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Aldo Luis Risso: un contratista rural apasionado por las rutinas del campo


 Aldo Risso exhibe uno de sus pasatiempos- construir mquinas agrícolas en miniatura (LA OPINION)

'' Aldo Risso exhibe uno de sus pasatiempos: construir máquinas agrícolas en miniatura. (LA OPINION)

Gran parte de su vida la dedicó a la tarea rural. Nació en Paraje “La Buena Vista”, donde su padre era colono de una estancia, la misma para la cual trabajó él, años después. Retirado formalmente de la actividad, se dedica a fabricar maquinaria agrícola en miniatura con elementos de hierro que recicla. Una pasión que tiene mucho que ver con su amor por los “fierros”.

Aldo Luis Risso tiene 73 años y vivió gran parte de su vida afectado a las tareas rurales en la Estancia “La Noria” de don Pablo Moreno.  Su padre había sido colono en ese lugar y ya de grande el destino volvió a llevarlo a él por el mismo sendero, cuando siendo contratista rural fue convocado para trabajar esos campos.  Nació un 2 de febrero de 1943 en Paraje “La Buena Vista”, a diez kilómetros de Bigand. Es hijo de Luis Risso y Ana Porotto. Tiene en el hablar el tono de las personas que han vivido en el campo, con el sello de simpleza que los distingue. “Viví mi infancia en el campo, mis padres eran colonos en la estancia. Fui a la Escuela N° 34, un establecimiento rural que aún existe y al que le tengo mucho cariño”, cuenta en el inicio de la charla que se desarrolla en su casa del barrio Ameghino donde vive con su esposa Dora Esmori.

Señala que siendo chico, en la época en que sobrevino el desalojo de varios establecimientos rurales, su padre alquiló un trozo de campo y como no tenían donde vivir, les hicieron un lugar para vivir en la escuela. “Fue una experiencia linda, mi padre trabajaba cerca, mi madre se ocupaba de mantener la escuela y nosotros vivíamos y estudiábamos allí”.

Hizo hasta sexto grado. Todo lo demás que sabe se lo enseñó la vida y el trabajo. Es el mayor de los dos hijos que tuvieron sus padres. Su hermano Omar también vive en Pergamino. Viviendo en el campo jugó en el equipo de LaBuena Vista, en la Liga Independiente en la que competían clubes de campo y de barrios de Pergamino. Guarda de aquellas hazañas deportivas recuerdos imborrables.

Su ingreso al mundo laboral se dio cuando tenía 13 ó 14 años, como tractorista. Ya a los 15 era trabajador rural y realizaba todo tipo de tareas. Su padre compró una cosechadora y esa fue la primera máquina que manejó. Aquella experiencia iba a ser la primera de una larga trayectoria como contratista rural, tarea a la que se dedicó casi toda su vida. “La cosechadora de mi padre fue la primera que manejé, me gustaba, pero eso duró poco tiempo porque después la vendió”.

A los 19 años tomó trabajo como maquinista con contratistas de la zona y comenzó a viajar por distintas localidades para trabajar los campos. El recorrido incluía la provincia de Santa Fe, los campos del sur de la provincia de Buenos Aires y de Río Cuarto. “Siempre pensé en progresar y realicé todos los sacrificios que estuvieron a mi alcance para tratar de estar cada día un poco mejor”, refiere este hombre que aún conserva la maquinaria que lo acompañó en su historia laboral.

Desde muy joven su principal anhelo fue crecer y superarse. Estando de novio con la que hoy es su esposa, comenzaron a esforzarse por cumplir el sueño de tener la casa propia y casarse. Lo consiguieron. Viven en el mismo lugar de siempre, en un barrio tranquilo, con vecinos de toda la vida. La casa tiene un jardín adornado con elementos de hierro que Aldo fabrica en su tiempo libre. Con respaldo de camas de hierro y elementos que compra en remates, fabrica muebles y portamacetas, entre otras cosas. 

