gustavo lo pensó, pero pesó más una cuestión familiar: su mamá había enviudado y él sentía que ella y sus hermanas lo necesitaban en Pergamino. "Ellas me insistían para que yo aceptara, porque era una gran oportunidad, pero en mi fuero íntimo yo sentí que tenía que estar aquí, disponible para ellas. Y me quedé. No sé cuál hubiera sido mi destino si me hubiera ido".
Siguió jugando en Pergamino y representando a la ciudad. "Tuve la suerte de jugar en contra de Cabrera, que en ese momento era el mejor jugador que había en Argentina. Y en Pergamino jugué en contra de Ricardo Alí, que fue campeón argentino, un monstruo del básquetbol que vino a Comunicaciones cuando yo jugaba en Sports y con el que luego compartí el espacio de la Selección, alguien mucho más grande de edad que yo, de esos jugadores de los que uno aprende".
"No me puedo quejar de las oportunidades que me brindó el deporte. Jugué con hombres que marcaron una época", destaca. Y prosigue: "La mayor parte de mi carrera fue en Sports, pero también jugué en Comunicaciones en los años 80, cuando vinieron a Pergamino los americanos. Allí jugábamos, entre otros, Roberto Amué, Pedro Escarain, Gandoy y otros tantos de los que me acuerdo siempre, con los americanos vivimos experiencias deportivas trascendentes".
"Después cuando me fui de 'Comu', ya teniendo 35 años, jugué un año en Douglas Haig, y me retiré, o mejor dicho 'me retiraron' luego de una discusión que tuve con un árbitro", menciona.
El camino laboral
Afirma que fue de la mano del deporte que comenzó a escribir su historia laboral porque para juntar fondos para competir en los torneos, trabajaban en distintas empresas que los convocaban para realizar todo tipo de tareas. "Cuando íbamos a ir al Provincial, todo el equipo trabajó con Genoud armando cajones de Coca Cola. Otra vez fuimos a despanojar maíz para Forestal Pergamino".
"En una oportunidad fuimos convocados por los encargados del Club Sports, Emilio Estrella y Eugenio Araldi para reparar y pintar sillas. Fue cuando se realizó la Fiesta Nacional del Maíz en la que estuvo el presidente Illia", menciona y señala que esas fueron las primeras experiencias laborales que le mostraron que "todo esfuerzo tiene su recompensa".
"Cuando me recibí de técnico mecánico no conseguía trabajo de lo mío, así que me incorporé en la estación de servicio Esso que funcionaba enfrente de la Plaza San José. Después trabajé para la empresa vial Bustos que hizo la pavimentación de avenida Colón. También trabajé con mi primo 'Mambo' Ferrari Musso en la casa de iluminación y durante muchos años fui viajante de la firma Canale".
"Más tarde, con un grupo de viajantes pusimos una papelera y fraccionábamos papel higiénico. Nos instalamos primeramente en un local ubicado en Juan B. Justo, frente al Club Centenario, y luego, a través de mi amigo 'Chicho' Safar, tuvimos la posibilidad de comprar un galpón ubicado en Colón, al lado del Arroyo, donde trabajamos durante muchos años hasta que con la gestión económica de José Martínez de Hoz nos fue imposible sostener la actividad y nos fundimos", relata.
Siempre dispuesto a reinventarse ingresó a trabajar como viajante vendedor de cereales con Diguero. Entregaban mercadería de descarte a compañías aceiteras. "Lo que no tenía valor de grano, lo comercializábamos a las aceiteras", describe y señala que primeramente en relación de dependencia y luego por su cuenta esa fue la actividad que desarrolló hasta que se jubiló a los 65 años.
"Hoy ya no tengo actividad laboral, y reconozco que me he puesto un tanto vago; voy al Club Social donde tengo una barra de amigos. También voy todos los días a "Las Tres Bambinas", donde me encuentro con amigos. Comparto tiempo con mi esposa, a quien le debo casi todo lo que soy y lo que tengo, y disfruto de mis hijos y mis nietos a la distancia, porque soy un convencido de que la vida es eso: no solo trabajar sino disfrutar y cosechar afectos por donde uno transita".
Su vida familiar
Cuando habla de su vida familiar y de su mundo afectivo se conmueve porque en retrospectiva observa el camino recorrido de la mano de María Rosa Casesi, con quien se casó. Ella es docente de inglés jubilada y se conocieron en el Club Sports. Tienen dos hijos, Victorio (39) y Bernardo (37), ambos residen en Italia desde hace dos décadas. "Ellos se fueron cuando tenían 17 y 19 años; Ramiro Gallo que estaba viviendo en Italia los alentó y acompañó allá cuando llegaron. Victorio está casado con Marcia y es papá de Gabriel (14); y Bernardo está separado y es papá de Lisa (10)".
Gustavo cuenta que fue su esposa quien tuvo la previsión de tramitarles la ciudadanía italiana cuando los chicos eran chicos. "Fue previsora y de algún modo visionaria, porque siendo adolescentes ellos tomaron la decisión de irse", refiere y reconoce que, si bien al principio la distancia no fue fácil, con el paso del tiempo se fueron acomodando a una nueva dinámica de vida familiar y siempre se mantuvieron cerca. "Sinceramente les ha ido muy bien, juegan al básquet y lo hacen profesionalmente en un país donde no es tan fácil acceder a ciertas categorías de ese deporte".
"Cuando se fueron mi único consejo fue lucharan por sus sueños sin olvidar jamás los valores que se llevaban de aquí. Se esforzaron mucho y lo lograron. Me parece que fue ayer y hasta hoy, cada vez que los escucho es como si siguieran teniendo 17 y 19 años. Me olvido que son hombres que han hecho su vida. Uno como padre se queda en el tiempo", acota, acercando al relato lo esencial.
Cuenta que con su esposa tuvieron la posibilidad de viajar a Cerdeña, donde están establecidos sus hijos, y señala que en lo cotidiano la tecnología los acerca. Precisamente, cuando la entrevista casi termina, eso queda de manifiesto: a través de su teléfono, Gustavo comparte un video en el que se ve a su nieto italiano tirando la pelota al aro. Y mientras la imagen transcurre es como si estuvieran en la misma cancha, compartiendo esa emoción del tanto conseguido. Así concluye la charla, entre recuerdos, emociones y vivencias de un presente en el que pasado y futuro confluyen. Sin más para pedirle a la vida que tiempo para agradecer la certeza de que hay una raíz que ha dado y sigue dando sus mejores frutos.