Desde 2014 vive en Valencia, España, donde desplegó su pasión por la música. Primero fue la ópera, más tarde el Beltango, una fusión que le permitió integrar el canto italiano y el tango. Con su vocación interpreta su música en el mundo y se siente cerca de su ciudad en el afecto.
Juan José Velardo tiene 34 años y es un pergaminense radicado en el exterior que a fuerza de perseverancia consiguió forjarse un camino siguiendo su vocación: la música. Vive en Valencia, España y su vida de artista lo transformó en un embajador de la ópera y el tango en el mundo. La fusión del canto italiano y el tango argentino que logró ensamblar para achicar “distancias” le abrió muchas puertas y hoy sus conciertos son su medio de vida.
A la distancia conserva intactas sus raíces pergaminenses y recuerda cada una de las experiencias de vida que añora estando lejos. Es hijo de Zulma Peralta y Luis Velardo, fallecido en el año 2000. Sus hermanos son Pablo y Jesica.
Su pasión por la música nació tempranamente por influencia de su familia materna. Su abuelo Clemente Peralta, al que no llegó a conocer, tocaba tangos y música de varios estilos y sus tíos eran grandes guitarristas. Otra guía fue para él Antonio Tarragorros, a quien vio cuando tenía apenas 3 años, lo que alcanzó para despertar un amor incondicional por el acordeón a piano. El primero que tuvo fue regalado por sus padres y aún lo conserva en su casa de Pergamino.
Sus estudios musicales comenzaron a los 5 años: Solfeo, piano y acordeón con la maestra María Pinco, que vivía en la avenida Julio. A Roca, al lado de la heladería Venezia. Le resultan inolvidables aquellas clases y los helados de los que disfrutaba cada vez que podía.
De chico su pasión por la música convivió con otra: el fútbol. Jugó desde los 5 hasta los 17 años y fue una actividad a la que le puso intensidad y alegría. Fue valiosa la impronta y acompañamiento de su padre, quien le transmitió su amor por Boca Juniors y quien fundó la categoría 82 en el club Douglas Haig en la década de 1980. Allí hizo innumerable cantidad de amigos y hermanos de la vida que aún perduran como Martin Rivero.
Luego de Douglas jugó en el Club Provincial y con Omar Sceglio como director técnico integró el equipo que consiguió varios campeonatos y la medalla dorada en los Torneos Juveniles Bonaerenses. Nada de lo que vivió en Pergamino le resulta a la distancia indiferente. Por el contrario, se cuela la nostalgia en cada referencia y recuerdo.
Fue al Jardín San Jorge y a la Escuela N° 22. Guarda en la memoria el nombre y apellido de compañeros y maestras y conserva los mejores recuerdos de aquel tiempo. “Allí conocí a otro hermano de la vida: Lucho Clemente con quien más tarde descubrimos el tango”, cuenta y refiere que hace un tiempo creó un grupo en las redes sociales que incluye a los amigos de ese tiempo y le permite desde Valencia seguir de algún modo unido a ellos para compartir lo que les va pasando en la vida. El secundario lo inició en el Colegio Industrial y lo terminó en la Escuela Media N° 4. Allí se cruzó con compañeros y profesores que nunca olvidará. Tampoco perderá de vista la mano enorme que le tendieron y lo mucho que lo ayudaron a transitar por la experiencia más triste de su vida: el fallecimiento repentino de su padre.
Para Juan José y su familia esa pérdida fue un duro trance. Con valentía, junto a su madre y hermanos, consiguieron seguir adelante y continuar el legado de la empresa familiar “Velardo Muebles” que ya cuenta con 34 años de trayectoria.
Por aquellos años de adolescencia conoció a sus amigos del grupo de folklore “Sendero” integrado por Gonzalo Loza, Martín Devia y Nico Torillino. Siempre estuvo cerca de la música y recuerda esa etapa como “tiempos maravillosos que me dieron la dicha de cantar folklore argentino en conciertos, festivales y peñas de Cosquín”.
“Aún tengo grabada en la memoria la zamba ‘Mi tan lejano amor’ compuesta por Gonzalo, que interpretábamos”, señala. Fueron años de amistades profundas y vivencias intensas. Menciona su paso por el grupo “Encuentro de paz” dirigido por el padre Germán Andrealli en la Parroquia San Antonio. Allí compartió experiencias de fe y cosechó innumerable cantidad de amigos que todavía conserva. Asegura que fue un paso que “me ayudó a sanar, evolucionar y tener del mundo una mirada diferente. En ese grupo conocí a otros dos grandes amigos: Diego Marmarusso y Javeir Baroni”.
Inolvidables vivencias
El relato de Juan José está colmado de recuerdos que tienen que ver con su vida en Pergamino. Asegura que jamás olvida las calles Belgrano y Florencio Sánchez que lo vieron nacer; los vecinos; el almacén de Santiago y Marta Carmona; el almacén de Riandi; el bar del “Toto”; el kiosco Oaky; la casa de la famiia Rivero; ni las tardes de mates en casa de Rosita o en casa de Olga.
Acerca el recuerdo de sus aventuras de niño en avenida Alsina donde estuvo el primer local de la mueblería de sus padres. Y se ve jugando con sus hermanos y con Naty y Fer Tantoni. Está presente el recuerdo de Juanita y su madre Nelly de la farmacia; la rotisería de Olga y Ana; la peluquería de Rubén donde su papá se cortaba el pelo; el negocio de Miguel y Dina; la verdulería de Mendy; el Club Desiderio de la Fuente; el Club Tráficos donde jugaba su hermano; y el barrio Acevedo. Otra anécdota lo lleva al estadio Miguel Morales, a la sede del Club Douglas Haig y el campo deportivo donde aprendió de fútbol y amistad. Otro recuerdo le acerca el querido Club Provincial.
