Perfiles pergaminenses

Rubén Oscar "Rolo" Rolandelli, la historia de vida de un hombre sencillo y de buen obrar


“Rolo” Rolandelli mantuvo una clida charla con LA OPINION en la que relató anécdotas de su vida

Crédito: LA OPINION

“Rolo” Rolandelli, mantuvo una cálida charla con LA OPINION en la que relató anécdotas de su vida.

Siempre se dedicó a la actividad comercial y fue empleado de emblemáticos negocios de la ciudad. Hoy se dedica a la venta para dos importantes firmas, lo hace visitando clientes a bordo de su moto, razón por la cual es común verlo recorriendo las calles. La honradez lo distingue como cualidad, lo mismo que la responsabilidad con la que ha afrontado cada desafío.

Rubén Oscar Rolandelli nació el 12 de mayo de 1955. Tiene 66 años y una historia de vida sostenida en los valores del trabajo y el buen obrar. Dedicado durante gran parte de su vida al comercio, en la actualidad sigue en el rubro, haciendo la venta de productos de dos empresas para las cuales trabaja. Lo hace en la calle, por lo que es habitual verlo recorrer la ciudad con su moto, siempre con la sonrisa predispuesta y la charla amena. Para todos es "Rolo", y en ese apodo está la síntesis de su amabilidad. Nació en el barrio Acevedo y creció junto a sus padres Delfor Rolandelli e Inés Weiskoff. El, foguista del ferrocarril Mitre y ella, ama de casa. Tiene un hermano mayor, Ricardo.

Con humildad acepta la entrevista que le propone trazar su "Perfil Pergaminense" y se sorprende con la convocatoria. Siente que es dueño de una vida sin grandilocuencias, pero sin embargo sabe que los valores que le transmitieron sus padres y los que él transfirió a sus hijas tienen una importancia superlativa. Sobre la base de ellos edificó su presente y hoy disfruta de esa cosecha.

Guarda los más entrañables recuerdos de su infancia vivida en el barrio Acevedo. Menciona la Escuela Nº 4, los amigos, las parvas de San Juan y San Pedro, los barriletes, las bolitas en la calle; también nombra a Julio Vélez que ya no está; a Carlitos Cenacchi, a la familia Rodríguez y en ellos rescata el valor de la vecindad y la cercanía. "Vivíamos en la calle Entre Ríos y jugábamos en la calle", refiere y enumera otras arterias del corazón del barrio Acevedo donde transitó la niñez y cosechó amigos verdaderos: Laprida, Salta, Güemes. Esa geografía del "barrio" fue forjando su identidad y regalándole experiencias que conserva, inolvidables.

Cuando tenía 16 años, al fallecer su abuela paterna, se mudaron a la casa de su abuelastro "Gabino" para hacerle compañía, pero nunca dejaron el barrio. "Soy parte de una generación que vivió en otro Pergamino, una ciudad de calles seguras y rutinas de juego que tenían como escenario la calle. Nuestro día era ir al colegio, jugar, ir al club y seguir jugando", resalta.

El basquetbol

A los 13 años comenzó a jugar al basquetbol en las divisiones menores del Club Douglas. "Nos íbamos con Carlos Rosti que vivía al lado de mi casa, jugábamos con Rubén Salas, Abel Penares, Darío Salauati, Carlos Vitelli. Jugué hasta los 18 años en el Club y luego me pasé al Club Argentino donde estaba jugando mi hermano".

"Al principio la competencia era amateur y cuando llegaron los 'yanquis' se hizo más profesional. Tuve la posibilidad de ser parte de esa época gloriosa del básquet local. Jugué hasta los 27 años, y hubiera seguido un tiempo más de no haber sido por un evento de salud que me condicionó mucho", refiere y comenta que de manera súbita sufrió un neumotórax -de los cuales tuvo cuatro e incluso como consecuencia del último debió ser intervenido quirúrgicamente-. "Eso me limitaba mucho para el deporte porque jugaba más cuidándome de no golpearme que concentrado en el partido", reconoce. A pesar de ello, expresa que el deporte le dio grandes satisfacciones. "Jugué en la primera de Argentino con Hugo Puyó, Hugo Carnevale, Ricardo Molinari, los yanquis que vinieron. Fue una época hermosa, de mucho aprendizaje, pero no era un juego competitivo a muerte; éramos rivales, no enemigos", destaca.

Señala que siempre estaba "la pica" entre Gimnasia y Argentino, pero fuera de la cancha "éramos todos conocidos". "Después Comunicaciones también hizo un buen equipo y se metió en la lucha, fue muy lindo", agrega. Comenta que siempre compitió a nivel local, pero recuerda las veces que le tocó viajar para disputar encuentros amistosos que organizaban los clubes y gracias a los cuales tuvo la posibilidad de conocer a grandes referentes del deporte. "En una oportunidad me tocó enfrentarme en La Emilia con el suegro de 'Manu' Ginóbili".

Sabe que le hubiera gustado seguir jugando "un tiempo más", pero no lo lamenta. Aprovechó siempre al máximo cada experiencia y se llevó como recompensa los mejores amigos.

Vendedor de alma

Comenzó a trabajar cuando tenía 14 años, al principio en empleos "transitorios" que le permitieron ir abriéndose camino. "Mi primer empleo formal fue en Ortopedia Pergamino, un comercio que funcionaba en Avenida y Merced", comenta.

