Estaba radicada en Rosario, donde había estudiado su carrera universitaria, cuando su pareja (Rafael Namías) tuvo la inquietud de aplicar para una beca en el exterior. Cuando resultó seleccionado anticiparon su casamiento y partieron a Oxford. Con un perfil profesional consolidado, actualmente trabaja en estudios relacionados al cáncer de próstata.
María Julia Milano es una médica pergaminense que actualmente vive en Inglaterra. Estaba radicada en Rosario, donde había estudiado su carrera universitaria, cuando su pareja tuvo la inquietud de aplicar para una beca en el exterior. Cuando resultó seleccionado anticiparon su casamiento y partieron a Oxford, Inglaterra. El llegó a aquella geografía en 2016 y ella poco después. “Desarmamos el lugar en el que vivíamos, dividimos las cosas entre nuestras familias y nos fuimos con dos valijas. Rafael había tenido una experiencia previa en el exterior, pero yo no”, refiere, recordando aquellos comienzos: “Llegué un domingo que hacía un frío intenso. Me encontré con autos que se manejaban solos. Tomé un colectivo, Rafael me esperaba en Oxford y al llegar caí en la celebración de un cumpleaños organizado por una pareja de argentinos que habíamos conocido en Rosario”.
El primer mes habían alquilado un departamento transitorio, era compartido con la dueña de la casa y ellos querían su propio espacio, así que se abocaron a la búsqueda de otro lugar. Tiempo después se mudaron al que fue su primer departamento: “Era muy caro para nuestros estándares y muy pequeño. El barrio era hermoso, estuvimos dos años en ese lugar. Recuerdo que los muebles los compramos por Internet y lo fuimos armando”. Organizar esa vivienda fue parte de la ilusión de ir consolidando la vida en Inglaterra y conferirle a la rutina una impronta propia.
La inserción laboral
Profesionalmente el camino se fue abriendo para ambos. Aunque iba con su título de médica María Julia no podía ejercer. “Yo estaba recibida y tenía la especialidad, pero allá el sistema es muy distinto. Como médico podés estar registrado en el sistema y después si querés ejercer tenés que tener una licencia. Para registrarme no tuve ningún problema y para la licencia me pedían ciertas cosas como exámenes de inglés y medicina. Me aboqué a perfeccionar las cuestiones vinculadas al idioma y me preparé para rendir en octubre de ese año. Un año y medio después que llegué estaba habilitada para trabajar como médica y obtuve una licencia”, relata esta joven que igualmente no terminó ejerciendo como médica sino desplegándose en otro campo de la actividad profesional.
“Durante mi formación universitaria siempre se promovió la investigación y a mí me gustaba eso. Así que ese fue el camino que tomé. En Inglaterra la atención de salud es pública, no entendía bien cómo funcionaba el sistema que es mucho más complejo para el ejercicio profesional, quizás por eso el camino lo fui recorriendo de otra manera”, señala en la entrevista concedida a LA OPINION que se concreta en el marco de una visita realizada a Pergamino.
Y prosigue: “Me contacté con una chica que es gerontóloga, hablé con ella, y me contactó con una investigadora que estaba buscando una asistente para que la ayude en un proyecto europeo. Estaban por publicar un aviso, así que apliqué a ese trabajo”.
“Era algo lateral a lo mío. Era para generar guías que mejoraran la investigación en biociencias. Accedí al trabajo y me aboqué a indagar en el rol de las mujeres en el campo de la investigación y el acceso público a la información. Fue una experiencia nueva porque para obtener este tipo de trabajos también supone mecanismos complejos y evaluaciones muy rigurosas”.
De cada paso que dio en el exterior tomó el aprendizaje y se valió del entrenamiento para forjarse un destino. La constancia y el empeño fueron la puerta para ingresar al trabajo profesional en el campo de la investigación y su primera experiencia fue en la Universidad de Oxford.
