Perfiles pergaminenses

Regina Szames viuda de Groisman, una hermosa historia de vida escrita en el amor


Regina Szames en la intimidad de su hogar mantuvo un íntimo dilogo con LA OPINION

Regina Szames en la intimidad de su hogar, mantuvo un íntimo diálogo con LA OPINION.

Nació en Rosario. Llegó a Pergamino de la mano de su esposo, el conocido médico pediatra Sergio Groisman, y aquí formó su familia. De raíces judías, conserva las tradiciones y siente un profundo respeto por sus creencias. Hace unos años, la pérdida de su compañero le causó un hondo pesar pero se refugió en el amor de sus hijos, nietos y bisnieta.

Regina Sofía Szames viuda de Groisman es una mujer de 76 años que nació en Rosario y vivió allí hasta los 23, cuando se casó con el médico pediatra Sergio Jaime Groisman y se estableció en Pergamino. Proveniente de una familia de raíces judías, honra las tradiciones de sus orígenes y encuentra en sus creencias religiosas un hilo que la conecta con aquellas cuestiones esenciales y con buenos valores. Fue única hija y creció en un núcleo familiar pequeño, junto a sus padres: José Szames, un sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial que llegó de Polonia tras haber perdido en el extermino a toda su familia. Y Adela Kleinerman, ama de casa.

Se emociona cuando habla de ellos y relata una historia familiar. "Mi papá llegó sin conocer el idioma, mi madre fue la que le enseñó el castellano, y con todas esas limitaciones fue vendedor ambulante. Fue un hombre bueno que trabajó incansablemente para darnos a mi mamá y a mí todo lo que necesitábamos. Recibí de mis padres una buena educación, éramos humildes, pero teníamos todas las comodidades y pensábamos siempre en progresar", relata. Y cuenta que su mamá y su papá se conocieron y luego de tres meses de estar de novios se casaron. "Tuvieron un matrimonio muy lindo, que duró 45 años. Tuve unos padres muy buenos, guardo preciosos recuerdos de ellos y aún hoy los extraño".

 "Yo tuve una linda infancia, con mis compañeras de escuela y con mis vecinas, con quienes, a pesar de no vivir más en Rosario, aún mantengo contacto", refiere. Comenta que fue a la escuela primaria, secundaria e hizo el seminario de idioma hebreo, lo que le permitió trabajar como maestra de ese idioma hasta que se casó. "Mi descendencia judía hizo que tomara ese camino, me apasionó la docencia y fui muy feliz enseñando a mis alumnos. También soy profesora de piano e inglés".

La vida en Pergamino

 La vida la trajo a Pergamino, donde conformó su familia: "Conocí a mi esposo en un club de Rosario; estuvimos dos años de novios y nos casamos el 2 de enero de 1971. El era médico pediatra y estaba haciendo la residencia en Pergamino cuando comenzamos a salir. Ya recibido, él se había establecido en Pergamino con su mamá que era viuda, así que cuando nos casamos yo me mudé. Desde entonces soy pergaminense por adopción".

"Al principio extrañaba mucho mi ciudad natal, pero Pergamino me recibió con los brazos abiertos; la actividad laboral de mi esposo nos ayudó mucho a insertarnos y comencé a amar este lugar".

Cuando llegaron alquilaban una casa en el barrio Villa Progreso y al año pudieron comprar los terrenos, en el mismo sector de la ciudad, y construyeron su casa. "Siempre vivimos con mi suegra, Elena Gutt, con la que tuve muy buena relación. Escuchaba mucho sus consejos, porque yo tenía 23 años y ella 70 y una vida con ricas experiencias".

Siempre admiró a su compañero de vida y al hablar de él lo define como alguien que le puso el corazón a cada cosa que hizo: "El empezó a trabajar haciendo guardia en la Clínica Centro y en la Clínica Alsina, luego en el Hospital Ferroviario, como médico pediatra y médico de guardia, y más tarde tuvo la suerte de entrar como médico en el Ferrocarril Belgrano, donde trabajó durante 30 años hasta el ferrocarril cerró".

Al contraer matrimonio y establecerse en Pergamino, Regina dejó la actividad docente y durante mucho tiempo se dedicó a "cuidarlo y atenderlo". "Antes las mujeres éramos así", afirma, resaltando que desde su lugar lo acompañaba siempre. "Durante muchos años también trabajó en la Clínica Pergamino y en los Centros de Atención Primaria de la Salud 'Oscar Bustos' de José Hernández y '2 de Abril' del barrio Acevedo".

Su familia

El nacimiento de sus hijos representó para ambos una enorme felicidad. Regina se dedicó a criarlos. Tuvieron cuatro: Viviana y Débora (mellizas), Tamara y Jonathan. "Nos cambiaron la vida y fuimos muy felices", resalta.

Ellos, juntos a sus nietos y bisnieta hoy constituyen el universo afectivo de Regina. El fallecimiento de su esposo en noviembre de 2014 le causó un enorme dolor y se refugió en el amor de su familia para seguir adelante.

"Tamara está casada con Ricardo Franconi; Viviana, con Pedro Cerqueti; Jonathan está en pareja con Romina, y Débora, con Juan Carlos Sarmiento. Todos conformaron sus familias, me regalaron hermosos nietos y una bisnieta, Nicole", relata, orgullosa.

Sus nietos son Benjamín, José Ignacio, Lázaro, Catalina, Emanuel, Geraldine y Melanie. 