Antes de independizarse como contratista rural, trabajó en el taller Pagotto Hermanos, que funcionaba en Francia y Alsina. Era un lugar dedicado a la reparación de máquinas. Su mirada estuvo siempre puesta en el progreso y en la búsqueda de ampliar sus horizontes un buen día decidió independizarse. “Había trabajado dieciséis años en el taller. Un día Reinaldo Ferraris, cliente del taller y amigo, me ofertó una cosechadora a la que había que hacerle algunos cambios de motor. Yo no tenía el dinero para comprarla, pero él con una enorme generosidad me dio todas las facilidades. Puede adquirirla y esa fue mi primera máquina propia”, cuenta y se muestra agradecido para con aquel hombre, hoy fallecido, que le dio la primera posibilidad de transitar su propio camino como un contratista independiente. A fuerza de mucho esfuerzo y horas de trabajo llegó a tener tres cosechadoras y todo el equipo necesario para trabajar. “Como contratista rural trabajé en muchos campos de la zona y siempre agradezco a los clientes que confiaron en mí”, agrega.

La vida familiar se fue armando a la par del trabajo.  Su esposa a la que había conocido en la escuela y con la que se había puesto de novio en los bailes de campo que se realizaban entonces, se dedicaba a trabajar en talleres de costura y dejó de hacerlo para abocarse al cuidado de la casa y la crianza de las dos hijas que tuvieron: Luciana que es odontóloga y está casada con Alejo Sincovich; y Lorena que es diseñadora gráfica. 

Tienen dos nietos: Tomás Alejo Sincovich y Santiago Hernán Sincovich. Aldo asegura que los disfruta mucho y comparte con ellos todo el tiempo que puede.

 

La vuelta al origen

Cuando Aldo ya era un contratista rural de conocida trayectoria y estaba afianzado en su oficio, Pablo Moreno lo convoca para ofrecerle trabajar en su estancia. La misma donde Aldo pasó su infancia. No dudó un momento en aceptar el ofrecimiento porque siempre había querido trabajar en La Noria. Se dedicó con exclusividad a esa tarea desde entonces y hasta hace pocos meses en que cesó en sus actividades. Le provoca una profunda emoción contar esa experiencia y eso se traduce en el tono de su voz.  “Me despedí hace poco de ese lugar luego de muchos años de trabajo allí, por cese de actividades. Siempre le estaré muy agradecido a Don Pablo Moreno, un señor con todas las letras, el haber podido trabajar en un lugar tan rico a mis afectos y que tanto tenía que ver con mi vida. Cada mañana al abrir la tranquera del campo, estaba de nuevo al lado de mi querida Escuela y del lugar donde había crecido”, relata con profundo sentimiento.

 

Su presente

Hoy está en lo que considera su tiempo de descanso. Reconoce que le hubiera gustado seguir trabajando, pero reconoce que el transcurso de los años y los sacrificios que supone la tarea rural con relación a horarios y dedicación, se sienten en el cuerpo a medida que pasa la vida. 

En el presente está abocado a disfrutar de los nietos. En su tiempo libre le gusta ir a pescar a la zona de Junín, visitar familiares y amigos. También  fabricar máquinas agrícolas y aparatos rurales en miniatura con elementos de hierro que recicla. “Me gusta pasar tiempo en el taller. Hago estas máquinas de juguete para mis nietos, imitan en pequeño tamaño las que yo usaba en el campo. El próximo objetivo es construir la casilla, que me pidió uno de mis nietos. Ya les hice el tanque de combustible, el tractor, la tolva, el disco, falta la casilla”, describe con la satisfacción de poder crear cosas que tienen un valor significativo no solo para él sino para los suyos.

Afirma que todo lo que aprendió a trabajar en hierro, lo hizo en forma autodidacta. No hubo escuela donde aprender el oficio. Fue pasión y dedicación. Como todo lo que hizo en su vida.

Todo es bienvenido para poner en marcha la creatividad y la habilidad de sus manos. Asegura que nadie le enseñó a fabricar lo que realiza, solo es ingenio y el deseo de mantener intactas algunas tradiciones. Cada máquina que fabrica es un juguete, pero también es un testimonio de los elementos que lo acompañaron gran parte de su vida y que aún están en él y permanecerán en su corazón, por siempre.


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