Con su impronta, entabló una muy buena relación con la que fue su jefa con la que trabajó durante un año. “Para investigar se depende del dinero que hay asignado al proyecto, independientemente del convenio que tenas. No se gana estabilidad ni en la Universidad ni en el Instituto que te contrata”, refiere.
“El proyecto estaba ajustado a un determinado tiempo, así que cuando concluyó me aboqué a nuevas búsquedas” continúa.
Seguir formándose
Reconoce que inicialmente su aspiración era trabajar de médica y después hacer investigación. Su perfil profesional se fue definiendo con el tiempo y con las experiencias. A mitad de su primer trabajo en Inglaterra pensó en hacer el doctorado pero la desalentó el hecho de tener que mudarme sola. Desistió de la posibilidad de hacerlo y buscó otras alternativas. Así fue que encontró la posibilidad de realizar un curso universitario para hacer gerencia y planificación de ensayos clínicos. “El sistema universitario también es distinto y para aplicar a alguna instancia de formación de estas características tenés que tener referencias y presentar antecedentes. Se fijan mucho en los promedios académicos. Aprendí del proceso, empecé el año pasado a hacer ese curso”.
De la mano de esa formación se nutrió de herramientas. “Cuando mi contrato de trabajo se terminó viajé a Argentina para ver a mi familia y volví para seguir estudiando. Lo terminé a principios de este año y eso me permitió conseguir el trabajo que estoy realizando ahora”.
Comprometida con la investigación
Con un perfil profesional consolidado, actualmente está trabajando en estudios relacionados al cáncer de próstata. “Son dos estudios que entre sí están relacionados. Uno de los proyectos comenzó en el año 1999 y está orientado a comparar la terapéutica aplicada en casos de cáncer de próstata en estadío inicial y analizar la evolución de los pacientes”.
“Fruto de este estudio comprobaron que los pacientes que recibieron tratamiento quirúrgico y de radioterapia tuvieron menos complicaciones a largo plazo y esto abrió la puerta para conseguir más recursos e implementar algunas acciones en el marco de un segundo estudio”, comenta. Y cuenta que su trabajo consiste en almacenar muestras en una especie de banco biológico al que recurren investigadores que tienen acceso a las mismas.
“Se trata de estudios que dependen de la Universidad. Hay una fuerte inversión en lo público”, remarca, señalando que está vinculada a los dos estudios que están interconectados. “Hacemos monitoreo de lo que pasó de pacientes que fueron parte del estudio. No hago consulta médica ni estoy en contacto con pacientes. Es un trabajo más de estudio y de auditoría”.
Asegura que halló un campo de trabajo que le gusta. “Fue como encontrar mi trabajo ideal que combina lo que me gusta de la medicina con la cuestión de planificación y organización que no lo tenés en la práctica con el paciente”.
En lo aspiracional se visualiza más en el campo de la investigación y asegura que en Inglaterra es muy fuerte la inversión pública en ese campo.
Su esposo, Rafael Namías es rosarino y trabaja en una empresa que se dedica al diseño de software para diagnóstico de accidentes cerebrovasculares. “En Argentina trabajaba en el Conicet y desde que nos mudamos mantuvo su trabajo en esta empresa privada en el campo de su especialidad”.
Costumbres argentinas
Cuando no está trabajando a María Julia le gusta cocinar, preferentemente tortas y postres. Señala que sus recetas van evolucionando porque se nutren de ingredientes propios de la tierra inglesa. “Aunque mis costumbres y gustos son argentinos, muchas veces es difícil conseguir allá los ingredientes que se necesitan para cocinar. El dulce de leche, por ejemplo, me lo llevo de acá cada vez que viajo. Y mezclo con lo que compro allá, por lo que las recetas van tomando la impronta del lugar en el que vivo”.