Secretaria en el consultorio

Cuando sus hijos crecieron, se fueron a estudiar y "el nido quedó vacío", Regina comenzó a ayudarle a su esposo como secretaria en el consultorio que atendía en la casa familiar. "Trabajé como secretaria; me encantaba y extraño esa tarea. Hasta el día de hoy tengo excelente relación con expacientes de mi esposo y recibo mucho afecto de ellos", señala, agradecida.

"Fui la secretaria del consultorio hasta que mi esposo falleció. Cuando quedé viuda la vida me cambió totalmente. A pesar de tener a mis hijos y una bella familia, me falta el compañero de vida", resalta, conmovida.

Una tristeza profunda

Cada vez que habla de su esposo la invade la nostalgia. Y confiesa que su muerte fue "algo muy triste". 

"Hasta el día de hoy no lo puedo superar. Lo extraño mucho día a día. Fue un compañero increíble, un amigo, un esposo incondicional y un excelente médico pediatra que se dedicó a su familia y a su profesión con todo su corazón", recalca esta mujer que no ha perdido la sensibilidad y se permite sentir tristeza y añoranza de una vida vivida plenamente. "A pesar de tener una bella familia que trata de suplir la ausencia de mi esposo, algunas veces me siento sola porque me falta una parte de mí, y con el paso de los años he aprendido a convivir con ese sentimiento", agrega. "Mis hijas mellizas viven conmigo, una en la planta alta y la otra al lado, y todos están siempre dispuestos para mí, claro que cada uno con sus propias actividades", menciona.

Un presente tranquilo

La pandemia limitó muchas de las actividades que Regina realizaba. Una de ellas era ir a la pileta del Instituto Davreux para realizar actividades de terapia física en el agua. "Hoy ya no voy, mis amigas tampoco, pero seguimos comunicadas".

También se mantiene cerca de sus afectos de Rosario, y habla con cariño entrañable de sus amigas de la infancia. "Somos de la generación que jugaba a las payanas, la rayuela, la ronda, el veo-veo y las escondidas, juegos que se han ido perdiendo y que recordamos cada vez que hablamos".

Esas conexiones la mantienen activa, inquieta y comunicada. "Realmente salgo poco, mi vida social hoy es mi familia. Con mi esposo salíamos mucho, nos gustaba ir a cenar, sentarnos a tomar un café y viajar", cuenta y menciona que con una de sus hijas y uno de sus nietos realizó un viaje a Carlos Paz para el Día de la Madre del año 2016 del que disfrutó mucho. 

Elegante, dueña de una gestualidad que revela su buena educación, tiene algunas dificultades de movilidad, pero eso no le impide vivir con autonomía. Sus mascotas la acompañan en sus actividades cotidianas y su familia siempre está presente. "No puedo pedirle a la vida nada más", resalta.

Hace unos días, como una linda recompensa de lo que seguramente ha brindado, vino a visitarla una alumna a la que hacía más de 50 años que no veía. "Se llama Liliana y vino con su esposo. Fue una emoción enorme. Yo fui su maestra en la primaria, ella llegaba y me abrazaba. Nunca olvidé sus trenzas", relata y se emociona. En algún lugar siempre extraño ese ejercicio docente, pero sabe que tomó una decisión de vida que, aunque la dejó lejos del aula, nunca la distanció de esos afectos inolvidables que se tejen entre maestros y alumnos. "Los recuerdo a todos, aunque ya no los vea".

Una mujer creyente

Se define a sí misma como "una mujer creyente". De religión judía, cree en Dios y es respetuosa de todos los credos. "Fui a la escuela hebrea desde los 3 años y en la primaria nos enseñaron a estudiar la Biblia y permanentemente hasta sexto año del seminario leí la Torá, el Talmud y me formé en valores que me enseñaron a respetar, obedecer y creer mucho en Dios", afirma.

Respecto de los valores que inculcó a sus hijos, refiere que tanto ella como su esposo siempre fueron muy respetuosos y les mostraron la importancia de la libertad y la responsabilidad en cada una de sus elecciones de vida. "Ellos son distintos, están casados o en parejas de otras creencias religiosas y yo respeto eso, porque ellos me respetan a mí".

"Podría decir que soy tradicionalista, no religiosa", resalta y comenta que su familia siempre le pide que haga comida judía. "Me gusta mucho consentirlos en eso", refiere y comenta que uno de sus anhelos es poder transmitir a otros esas recetas que tienen que ver con su historia, con la raíz de un pueblo y con tradiciones que pasan de generación en generación. "Ojalá Dios me de la posibilidad de encontrar ese espacio donde volcar esas recetas".

Fiel a sus tradiciones, conserva la costumbre de encender las velas los días viernes. "Dios dice: 'Trabajarás seis días y descansarás en el séptimo'. Para nosotros el día de descanso es el viernes. Y en cada casa judía la mujer que quiere prende las velas y dice una bendición".

"Festejo la Pascua, el Año Nuevo judío y el Día del Perdón, que es el día más sagrado: se ayuna 24 horas y se va al templo. Y también festejo la Navidad, porque no tengo problemas con nadie, me llevo bien con todos", agrega.

Seguir adelante

Sin asignaturas pendientes, solo le pide a Dios salud para seguir adelante. "Solo El sabe cuánto tiempo queda. Yo agradezco a El y a la vida porque, a pesar que me falta mi compañero, tengo todo lo que soñé: una linda familia, buenos y educados hijos, nietos y ahora una bisnieta", concluye señalando que, aunque después de la pérdida de su esposo, sus hijos le dieron la posibilidad de regresar a Rosario, su ciudad natal, Regina eligió quedarse en Pergamino. Aquí está su historia, esa que edificó de la mano del amor y que sigue alimentando con ese sentimiento, cada día. 


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