Desde siempre Pergamino, por la pujanza de sus instituciones y la particularidad de su esencia, ha sido cuna que albergó el proyecto de vida de muchos que, guiados por sus aspiraciones personales o laborales, eligieron esta tierra para forjar su destino. Esas personas, a su vez, nutrieron esta geografía brindando lo mejor de sí para propiciar que este lugar crezca y sea lo que es: un territorio lleno de buenas cualidades para vivir.
Adriana Andrés es una referente indiscutida en el campo de las ciencias agrarias y la genética que llegó a Pergamino con su título de ingeniera agrónoma para seguir formándose en la Estación Experimental Agropecuaria Pergamino del Inta. Lo hizo a través de una pasantía otorgada por la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires. Llegó desde La Plata, su ciudad natal, a fines de la década de 1970, cuando Pergamino era ante sus ojos "un tanto inhóspita y sin árboles". Sin embargo, enseguida encontró la calidez de la familia Duzdevich- por entonces propietarios de la Heladería La Fe- que la recibió en su casa donde vivió durante un año. "Acostumbrada a Los Tilos de La Plata, una ciudad grande y pujante, llegué a un lugar que no conocía, recorrí algunas pensiones y sentí una angustia fuerte, hasta que di con esta familia que me abrió las puertas; Aída y Antonio, me hicieron sentir como en casa, que era lo que extrañaba", relata en el comienzo de la charla esta mujer que no solo desarrolló en Pergamino su profesión.
Aquí formó su familia. Se casó con Manuel Ferrari, un profesional especialista en suelos, oriundo de Mercedes, a quien conoció en Inta. Tuvieron dos hijas: Lucía, diseñadora gráfica casada con Hernán Miguens, abogado. Y Cecilia, que tiene su propio taller de Arte. Ambas viven en Buenos Aires.
Una convicción
Adriana siempre tuvo la convicción del valor de la educación como llave para construir su destino. Esa certeza se la dieron sus padres que, con enorme esfuerzo, propiciaron que ella, su mellizo y su hermana mayor tuvieran buenas posibilidades de formarse y fueran a la universidad. "Mis padres fueron Francisca Calabró y Servando Andrés, ambos de raíces inmigrantes. Mi papá trabajaba en la industria de la carne y mi mamá fue ama de casa hasta que mi mellizo Héctor y yo comenzamos el secundario. Ahí empezó a trabajar en una peletería para ayudar con la economía de casa y sostener nuestros estudios", relata y cuenta: "Mi hermana mayor, Marta, es médica veterinaria; mi hermano Héctor se inclinó por las Ciencias Económicas y yo estudié Agronomía".
"Los mellizos fuimos los primeros que salimos a estudiar a uno de los mejores colegios del centro de La Plata, nosotros vivíamos en un barrio más alejado, con calles de tierra. Mis padres hicieron un enorme esfuerzo, éramos una clase media de trabajo y vivíamos en un barrio con calles de tierra", refiere y la voz se quiebra cuando recrea aquellos pequeños sacrificios cotidianos que sus papás hacían para pagar colectivos y uniformes. Estaban dándoles las bases edificantes de lo que luego ellos construyeron con dedicación.
A la par de la universidad jugó al hockey en el Club Universitario y armaron lo que hoy es Santa Bárbara. "Tenía amigas que estudiaban en el Museo de La Plata y promediando mi carrera pensé en cambiarme buscando una formación más integral. Me gustaba la ecología, pero desistí al ver la cantidad de materias que tenía que rendir, pensando en el enorme esfuerzo que estaban haciendo mis padres. Me quedé en Agronomía y obtuve mi título. Fuimos una promoción inquieta", sostiene.
Su llegada a la ciudad
La pasantía en el Inta Pergamino la trajo a esta ciudad. Le gustaban las vacas y las pasturas y de inmediato se insertó en equipos para seguir formándose. "Me tocó un jefe con el que no me lleva bien y cuando estaba por regresar a La Plata el director de la Experimental, Alejo Von der Pahlen, me ofreció una beca para trabajar en un tema específico. De su mano aprendí mucho".
Comenzó la maestría en Genética Vegetal que se dictaba en el Inta a través de la Universidad Nacional de Rosario. "Me anoté en la segunda cohorte con Liliana Picardi y Alfredo Calzolari como coordinadores".
A la par del estudio y su trabajo en la Experimental, junto a Miguel Harnan entrenaba al equipo de hockey del Club Sirio Libanés. "Eran adolescentes, las inscribimos en la Liga de Rosario y salieron subcampeonas", relata y rescata que esa experiencia le permitió "anclar en Pergamino por fuera de lo puramente laboral".
Para ese entonces se había mudado y compartía departamento con una ingeniera industrial que había venido de Salta y más tarde con otros compañeros. "Era una época en la que al Inta llegaban muchos becarios".
El amor como equipo
Así conoció a Manuel Ferrari, su compañero de vida. "Al principio nos hicimos amigos, éramos un grupo hermoso, nos quedábamos en Inta fuera de horario porque estaba el tanque australiano. Yo estaba concentrada en mi formación y no quería que nada me distrajera. Priorizaba mi carrera y quería hacer mi doctorado en el exterior", recuerda.
