Perfiles pergaminenses

Hugo Ramallo: un hombre que hizo de la música y la docencia el eje rector de la vida


  Hugo Ramallo hizo un recorrido por su nutrida trayectoria en la música y la docencia (LA OPINION)

'' Hugo Ramallo hizo un recorrido por su nutrida trayectoria en la música y la docencia. (LA OPINION)

Es un reconocido exponente de la cultura. Fue uno de los hacedores del Coro de Niños y Jóvenes de Pergamino y un director coral de amplia trayectoria. Ama cantar en familia y haber podido reunir a los suyos en un escenario fue su mayor logro. Respeta el valor formativo de su labor y jamás abandonó su compromiso social.


Hugo Adrián Ramallo tiene 72 años. Es conocido por su trayectoria en la música y la docencia. Está casado con Hemilse Olga Albarracín; es padre de tres hijos: Mariana, Natalia y Bernardo; y abuelo de seis nietos: Maximiliano, Rodrigo, Valentina, Milena, Candela y Agustín. Todos comparten la pasión por la música. Es lo primero que menciona cuando se presenta. Quizás porque la condición de esposo, padre, abuelo y músico lo definen. 

Su historia es de esas que cuesta resumir en el espacio de una página. Por lo nutrido del recorrido y por la innumerable cantidad de personajes que aparecen en el relato con nombre propio.  

Heredó el amor por los acordes de su padre, Adrián Perfecto Ramallo, un ferroviario, y afirma que la música es “un motivo de vida”.

“He hecho una trayectoria que ha afectado a mi esposa, a mis hijos y a mis nietos”, afirma con orgullo y se recuerda de chico inventando temas con la guitarra de su padre. 

Su madre fue Bonifacia Coronel, pantalonera de la vieja Casa Casal. Tuvo dos hermanos: Elvia y Juan Manuel (recientemente fallecido). De su infancia recuerda la casa de calle Belgrano, entre Italia y 9 de Julio. Más tarde, la de Rocha esquina Intendente Biscayart. 

Fue a la Escuela Nº 1 y a la vieja Escuela Normal Mixta de Florida y 9 de Julio. “El barrio, la escuela primaria y la secundaria fueron lugares donde consolidé mi vocación de músico y la desarrollé ampliamente”. Su género primario fue el folklore.

Entre los amigos de la niñez menciona a varios: Oscar Caracciolo, Antonio Dovichi, Julio Tinant, “Pato” Goicochea, Antonio Cadar, Alberto Caminero, Eduardo y “Tigre” Martin, Pedro Bomarito, “Pato” Roa, Jorge Abal, Ernesto Luzuriaga, Manuel Ozafrán y el “Gordo” Ceballos.

“Vivía más en el Club Sports que en mi casa”, cuenta. Hizo basquetbol y natación y se formó de la mano de grandes como Arnodo, González y Leonard. Jugó desde “cebollita” hasta “picar en primera”.

Vocación temprana

Creció en un hogar de músicos y su pasión se expresó tempranamente. Impulsado por el apoyo de sus padres y por un cuñado, Arturo Rodríguez, que era quien lo incentivaba a participar en festivales y espectáculos.  “El canto fue fundamental para mí. Alternaba mi vida deportiva con la musical y ningún contratiempo me detuvo. De chico estudiaba piano con Bertilda Puplo y en cuarto año debí abandonar por la imposibilidad de mi familia de comprarme un piano”, refiere.

En el secundario participó activamente en el Club Colegial y armó la peña “Percan Minú” bajo la orientación de Guga Torres Traverso y Kela Pomar. “Fue Kela quien me orientó fuertemente hacia la música y antes había sido doña Ernestina de Siri”.