Después ingresó a trabajar en el Bazar Las Novedades, un negocio emblemático de la ciudad. "Me llevó Hugo Mirada con quien jugaba al basquetbol; comencé colaborando para las Fiestas y me quedé durante 15 años", cuenta y menciona que para las celebraciones de Navidad recibían un camión semirremolque de Plus Ultra con árboles de Navidad, adornos y juguetes. "Las colas para comprar regalos eran extensas, era muy importante la actividad del rubro en esa época, en Pergamino además de Las Novedades había otros bazares como el Santa Teresita y el Bazar Colón, pero la competencia era muy respetuosa. El Bazar Las Novedades era un ícono en la ciudad". Y vaya si lo era, en su vistoso local de Sn Nicolás Norte (cuando aún no se llamaba así) sus enormes vidrieras eran una parada obligada para adultos, que se detenían del lado de los productos de bazar, y los niños, que se quedaban embelesados con el otro escaparate, el de los juguetes. 

"Me fui un tiempo antes del cierre del negocio, cuando me surgió la posibilidad de entrar a trabajar en Supermercados Norte, cuando esta cadena se instaló en Pergamino. Fui encargado del salón y trabajé allí durante ocho años", relata.

Trabajador incansable, antes había sido vendedor en Casa Bolívar y en La Casa del Vaquero, en la época en que los jeans Wrangler y Levi's eran furor.

Cuando dejó el supermercado comenzó a trabajar en El Trebol. "David Hardach y Luciana (su esposa) me dieron la oportunidad y la tomé con mucho entusiasmo. Y en paralelo, a través de Ulises Córdoba tuve la posibilidad de comenzar a vender para La Felisa; Gabriel Paterlini confió en mí y estoy también con ellos desde entonces".

Gracias a su responsabilidad y a su compromiso, logró conjugar el trabajo para las dos firmas y esas son sus actividades laborales del presente. "Los rubros no compiten entre sí así que puedo dedicarme a la venta para ambas firmas", refiere y se muestra agradecido a la confianza que siempre le dispensan tanto sus empleadores como sus clientes.

"Me dedico a vender en la calle; organizo mi rutina laboral, visito a los clientes, tomo los pedidos. Antes de la pandemia hacía hasta 100 kilómetros por día en la moto. Después comencé a manejarme bastante por teléfono y hoy que la situación sanitaria está más aliviada recuperé la posibilidad de visitarlos personalmente. Me gusta lo que hago, siempre me gustó vender", señala.

La familia, su principal capital

Fruto de su primer matrimonio "Rolo" tuvo dos hijas: Romina es farmacéutica y está casada con Guillermo; y Paola es licenciada en Relaciones Públicas y está casada con Juan Pablo. 

Es abuelo de tres nietos: Catalina (4), Martina (7) y Joaquín (2) y hace más de 20 años que está en pareja con María Ofelia Ferrario, docente jubilada, a quien conoció cuando él trabajaba en Supermercados Norte. "Ella vivía enfrente", refiere y asegura que encontró en ella a una compañera incondicional con la que comparte su vida desde entonces. "Al conocerla se amplió mi familia porque María Ofelia es mamá de María Victoria, que es abogada, vive en Rosario, está en pareja con Pablo y es una hija para mí".

Con profunda satisfacción sostiene que sus tres hijas tienen "una hermosa relación". "Tengo una hermosa familia, tres yernos fabulosos y nietos increíbles. No puedo pedirle a la vida nada más", recalca.

Su familia es su principal capital y se ocupa de preservarlo. "Tengo una vida armoniosa, incluso con mi exesposa tengo una buena relación, más allá de cualquier diferencia que podamos haber o no tenido, coincidimos en el modo de criar a nuestras hijas y el fruto de eso está a la vista".

"Y tengo un presente muy lindo, mi mujer es mi gran apoyo, y los nietos son el regalo final de la vida, soy muy dichoso. Vienen a casa, vamos a la plaza, se quedan a dormir. Los disfruto plenamente", comenta.

Actualmente vive en Perú y Fernando Bello y sus rutinas tienen que ver con la dinámica de esa vida hogareña. "Me gusta mucho trabajar y en los momentos en que estoy en casa también trabajo, me gusta cortar el pasto y hacer cualquier arreglo, siempre estoy entretenido".

La amistad

Defensor de la amistad, conserva vínculos perdurables con personas que conforman su universo afectivo. "Antes de la pandemia con Sergio Quaglia, Eduardo González y Ricardo Haddad íbamos al Bar Querede donde compartíamos entre amigos una partida de chin-chón o de dominó; eso se perdió un poco, pero de vez en cuando nos seguimos juntando", señala, destacando que los amigos tienen mucha importancia en su vida. "Lamentablemente con el paso de la vida, hay varios que ya no están y las mesas no son tan numerosas cuando uno se reúne", agrega.

A mano con la vida

Con la única asignatura pendiente de no haber seguido estudiando para poder ser abogado, acepta el modo en que lo trató la vida y se lleva bien con el paso del tiempo.

"Lo único que tenemos seguro es la muerte, pero nos da una vida de ventaja y eso hay que saber aprovecharlo", afirma este hombre que ama Pergamino como lugar para vivir y que lo elige a diario para seguir escribiendo aquí su historia de vida. "Como lugar de descanso o de vacaciones, me gusta Córdoba, pero como mis hijas prefieren el mar, cuando podemos coincidir nos gusta viajar juntos".

Metódico en sus rutinas, organizado, responsable, sobre el final y cuando la entrevista lo convoca a mirar la vida en retrospectiva, lo que rescata son los aprendizajes brindados por sus padres, las mismas enseñanzas que él les transmitió a sus hijas. "Siempre digo que soy rico, no de plata sino de enseñanzas. Con la plata podés conseguir muchos lujos, con la riqueza de valores no tantos, pero vivís en paz, y eso no tiene precio", reflexiona y acerca a la conversación el recuerdo de sus padres, el valor que tenía la mirada de los adultos que señalaban "el buen camino", ese que Rolo tomó y que lo ha llevado por el rumbo correcto, forjando en el buen obrar su destino.


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