Perfiles pergaminenses

Telma García: generosidad y sencillez como para vivir una vida anclada en buenos valores


Telma García relató su historia de vida a LA OPINION

Crédito: LA OPINION

Telma García relató su historia de vida a LA OPINION.

Llegó de Vedia a Pergamino para forjar su destino siendo joven. Con sus hermanas inauguró la rotisería Balboa. Durante muchos años trabajó en la Guardería "San Pantaleón". Tiene 88 años, una lucidez admirable. En una cálida entrevista trazó su "Perfil Pergaminense" en un relato rico en vivencias.

Telma Graciana García tiene 88 años. Es pergaminense por adopción, ya que nació en Vedia, donde vivió su niñez y parte de su juventud. Como tenían familiares aquí, con dos de sus hermanas decidieron radicarse en Pergamino para forjar su destino y se quedaron para siempre en esta ciudad que les abrió las puertas desde el primer día.

Acepta la entrevista para trazar su "Perfil Pergaminense" en el hogar de adultos mayores en el que vive desde hace apenas un mes y medio, cuando tomó la inteligente decisión de "dejarse ayudar" en el tránsito por este tiempo en el que necesita recuperarse de una afección física que la limita en su andar. Una fractura de cadera le dio un disgusto hace poco, pero tiene una capacidad de recuperación increíble que hace que casi no se note ese traspié. Tiene un aspecto jovial y es elegante. Su tono de voz es pausado y su mirada tierna. Entre sonrisas, emociones y recuerdos, relata su historia de vida, parecida a la de aquellas mujeres que siempre privilegiaron el bienestar de los suyos y aceptaron lo que el destino les tenía preparado, haciéndose lugar para cumplir algunos sueños. Posee la templanza de quien acepta el paso del tiempo con serenidad y en la conversación recrea vivencias que la muestran tal cual él, una mujer sensible que le brindó el corazón a la vida. 

"Nací en Vedia. Mi padre fue Juan Antonio García y mi madre, Dolores Gurmandi. El era constructor y ella cocía prendas de fábrica y era ama de casa. Fuimos quince hermanos, así que crecimos en una casa grande. Fue lindo, nos complementábamos bien, cada uno tenía asignada una tarea en los quehaceres diarios y nos ayudábamos mucho", relata.

Cuenta que fue hasta quinto grado. "Después dejé porque venían mis otros hermanos para ir a la escuela. Yo aprendí a hacer el pantalón de medida y el saco en una sastrería. Cuando me recibí comencé a coser en mi casa, siempre prendas de sastrería".

"Dos de mis hermanas, María y Nelly, fueron maestras. Con mis padres las acompañamos para que pudieran seguir estudiando y recibirse y lo logaron. Ambas viven en Vedia", agrega.

La llegada a Pergamino

Cuando tomó la decisión de vivir en Pergamino lo hizo con sus hermanas Carola y Marta. "Carola había trabajado en la Municipalidad de Vedia y cuando se produjo un cambio de política se quedó sin ese empleo, así que nos vinimos acá, donde teníamos familiares, unos tíos y primos".

"Con el dinero que le habían pagado a mi hermana como indemnización pusimos la rotisería 'Balboa'- en Juan B. Justo y la calle homónima- en el barrio Centenario. La atendíamos nosotras con mucha dedicación", señala recreando esos tiempos del comercio. Afirma que guarda lindos recuerdos de aquellos años. "Eramos jóvenes y teníamos muchas ganas de emprender cosas nuevas".

Cuando cerraron la rotisería se mudaron a calle Chiclana, pegado a las vías. "Ahí mi papá comenzó a venir de visita, mi hermana Marta se había casado, Carola y yo vivíamos juntas. Con el tiempo mi padre se mudó a Pergamino con nosotras", describe.

Ya sin el negocio, laboralmente Telma le ayudaba a su hermana Carola a coser y a tejer. "Ella tejía para afuera y yo le cocía las prendas", narra.

Una dura pérdida

El fallecimiento de su padre a quien Telma cuidaba como "a un hijo", le significó una dura pérdida. Lo señala en la conversación y confiesa que a raíz de su muerte ella cayó en una depresión profunda de la que le costó reponerse. "El era como un chico que yo tenía para atender y cuando murió fue un duro golpe. Me llevó tiempo recuperarme, me parecía que no iba a poder seguir viniendo sin él. Di con un médico en Junín que comprendió lo que le sucedía y la ayudó a salir adelante". 