Esa peña fue la semilla de su primera participación en un grupo vocal “Los arrieros de Amaicha”, junto a Luis Otegui, “Nico” Araneo, Juan Iribarren, el “Negro” Rodríguez y Alberto Di Lorenzo, además del guitarrista Rubén Martínez.  También hizo un dúo con “Pichón” Colabella y un coro bajo la tutela de Kela Pomar y participaron en la Fiesta Nacional del Maíz, donde ganaron el primer premio, evaluados por Ariel Ramírez.

Cantando en el Coro de Bellas Artes, dirigido por Rosa Fusco, conoció a su esposa, hermana de Rubén Albarracín, una gran figura de la cultura pergaminense. “Con mi mujer formamos el Dúo Olga y Hugo y llegamos al Pre Cosquín donde perdimos nada más y nada menos que con los Hermanos Cuestas”, comenta en el devenir de la charla.

La docencia

Teniendo 30 años ingresó al magisterio. Se recibió como maestro normal en 1963. Fue Basilio González quien lo estimuló a seguir la carrera de Educación Física en San Fernando. Egresó en 1967. 

Ya con su título comenzó a trabajar en escuelas y clubes. “Mis primeras experiencias fueron en la secundaria de Mariano H. Alfonzo, en el Club Juventud y en la Escuela Nº 502 de calle Luzuriaga”.

Más tarde llegaron los centros en barrios y pueblos y su experiencia en el Club San Telmo. Recuerda los famosos campeonatos y la colaboración de los padres de sus alumnos. También la vieja pileta de la Plaza de Ejercicios donde trabajó con “Melo” Castañárez, Carega y tantos otros municipales.

Menciona a queridos colegas como Conrado Grieshaber, Omilda Della Valle, Carlos Delesma, Enrique Alvarez y Norma González.

Fue nutrida su trayectoria en entidades deportivas. El basquetbol de Juventud; la pileta del Club Argentino, Douglas; la pileta y los campamentos de Viajantes y Lucini; las escuelas de verano y Scalabrini. El deporte y la docencia convivieron durante muchos años en un inventario casi infinito. En la conversación acerca innumerables anécdotas y por cada una se siente dichoso.

Mi Casa

Un capítulo especial de su vida merece el Centro Asistencial Mi Casa. “Podría escribir varios libros. Fue tan importante para mí como lo coral. Trabajé durante 42 años”. Allí conoció a gente extraordinaria y comprometida, desde la comisión que gestó el lugar hasta el último empleado. “Fue una creación maravillosa de un grupo visionario de Pergamino que pensó en una Casa del Niño para la ciudad. A la cabeza estaban Jorge Vidaurreta, Silvia Ferrero Regis y Carlos Vanaro”.

“Aprendí de las primeras directoras ‘Gucha’ Mujica, y Mariela Van Becelaere de Roca y de cada compañero con el que compartí la tarea. Jamás olvidaré al primer chofer Normando Nóbili; Bernabé Salinas y las serenatas del juguete ideadas por el ‘Vasco’ Zabalza”.

De la vieja casona de calle Florida donde funcionaba el Centro que dependía de la Provincia de Buenos Aires hasta la casa propia en el corazón del barrio John Kennedy, Hugo relata luchas y anécdotas. El objetivo se alcanzó en 2006. “En la construcción del centro tuvieron mucho que ver María Inés Carro, Eduardo Cocconi y Mario Oporto. 

“Mucho de lo que sé de lo social lo aprendí en ese lugar y estaré infinitamente agradecido”.

Por el carril de la música

Con el tiempo la actividad docente fue disminuyendo a medida que Hugo se adentraba en lo musical-coral.  Ya desde la década del 70 con Angel Concilio -con quien ya había integrado el Dúo Canto-  tenía una academia donde, según cuenta,  “les enseñábamos a los chicos a rascar la guitarra”. Las clases eran en el Club Compañía. Grandes referentes de la música local surgieron de esa cuna.

Un día, la frase de Angel Concilio: “Che Negro, no puede ser que Pergamino no tenga un coro infantil” fue el disparador para dar forma a lo que sería su principal creación artística. Ambos emprendieron la aventura y en 1974 nació el Coro Infantil que hoy perdura como Coro Municipal de Niños y Jóvenes con 43 años de trayectoria. 