A la par de la cocina le gusta la costura y hace un tiempo tomó un curso de confección. Amante del aire libre disfruta de los paseos en bicicleta y de hacer huerta. Viajan cada vez que pueden y usan el tiempo de vacaciones para regresar a “casa” o para realizar itinerarios cortos que le permiten conocer otros lugares.
Ya no viven en aquel departamento pequeño de los comienzos. Hace un tiempo lograron mudarse a una casa con más espacio y patio. “Invierto mucho tiempo en cuidar las plantas y armar la huerta”.
El futuro lo imagina allá, por lo menos en el mediano plazo. “Después nunca se sabe”. Desean tener hijos pero no en el futuro inmediato, ya que tanto ella como su esposo están abocados al desarrollo profesional.
Le gusta volver a Argentina y a Pergamino y Rosario cada vez que puede. Su contacto con “su pago” es cotidiano gracias a las ventajas que confiere la tecnología.
Siempre cerca
En Pergamino Julia tiene a sus padres, Nancy Nipoti y Guillermo Milano. Sus hermanos son Nicolás y Pablo. Su esposo tiene a su familia en Rosario.
Destaca que todos acompañaron la decisión de ambos de establecerse en el exterior. Y varios años después de estar viviendo esta experiencia confiesa que “la familia y los amigos tiran y se extraña mucho”.
“Las relaciones que se generan en el exterior no tienen el mismo nivel de profundidad que las que se pueden armar acá. Tenemos amigos, una pareja de argentinos con la que compartimos mucho y yo he entablado buenas relaciones de amistad con la gente de mi trabajo”.
Con los amigos que han quedado de este lado del mundo, el contacto es a través de las redes sociales y las formas de comunicación que brinda el desarrollo tecnológico. Las distancias y el paso del tiempo no entorpecen el afecto que sigue vivo, lo mismo que los recuerdos y las anécdotas que se comparten cada vez que la vida los reúne en alguna circunstancia y en cualquier sitio.
Crecimiento personal
Sin perder la sencillez ni la vecindad con los lazos de siempre, sabe que vivir afuera contribuye al crecimiento personal y toma a pleno todo lo que supone esa experiencia. Habla de las ventajas y desventajas de la decisión tomada y se afirma en la convicción de que es una experiencia extraordinaria de la que se sale enriquecido.
“Es casi tener sabido que vas a tener trabajo, si estudias y te profesionalizas te pagan lo que vales, algo que acá no siempre ocurre. Los estudios se valoran muchísimo. Allá todo es muy previsible y eso es una ventaja”, destaca.
Enseguida menciona: “La desventaja es que allá no tenés el apoyo social que si podés tener acá. Aunque nuestra comunidad en el lugar en el que vivimos es cálida, no tenemos la red de contención que acá siempre es mucho más fuerte”.
Asegura que en aquella geografía no se habla mucho de Argentina, salvo que alguna circunstancia lleve el tema a las noticias. “Igual me mantengo informada de lo que pasa acá que está nuestra gente. Uno nunca se va del todo”, concluye.
Ping Pong
Un lugar de Pergamino: el jardín de la casa de mis papás.
Un barrio: Acevedo.
Una fiesta inolvidable: la graduación en 2004.
Un club: Viajantes.
Un maestro: Javier Severini, uno de los jefes de la residencia en Rosario.
Una música: la que se escuchaba en el radio reloj que usaba cuando estudiaba.
Una ventaja de estar lejos del pago: el crecimiento personal.
La desventaja: la distancia de los afectos y la ausencia de una red de contención en lo social.
Un mensaje para quienes desean vivir la experiencia de irse: que no es tan fácil como parece. Yo me fui acompañada y eso facilitó las cosas. No se consigue trabajo de la noche a la mañana, pero también se crece mucho en la búsqueda de oportunidades. Cualquiera sea el lugar elegido, hay que ir dispuestos a ser flexibles y empaparse de las costumbre de ese sitio. Hay que estar muy preparado para estar lejos de la familia.