La guardería

Encontró un nuevo sentido para su vida cuando comenzó a trabajar en la Guardería San Pantaleón. La oportunidad se le presentó casi por casualidad. Inauguraban el lugar y necesitaban personal, su hermana se enteró en la peluquería, se lo comentó y ella no dudó en presentarse. "Cuando fui me dijeron que abrían el lunes, me dieron a elegir el horario de trabajo, yo opté por la mañana, y comencé. Me dedicaba al cuidado de los bebés, estuve cuarenta años trabajando en ese lugar, en calle Merced".

"Yo era la mayor de las mujeres que trabajábamos allí, así que me abocaba a los bebés, fue un placer mi trabajo, me jubilé ahí y hasta el día de hoy si me llamaran, volvería a ir", resalta, agradecida.

Se nutrió del amor de tantos chicos que pasaron por sus brazos. A todos los cuidó con una ternura infinita, la misma que se traduce en su mirada cuando recrea aquellos recuerdos. A menudo cuando la ven por la calle, muchos de aquellos niños que hoy son hombres y sus familias la saludan con gratitud. Eso la reconforta.

Sus amores

Es reservada al momento de hablar de su vida personal, pero cuenta que tuvo una relación con Enrique, su primer novio con el que estuvo a punto de casarse. "Pero mi hermana Carola era muy celosa y le puso 'peros' a esa relación. Yo no quería llevarle ningún problema a mi padre, así que decidí cortar esa relación. Me costó mucho porque nos queríamos, él era un buen muchacho. Durante tres meses me insistió para volver, pero yo no acepté. Lo sentí mucho porque sé que me quería", relata con un registro intacto de aquellas sensaciones.

La vida la llevó por otro camino y con los años conoció a Nicolás Nigogevich, un hombre mayor que ella con el que contrajo matrimonio. "Lamentablemente estuvimos casados muy poco tiempo porque él se enfermó gravemente y falleció. Volví a quedarme sola", afirma, esta mujer que no tuvo hijos. "Quizás me hubiera gustado tenerlos, pero no pienso demasiado en eso. A cambio la vida me dio sobrinos y sobrinos nietos a los que quiero con toda mi alma".

Habla con profundo amor de su familia. "Tengo muchos sobrinos a los que amo, pero los que están siempre conmigo son Fabiana, Fabio y Gisela; y mi sobrino nieto Laureano, que es como un hijo para mí".

Su presente

Hasta hace un tiempo Telma vivía sola en un departamento y gozaba de una autonomía plena. Primero un accidente que sufrió en la calle, donde la atropelló un auto cuando regresaba de hacer las compras del supermercado, y después un problema de columna fueron condicionando esa realidad. "Empecé a andar con más cuidado, pero ya me costaba un poco más vivir sola. Al principio buscamos personas que me ayudaran, pero sinceramente yo no estaba a gusto, me sentía un poco invadida. El año pasado en el mes de noviembre me caí en la casa de mi sobrina y me fracturé la cadera. Tuvieron que operarme y ya nada fue como antes. A raíz de esa situación, entendí que el lugar en el que vivía no era el apropiado para mí en este momento. Es un primer piso de un edificio sin ascensor. Lo pensé mucho, lo hablé con mis sobrinos. Ellos a su vez, hablaron con mi médico, buscaron un lugar y tomé la decisión de venirme a este hogar", relata dueña de una inteligencia que le permitió tomar la mejor decisión, pensando en ella y en los suyos. "A los chicos les costó más que a mí la determinación, pero lo que menos quiero es darles dolores de cabeza", sostiene y mira a su alrededor. Lo que ve es su nueva geografía, un lugar acogedor que la recibió con calidez y buen trato. "Me siento como en mi casa. Estoy muy cómoda, las chicas que me asisten me quieren mucho y yo las trato como si fueran de mi familia".

Esa comodidad que ella siente se nota en su rostro. "No sé si me quedará acá para siempre o será solo un tiempo. Hoy sinceramente no me imagino volviendo a mi casa, porque no podría hacer las cosas que hacía antes. Aquí puedo recuperarme, y estar acompañada", dice con una lucidez admirable.

Asegura que tiene todo lo que necesita y que no anhela mucho más que poder terminar de recuperarse de su afección de la cadera para "poder caminar más". Lo demás ya está hecho. Ha vivido una buena vida y disfruta del presente sabiendo que en la sencillez está la clave.

Quienes la conocen saben que ha sido siempre una persona generosa y amorosa que ha estado siempre presente en la vida de sus seres queridos marcando una impronta y señalando un camino. Ese que ella hoy transita de la mano de ellos, sus afectos más entrañables, que han aprendido de su nobleza y le retribuyen el afecto con un contacto afectivo real que es el que colma la vida de Telma de profunda felicidad.


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