“Nuestro fuerte era el folklore hasta que se nos ocurrió hacer un Encuentro Coral en Pergamino al que asistieron agrupaciones de distintos lugares. Ahí nos dimos cuenta que teníamos que ponernos a estudiar”, relata.

Retomaron las clases de piano con “Kela” Pomar e Irma Scrinzi y aprovecharon las clases que dictaba el maestro Jorge Vanasco, en ese entonces director del Coro Polifónico de “Iniciación a la dirección Coral”. A la par de ello Hugo viajaba semanalmente a Buenos Aires para estudiar con la directora del Coro Nacional de Niños: Vilma Gorini. “Tomaba clases en su casa y luego iba a los ensayos en el Teatro Cervantes, aprendí mucho”.

Comenzaron las actuaciones y conciertos, y según menciona: “La cosa se fue poniendo seria”. Durante la intendencia de Raúl Rossi el coro fue reconocido como organismo artístico municipal bajo la órbita de Cultura, dirigida por la comisión municipal de Bellas Artes. “Angel y yo tomamos caminos diferentes y yo quedé a cargo de la dirección del coro a partir de 1979”. 

En 1985 comenzó a trabajar con profesoras de canto. La primera fue Rosa Bonino, después Marina Silva y actualmente María Sol Be-nnasar. “Cantamos en los mejores teatros del país y con prestigiosas agrupaciones. Comenzamos a presentarnos en concursos y ganamos un lugar de referencia que nos permitió presentarnos en escenarios de distintos países”. 

El balance que hace de esa experiencia es extraordinario.  “Siempre me gustó trabajar con niños porque me gusta el sonido de la voz infantil”. Se enorgullece de que los chicos pudieran viajar y nutrirse de la cultura del mundo en cada recorrido. Las anécdotas de los destinos recorridos son imborrables. Hoy el Coro Municipal de Niños y Jóvenes está en manos de sus hijas Mariana y Natalia.

La gestión cultural

Se define como “peronista”. En lo público, fue director de la Escuela Municipal de Bellas Artes y director de Cultura y tuvo un paso breve por la Dirección de Educación durante la intendencia de Alcides Sequeiro. “En la gestión conocí a mucha gente de distintas disciplinas que me ayudó a llevar adelante la tarea en cada área”.

El presente

Actualmente está jubilado, pero se mantiene en actividad a través de la dirección del Coro Femenino. Recientemente la “Misatango” y “Angelería” le dieron gratificaciones inmensas.  También integra el Dúo Canto con su amigo Mario Lanzillotta. 

“El año pasado me retiré del Coro de Niños y Jóvenes porque entendí que era un ciclo cumplido y me honra saber que son varios los directores en actividad que han hecho sus primeras experiencias en el coro”.

El eje vertebral

Cantar, escuchar, aprender, enseñar han sido y son los ejes rectores de la vida del “Negro” Ramallo como se lo conoce en el ambiente musical. Hoy que trabaja a otro ritmo, le gusta madrugar y pasa horas estudiando en su biblioteca coral. Posee un material inmenso y es generoso, porque las partituras de los principales compositores argentinos y extranjeros están a disposición de cualquier músico que quiera valerse de ellas para conectarse con “lo bueno de hacer música”. Es dueño merecido del reconocimiento que recibe cada vez que dirige un espectáculo o camina por la calle y uno de sus alumnos de la música o del deporte lo reconoce y le acerca una anécdota. En esos pequeños deleites observa la evolución y agradece el transcurso del tiempo.

No vive para los aplausos. Disfruta más de reunirse a cantar en familia. Lo han hecho incluso en varios escenarios con el “Coro de Familia”. Y lo honra saber que quienes lo sucederán, ya han tomado su legado. Eso lo colma. No pide mucho más.


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