“No podría olvidar jamás la Plaza 25 de Mayo, las noches de verano y mate en la Plaza 9 de Julio. Tampoco la esquina de Doctor Alem y Pinto, donde actualmente está el negocio familiar. Ni las tortas negras de Amoruso, el cine en el Complejo LA OPINION Plaza y la Peatonal”, refiere y en el inventario aparecen también los picaditos con amigos en La Usina y la gratitud a las familias Castelli y Gómez que tanto lo acompañaron en su formación como artista.
Salir de casa
Cuando llegó el tiempo de la formación universitaria el destino lo llevó a Rosario. Y aunque inició sus estudios de Diseño Gráfico, rápidamente siguiendo el sabio consejo de su madre que siempre lo estimuló para que siguiera su vocación, se inclinó hacia la música. Ese fue el inicio de la formación en el plano profesional. Primeramente fue piano y canto en la Escuela Provincial de Música hasta que en marzo de 2004 comenzó a estudiar la licenciatura en Canto Lírico en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Rosario. “Allí conocí a una gran profesora de técnica vocal: Rosa Bonino, quien me aconsejó me orientara a la ópera dadas mis condiciones”, cuenta y aprovecha la oportunidad para mencionar a otros profesores que lo ayudaron en su formación como artista: Mauricio Barra, Zulma Cabrera, Olga Serra, Alejandra Sottille, Horacio Basaldúa y Horacio Castillo, entre otros.
Sus primeros conciertos como cantante lírico fueron colaborando con la Asociación Rosarina de Artistas Líricos. Recuerda cada uno de los espectáculos. Así fue dando los pasos fundantes de una carrera exitosa. Y se nutrió en lo personal con las experiencias compartidas con sus amigos David y Ezequiel “grandes músicos”; sus amigos Fer Oller y Lucas Seta, “hoy grandes contadores”; y la convivencia con Matías Godoy y Joni Alvárez “hoy excelente preparador físico”.
La primera oportunidad
En marzo de 2012, gracias a la ayuda de su otro hermano de vida pergaminense, Esteban Baibona pudo realizar el primer videoclip de promoción como cantante y fue convocado para audicionar para la cátedra de Canto en la Escuela Superior de Música “Reina Sofía” de Madrid. Cursaba su último año de la carrera universitaria y se le abría una interesante oportunidad que no podía desaprovechar. Sorteó el temor que le provocaba el desarraigo y emprendió el viaje que le iba a abrir las puertas de una nueva vida.
Luego de su paso por Madrid, en 2014 tomó la decisión de quedarse a vivir en España. Confiesa que no le resultó fácil la determinación, y reconoce que el hecho de que su hermano y su cuñada Jesú Scarfiello estuvieran allá, de algún modo facilitó su camino. Fue en Valencia, el lugar en el que vive actualmente, donde encontró infinitas posibilidades de desarrollarse personal y profesionalmente. Su pareja Nella Farina fue la compañía ideal para permanecer “lejos de casa” y trazar el propio camino.
Un mar de posibilidades
Ya en Valencia tuvo la suerte de conocer a grandes artistas, entre ellos al cantante profesional de zarzuela ya retirado: Don Carlos Morris quien le aconsejó hacer masterclases de canto con José María Pérez Busquier, un cantante retirado y tenor operístico español que lo ayudó a pulir su técnica vocal. “Eso hizo que desde el año 2015 se abrieran para mí muchas puertas del mercado musical europeo y asiático”, cuenta Juan José, que fue contratado por distintos agentes artísticos de Australia, Alemania, España e Italia y trabajó para grandes compañías como “The Sands”, Compañía Internacional Americana Hotelera y de Casinos de Las Vegas (Estados Unidos) y Macao (China); además de Costa Cruceros, Compañía Internacional Italiana de Cruceros, entre otras.
Gracias a su profesión recorrió buena parte del mundo. Lugares maravillosos como Hong Kong, Macao, Guangzhou, Shanghai, Seul, Isla de Jeju, Nagasaki, Kagoshima, Fukuoka, Hiroshima, Tailandia y gran parte de la geografía europea.
La fusión
Juan José relata que fue en la nostalgia que le provocaban esos viajes, en la revolución que generaban en él esas experiencias y en la profunda movilización interior que genera la distancia, que decidió incorporar a su trayectoria musical el tango. “Hasta entonces estaba cantando ópera y canciones clásicas en mis conciertos. Y un día, fruto de una profunda nostalgia, decidí incluir el tango a mis conciertos de cámara. Lo hice acompañado por una gran violinista ucraniana Zoya Nademlynska, y un pianista italiano Leonardo Pavia. La lejanía fue la combinación ideal para inspirarme y así nació la fusión Beltango, que une dos de mis pasiones: el bel, que es el canto italiano, y el tango argentino en una misma interpretación”.
A ese ritmo se va abriendo camino, no cesa de producir musicalmente y tiene por delante muchos proyectos y sueños. Los va realizando a fuerza de empeño, sin perder de vista la raíz de sus orígenes y la gratitud por todo lo que la vida le ha brindado. Desea que la gente pueda disfrutar de su música tanto como él del contacto con la interpretación y con el público y le pide a Dios cada día poder volver a Pergamino para regalarle un concierto a tanta gente querida de la ciudad que lo vio nacer. Ese anhelo lo alienta y sabe que seguramente Dios, su constancia y la vida, lo harán posible.