"Con Manuel no fue amor a primera vista, empezamos a salir y nos enamoramos. Terminé la maestría, nos casamos en 1985, en 1987 nació Lucía y ese mismo año decidimos irnos a Inglaterra. Fuimos siempre un gran equipo", refiere agradeciendo ese acompañamiento incondicional que les permitió crecer como familia sin relegar los proyectos de ambos.
Su experiencia en el Reino Unido fue extraordinaria. Estuvieron cuatro años. "Fue un desafío, vivíamos con la beca. Los dos primeros años fueron difíciles, al tercero yo me había adaptado, pero Manuel siempre añoró volver. El terminó antes que yo, comenzó a trabajar en la universidad en un laboratorio de suelos, le ofrecieron el doctorado, pero dijo que quería regresar. Tomamos la decisión de volver y seguimos trabajando en el Inta. Unos años después nació Cecilia y ya nos establecimos en Pergamino".
La Unnoba, un sueño colectivo
De la mano de la identidad profesional que supo construir, fue convocada para integrar los primeros equipos de trabajo de la Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires. "La creación de la Unnoba le aportó a Pergamino eso que le faltaba, la universidad pública en el territorio", opina. Y prosigue: "Uno veía que Pergamino tenía instituciones importantes como el Inta, el Instituto Maiztegui y muchas empresas que se radicaban. Faltaba la universidad como espacio aglutinador capaz de generar alianzas virtuosas".
Recuerda aquellos primeros pasos como coordinadora de la carrera de Genética, como directora interina de la Escuela de Ciencias Agrarias, Naturales y Ambientales en su proceso de normalización y más tarde sus dos mandatos como directora electa.
"Tuve el privilegio de ser parte de ese proceso fundacional. Había mucha gente que quería la universidad, pero también otros que se resistían a ella", refiere y menciona a algunos referentes de ese momento como Marcelo Schang, Héctor Gutiérrez, Alfredo Calzolari, Pedro Gómez, Guillermo Joandet, Fernando Gándara, Silvina Sansarricq, Carlos Louise, Luis Lima, Guillermo Tamarit, entre tantos otros que dieron vida a un "sueño colectivo que fue abrazado por la comunidad".
Durante varios años su tarea en la universidad y su trabajo en el Inta convivieron. Se jubiló en 2019 y se abocó de lleno a la gestión universitaria. En la actualidad es directora del Instituto de Posgrado de la Unnoba. Además, preside la Asociación Argentina de Producción Animal.
El valor de la educación
Aquella convicción personal respecto de la educación está intacta como el primer día. Y de algún modo la vida la llevó por el camino de la docencia y la investigación, terrenos fértiles desde los cuales construir esa certeza en otros.
"El mejoramiento genético fue un campo apasionante, desarrollé más de dieciocho cultivares de especies forrajeras propiedad de Inta y ahora estamos trabajando en la misma línea en la Universidad. Formar recursos humanos y promover la investigación ha sido muy estimulante, dirigí tesis de maestría y doctorales. La convicción de mi formación profesional y la garra que le puse rindieron sus frutos", asevera.
Saber ir por los anhelos
Dueña de una personalidad fuerte, determinada en sus decisiones y tenaz en sus anhelos, sabe ir detrás de aquellas cosas que desea. "Al arribar a Inglaterra mi director de beca me recibió en su casa. Llegábamos con una beba en un momento en el que solo los hombres iban a estudiar. Me miró y me dijo algo que traducido a nuestro idioma sería: 'Eres una mujer brava, capaz de ir por aquello que se propone'. Me llevó años entender si era algo positivo o negativo. Con el tiempo supe que su mirada había dado en la tecla, así soy".
"En la vida las cosas son fruto de la voluntad de uno, el acompañamiento afectivo de quienes lo rodean y de las oportunidades que se presentan. Esa conjunción siempre estuvo y con sus costos, me siento satisfecha", agrega.
El respeto a sus raíces
En su tiempo libre le gusta el contacto con la Naturaleza, atender el jardín y salir a caminar. Pero reconoce que le cuesta salirse de las obligaciones de la rutina diaria. "La profesión ha sido una pasión y hay en ella mucho de disfrute", agrega.
Imagina el futuro como un espacio tranquilo y siempre la convocan nuevos proyectos que lidera o acompaña. "La vida me fue abriendo puertas y no desaproveché oportunidades", sostiene. Y cuando mira hacia atrás ve en perspectiva el esfuerzo de sus padres, y regresa a la raíz. "Siempre digo que soy platense, allí están enterrados los míos. Pero eso no inhabilita el hecho de sentir que profesionalmente soy de Pergamino y de este territorio que me ha brindado tantas posibilidades de crecer. He acompañado a esta comunidad y me han acompañado también en un camino que ha sido fructífero", expresa, recreando aquellos tiempos en la icónica experimental de Inta Pergamino, los comienzos de la Unnoba, el colegio de sus hijas, las familias de las muchachas del equipo de hockey y cada espacio que le sumó a su identidad aquello que la constituye y que la hace parte de esta comunidad en la que vive.